Howard Glicksman y Steve Laufmann para Evolution News
En el cuerpo humano, incluso una mirada superficial nos muestra que están sucediendo muchas cosas. Las manos que empuñan un mazo durante el día pueden tocar evocadoras sonatas para piano por la noche. En un triatlón, el mismo cuerpo nada, anda en bicicleta y corre, tres actividades muy diferentes, en rápida sucesión y con extrema resistencia. El mismo cuerpo que completó ese triatlón también puede escalar una montaña (aunque quizás en un día diferente).
Nuestros cuerpos mantienen una temperatura interna constante, manejan nuestros niveles de agua de manera efectiva y nos mantienen activos incluso cuando comemos los alimentos equivocados. Cuando nos ponemos de pie, nuestra presión arterial se ajusta casi instantáneamente para mantener el flujo de sangre al cerebro. Sabemos cuándo necesitamos comida y agua. Incluso con los ojos cerrados, podemos sentir la posición de todas las partes de nuestro cuerpo y hacer ajustes detallados en el movimiento.
Nuestros ojos diferencian los matices a través de un asombroso espectro de colores. Los mismos ojos que trabajan en una luz dolorosamente brillante también pueden ver en una oscuridad casi total. ¿Cómo convierten la luz (fotones) en información (impulsos eléctricos) y cómo nuestro cerebro convierte eso en imágenes?
Nuestros oídos enfrentan desafíos similares, solo que convierten el sonido (ondas de presión) en señales eléctricas. Además, están configurados de tal manera que nuestras mentes pueden generar una comprensión tridimensional de los objetos que nos rodean, solo por los sonidos que emiten (o bloquean) esos objetos.
Cuando nos cortamos el dedo, la sangre se detiene rápidamente, la herida se endurece y sana. Cuando nos enfermamos, nuestros cuerpos generalmente hacen un excelente trabajo para solucionar el problema y recuperarse.
Si bien nuestros cuerpos no son ni los más rápidos, ni los más grandes, ni los más fuertes del reino animal, son sin duda los más versátiles. La gama de capacidades del cuerpo humano aturde la mente.
Además de todo esto, podemos hacer nuevas personas. Cualquiera que haya experimentado el nacimiento de un niño sabe que en este asombroso proceso sucede algo especial.
Los ingenieros saben que se requiere todo lo siguiente para hacer sistemas que funcionen:
• Los sistemas requieren muchas partes. Las partes suelen estar especializadas para realizar ciertas tareas bajo ciertas condiciones. Los sistemas suelen estar compuestos por otros sistemas, lo que constituye una jerarquía de sistemas: un sistema de sistemas.
• Los sistemas deben ser coherentes. Las partes de un sistema deben estar coordinadas con precisión. Deben encajar correctamente con las interfaces e integraciones adecuadas para la coherencia funcional. Y deben orquestarse cuidadosamente a lo largo del tiempo para lograr su(s) función(es) general(es), y poder llevar a cabo coherentemente el proceso. Cualquier fallo evitará que el sistema funcione.
• Los sistemas de sistemas suelen exhibir interdependencias complejas. Los sistemas o subsistemas individuales a menudo requieren otros subsistemas de trabajo para funcionar. Muchas veces, estas dependencias van en ambos sentidos. Por ejemplo, el motor de su automóvil no arrancará sin una batería cargada, pero la batería no se cargará a menos que el motor funcione.
Según los ingenieros, se necesita mucho ingenio, trabajo duro y perseverancia para lograr tales cosas, que generalmente incluyen muchas interacciones del ciclo clásico de diseño, construcción y prueba. Los ingenieros saben que los sistemas de trabajo nunca son un accidente. Entonces, si alguien sugiere que un sistema de sistemas coherente e interdependiente (como el cuerpo humano) surgió por casualidad, deberá respaldarlo con un detallado análisis de ingeniería.

SONDAS: Otra buena pregunta podría ser: ¿Cuándo podrán los ingenieros construir un robot que pueda realizar los movimientos de estos jóvenes riojanos que bajan una larga escalinata en zancos, girando como si fueran peonzas, y ninguno se cae? ¿Pueden esos que dudan de la perfección inigualable del ser humano producir algo así?
Mas la respuesta a todas estas preguntas la encontramos en el texto de este artículo:
En el cuerpo humano, incluso una mirada superficial nos muestra que están sucediendo muchas cosas.
Mas si nos detenemos un instante a observar nuestro propio cuerpo, a reflexionar sobre sus movimientos, su vitalidad en cualquier circunstancia, la precisión de sus falanges, que le permiten escribir en cualquier tipo de alfabeto… si caemos en la cuenta de los procesos que tienen lugar en nuestro interior –procesos que extraen los nutrientes de los alimentos que ingerimos, separando las proteínas de los minerales y éstos de las vitaminas… entonces no necesitaremos de más análisis con respecto a la prodigiosa ingeniería sobre la que se ha diseñado y producido el ser humano. Si bien la arquitectura de plantas y animales, inferior como es a la del ser humano, no debe ser minusvalorada, pues no deja de ser extraordinaria, más allá de todas las posibilidades creativas del hombre.
Y estas reflexiones nos llevan inevitablemente a un hecho incuestionable que también se presenta en este mismo artículo:
Si alguien sugiere que un sistema de sistemas coherente e interdependiente (como el cuerpo humano) surgió por casualidad, deberá respaldarlo con un detallado análisis de ingeniería.
Mas ¿cómo podría un ingeniero acercarse siquiera a la perfección del cuerpo humano? ¿Cómo podría un ingeniero, o mil ingenieros, describir detalladamente los movimientos musculares y de las articulaciones de los huesos, junto al movimiento de los tendones, y todo ello interactuando entre sí y conectado al sistema neurológico y del equilibrio que permiten a esos jóvenes lanzarse en zancos escaleras abajo? Y aún si pudieran, ¿podrían, acaso, describir lo que sucede a nivel celular durante ese vertiginoso descenso?
Y, sin embargo, hablan de “casualidad”, de “aleatoriedad” en el colmo del más estúpido y pueril cinismo. No obstante, ese cinismo nunca podrá cambiar la realidad y todo aquel que se acerque al estudio, a la observación, del cuerpo humano no podrá, sino exclamar: “¡Estoy ante un prodigio sin precedentes!”