sondas.blog, 30-mayo-2020.
Estamos entrando en una nueva era. Será una chapuza, como todas las demás. Y tampoco esta vez habrá elección. Habrá promesas, sacrificios por el bien de la comunidad humana y una nueva serie de valores que tendremos que asumir como la inevitable respuesta a los tiempos que corren. No ha sido algo premeditado –un virus que saltó al hombre desde algún animal chino; o quizás era un experimento y se les fue de las manos. ¿A quién? Se dice el pecado, pero no el pecador. De todas formas, ya no importa, el mal está hecho y debemos levantar el ánimo –al mal tiempo buena cara. Muchos ya hablan de los grandes beneficios que ha traído consigo covid19. Sobre todo, en el campo educacional. Una nueva era como decimos –más creatividad, más imaginación… más superficialidad.
Se han agotado todas las opciones en todos los campos. ¿Hacia dónde se puede dirigir entonces la creatividad? Solo hacia la tecnología, solo hacia una vida cada vez más online, más virtual, más aislada. Antes, en los Estados Unidos, se les enseñaban a los estudiantes de secundaria a conducir, ahora les enseñarán a utilizar programas interactivos y ordenadores cuánticos. Será su perdición –un túnel sin salida.
Un mundo feliz …
Ya se están preparando las vacunas, unas substancias desconocidas que realizarán los cambios de configuración genética que hagan falta. Nos harán inmunes al amor y al sexo, a la consciencia –brillantes androides unos, agentes sin alma otros, abúlicos trabajadores los más. Un mundo feliz, sin bibliotecas, sin dinero, sin recuerdos –online.
Curiosamente, este es el mundo que llevamos soñando desde hace milenios –un mundo sin Dios, sin ley moral, sin responsabilidad post-mortem. Y siempre queda la reencarnación para los que insisten en la inmortalidad, a cualquier precio.
Ahora hablan de volver a la Luna y han apretado al botón de reinicio de la memoria colectiva y ya nadie se acuerda de que hace unos pocos años sólo se hablaba de ir a Marte y de atravesar nuestra galaxia. No sabían cómo salir de aquel enredo y han decidido volver a la Luna, algo que ya no seduce a nadie. Ni siquiera las nuevas generaciones están convencidas de que realmente haya habido una primera vez. ¿La misma farsa?
Fauci dice que todo va bien –no habrá segunda ola vírica, tendremos la vacuna en unos pocos meses, la economía volverá a ser el epicentro de la vida, y todos pensaremos que no ha pasado nada, otra catástrofe de las muchas que han desfigurado la cara de la historia. Sin embargo, ya nadie volverá a sonreír de la misma manera que sonreía antes.
Hemos visto el techo, los límites de la existencia, los límites del pensamiento, de la imaginación. Hemos seguido los fotogramas de nuestra vida –trabajo, cafeterías, restaurantes, playas… fiestas. Y ahora nos preguntamos, no sin cierta inquietud, ¿y para eso hemos organizado guerras mundiales, hemos tirado bombas atómicas… hemos incendiado la primavera árabe con falsas alarmas y argumentos apañados? ¿Para eso hemos asesinado a millones de seres humanos y luego hemos creado organizaciones de protección de animales? ¿Para eso hemos esclavizado a la mitad de la humanidad… para tomarnos un café frente al mar?
¿Acaso puede ser este el sentido de la vida? ¿Podemos realmente creer que toda esta maquinaria celeste se ha montado para saborear caracoles rellenos de mantequilla en algún bistró de París? Y, sin embargo, la mayoría de la gente está convencida de que así es, de que esto es todo y de que para poder comer esos caracoles hay que trabajar duro cinco días a la semana. A veces la vida ni siquiera nos permite saborear esos “manjares”. No importa. Seguiremos llevando a nuestros hijos a la escuela para que ellos sí puedan comer caracoles o ancas de rana. Ya no será igual. Todos esos movimientos nos parecerán ahora ensayos para alguna representación teatral.
Partirán nuestros hijos a la escuela y se perderán en el túnel, saldrán al otro lado, a un mundo metálico, sin vida. ¿Quedará alguien para decirles que hubo un tiempo en el que los seres humanos se amaban? ¿Quedará alguien, todavía, capaz de amar? ¿Quedará alguien capaz de definir el amor, de defenderlo? ¿Quedará?
Magistral, como siempre…
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