¿Rico y creyente? Esto es lo que dicen las 5 principales religiones sobre el dinero

¿Cómo puedes meter un camello por el ojo de una aguja?

Jonny Thomson para Big Think

“Porque raíz de todos los males es el amor al dinero.” (Timoteo 6:10)

El deseo de riqueza es tan antiguo como la sociedad humana misma. De acuerdo con nuestra mejor evidencia arqueológica, el “dinero” tiene al menos 5000 años. Y, dado que el más antiguo de los libros sagrados que tenemos, una mezcla entre el Rigveda del hinduismo y el Tanakh judío, se escribió alrededor de 1300 a. C., tiene sentido que las principales religiones del mundo tengan mucho que decir sobre el dinero.

Pero, como podéis imaginar, los mensajes no suelen ser claros. Si bien Timoteo 6:10 es un pasaje bíblico famoso, es obvio para cualquiera que haya echado un vistazo a la Iglesia Católica o a los cristianos en todo el mundo que hay muchos amantes del dinero. Del mismo modo, mientras que el Corán, el Dhammapada, el Bhagavad Gita y el Tanakh presentan prohibiciones explícitas contra la riqueza excesiva, el mundo está plagado de musulmanes, budistas, hindúes y judíos muy ricos. Entonces, ¿son todas ellos hipócritas? Bueno, antes de tirar la primera piedra, tal vez deberíamos examinar lo que esas religiones realmente dicen.

El camino de Artha

Una cosa debe quedar clara desde el principio: ningún texto sagrado importante hoy en día está a favor de una desenfrenada codicia, la riqueza obscena o los métodos nefastos de ganar. Pero eso no quiere decir que digan que el dinero siempre es malo. Probablemente, el hinduismo es el que más activamente aprueba la riqueza. En el hinduismo, hay cuatro objetivos en la vida (conocidos como Purusharthas), pero quizás se entiendan mejor como tres caminos hacia un solo destino. El objetivo de la vida, la meta de las metas es Moksha, que significa liberación del ciclo de renacimiento. El camino a Moksha, entonces, requiere tres cosas: Kama (placer y disfrute), Dharma (rectitud, buenas obras y deber) y Artha (riqueza material y prosperidad). Lo que el hinduismo deja en claro es que, sin riqueza ni dinero, es mucho más difícil disfrutar de la vida y ser plenamente Dhármico. A aquellos que están completamente desposeídos les quedan pocos recursos para satisfacer a Kama. Tal vez sea la voz del privilegio condescendiente decir: «El dinero no puede comprar la felicidad». Sin embargo, ayuda. Para el hinduismo, solo cuando tenemos dinero podemos disfrutar plenamente de la vida y ayudar plenamente a otras personas.

Posesión sin deseo

En el budismo, no hay nada fundamentalmente malo en el dinero en sí mismo, pero hay algo malo en el deseo o la necesidad de tenerlo. Uno de los principios fundamentales del budismo es desapegarnos del mundo de las cosas materiales tanto como podamos. Deberíamos centrarnos en trascender nuestra realidad mundana (que, de todos modos, probablemente sea ilusoria) y en buscar la iluminación. Como nos aconseja el Dhammapada: “No hay fuego como la lujuria, ni cadena como el odio, ni trampa como el engaño, ni torrente como el anhelo”. Apegarnos a la familia, los amigos, las posesiones y, sí, el dinero es una forma segura de nunca abandonar Samsara (el ciclo del renacimiento).

Pero hay otra rama del budismo que es bastante sutil. Si bien no debe apegarse al dinero, también puede reconocer el gran potencial para el bien del dinero. De la misma manera que los hindúes creen que Artha es necesaria para el Dharma, algunos budistas sostienen que la adquisición de riqueza está bien siempre que se redistribuya y se use de manera virtuosa.

El que te da tus riquezas

No hay nada intrínsecamente malo con la riqueza tanto en la erudición judía como en el Tanakh. El dinero y las riquezas, como todas las cosas, deben ser dados y tomados por Dios. Como dice Deuteronomio 8:18: “Pero acuérdate de Jehová tu Dios, porque él es quien te da la capacidad de producir riquezas”. A diferencia del cristianismo y el Islam, a los judíos nunca se les prohibió prestar dinero, razón por la cual, históricamente, asumieron el papel de banqueros y proveedores de préstamos.

Pero en ninguna parte del judaísmo se alienta la codicia o el egoísmo. Si bien Levítico 19 permite la posesión de tierras y la elaboración de vino, también les dice a los judíos que dejen una parte de sus propiedades “para los pobres y los extranjeros”. Si bien Éxodo 22 permite el préstamo de dinero, también dice: “Si prestas dinero a alguno de los míos que están contigo que es pobre… no le exigirás interés”. La caridad, la bondad y el uso de la riqueza para el bien aparecen una y otra vez, desde el erudito Maimónides hasta los rabinos de hoy. Central para muchos judíos que practican la vida es la idea de tzedaká. Tzedaká no es simplemente caridad (también es eso), sino también conciencia social y justicia, una conciencia y pasión por mejorar el mundo.

Más fácil para un camello

Debido a que el cristianismo es una de las religiones más visibles y conocidas del mundo, se ha escrito mucho sobre la aparente hipocresía en la forma en que aborda el dinero. Jesús era el hijo pobre de un carpintero pobre en una provincia pobre del imperio romano. En Mateo, él dijo muy explícitamente: “No podéis servir a Dios y al dinero”, y “Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios”. Uno de los más grandes Padres de la Iglesia, Agustín, incluso comparó el amor al dinero con la idolatría (que, en ese entonces, se castigaba con la muerte).

Y, sin embargo, la Iglesia Católica hoy tiene 3 mil millones en activos financieros y una riqueza inconmensurable si se considera el valor de venta de las propiedades, el arte, las reliquias y los artefactos de su iglesia. Bill Gates, Beyonce y Chris Pratt son cristianos practicantes. Todos tienen un centavo o dos de sobra. ¿Cómo cuadran esto los cristianos? Bueno, al igual que con el judaísmo, gran parte de la teología cristiana se centra en la idea de «supervisión». Dios da la riqueza e incluso recompensa a aquellos que trabajan duro. Depende de nosotros usar ese dinero bien y para buenas obras. Timoteo (quien dijo lo de la “raíz de todos los males”) incluso insinúa que ser rico está bien, siempre y cuando no vaya acompañado de arrogancia y alejamiento de Dios. La riqueza y el dinero no son malos, pero deben usarse bien. Incluso podrían permitirte hacer el bien.

No consuman la riqueza de los demás injustamente

Dado que es la última de las tres religiones abrahámicas, no sorprende que el Islam sea similar al judaísmo y al cristianismo en la forma en que ve el dinero. Como ellos, la riqueza no es mala (ḥarām) en sí misma, pero puede ser mal habida (mal-ḥarām), mal gastada (tabdhir) o derrochada en cosas sin sentido (israf). El Corán afirma: “La riqueza y los niños son el adorno de la vida de este mundo”, y aconseja: “No dejéis que vuestras riquezas o vuestros hijos os desvíen del recuerdo de Allah”.

Uno de los “Cinco Pilares del Islam” (que son las creencias y comportamientos fundamentales de los musulmanes) se conoce como Zakat. Esta es la limosna obligatoria, donde todos los musulmanes deben dar una parte de su riqueza (tradicionalmente el 2,5% de su riqueza) a la caridad o a los pobres. Necios son aquellos que no dan su Zakat, porque, como dice el Hadiz (Bujari), “A quien Allah ha hecho rico y no pague el Zakat de su riqueza, entonces en el Día de la Resurrección, su riqueza será como una serpiente macho venenosa de cabeza calva con dos manchas negras sobre los ojos. La serpiente rodeará su cuello, morderá sus mejillas y dirá: “Yo soy tu riqueza, yo soy tu tesoro”.

Que es como para tener pesadillas.

SONDAS.BLOG: Hay demasiados errores, demasiadas imprecisiones y desmesuradas peticiones de principio en este artículo de Jonny Thomson. Sin duda se trata de matar el tiempo o de rellenar un espacio que hubiera quedado vacío en alguna revista de divulgación científica o filosófica, o de cualquier otro tipo. Por ello, no habríamos dedicado nuestro tiempo a corregir estos errores, imprecisiones y peticiones de principio si no fuera porque los vemos repetidos una y otra vez en infinidad de artículos, entrevistas, comentarios, libros…

El primer error –ampliamente extendido entre la gente e incluso entre la intelectualidad occidental– es el de considerar al hinduismo y al budismo como religiones. Se trata, en realidad, de sistemas chamánicos que han recibido la impronta de la profecía. De ahí que adolezcan de una cierta unicidad, mas sin llegar a una clara transcendencia.

Como en todas las tradiciones que nos han llegado desde la noche de los tiempos, hay siempre un principio –un principio inmóvil, omnipresente, el propio Ser, la pura consciencia que al despertar genera la creación. Y como todo sistema chamánico, hinduismo y budismo están llenos de símbolos –unos superponiéndose a los otros, cambiando los nombres y los atributos hasta producir un panteón mil veces más intrincado que el panteón griego. Se trata, pues, de una mitología en la que se mezclan elementos verdaderos, provenientes del sistema profético, con elementos chamánicos y, hasta cierto punto, delirantes.

Algunos conceptos hinduistas, y que también encontramos en el budismo, son producto de una mala interpretación de otro concepto profético –como, por ejemplo, la reencarnación. En el sistema profético hay una progresión, continuos cambios de estado y de condición, pero nunca hay vuelta. Cada uno de estos estados tiene un “barzaj” –una barrera infranqueable. Una vez que se traspasa, ya no se puede volver atrás, como es el caso de la muerte. Está condición nos impide volver a la vida de este mundo. Muy al contrario, nos obliga a seguir el viaje existencial.

Juro por la admonición y quien la escucha, por la noche y su carga, por la Luna y por cómo se ha ordenado su trayectoria, que no habéis cesado de pasar de una condición a otra. (Corán, sura 84, aleyas 16-19)

Hay, pues, un continuo cambio de estados que se producen en tres diferentes niveles. Dos de estos niveles tienen lugar en la vida de este mundo. En el primer nivel hay dos estados –el estado “bashar” (el primer ser humano), desprovisto de “fuad” (dispositivo que inter-relaciona la consciencia con las capacidades cognitivas, produciendo reflexión); y el estado “insan” (el ser humano completo, provisto de “fuad” y de lenguaje conceptual). El segundo nivel lo constituyen una sucesión de estados, generadores del propio ser humano, y que podemos denominar proceso de gestación, en el que, a partir de dos líquidos, de dos substancias, se va a ir configurando estado tras estado un ser humano completo.

El tercer nivel es el nivel post-mortem, en el que hay cuatro tiempos, cuatro estados, cuatro condiciones y cuatro cuerpos, o soportes de la “nafs” (el yo, el sí mismo). El primer tiempo es el que va desde que traspasamos el “barzaj” de la muerte hasta el momento del resurgimiento. El segundo tiempo nos lleva del resurgimiento al juicio. El tercero es el tiempo en el que se cambian los cielos y la Tierra. Y el cuarto tiempo es el tiempo de la permanencia en el Jardín o en el fuego. Éste es el recorrido existencial que le espera a todo ser humano, ya sea creyente o encubridor. Y este recorrido es el que en el hinduismo y en el budismo se trastoca en reencarnación.

El segundo error, y al mismo tiempo una indecente petición de principio, es el de asumir que existe algo como “las religiones abrahámicas”, un término nuevo que está substituyendo al no menos indecente “las tres religiones monoteístas”. Se trata, pues, de un intento de supervivencia. No saben cómo encubrir que solo hay una religión, un sistema que emana de un Solo Dios y que ese sistema se ha ido desarrollando a través de los profetas y de los libros revelados.

¿Cuándo, por ejemplo, se acabaría el judaísmo y empezaría el cristianismo? ¿Dónde podríamos situar la línea de demarcación? Imposible tarea, pues no hay tal línea. Sin embargo, el judaísmo se sale del sistema profético al negar a Isa como el Mesías. Y los cristianos abandonan este sistema al hacer de Isa dios, fabricar la trinidad, la sagrada familia; y negar la venida de “el profeta” –el último, el sello de la profecía: Muhammad bin Abdullah.

Por lo tanto, en la línea profética hay dos grandes dislocaciones: el llamado judaísmo y el llamado cristianismo. Y ello hace que solamente el Islam siga hasta el final esa línea. No hay tres religiones monoteístas ni hay tres religiones “abrahámicas”.

Quien busque otro din (relgión) que el Islam no le será aceptado, y en Ajirah será de los perdedores. (Corán, sura 3, aleya 85)

Hoy os he completado vuestro din (religión), he derramado Mi gracia sobre vosotros y os he dado complacido el Islam como din (religión). (Corán, sura 5, aleya 3)

De esta forma, Allah el Altísimo zanja este asunto para siempre. No hay compartimentos estancos en el sistema profético, sino un flujo constante de profetas y libros, desde Adam hasta Muhammad; desde Ibrahim hasta Isa; desde Musa hasta Sulaiman. Son los musulmanes los verdaderos Banu Isra-il, los verdaderos discípulos de Isa y los verdaderos compañeros del profeta Muhammad.

En cuanto al tema de la riqueza, también aquí el autor se complace en hablar de forma ambigua e imprecisa. La riqueza es un elemento más del juego existencial. Por una parte, es una bendición; y por otra, un examen difícil de pasar. El hombre es administrador de la riqueza, y como todo administrador debe dar cuentas de cómo la ha administrado. Los ricos deben ser instrumentos del Altísimo para que la riqueza llegue a todas las manos. Cuando ese flujo se interrumpe a causa de la avaricia, de la ignorancia, de la obnubilación… la sociedad entera se resiente, enferma, se infecta.

Sin embargo, lo que han hecho los judíos con la riqueza ha sido adquirirla a través de la usura.

Los que comen de la usura se levantarán en un estado de conmoción, como se levanta el que ha sido tocado por el shaytan. Y ello porque afirman que la usura es como el comercio. ¿Cómo es entonces que Allah ha hecho lícito el comercio y ha prohibido la usura? (Corán, sura 2, aleya 275)

Mas los escribas que han ido falsificando las escrituras van mucho más allá de ello. Así en Éxodo 22:25 leemos: “Si prestas dinero a alguno de los míos que están contigo que es pobre… no le exigirás interés.” Es decir, la pluma farisea prohíbe la usura del judío rico con el judío pobre, pero no prohíbe la usura con el pobre no-judío –la doble moral, la doble ley que judíos y gitanos utilizan para relacionarse con sus semejantes.

Hoy vemos por qué el Altísimo prohibió la usura. Atónitos contemplamos cómo se yerguen majestuosas catedrales en las que se adora al dinero, catedrales que absorben la riqueza de las sociedades y dejan vacíos los bolsillos de los ciudadanos. Es en esas catedrales en las que se emiten órdenes de desahucio y de expropiación de los bienes de la gente. Es el robo legal y por eso lo ha prohibido el Altísimo.