Por qué nuestros jóvenes rechazan los valores estadounidenses

Los conservadores laicos deberían estudiar y practicar las enseñanzas de la Biblia con sus hijos

Dennis Prager para World Tribune

Los conservadores seculares han hecho y continúan haciendo un gran trabajo en nombre de Estados Unidos, de la libertad y del conservadurismo en general. Pero es probable que no tengan nietos conservadores, y muchos no tendrán hijos conservadores. Lo sé porque hablo con cientos de ellos al año en persona y por la radio. Por lo general, los padres conservadores tienen al menos un hijo que se ha vuelto izquierdista; no liberal, sino izquierdista. Para ser completamente honesto, aunque es menos común, esto también suele ser cierto para los conservadores religiosos. Muchos padres religiosos han visto al menos a un hijo que no solo rechaza la religión, sino también el conservadurismo.

Nunca olvidaré a un hombre con el que he viajado en una ocasión. Era un exitoso hombre de negocios y pastor de una iglesia. Me dijo que tenía tres hijos, cada uno de los cuales tenía doctorado: uno de Yale, uno de Princeton y uno de Stanford. “Y todos son izquierdistas”, suspiró con gran pena. Los tres habían elegido los valores de la universidad por encima de los valores religiosos y conservadores.

La gran tragedia de nuestra sociedad desde la Segunda Guerra Mundial es que muchos no pudieron explicar los valores estadounidenses a sus hijos. Como he dicho desde que comencé a dar conferencias cuando tenía poco más de 20 años, la generación de la Segunda Guerra Mundial quiso darle a mi generación, los llamados «baby boomers», «todo lo que ellos mismos no tenían» –bienes materiales, seguridad financiera y una educación universitaria. Y en gran medida lo consiguieron. El problema es que no les dieron todo lo que tenían –el amor a la patria, el compromiso con la libertad, la autodisciplina, la religión, etc.

El mismo problema era válido entre cristianos y judíos. La mayoría de los cristianos no pudieron explicar el cristianismo a sus hijos y la mayoría de los judíos no pudieron explicar el judaísmo a los suyos. Los conservadores seculares ven lo que les está sucediendo a algunos de sus hijos y a muchos de los hijos de sus amigos, pero pocos llegan a la conclusión de que abandonar a Dios y los valores judeocristianos podría ser un factor importante en la alienación de estos niños del conservadurismo. Pero seguramente lo es.

Dios es uno de los tres componentes del sistema de valores estadounidense. Como se expresa en cada moneda y billete estadounidense, esos tres componentes son «In God We Trust», «Liberty» y «E Pluribus Unum» («De muchos uno»). Y como se expresa en la Declaración de Independencia, nuestros derechos provienen del Creador. La noción de que los Fundadores buscaron fundar una sociedad secular, y mucho menos atea, no es cierta. Es verdad que muchos de los Fundadores no tenían creencias teológicas específicamente cristianas. Pero creían en Dios y creían que Estados Unidos no podría tener éxito sin una población centrada en Dios y reverente con la Biblia. En otras palabras, el conservadurismo estadounidense es incompatible con una cosmovisión secular.

Además, el conservadurismo secular no funciona. Como vimos durante la pandemia y vemos todos los días ahora –por ejemplo, con los ataques de los «woke» a la sexualidad «binaria»– son los estadounidenses religiosos los que sostienen y luchan por los valores conservadores.

Es cierto que los judíos y cristianos religiosos fueron una decepción durante los confinamientos. Que la mayoría de los rabinos, sacerdotes y ministros cerraron sus sinagogas e iglesias en obediencia a la autoridad secular irracional es motivo de llanto. Sin embargo, los pocos desafíos a la irracionalidad de las autoridades provenían de las instituciones religiosas.

Lo mismo es válido para los desafíos a la prematura sexualización de los niños que tiene lugar en las escuelas primarias estadounidenses y los desafíos a las afirmaciones nihilistas de que hay más de dos sexos (o «géneros») y que no existe una definición objetiva de «hombre» o » mujer.» Tales desafíos provienen abrumadoramente de la América religiosa. Por el contrario, el nihilismo proviene casi exclusivamente de la América secular.

En resumen, es bastante difícil para los conservadores religiosos mantener conservadores a sus hijos y nietos. Es mucho más difícil para los conservadores seculares hacerlo.

Soy muy consciente de que muchos conservadores seculares están convencidos de que no pueden creer ni practicar ninguna religión. A estas personas les digo: ¿Y qué?

Una vez que te das cuenta de que el futuro de Estados Unidos depende de que los estadounidenses afirmen «In God We Trust» tanto como afirman «Liberty» y «E Pluribus Unum», tienes que trabajar para tomar a Dios y alguna práctica religiosa en serio. Encuentra un clérigo que comparta tus valores y lleva regularmente a tu hijo (o nieto) a los servicios religiosos. Estudia la Biblia con tu hijo o nieto regularmente. Lincoln rara vez asistía a la iglesia, pero leía la Biblia todos los días. Si necesitas un enfoque racional de Dios y la Biblia, sugiero comenzar con cualquiera de mis tres volúmenes de comentarios bíblicos, «La Biblia racional».

Decid una bendición antes de cada comida. Incluso si eres secular no debería ser demasiado difícil. Os prometo que cualquier incomodidad que experimentéis al actuar de forma religiosa palidece en comparación con la incomodidad que experimentaréis si vuestro hijo o nieto termina siendo un «woke».

SONDAS: Ahí tenemos a Prager sorprendiéndose, no sabemos si ingenuamente o maliciosamente, de que los jóvenes estadounidenses, incluso los que son hijos de padres conservadores, se desentiendan de los valores de América y rechacen de pleno esa hipotética civilización judeo-cristiana con la que se ha tratado de encubrir dos elementos fundamentales en la historia de la humanidad: el Islam y el materialismo.

A nosotros, en cambio, lo que nos sorprende es la sorpresa de Prager. Más aún, no vemos ninguna contradicción en que estos jóvenes, incluso los que han nacido en el seno de familias conservadoras, se desmarquen de esos valores de una América judeo-cristiana.

En lo que sí vemos contradicción es en el hecho de que unos jóvenes que han recibido una educación crítica y no exenta de una cierta objetividad, acepten el sistema esclavista que dura hasta hoy y que ha supuesto la base económica de los Estados Unidos. Y decimos que dura hasta hoy, pues para que las empresas norteamericanas sigan llevándose la riqueza de la otra América, de la América del Sur, hacen falta sistemas políticos dictatoriales, desorden social, pobreza y mano de obra esclava. Obviamente, son valores difíciles de tragar y de asumir como parte de su identidad.

Los valores teóricos inscritos en parte en la constitución norteamericana y en parte publicitados por los medios de comunicación, hace tiempo que han dejado de seducir a estos jóvenes, pues eran pura demagogia. Las guerras de opio en China, la invasión de Corea, de Vietnam, de Camboya… no tenían como objetivo llevar la libertad y la democracia a estos países; mucho menos la justicia; como tampoco fue ese el objetivo de «invadir» Europa con la excusa de liberarla del fascismo alemán y del comunismo soviético. Su objetivo, como siempre, fue el de dominar países, rutas, océanos… para de esta forma imponer su ley, que más tarde pasaría a llamarse la ley «internacional». Y si no, ahí tenemos la vergüenza de Guantánamo, una infame prisión en la que llevan encerrados más de 20 años sin juicio y sin cargos muchos de los que lucharon por liberar Afganistán de los invasores norteamericanos. Cinismo y crueldad son dos de los valores de los que habla Prager y que, según él, deberían entusiasmar a los jóvenes estadounidenses.

Esta farsa que se ha cobrado numerosas vidas dentro y fuera del territorio estadounidense ha perdido su credibilidad. Mas la adhesión a un judaísmo y a un cristianismo tan idólatra y pagano, tan materialista como el imperio greco-romano, no podía, sino fracasar a largo plazo. No es fácil aceptar un credo basado, como es el caso en el judaísmo, de un dios particular, específico de los judíos, de Israel; un dios sin transcendencia; un dios rey, que habría otorgado a estos judíos el derecho a poseer toda la Tierra y a dominar y esclavizar a los otros seres humanos –un pueblo elegido que dejaba en una devastadora ambigüedad existencial al resto de la humanidad, sobre todo si tenemos en cuenta que estos jóvenes de hoy han asociado libertad, democracia y justicia a una concepción materialista de la vida. ¿Qué pinta, pues, un dios tirano, selectivo, exclusivo de un pueblo de beduinos?

Mas tampoco el cristianismo, la otra cara de su hipócrita civilización, podía ofrecerse como alternativa. Había un irresoluble altercado ontológico para estos jóvenes educados en la lógica matemática, en la filosofía racionalista, en la epistemología fenomenológica. Ya el hecho de tener que aceptar un dios creador, un dios energía, una especie de súper intelecto… desbarataba buena parte de su ideología materialista, científica. Mas si a esta impostura había que añadir un dios casi de carne y hueso, con un hijo aquí y una madre allá, sobre cuyas cabezas revoloteaba una paloma divina, entonces no había quedado lugar alguno para un compromiso entre ciencia y religión, por muy forzado que fuese.

Solo quedaba el Islam como alternativa coherente, capaz de asumir todo el relato profético desde Adam hasta Muhammad, pasando por Ibrahim, Musa o Isa; desde las primeras revelaciones a Ibrahim, pasando por la Torá, los escritos de Daud y el Inyil, hasta el Corán. Sin embargo, el Islam había sido borrado de los libros de historia. No se hablaba del Corán desde los púlpitos de las iglesias. No se recordaba en las sinagogas que los sabios judíos esperaban la llegada de «el profeta», de Ahmad –como lo menciona el Evangelio según Juan (1:19-21).

Más aún, el Islam, los musulmanes, había sufrido una constante denigración asociándolo a los «sucios árabes», a gente ignorante, retrasada, que esclavizaba a las mujeres… Nadie, pues, estaba dispuesto a asumir tal alternativa. A pesar de que hay continuas conversiones al Islam en todo el mundo occidental, el poder judeo-cristiano ha impedido que estas conversiones acaben transformando las sociedades.

Pero el lado más oscuro de esta farsa judeo-cristiana rebozada con los valores de América, es la terrible alternativa que se ha ofrecido a esos jóvenes decepcionados por la hipocresía de sus padres y de los padres, los fundadores de América –la liga LGBTQ. El vacío que resultó de haber rechazado a Dios, de haber rechazado un Universo creado –con claros y específicos objetivos, con una portentosa geografía post-mortem– ha sido llenado con homosexualidad, lesbianismo, transgenerismo… y con muchas otras anomalías que se irán añadiendo a este diabólico alfabeto, transformando al hombre, al ser humano, en un atrofiado diablillo de barro.

…y alterarán la creación de Allah. (Corán, sura 4, aleya 119)