¿Es consciente el Universo? Preguntas y respuestas sobre pansiquismo con el filósofo Philip Goff.

Marcelo Gleiser y Philip Goff para Big Think

P: ¿Podrías definir que es el “pansiquismo”? ¿Y si hay diferentes escuelas?

R: El pansiquismo es la teoría de que la consciencia se reduce a la construcción fundamental de la materia. Las partículas o campos fundamentales tienen formas de consciencia increíblemente rudimentarias, y la compleja conciencia del cerebro humano y animal se construye de alguna manera a partir de estas formas más básicas de consciencia.

El pansiquismo tiene una larga historia, tanto con filósofos occidentales como orientales. Los principales pensadores de la Ilustración, como Gottfried Wilhelm Leibniz y Baruch Spinoza, fueron pansiquistas, y ésta tuvo una especie de apogeo en el siglo XIX. No fue popular en la segunda mitad del siglo XX, pero en los últimos 10 o 15 años ha habido una nueva ola de interés en el pansiquismo en la filosofía académica e incluso, hasta cierto punto, en la neurociencia. Para sus defensores ofrece un atractivo camino intermedio entre la extravagante creencia en el alma, por un lado, y la visión reduccionista de que «sólo existe química cerebral», que creo que en última instancia niega la realidad de la consciencia misma.

P: En tu libro abordas la cuestión del perfecto afinamiento, o el hecho que las constantes que determinan el impulso de las fuerzas fundamentales de la naturaleza y otras propiedades físicas de la materia, parecerían haber sido seleccionadas para permitir, en última instancia, que surja la vida en el Universo. Los físicos intentan solucionar este problema asumiendo la existencia de teorías unificadas que preseleccionan esos valores, por ejemplo, el multiverso en la teoría de cuerdas. (De hecho, un colega incluso afirmó que si no quieres a Dios, ¡será mejor que tengas el multiverso!) ¿Cómo respondes a esto? Tal vez estemos pidiendo a la física que haga algo para lo que no está hecha.

R: Esta no es una física controvertida. Pero creo que, como sociedad, negamos sus implicaciones probatorias, porque no encaja con la imagen del Universo a la que nos hemos acostumbrado. Es un poco como en el siglo XVI, cuando empezamos a tener evidencia de que no estábamos en el centro del universo, y la gente luchaba con ello porque no encajaba con la imagen de la realidad a la que se habían acostumbrado.

En última instancia, nos enfrentamos a una elección. O es simplemente una casualidad increíble que los números de nuestra física sean correctos para la vida (una opción demasiado improbable para tomarla en serio) o los números relevantes de nuestra física son como son porque son los números correctos para la vida; en otras palabras, que existe algún tipo de dirección hacia la vida en el nivel fundamental. Eso es extraño y no es como esperábamos que resultara la ciencia. Pero debemos seguir la evidencia hacia donde nos lleve, sin dejarnos influenciar por nuestros prejuicios culturales.

Para muchos existe una tercera opción: el multiverso. Y durante mucho tiempo pensé que el multiverso era la mejor explicación para ese afinamiento. Pero durante un largo período de tiempo, los filósofos de la probabilidad me persuadieron de que la inferencia del afinamiento de un multiverso comete la misma falacia que la del jugador, pero a la inversa. Imaginemos que entramos a un casino y en la primera sala pequeña vemos a alguien que tiene una racha de suerte increíble. Me vuelvo hacia ti y te digo: «Vaya, debe haber mucha gente jugando en el casino esta noche». Estás desconcertado, así que te explico: «Bueno, si hay miles de personas en el casino esta noche, no es tan sorprendente que alguien tenga una racha de suerte increíble, y eso es justo lo que hemos observado». Todo el mundo está de acuerdo en que se trata de una falacia, ya que nuestra evidencia observacional se refiere a la buena suerte de un individuo en particular, y el número de personas en otras partes del casino no influye en la probabilidad de que esa persona en particular juegue bien. Nuestra evidencia observacional es que este universo está afinado, y el número de otros universos que existan no influye en la probabilidad de que este universo esté afinado.

P: El surgimiento de la vida es, junto al de la conciencia y del origen del universo, uno de los tres misterios fundamentales. No sabemos cómo empezar a pensar en la materia sin propósito que de repente se autoorganiza para volverse útil, lo que una vez llamé “materia con intencionalidad”. ¿Es aquí donde usted sitúa la necesidad del pansiquismo? ¿Como explicación a estos tres misterios? Si es así, ¿existió el propósito antes del Big Bang? ¿Qué significaría eso si éste fuera el caso? ¿Volvemos al problema de la Causa Primera?

(Nota del editor: debido a limitaciones de tiempo, el Dr. Goff no respondió a esta pregunta?????)

P: ¿Puede explicar qué quiere decir con pan-regencialismo (pan-agentialism), una idea que, al parecer, va más allá del pansiquismo? Parte de esta conversación me recuerda la novela filosófica “Star Maker”, de Olaf Stapledon, donde el Universo es un gran experimento intencionado a medida que la vida toma diferentes expresiones en una multitud de mundos.

R: El pan-regencialismo es la visión de que no sólo la conciencia sino también la regencia racional, o agente racional, llegan hasta los componentes fundamentales de la realidad. Obviamente, las partículas no pueden deliberar ni hacer razonamientos probabilísticos, pero creo que podemos entender la idea de que responden racionalmente a deseos increíblemente básicos.

Propongo esto como una solución al profundo y poco explorado desafío de dar cuenta de la evolución de la consciencia. Los rápidos avances en inteligencia artificial y robótica han dejado claro que se pueden tener comportamientos increíblemente complejos sin ningún tipo de experiencia interna. Entonces, ¿por qué la selección natural no creó mecanismos de supervivencia, es decir, robots biológicos extremadamente complicados que rastreasen las características de su entorno y respondiesen con un comportamiento conducente a la supervivencia sin ser conscientes? Creo que necesitamos algo como el pan-regencialismo para abordar este desafío.

P: Finalmente, quería hablar sobre el cosmopsiquismo teleológico, que usted propone como la única explicación del propósito cósmico con ventaja sobre las demás. Si el Universo tiene como objetivo tener vida autoconsciente como expresión última de su propia conciencia, ¿por qué tardó tanto (al menos 10 mil millones de años, si la Tierra es el principal ejemplo) en lograrlo? ¿Depende el propósito cósmico depende de los dictados de las leyes de la física? ¿Por qué? Además, ¿cómo consideraría la existencia de otras inteligencias en el Universo?

R: Que el Universo sea consciente no es una hipótesis tan extravagante como podría pensarse. La física es sólo una estructura matemática, y debería haber algo que subyaciese a esa estructura, algo que “insuflase fuego a las ecuaciones”, como dijo Stephen Hawking. Sostengo que la hipótesis de que es una mente consciente la que “insufla fuego a las ecuaciones” es tan plausible como cualquier otra propuesta, y tiene la ventaja de explicar el afinamiento. En cuanto a por qué tomó tanto tiempo, éste no es un Dios omnipotente sino más bien una entidad que persigue ciertos objetivos bajo limitaciones significativas: las registradas por las leyes de la física. Necesitamos una hipótesis que dé cuenta tanto de la orientación hacia objetivos evidenciada en el afinamiento de la física para la vida, como también de la arbitrariedad y el sufrimiento gratuito que encontramos en el mundo. El cosmopsiquismo suena extraño, pero da cuenta de los datos.

SONDAS: Vivimos en un mundo secuestrado. Periodistas, políticos, militares, intelectuales, científicos… todos ellos están obligados a secundar la narrativa oficial, cuyo origen, la fuente de la que emana, sigue siendo desconocido. Vemos eslabones, pero no vemos el principio ni el final. No sabemos cuál será el siguiente.

Cuando leemos las declaraciones de Goff, nos envuelve la más perturbadora perplejidad. ¿Realmente se cree lo que está diciendo?

…éste no es un Dios omnipotente, sino más bien una entidad que persigue ciertos objetivos bajo limitaciones significativas: las registradas por las leyes de la física.

Mas no es para los secuestrados para los que hablamos.

Si tratamos seriamente el asunto, el problema seguirá siendo el de la consciencia –un término extraño para los occidentales, pues en su filosofía nunca ha existido tal concepto. Han basado su epistemología en el hecho de pensar –cogito ergo sum– y, por lo tanto, entienden “consciencia” en términos de pensamiento, no de iluminación. Y ello les lleva a hablar de niveles de consciencia –de consciencia primitiva, básica o evolucionada. Sin embargo, la consciencia carece de atributos. Antes bien, es la luz, la claridad, que ilumina todos los escenarios –los externos así como los internos.

La luz no posee en sí misma características que podamos definir y con ellas diferenciar una luz de otra, una consciencia de otra. Solo hay una consciencia que al pasar el absoluto del modo potencia al modo manifestación desplegando una portentosa multiplicidad, se focaliza y se expresa en cada nafs (entidad viva independiente), en cada hombre (insan). Y es esta nafs, esta singular entidad, la que se diferencia de las otras, la que posee atributos, características. Son los objetos, las sensaciones, las ideas… que ilumina la luz de la consciencia los que poseen cualidades, niveles.

La luz que hace visible un escenario cualquiera es neutra, pero nos permite percibir lo que hay en él. Son esos elementos los que están investidos de atributos y los que a su vez activan en nosotros la cognición, sensaciones, sentimientos… en última instancia –reflexión. Y esta característica solo la puede poseer el hombre, el insan, ya que para expresarse necesita de un lenguaje conceptual.

Una tarántula se mueve, caza, huye ante un supuesto peligro –todo ello funciones propias y exclusivas del programa “tarántula”, pero nunca se (pronombre reflexivo) preguntará: ¿Qué hago aquí? ¿Por qué no puedo volar? ¿Quién me ha traído a este mundo? No hay reflexión en ella porque no hay consciencia. No hay interacción consciente con su medio. No hay análisis reflexivo. ¿Cómo entonces atribuimos consciencia a un electrón o a un quark; a la Luna o al agua?

La reflexión significa “caer en la cuenta”, comprender, hacerse una composición de lugar. Para ello se necesita un dispositivo (fuad) que reúna e inter-relacione los elementos cognitivos con la consciencia. Y esa interacción es ya una danza que produce un movimiento dialéctico. La consciencia permite observar un fenómeno cualquiera, y esa observación, esa imagen gráfica o intelectual, interactúa con el fuad, produciéndose otra imagen que es, a su vez, iluminada, presentada, por la consciencia.

Mas la danza continúa. Es un vals que, si todo funciona correctamente, nos llevará a la última escena. Nos permitirá visionar la última imagen –la de un Dios Todopoderoso.

Veámoslo con un ejemplo. Goff, a lo largo de su vida, ha ido acumulando datos que se han ido guardando en los “libros” de su biblioteca, en las tarjetas de memoria de su ordenador interior. Y lo ha hecho como la tarántula, sin interacción con la consciencia. Ha habido pensamiento, pero no reflexión. De lo contrario, al observar el perfecto afinamiento que persiste en todo el universo, habría ido a su biblioteca y allí habría encontrado la información de que ese afinamiento no puede deberse a la casualidad, y ello por una simple ecuación de probabilidades; ni a la hipotética existencia de multiversos, ya que –como él mismo reconoce– el hecho de que hubiera millones de universos no explicaría el que en uno de ellos, en este en el que vivimos, se hubiera producido tal afinamiento.

Ahora la consciencia le muestra esa imagen, nítida y comprensible –nos encontramos en un universo perfectamente afinado, sin que la física, la casualidad, la probabilidad… puedan explicarlo ni comprenderlo en toda su magnitud, ya que cada día se descubren nuevos elementos y todos ellos están afinados con la totalidad.

Llegados a este punto se empaña el cristal de la lámpara; y aquella visión consciente –un Dios Todopoderoso– se cambia por: “una entidad que persigue ciertos objetivos bajo limitaciones significativas”. ¿Cómo se ha producido este cambalache? Goff ha substituido una visión consciente por un pensamiento, y ello porque desde el principio ha cometido tres errores. De niño que preguntaba: ¿Qué hago aquí? Después, comenzó a “pensar”, a acumular datos, valores culturales, que no estaban afinados con su propia naturaleza. Durante este proceso raras veces ha habido reflexión, pues la consciencia se mantenía desactivada. Por último, el miedo a separarse de sus secuestradores, de su tribu… le ha convertido en una tarántula desorientada. Necesitamos, pues, activar la consciencia, la reflexión, y revisar nuestra biblioteca interior.

Sin embargo, es cierto que en el universo, en tanto que un todo coherente, o como un conjunto de incontables elementos, hay inteligencia y un aparente atisbo de consciencia. Mas ello no puede deberse a la naturaleza de esos elementos, ya sean contados uno a uno o tomados en su conjunto. La explicación la encontramos en los programas de ordenador. En todos ellos han una gran inteligencia y una asombrosa interacción con el usuario. Mas esa inteligencia y esa “consciencia” son las de su creador. Es la inteligencia del programador y su consciencia lo que se manifiesta inevitablemente en los programas que diseña.

Del mismo modo, la extraordinaria inteligencia que vemos en el universo y el perfecto afinamiento de todos sus elementos entre sí (su consciencia), son la expresión de la naturaleza misma de ese Dios Todopoderoso. Y a través de Su creación interactuando con nuestra consciencia y ésta con el fuad, podemos deducir Sus atributos funcionales. Y es aquí donde culmina la labor de la consciencia.