La teoría del Big Bang en entredicho
Halton Arp, André Entrenador Torres Assis, Yuri Baryshev y otros – New Scientist
La teoría del Big Bang no puede presumir de predicciones cuantitativas que hayan sido posteriormente validadas por la observación. Los éxitos alegados por los partidarios de la teoría consisten en su capacidad para ajustar retrospectivamente las observaciones con una serie cada vez mayor de parámetros ajustables, al igual que la antigua cosmología centrada en la Tierra de Ptolomeo que necesitaba capa tras capa de epiciclos.
Sin embargo, el Big Bang no es el único marco disponible para la comprensión de la historia del universo. La cosmología del plasma y el modelo de estado estacionario plantean la hipótesis de un universo en evolución sin principio ni fin. Estos y otros enfoques alternativos también pueden explicar la base de los fenómenos del cosmos, incluyendo la abundancia de elementos de luz, la generación de estructuras a gran escala, la radiación cósmica de fondo, y cómo el corrimiento al rojo de galaxias lejanas aumenta con la distancia. Incluso predijeron nuevos fenómenos que posteriormente han sido observados, algo que el Big Bang no ha logrado hacer.
Los partidarios de la teoría del Big Bang pueden replicar que estas teorías no explican todas las observaciones cosmológicas. Pero eso no es de extrañar, ya que su desarrollo se ha visto gravemente obstaculizado por una falta total de financiación. De hecho, tales preguntas y alternativas no pueden ni siquiera ahora ser discutidas y examinadas libremente. En la mayoría de las principales conferencias falta un intercambio abierto de ideas, mientras que Feynman podría decir que “la ciencia es la cultura de la duda”, en la cosmología actual no se toleran la duda y el disenso, y los jóvenes científicos aprenden a permanecer en silencio si tienen algo negativo que decir sobre el modelo standard del Big Bang. Los que dudan del Big Bang temen que decirlo les cueste su financiación.
Incluso las observaciones ahora se interpretan a través de este filtro sesgado, juzgado correcto o incorrecto dependiendo de si apoyan o no el Big Bang. Datos tan discordantes sobre corrimientos al rojo, abundancia de litio y helio, y la distribución de las galaxias, entre otros temas, son ignorados o ridiculizados. Esto refleja una creciente mentalidad dogmática que es ajena al espíritu de la libre investigación científica.
Hoy en día, prácticamente todos los recursos en cosmología están dedicados a los estudios del Big Bang. La financiación proviene de unas pocas fuentes, y todos los comités de revisión por pares que los controlan están dominados por partidarios del big bang. En consecuencia, el predominio del Big Bang dentro del campo se ha vuelto autosuficiente, independientemente de la validez científica de la teoría.
Dando soporte solo a proyectos dentro del Big Bang, se socava un elemento fundamental del método científico: la prueba constante de la teoría contra la observación. Tal restricción hace imparcial la discusión y la investigación resulta imposible.
Para corregir esto, nosotros instamos a las agencias que financian el trabajo en cosmología a establecer y apartar una fracción significativa de su financiación para investigaciones sobre teorías alternativas y observacionales que contradicen el Big Bang. Para evitar sesgos, el compañero comité de revisión que asigna tales fondos podría ser integrado por astrónomos y físicos de fuera del campo de la cosmología.
La asignación de fondos a las investigaciones sobre el cuestionamiento del Big Bang y sus alternativas, permitiría al proceso científico establecer un modelo más preciso para la historia del universo.ç

NUEVAS INCÓGNITAS NECESITAN RESPUESTA
Los datos del James Webb que ponen en duda el Big Bang
El Big Bang sigue siendo la teoría cosmogónica prevalente pero nuevas observaciones han introducido importantes incógnitas que necesitan una respuesta de los astrofísicos
Jesús Díaz para El Confidencial
No, la teoría del Big Bang no ha sido invalidada por las últimas observaciones del telescopio espacial James Webb. Pero los nuevos datos muestran serias inconsistencias entre las galaxias observadas y la teoría que es actualmente la más aceptada para explicar el origen del universo y nuestra misma existencia.
Cuando comenzaron a salir los primeros estudios sobre las galaxias supuestamente más antiguas jamás observadas, la estupefacción se apoderó de astrofísicos y cosmólogos de todo el mundo. Si los datos son ciertos y esas galaxias son realmente tan antiguas, la teoría del Big Bang –que afirma que el universo se expandió de un estado inicial de alta densidad y temperatura– no podría ser como los científicos imaginan. Algo en la física puede estar equivocado, sí. Puede. Pero eso no significa que la teoría haya quedado obsoleta de repente.
Qué es lo que se ha descubierto exactamente
Allison Kirkpatrick — profesora asistente de física y astronomía de la Universidad de Kansas, experta en agujeros negros supermasivos y polvo espacial — resumía perfectamente el estado mental en el que se encontraba la comunidad científica después de las observaciones del James Webb: “Ahora mismo me encuentro a mí misma tumbada despierta a las tres de la mañana, preguntándome si todo lo que he hecho en mi vida estaba equivocado”.
Kirkpatrick respondía así en la revista Nature a los estudios publicados que afirmaban haber encontrado galaxias que existieron hasta sólo 180 millones de años. El problema no era la edad de estas galaxias sino la forma que tienen: son demasiado grandes y con formas regulares definidas. Según la teoría inflacionista del Big Bang, es imposible que galaxias similares a Andrómeda o la propia Vía Láctea existan tan cerca del supuesto origen del universo. Esas galaxias tan remotas tienen que ser pequeñas y de forma irregular, como bolas de algodón. Pero la reflexión nocturna de Kirkpatrick no significa que descarte el Big Bang.
Necesidad de respuestas
Don Lincoln –científico senior en el laboratorio de física de partículas Fermilab y miembro de los equipos que descubrió el bosón de Higgs en 2012– explica en un artículo titulado “No, el James Webb no a refutado el Big Bang”, hay que tener cautela antes de tirar a la basura décadas de investigación. Lo que no quiere decir, asegura, que no haya que cuestionarse qué ha pasado.
Lincoln propone varias explicaciones antes de resetear la astrofísica tal y como la conocemos. Para empezar, aunque los estudios que afirman haber descubierto este tipo de ancianas galaxias están realizados por científicos de buena reputación, las observaciones y conclusiones todavía no han sido validadas por otros científicos. Ahora mismo, están en arXiv, un repositorio de estudio que todavía no han sido revisados y publicados en diarios científicos como Nature. Así que el primer paso antes de tirarse al monte astrofísico es asegurarse de que, efectivamente, los estudios demuestran sin ninguna duda que esas galaxias sean tan antiguas y tengan la forma que afirman. Para ello, no sólo hay que mirar que la metodología es sólida, sino también los datos. Lincoln afirma que una explicación para el factor de la antigüedad es que el polvo espacial entre el Webb y las galaxias observadas puede estar dispersando la luz azul y no la roja. Eso haría que las galaxias estuvieran en un segmento de la luz infrarroja que no le corresponde, haciendo que parezcan más antiguas. Otra posible explicación es que el Webb es todavía un instrumento nuevo y que quizás la calibración no está ajustada adecuadamente.
La tercera posibilidad es que los estudios sean acertados y que, efectivamente, las predicciones del Big Bang sean erróneas y por tanto el modelo esté equivocado total o parcialmente.
¿Y si son realmente galaxias tan antiguas?
Si el Big Bang no vale, no pasa nada. De hecho, el propio Lincoln escribió un detallado artículo describiendo los serios problemas con la teoría. Pero en aquella ocasión tampoco dijo que la realidad no se originó desde una singularidad. Sencillamente planteó preguntas interesantes que cuestionan la validez de la teoría y que deben investigarse. Ethan Siegel, astrofísico y divulgador científico, también se pregunta si estamos equivocados, recogiendo nuevos modelos que afirman que, aunque el Big Bang sí existió, quizás no comenzó desde ese punto de alta densidad y temperatura que llamamos la singularidad: “El Big Bang dice que nuestro universo en expansión y enfriamiento solía ser más joven, denso y más caliente en el pasado. Sin embargo, extrapolar todo el camino de vuelta a una singularidad conduce a predicciones que no están de acuerdo con lo que observamos”. Es posible, afirma, que “la inflación cósmica precedió y estableció el Big Bang, cambiando nuestra historia de origen cósmico para siempre”.
El propio Siegel recogía en un artículo publicado el 24 de agosto que el Big Bang “ya no significa lo que pensamos. “La idea de que el Universo tuvo un comienzo, o un ‘día sin un ayer’, como se conocía originalmente, se remonta a Georges Lemaître en 1927”, escribe. “Aunque sigue siendo una posición defendible afirmar que el Universo probablemente tuvo un comienzo, esa etapa de nuestra historia cósmica tiene muy poco que ver con el «Big Bang caliente» que describe nuestro Universo temprano. Aunque muchas personas (e incluso una minoría de profesionales) todavía se aferran a la idea de que el Big Bang significa ‘el principio de todo’, esa definición está desfasada”. Siegel también publicaba otro artículo justo dos días después en el que afirma rotundamente lo mismo que dice Lincoln y la mayoría de los astrofísicos en este momento: no, el James Webb no ha probado que el Big Bang no existiera.
La búsqueda de “la verdad”
Al final, lo que los estudios desprendidos de los datos del James Webb demuestran es la naturaleza misma de la ciencia: un ciclo continuo de teorías para explicar lo que nos rodea que van evolucionando o quedando obsoletas a medida que descubrimos nuevos datos. Pasa en todos los ámbitos. Biología, medicina, química, física… Es una carrera sin fin por descubrir modelos que describan más exactamente la realidad. Y gracias a esa carrera hemos conseguido avanzar de forma radical en los últimos siglos, de Copérnico a Galileo a Newton a Einstein y lo que venga, destilando ese conocimiento en la tecnología que utilizamos todos los días para hacer nuestra vida mejor y para elevar el espíritu humano a través del descubrimiento constante del universo.
Decir que el Big Bang ya no tiene validez en estos momentos es tan absurdo como no cuestionarse su validez constantemente. Como dice nuestro amigo Avi Loeb — jefe del Proyecto Galileo, director fundador de la Iniciativa Black Hole de la Universidad de Harvard, director del Instituto para la Teoría y la Computación del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian — “el mayor enemigo de la ciencia es el ego científico”. No podemos ignorar estos descubrimientos por miedo a que puedan derribar el status quo de la astrofísica y la cosmogonía. Veremos qué pasa en los próximos meses y años. Se avecinan, como siempre, tiempos emocionantes en medio de la oscuridad creada por el fanatismo político, la superstición y la guerra.

SONDAS: Las críticas que se hacen a las elucubraciones de la ciencia o de los círculos académicos resultan irrelevantes, pues se hacen desde el mismo ámbito del que han surgido esas hipotéticas suposiciones, los ambiguos datos que las apoyan. Se trata en realidad de riñas familiares, pero al final la herencia siempre queda en la familia. Hemos visto esta misma riña entre los biólogos tradicionales y los “nuevos”. Les reprochan su visión obsoleta de la biología, la terminología que utilizan para describir procesos vitales o reacciones químicas, pero siguen apoyando la evolución, siguen sin poder crear una célula, ni explicar cómo pudo haber surgido la primera.
Lo mismo sucede con la astrofísica. Allison tomó la actitud correcta, la que debe tomar todo investigador cuando se da cuenta de que su metodología, su epistemología estaba equivocada:
“Ahora mismo me encuentro a mí misma tumbada despierta a las tres de la mañana, preguntándome si todo lo que he hecho en mi vida estaba equivocado.”
La pena es que Allison acabó por dormirse y cuando despertó a la mañana siguiente, volvía a ser la entusiasta científica de siempre. A fin de cuentas, no todo estaba perdido. Sin duda que el Big Bang necesita sufrir ciertos ajustes, más observaciones, más telescopios, más sondas, más expertas retinas observando luces a miles de millones de años luz. Mas resulta tan perturbador esas distancias que no caben en ninguna calculadora, en ninguna pantalla de ordenador cuando las traducimos a kilómetros.
Mas produce tal perplejidad esa singularidad de la que hablan –un punto que contenía este Universo, el suyo, el que dicen que es cuasi infinito– que no es de extrañar que al final ellos mismos concluyan que quizás todo haya sido un error de cálculo, de interpretación, de observación… todo, la propia base, tan frágil, sobre la que se han montado las diferentes cosmologías. Y si estos datos resultan ciertos, todo habrá colapsado y quizás no tengan otro remedio que volver a Ptolomeo.
Mas ¿por qué habría de colapsar una arquitectura que se ha construido con bloques intercambiables? Ya hemos visto que cuando algo no encaja, cuando no pueden seguir poniendo cubos, unos encima de otros, cambian el diseño y ahora, en vez de un bonito castillo, tenemos un majestuoso puente colgante, que mañana podría convertirse en un almacén o en un cuartel militar. Lo importante es hacer creer a la gente que estamos avanzando, que ya casi tenemos el dibujo completo. Y la gente lo acepta, mayoritariamente, pues prefiere celebrar el Halloween que mirar al cielo.
Los autores del primer artículo se sorprenden irritados de que los partidarios del Big Bang no acepten un debate constructivo con los que se oponen a esta teoría, arguyendo que la ciencia es un ámbito abierto donde discurre a sus anchas la libertad de opiniones. Pero nos gustaría saber qué debate constructivo aceptarían con los que defienden la teoría de un Creador, en cuya consciencia estaría contenido este Universo, esta forma específica de existencia. Inmediatamente les dirían que la idea de un Creador, de Dios, no es científica, e incluso si fuera la correcta –la teoría tanto tiempo buscada, anhelada, que despejaría todas las incógnitas– les dirían que incluso la verdad, en caso de no ser científica, debería rechazarse.
Y éste es el estrafalario absurdo en el que se encuentran los capos de la ciencia –rechazan lo evidente, lo incontestable, para sostener y apuntalar la narrativa materialista. Y eso es lo que se opone al conocimiento, intuitivo y racional.
¿Por qué no se levantó Allison del sofá en medio de aquel inspirador insomnio que padecía y observó el cielo a través de la ventana de su habitación? ¿Por qué no se arrodilló e inclinó la cabeza hasta tocar el suelo con la frente? Por qué no exclamó aterrada, maravillada “En verdad que no has creado todo esto en vano,” pues de qué provecho nos puede servir el conocer la historia del Universo, la composición de las estrellas, la densidad del polvo sideral… si desconocemos el sentido de la vida, el sentido de este Universo. ¿Cuál puede ser el sentido de la vida de Allison? ¿Realizar cálculos y más cálculos que, quizás, al final resulten todos ellos erróneos? Más aún, ¿quién necesita esos cálculos para ser feliz, para encontrar el sentido de su vida? ¿Es eso científico? ¿Es eso racional, coherente?
Les sorprende a los astrofísicos que el Universo sea tan plano, tan bien organizado. Mas no les sorprende que ellos estén vivos observando y estudiando ese Universo en el que penan. Se han encontrado ellos y sus ancestros con una creación completa, terminada, en la que no han participado; con una Tierra donde no falta ni sobra nada, de una sobrecogedora belleza; una Tierra que a veces ruge y muestra su poder en las tempestades, en sus movimientos internos, en sus explosiones volcánicas.
Es cierto que rectificar es de sabios, pero no llegar nunca a fijar la base de la investigación que se está llevando a cabo es de necios, pues para que el sabio rectifique tiene que tener algo que rectificar, algo cercano a la sabiduría. Cada día, por el contrario, se nos propone cambiar las leyes de la física, de la biología, de la arqueología… No tienen sentido los viajes sin destino, ya que el viaje es un medio y no un fin. Investigamos para llegar a un resultado seguro y cierto; no investigamos por investigar, por pasar el tiempo, por un sueldo.
La ciencia ha sido una fantasía, como la fantasía de Adam cuando creyó que comiendo de aquel árbol sería inmortal y poseería un dominio inabarcable. Así son las fantasías, tan alejadas de la verdad.