«Uno es millonario y brahmán, la casta alta. La otra, desciende de esclavos negros»
Francisco Marhuenda para La Razón
La sociedad británica es una de las más clasistas del mundo, aunque ahora tenga un primer ministro de religión hindú y de origen indio. Hay que matizar que es de clase alta y millonario, tanto por méritos propios como por su mujer. El sistema indio de castas hunde sus raíces en la India Antigua. Ha sido siempre un tema controvertido y generó un enorme interés saber cuál era la del primer ministro, ya que su mujer, Akshata Murthy, es brahmán. Los británicos concedieron durante el Raj los puestos administrativos y los nombramientos de alto rango a los miembros de las castas elevadas, a la vez que mantuvieron el sistema de gobiernos principescos, aunque bajo su tutela. Con Sunak se ha repetido ese mismo esquema, aunque irónicamente en la metrópoli, ya que es brahmán. La casta más alta de la India. Inglaterra fue una talasocracia basada en el comercio. A diferencia de lo que sucedía en la Europa católica, la nobleza se enriquecía con esta actividad y, sobre todo, con el tráfico de esclavos. El famoso y triste comercio triangular cimentó el poder del Imperio Británico, así como enormes fortunas. Los negreros ricos consiguieron reconocimiento social y nobleza.
Por ello, no me ha sorprendido que se encuentre un documento que podría establecer que la Corona se enriqueció directamente de la compraventa de seres humanos. El diario de «The Guardian» ha publicado una transferencia de 1.000 libras en acciones de la «Royal African Company» en 1689 a Guillermo III, que se había convertido en rey después de la Revolución Gloriosa, en la que fue depuesto Jacobo II Estuardo que era, además, su tío y suegro. La empresa era del famoso esclavista Edward Colston. Es triste recordar que los «blancos» se consideraban superiores a los «negros». Una realidad repugnante. La duquesa de Sussex ha sufrido su origen humilde y el color de su piel desde que conoció al príncipe Harry, un gran benefactor del republicanismo británico. Sunak es millonario y brahmán, mientras que Meghan tiene la mala suerte de que su madre desciende de Richard Ragland que tomó el apellido del plantador que era su amo. Hubiera sido mejor, incluso, que su ancestro fuera el rey zulú Cetshwayo que derrotó a los británicos en Isandlwana.

SONDAS: Todo parece indicar que el destino, con su implacable inevitabilidad, está mandando a galeras a Occidente. Lo está poniendo a remar en el barco que gobiernan los que otrora fueran sus esclavos.
Nos imaginamos el desmayo y la humillación de los “Britis” al levantarse cada mañana y leer en alguno de los muchos periódicos-basura que tienen para elegir las últimas disposiciones de su Primer Ministro Rishi Sunak, un mono indio –como ya calificaran con esta misma expresión a Gandhi o a Sri Aurobindo, sin duda el mejor comentarista de la Bhagavad Gita en inglés.
Y no pensamos que sea menor el espanto que sienten los norteamericanos al recordar cada mañana que el jefe del Pentágono es un mono africano, un negro; un negro con el alma blanca, sí, pero que todavía lleva en su corazón las marcas del látigo; como la vice-presidenta del gobierno Kamala Harris; como Meghan Markle, como Barack Obama.
Y no se trata, como pretenden ahora los blancos, de una reconciliación paternalista, sino de un inevitable acceso al poder, en todas sus formas, de la superioridad humana, pues hay en el alma y en la inteligencia negra, india, asiática… características de las que carece por completo el hombre blanco.
Es de Oriente de lo que estamos hablando; del lugar por donde sale el sol cada mañana, cada siglo, cada milenio… Sale, se eleva e ilumina el resto del mundo. ¿Cómo pensaron, entonces, estos alechados monos que podrían tapar con su dedo pulgar la luz del sol, de la vida, de la vitalidad, del vigor… de la comprensión?
Las aguas, por muy dispersas que se encuentren, volverán siempre a su cauce. Pronto veremos a primeros ministros marroquíes gobernando España, a libios gobernando Italia, a sudafricanos gobernando Holanda y Bélgica. Es la vuelta de la razón, el desvanecimiento de la sinrazón. Es la vida sobreponiéndose a la muerte, a la mortecina opresión de Occidente, a su ignorancia.
Es de Oriente de lo que estamos hablando, del lugar que poblaron los primeros hombres, los insan; del lugar que pisaron las sandalias de los profetas, de todos ellos. ¿Puede, acaso, un pulgar eclipsar la luz de la verdad?