Europa se cansa de Europa.

El expansionismo ruso

Francisco Marhuend para La Razón

El temor al expansionismo ruso no es una cuestión reciente o que provenga de la Guerra Fría. Desde el fin de la dominación mongola y el nacimiento de la Rusia moderna hasta nuestros días, ha sido uno de los países más importantes de Europa. El eslavismo y el occidentalismo han sido dos corrientes contrapuestas en la cultura y la historia rusas. Es cierto que la arrogancia ha conducido a que los occidentales lo interpretáramos como una elección entre la Europa civilizada y el Asia salvaje. En otras ocasiones he expresado mi opinión sobre la lamentable visión eurocentrista que ha imperado desde la Edad Moderna hasta parte del siglo XX. Rusia es un país extraordinario, a pesar de Putin y la invasión de Ucrania, que merece más respeto del que a veces se le tiene. Es un error menospreciar al enemigo. Es verdad que ha tenido grandes derrotas en su Historia, como la Guerra de Crimea (1853-1856) o la rusojaponesa (1905), pero también grandes victorias. Estos días se acude a los tópicos históricos, propios de los historiadores aficionados, pero hay que ir con mucho cuidado con un país que aportó 2 millones de muertos en la Primera Guerra Mundial y 18 en la Segunda.

Es cierto que la ayuda estadounidense fue muy importante, pero también lo fue que se derramara la sangre rusa para hacer frente a la terrible invasión alemana. No solo fue Hitler, sino que millones de alemanes apoyaron el expansionismo del III Reich. Es duro recordarlo, pero pensaban que los rusos eran infrahumanos como el resto de pueblos eslavos. Ese supremacismo sucedió hace menos de un siglo. La actual espiral armamentista es muy inquietante, como lo es la euforia europea sin medir las consecuencias que podría tener una derrota rusa. Por cierto, a estas alturas creo que es evidente que China está al lado de Moscú. Xi Jinping ignora las presiones de EE UU, la OTAN y la UE. La decisión rusa de suspender su participación en el New Start, el último acuerdo que existía con los estadounidenses para controlar los arsenales atómicos, es un mensaje claro, contundente y preocupante. Me gustaría que ganara Ucrania, pero no menosprecio al autócrata ruso, ya que cuenta con el apoyo de su pueblo y de aliados poderosos.

VOX muestra sus filias putinistas con un editorial pro-ruso

Antonio Maestre para La Sexta

VOX enseñó su alma putinista. Un editorial de La Gaceta de la Iberosfera, el órgano de propaganda de VOX gestionado por Disenso, la fundación del medio de ultraderecha, movió las aguas internas del partido posfascista sin que trascendiera a la opinión pública. El texto defendía la necesidad de dejar de apoyar a Ucrania y buscar el entendimiento con Rusia antes de su derrota.

El editorial defendía los intereses de Rusia ocultándolos bajo un intento de fiscalización de la política internacional de Pedro Sánchez: «Tenemos el derecho y el deber de conocer qué intereses estratégicos defiende España con su participación en la guerra de Ucrania y por qué no hemos visto ni el menor gesto de Sánchez que reivindique la necesidad de que la diplomacia haga su trabajo antes de que una obstinada e irreal búsqueda de la derrota total de Rusia ponga a Europa, y al mundo, en un riesgo inasumible».

La argumentación defendida en el artículo iba en la misma línea que lo expresado por Viktor Orban, el mayor aliado de Putin en Europa, en el aniversario de la invasión de Ucrania. El premier húngaro defendió que no habrá ningún ganador en esta guerra: «Rusia no puede ganar porque todo el mundo occidental se ha alineado detrás de Ucrania. Al mismo tiempo Rusia es una potencia nuclear, y una potencia nuclear no se puede acorralar porque puede desencadenar una guerra nuclear. Necesitamos un alto el fuego y conversaciones de paz. Cuanto antes mejor».

El editorial fue borrado

El editorial fue borrado después de que la rama otanista de VOX, que mantiene relaciones estrechas con Polonia, se diera cuenta del peligro que suponía que los fieles a Putin dentro del partido pudieran lograr que se vinculara a su partido con los postulados imperialistas rusos. Hermann Tertsch, el responsable de VOX con más vinculación con las familias europeas de la extrema derecha otanista, escribió un mensaje en las redes sociales para intentar paliar el daño que había causado el editorial entre algunos de sus miembros: «El retirado editorial en el aniversario de la invasión criminal de Rusia en Ucrania es un lamentable accidente. Ofendía a la posición oficial de Abascal y cúpula de VOX -como sus aliadas Polonia e Italia- en defensa de la razón de Ucrania y su heroica defensa contra el invasor».

Las familias de VOX son diversas y el discurso que aflora es un pastiche fruto de una continua pugna entre las diversas cosmovisiones. La reforma cultural y social ultraconservadora de Rusia es vista con simpatía en la extrema derecha española, pero la geopolítica obliga a actuar con tacto debido a las alianzas estrechas que mantienen con la extrema derecha de Polonia que mira a Rusia como una amenaza existencial.

El discurso de Vladimir Putin contra la ideología de género, en defensa de la familia tradicional, contra el matrimonio homosexual y la degeneración de occidente fue visto por VOX como un sueño húmedo que en muchas ocasiones no pueden contener.

El discurso que pide la negociación con Rusia sin contar que la guerra es su única responsabilidad y que el foco debe estar en exigir a Putin el fin de la invasión adquiere diversas formas pero trabaja en dirección al Kremlin. La asimilación del mensaje de Viktor Orban y el editorial prorruso de VOX con los discursos que piden la capitulación del invadido por la vía de los hechos consumados se produce con las apelaciones naifs a la paz de la izquierda occidental, pero también funciona con otras líneas de actuación.

Los mensajes que piden la negociación para evitar la humillación y el peligro que supondría una derrota para Putin o argumentando que no habrá una victoria para ninguno de los actores operan a favor de los intereses de Rusia. Todos esos discursos ayudan a los planes imperialistas de Putin porque buscan quebrar la opinión pública occidental en su compromiso de ayuda a Ucrania.

La división en los países que están ayudando de manera inequívoca a la resistencia ucraniana es el quintacolumnismo de Rusia en Europa. El daño electoral en los países democráticos del apoyo militar, económico, logístico y humanitario será el único que logrará parar el flujo que posibilita que Ucrania mantenga la invasión de Rusia contenida y lograr así un acuerdo ventajoso cuando de manera irremisible se tengan que sentar en una mesa de negociación.

Países europeos se cansan de Europa

Salen en defensa del coche con motor de combustión

Iván Mingo para El Debate

Cuando faltan solo 12 años y 3 meses para que los coches con motor de combustión desaparezcan para siempre de los escaparates de los concesionarios y pasen a formar parte de la historia del automóvil, ya se han alzado las primeras voces discordantes en el seno de la propia Unión Europea.

Apenas una semana después de que Bruselas firmara el certificado de defunción de los coches de gasolina, diésel e híbridos, Italia ha sido el primero en alzar la voz contra lo que considera un tiro en el pie en toda regla del continente europeo.

La prohibición de estos automóviles va a abrir de par en par la puerta de Europa a la industria automovilística china, que cuenta con una ventaja competitiva muy importante en materia de electrificación. Además, controla gran parte de las materias primas mundiales y de los recursos tecnológicos necesarios para la fabricación de este tipo de automóviles, lo que nos pone literalmente en sus manos.

Italia ha mantenido recientemente una reunión con el Ministro de Economía alemán, Robert Habeck, y en breve lo hará con el francés, Bruno Le Maire, como tres de los países más afectados por esta prohibición. Italia trata de configurar un eje italo-franco-alemán para oponerse a la medida. Tal y como ha declarado el Einistro de economía italiano, Adolfo Urso: «Es obvio que los tres grandes países industriales europeos pueden influir en las regulaciones europeas».

SONDAS: El autor del primer artículo que reproducimos aquí, Francisco Marhuenda, confiesa, como un acto de total irreflexión, que “le gustaría que ganara Ucrania”, como si se tratase de un partido de tenis, un suceso sin la menor transcendencia. Mas obvia decirnos por qué se ha posicionado a favor de Ucrania, un país sobre el que no ha mencionado en su artículo ni una sola característica, buena o mala, que pudiera justificar estar a su favor o en contra. Y ello es así porque Ucrania no existe. Nadie sabe dónde está, con qué países hace frontera. Su existencia se debe únicamente a su relación con Rusia. Necesita esta referencia. Las únicas noticias que nos han llegado de este país han sido las que daban cuenta de la corrupción que envolvía la vida social y política de Ucrania. Esto es algo que Joe Biden conoce bien.

Sin embargo, cuando Marhuenda habla de Rusia, lo hace con elogios:

Desde el fin de la dominación mongola y el nacimiento de la Rusia moderna hasta nuestros días, ha sido uno de los países más importantes de Europa.

Rusia es un país extraordinario…

Mas a pesar de ello, le gustaría que Ucrania ganase la guerra y lo desea de forma irreflexiva, sin tan siquiera pararse a pensar en lo que ello significaría, especialmente para Europa. Reconoce su grandeza militar, aunque señala algunas de sus derrotas:

Es verdad que ha tenido grandes derrotas en su Historia, como la Guerra de Crimea (1853-1856)…

Fijémonos con qué mal trazo ha delineado el devenir histórico, pues Crimea ha sido uno de los grandes logros de Putin, ya que desde el 2016 forma parte de Rusia. Marhuenda ama a este país, lo admira, como admira a Putin. Y lo mismo hacen todos los líderes occidentales, sus mejores plumas, sus agentes de inteligencia. ¿Puede, sinceramente, Marhuenda comparar la trayectoria política de Putin desde los años de la Guerra Fría hasta hoy con la de Pedro Sánchez, con la de Joe Biden, con la de Emmanuel Macron… sin caer en lo grotesco?

Marhuenda no sabe cómo esconder ese amor, esa profunda admiración, sobre todo teniendo en cuenta la mediocridad política de Europa, de España. Y lo llama “autócrata” –otra irreflexión suya, pues fijémonos en sus palabras:

No menosprecio al autócrata ruso, ya que cuenta con el apoyo de su pueblo y de aliados poderosos.

Putin ha ocupado el cargo de primer ministro y actualmente ocupa el de presidente no como resultado de un golpe militar –como es el caso de Zelensky en Ucrania– sino porque así ha expresado su voluntad el pueblo ruso. Y ello implica que, al acusar a Putin de autócrata, se está acusando a 150 millones de rusos de apoyar la autocracia.

Mas aparte de amor y admiración, rezuman de envida las palabras de Marhuenda, la misma envidia que reconcome el corazón de los líderes europeos y estadounidenses –qué no daríamos por gobernar 20 años seguidos y de esta forma poder establecer una verdadera política de estado, un verdadero proyecto, lazos de amistad duraderos con otras naciones…

Marhuenda escribe artículos para sofocar el tufo intelectual en el que vive, para no pudrirse de asco al tener que apoyar a partidos y dirigentes que no serían dignos de atar la correa de la sandalia de Putin. Es un problema, quizás, de vasos comunicantes. Cuanto más denigren al dirigente ruso, más bajo caerán ellos mismos. Marhuenda lo sabe, todos lo saben. Saben quién es Zelensky, como sabían quién era Guaidó. En sus corazones hay un remolino que al girar grita: “¡Cómo se puede siquiera comparar a Ucrania con Rusia como si fueran iguales!” No, no son iguales. Y todos lo saben.

¿Por qué, entonces siguen participando en este juego macabro? ¿Qué honor les confiere el ser europeos cuando tienen que recoger día tras día los vómitos del Tío Sam?

No es a Estados Unidos a quienes admiran los europeos, al menos no la mayoría. Es a Rusia y a su dirigente, el que mantiene un alto grado de moralidad –en parte religiosa, en parte laica– a los que admiran. Y admiran su trayectoria histórica, pues la revolución rusa produjo una enorme distorsión en el devenir de este país. Mas en Occidente tuvo un efecto benigno. Removió las aguas estancadas del abuso feudal que todavía pervivía en Europa. Acabó con el esclavismo camuflado en proletariado. Defendió y protegió la idiosincrasia de los pueblos, el derecho a hablar sus lenguas, a mantener sus costumbres. Y tras el colapso soviético, Rusia se ha erigido en el contrapeso a unos Estados Unidos que todavía se mueven impulsado por la inercia del imperialismo.

Pero, quizás, lo que más atrae a determinados sectores de las sociedades europeas, como es el caso de algunos de los dirigentes de Vox, es el hecho encomiable de que una gran potencia sea, al mismo tiempo, capaz de regirse por los valores que ha perdido Occidente –el valor de la familia, la prohibición de manifestar públicamente la homosexualidad…

Podría ser maravilloso que Europa se uniese con Rusia y, de esta forma, cortase los lazos leguleyos que le unen a los Estados Unidos. Aquí empezaría su verdadera independencia. Esta nueva configuración permitiría mejorar las relaciones con China y, en realidad, con el resto del mundo.

La Europa actual, una mera terminal del poder estadounidense, se está cansando de sí misma. Para la mayoría de los países europeos es una insensatez seguir con ese discurso de cambio climático, de eliminación de los combustibles fósiles, como si para fabricar coches, camiones, autobuses movidos por baterías de litio no hicieran falta los derivados del petróleo y el gas. ¿Cómo, si no, se iban a fabricar las carrocerías de los vehículos? ¿Las llantas? ¿Las ruedas? ¿Cómo se van a mantener las centrales generadoras de electricidad cuando millones de vehículos estén recargando sus baterías? ¿Están seguros de que pueden abastecer de litio a las empresas productoras de esas baterías durante un largo- periodo de tiempo? ¿Se han puesto a pensar en las toneladas, millones, que harían falta para hacer efectivo este proyecto?

Europa se cansa de Europa. Se cansa de mantener una farsa, de mantener una unión de enemigos que Estados Unidos se encarga de desunir. Alemania acaba de rechazar el plan de Bruselas horas antes de que estuviera listo para ser firmado por la Eurocámara. En realidad, la voz alemana no es la única que se ha elevado contra un proyecto que nada tiene que ver con los intereses de la industria automovilística europea. Ya antes habían mostrado su desacuerdo Italia, Hungría y Polonia, y quizás termine por sumarse Francia a esta oposición. Europa se cansa de Europa porque nada es europeo, nada es para Europa, por Europa. Se trata de mantener políticas ajenas a la Unión y que solo benefician al Tio Sam.

Japón sigue bajo ocupación norteamericana. Y lo mismo sucede con Alemania y Corea del Sur. El resto de las naciones sufre una ocupación invisible, pero tan efectiva como la otra. Es hora de pensar en llevar a cabo el gran proyecto euro-asiático: un solo continente con decenas de países comerciando entre sí y manteniendo lazos de amistad y colaboración. ¿Un sueño? Quizás, pero si no es esto, entonces nos asaltarán terribles pesadillas.

Europa necesita a Rusia, a China, a India. Necesita a África. Necesita a Oriente Medio. Ésta es su geografía y ésta debería ser su Unión.