Los científicos revelan 3 claves para mantener el cerebro saludable

Redacción de SciTech Daily

“Tres factores destacan si desea mantener su cerebro en buena condición”, afirma el profesor Hermundur Sigmundsson.

Estos factores son:

– Ejercicio físico.

– Actividad social.

– Tener intereses profundos. Aprender cosas nuevas y no abstenerse de nuevos desafíos.

1. Movimiento

Éste es probablemente el mayor desafío para muchos de nosotros. Tu cuerpo se vuelve perezoso si llevas una vida sedentaria. Desafortunadamente, lo mismo es cierto para el cerebro.

“Un estilo de vida activo ayuda a desarrollar el sistema nervioso central y a contrarrestar el envejecimiento del cerebro”, según Sigmundsson y sus colaboradores.

Así que es importante no quedarse atascado en tu sillón. Esto requiere esfuerzo, y no hay forma de evitarlo. Si tienes un trabajo sedentario, vas a la escuela o cuando terminas de trabajar –necesitas activarte físicamente.

2. Relaciones

Algunos de nosotros somos más felices solos o en compañía de unas pocas personas, y sabemos que “el infierno son los demás”, si traducimos la frase del escritor y filósofo Jean-Paul Sartre libremente. (Aunque su versión ciertamente fue algo más sofisticada). Sea como fuere, en este sentido, hace falta armarse de valor.

“Las relaciones con otras personas y la interacción con ellas contribuyen a una serie de complejos factores biológicos que pueden evitar que el cerebro se ralentice”, dice Sigmundsson. Estar con otras personas, ya sea a través de una conversación o contacto físico, respalda una buena función cerebral.

3. Pasión

Este último punto puede tener algo que ver con tu personalidad, pero si has leído hasta aquí, es muy probable que ya tengas la base necesaria y probablemente estés dispuesto a aprender.

“La pasión, o tener un fuerte interés por algo, puede ser el factor determinante e impulsor que nos lleva a aprender cosas nuevas. Con el tiempo, esto afecta al desarrollo y mantenimiento de nuestras redes neuronales”, afirma Sigmundsson.

Mantente curiosa

No te rindas, dejando que todo siga su curso de la misma manera que siempre. Nunca se es demasiado viejo para hacer algo que nunca se ha hecho antes. Tal vez ahora sea el momento de aprender a tocar un nuevo instrumento musical.

Úsalo o piérdelo

Sigmundsson colaboró ​​con el estudiante de postgrado Benjamin H. Dybendal y la profesora asociada Simone Grassini de la Universidad de Stavanger en la redacción del documento completo.

Por lo tanto, su investigación presenta una imagen similar para el cerebro que para el cuerpo –hay que ejercitar el cerebro para que no decaiga. “Úsalo o piérdelo”, como dice el refrán.

“El desarrollo del cerebro está estrechamente relacionado con el estilo de vida. El ejercicio físico, las relaciones y la pasión ayudan a desarrollar y mantener las estructuras básicas de nuestro cerebro a medida que envejecemos”, dice Sigmundsson.

Estos tres factores ofrecen algunas de las claves para mantener una buena calidad de vida y, con suerte, poder envejecer bien.

SONDAS: La ciencia hace tiempo que no tiene nada que decir y se repite a sí misma caleidoscópicamente de tiempo en tiempo intentando que parezca una nueva teoría lo que ya se dijo hace 30 o 50 años: «El cerebro es como el sistema muscular; hay que ejercitarlo para que no se atrofie.» Esta cantinela la escuchábamos hace décadas; como también escuchábamos inquietantes noticias sobre el ataque inminente de los extraterrestres, el misterio del Triángulo de las Bermudas, las pirámides de Egipto como centrales nucleares… hasta que una a una se iban apagando estas velas especulativas para renacer de las cenizas años más tarde. Sin embargo, el cerebro no es como el sistema muscular y es difícil imaginar qué ejercicios se pueden llevar a cabo para fortalecer un órgano de cuyas funciones sabemos muy poco.

En cambio, lo que sí sabemos es que nuestro cuerpo y nuestro carácter están afinados con nuestro destino. Y este afinamiento nada tiene que ver con hacer ejercicio, tener amplias relaciones sociales o aprender, a la vejez, a tocar un instrumento. Si todo eso carecía de sentido cuando éramos jóvenes, qué diremos ahora, cuando la vejez nos debilita y nos muestra mejor que nunca el sinsentido de la vida. ¿Qué clase de perturbado mental, de negligente, de inconsciente… puede ser alguien que a los 60 o 70 años decide aprender a tocar el piano o el clarinete o el violín? ¿Ahora, cuando la muerte nos está pisando los talones; cuando el sinsentido de los años anteriores se acrecienta con la vejez? ¿Ahora vamos a empezar a vivir, a repetir los mismos actos, el mismo estilo de vida que no nos ha traído, sino insatisfacción y decepción?

¿No será acaso esta última etapa de la vida, esta tercera edad, la última oportunidad para indagar en el sentido de la vida, en la vida post-mortem, en esa geografía de la que no sabemos nada, de la que nunca nos hemos preocupado, absortos, como estábamos, en «pasarlo bien»; es decir, en desatender, precisamente, los preparativos para el gran viaje –un viaje sin retorno, que nos puede llevar a frondosos jardines o a un fuego que no se extingue nunca? ¿En qué se nos ha ido la vida? ¿No tendría que ser ésta la pregunta que una y otra vez deberíamos hacernos en la vejez?

¿Qué tipo de desvarío mental ha debido apoderarse del intelecto de Sigmundsson para aconsejarnos todas esas actividades tan insensatas y fastidiosas para quien ha llegado o sobrepasado el umbral de la jubilación? Y, sin embargo, mucha gente piensa que es ahora cuando podemos empezar a vivir –libres de obligaciones laborales, familiares… La vida es bella. Tenemos buena salud. ¿Por qué no ir a un gimnasio o asistir a cursos de cocina? ¿O aprender a bailar salsa? ¿O a tocar el trombón e ir de pueblo en pueblo con alguna orquesta?

Mas la realidad es muy distinta. La vida era bella y la has desperdiciado. ¿Quieres ahora perder el último tren? ¿Quedarte en la estación haciendo bocadillos o limpiando los baños o anunciando por altavoz los próximos trenes? Mas es tu vida la que está en el andén y ya solo queda un tren al que podrá subir –el único tren capaz de llevarla por rutas de conocimiento, de comprensión, de certitud. Y es este tren el que Sigmundsson te dice que pierdas, que abandones esas ocurrencias y vuelvas a la estación, a la negligencia… a la muerte.