Dennis Prager para World Tribune
El término “valores judeocristianos” se usa con frecuencia y yo soy uno de los que lo hacen. Lo hago por la misma razón que lo hizo la difunta gran primera ministra británica Margaret Thatcher:
“Las verdades de la tradición judeocristiana”, dijo, “son infinitamente preciosas, no solo porque, como creo, son verdaderas, sino también porque proporcionan el impulso moral que es el único que puede conducir a esa paz, en el verdadero significado de la palabra, que todos anhelamos… Hay poca esperanza para la democracia si los corazones de los hombres y mujeres en las sociedades democráticas no pueden ser tocados por un llamamiento a algo más grande que ellos mismos”.
La señora Thatcher era una cristiana creyente. Yo soy un judío creyente. Si bien tenemos algunas creencias religiosas en común, tenemos diferentes teologías. Pero tenemos los mismos valores fundamentales. Y en términos sociales, los valores morales son mucho más importantes que las teologías.
Es por eso que los protestantes, católicos, mormones y judíos tradicionalmente religiosos están alineados en casi todos los temas sociales importantes. A continuación menciono 10 de esos valores.
1: Hay un Dios. Ese Dios es el Dios presentado al mundo por la Biblia hebrea, la fuente de una moralidad universal.
2: La Biblia hebrea (la única Biblia que Jesús conocía y que citaba con frecuencia) introdujo la idea moral más revolucionaria de la historia: que existen verdades morales objetivas al igual que existen verdades matemáticas y científicas. Sin Dios como fuente de normas morales, no hay verdad moral; sólo hay opiniones morales.
3: Porque hay verdades morales, el bien y el mal son iguales para todas las personas.
4: Dios –no el hombre, ni el gobierno, ni la opinión popular, ni el voto democrático– es la fuente de nuestros derechos. Todos los hombres “son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables”, declara la Declaración de Independencia de los Estados Unidos.
5: El ser humano es “creado a imagen de Dios”. Por lo tanto, cada vida humana es preciosa. De ahí, que la raza no tiene importancia, ya que todos fuimos creados a la imagen de Dios y Dios no tiene raza.
6: El mundo se basa en un orden divino, es decir, distinciones divinamente ordenadas. Entre estas distinciones divinas están Dios y el hombre, el hombre y la mujer, el humano y el animal, el bien y el mal, la naturaleza y Dios, y lo santo y lo profano.
7: Básicamente, el hombre no es bueno. Los cristianos hablan de “pecado original” al referirse a la naturaleza pecaminosa del hombre; los judíos citan a Dios mismo en Génesis: “La voluntad del corazón del hombre es mala desde su juventud” (Génesis 8:21). No son creencias idénticas, pero son mundos aparte de la creencia ingenua de la Ilustración de que el hombre es básicamente bueno. Y llegan a la misma conclusión: necesitamos reglas basadas en Dios para alejarnos de nuestra inclinación natural a hacer el mal.
8: Por lo tanto, no debemos seguir nuestros corazones. Tanto los judíos religiosos como los cristianos son muy conscientes de cuán moralmente peligroso es dejarse llevar por nuestras emociones. Es mucho más probable que aquellos que rechazan los valores judeocristianos sigan y promuevan el consejo: “Sigue tu corazón”.
9: Dios nos dio los Diez Mandamientos, el núcleo de los valores judeocristianos. Por lo tanto, para aplicar solo uno de los Diez Mandamientos a nuestra era secular moralmente confusa, debes “Honrar a tu padre y a tu madre”, incluso si votaron por alguien a quien detestas, lo que significa, al menos, permanecer en contacto con ellos y no privarlos del derecho a estar en contacto con sus nietos.
10: Los seres humanos tienen libre albedrío. En el mundo secular, no existe el libre albedrío porque todo el comportamiento humano se atribuye a la biología y el medio ambiente. Solo una cosmovisión religiosa permite el libre albedrío porque postula la existencia de un alma divina, algo independiente de la biología y el medio ambiente.
Hay otro aspecto importante del término “judeocristiano”. Las dos religiones se necesitan mutuamente. Sin el Antiguo Testamento, no hay Nuevo Testamento. Prácticamente todos los principios morales cristianos se derivan de la Biblia hebrea, no solo los 10 valores judeocristianos enumerados aquí, sino principios morales básicos como “Ama a tu prójimo como a ti mismo (Levítico 19:18), “Ama al Señor tu Dios con todas tus fuerzas”. corazón…” (Deuteronomio 6:5), y “Ama al extranjero” (Deuteronomio 10:19).
Al mismo tiempo, el judaísmo necesita cristianos. Fue el cristianismo el que llevó la Torá y el resto de la Biblia hebrea al mundo. Así lo reconoció el mayor pensador judío después de Moisés, Maimónides.
Así, mientras la gente habla de valores “judeo-cristianos”, la gente no habla de valores “judeo-musulmanes”. Como escribe el destacado erudito judío David Novak: “Maimónides dictamina que los judíos pueden enseñar la Torá a los cristianos, pero no a los musulmanes porque los cristianos creen que las Escrituras hebreas son la palabra revelada de Dios, mientras que los musulmanes creen que el texto principal es el Corán; para ellos, la Escritura hebrea es una revelación defectuosa. Por lo tanto, judíos y cristianos comparten una revelación común de una manera que los judíos no comparten con ninguna otra comunidad religiosa”.
La máxima encarnación de los valores judeocristianos ha sido los Estados Unidos de América. Los Fundadores de Estados Unidos eran cristianos (algunos culturalmente, otros doctrinalmente) que tenían sus raíces en la Biblia hebrea. Estados Unidos no fue fundado para ser un reemplazo de Israel, sino como un “Segundo Israel”. Hasta hace poco, lo era.

SONDAS: Los artículos de Dennis Prager resultan interesantes no porque rocen siquiera la verdad del relato profético, sino porque exponen con inusitada ingenuidad la verdadera ideología que no han dejado de transportar en ningún momento los Banu Isra-il, los judíos –la dominación universal. Ellos han re-escrito el libro revelado a Musa, han añadido y omitido todo aquello que les ha ido pareciendo oportuno, hasta configurar un texto imposible de leer y mucho menos de seguir con una mínima coherencia.
Y en esa nueva configuración su dios, un dios intranscendente, pues no hay en Pentateuco la menor referencia a la vida del Más Allá –una vida que los judíos desdeñan, ya que lo que anhelan es gozar de una robusta inmortalidad que les permita producir su jardín en este mundo, en esta Tierra. Ahora esa Tierra, como el propio Prager reconoce, son los Estados Unidos. Lo vimos anunciado en la canción de fondo de la película “Working Girl”: “Ésta es la nueva Jerusalén,” refiriéndose a Nueva York –verdadera Meca de la banca mundial, de la usura.
Y ahora Prager nos asombra con su maliciosa ingenuidad no exenta de cinismo y de ignorancia; de ignorancia bíblica, de ignorancia teológica y de ignorancia ontológica.
Hay un Dios. Ese Dios es el Dios presentado al mundo por la Biblia hebrea, la fuente de una moralidad universal.
En la Biblia, el libro estándar que utilizan judíos y cristianos, hay dos posiciones encontradas. Por una parte –la del Antiguo Testamento, en el que, como ya hemos apuntado antes, no hay transcendencia. No se habla de un dios transcendente. Solamente se menciona a un dios creador de los Cielos y de la Tierra en los primeros capítulos del Génesis. Mas esos capítulos no pertenecen a la Torá, la Ley, que se le reveló a Musa, sino que, antes bien, forman parte de lo que se le reveló a Ibrahim.
Todo esto ya estaba en las primeras suhuf, las suhuf de Ibrahim y Musa. (Corán, sura 87, aleyas18-19)
El término árabe “suhuf” es la forma plural de “sahafah”, que significa “página”, “texto”, “algo escrito”. Y lo que se le revela a Ibrahim son, precisamente, las primeras páginas, las primeras aleyas, del Kitab general (del Registro general), en el que están inscritos todos los textos que se irán revelando a los profetas a lo largo de la historia. Ibrahim recibe, pues, los primeros textos que se revelan a la humanidad.
Lemostramos a Ibrahim los dominios de los Cielos y de la Tierra para que comprendiera su funcionamiento y tuviera certeza de que son creación de Allah. (Corán, sura 6, aleyas 75)
Por lo tanto, Ibrahim recibe una precisa información de cómo se crearon los Cielos y la Tierra, cómo se produjo la vida, los seres vivos; y al mismo tiempo se le muestra la estructura básica del universo. Buena parte de esta información ha desaparecido al perderse el texto original revelado a Ibrahim. Encontramos retazos esparcidos por el Génesis, en los llamados libros de los profetas, y, sobre todo, se vuelve a hablar de ellos en el Corán –en más de 3,000 aleyas. Así pues, el Dios del Antiguo Testamento, del Pentateuco, es un dios tribal, como lo eran los dioses en los pueblos paganos. Es el Dios de Israel, no el Dios de la humanidad.
Del otro lado de la Biblia, si empezamos por atrás, tenemos a la Sagrada Familia –con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, la trinidad– que es la piedra angular del credo de todas las iglesias cristianas: católica, protestante u ortodoxa. ¿De dónde, pues, saca Prager la idea de un Dios único? Más aún, la ortodoxia judía no acepta a Isa (Jesús) como el Mesías prometido, ni mucho menos como el Hijo de Dios –al menos no de su Dios. Y ello quiere decir que a partir de Isa el judaísmo se convierte en una doctrina inútil, pues ha llegado el Salvador que ha redimido a todos los hombres y queda abrogado así lo que había antes, el judaísmo, y lo que pudiera venir después –el Islam.
Lo más curioso del caso es que desde el punto de vista doctrinal, teológico, ontológico, judaísmo y cristianismo son tan antagonistas como el agua y el fuego. Para los judíos, Isa es un impostor al que intentan asesinar; y para los cristianos, los judíos son una gente que ha perdido la guía al negar la divinidad de Isa.
Dicen los yahud (judíos): “Los nasara (cristianos) no tienen fundamento alguno.” Y dicen los nasara: “Los yahud no tienen fundamento alguno.” Eso dicen a pesar de que ambos recitan el Kitab. Eso mismo dicen los que no tienen conocimiento, el mismo discurso. (Corán, sura 2, aleya 113)
Por su parte, el Corán nos aclara el tinglado pagano en el que han caído ambas denominaciones. No existen 3 religiones como pretenden judíos y cristianos para subirse al carro del monoteísmo. Solo existe una religión que ha ido transportándose a lo largo de los milenios en el sistema profético.
A los Banu Isra-il –a los judíos– les llegaron numerosos profetas como un refuerzo a lo que ya Musa les había transmitido. Mas a unos los negaron y a otros los mataron, pues odian la profecía, el concepto de lícito e ilícito; odian la muerte. No quieren saber nada del Más Allá. Les acusa el Corán:
¿Acaso no os llenabais de soberbia cada vez que venía a vosotros un mensajero, trayendo lo que no os agradaba? A unos los tratasteis de mentirosos y a otros los matasteis. (Corán, sura 2, aleya 87)
Pero también su libro:
Pero te provocaron a ira, y se rebelaron contra ti, y echaron tu ley tras sus espaldas, y mataron a tus profetas. (Nehemías, 9:26)
En vano he azotado a vuestros hijos; no han recibido corrección. Vuestra espada devoró a vuestros profetas como león destrozador. (Jeremías, 2:30)
Mas cuando llega Isa, se acaba el enredo judío. Éste entrega a la casta judía la carta de divorcio. Su tiempo ha terminado. Han demostrado una incapacidad patológica a la hora de cumplir sus compromisos, de ser sinceros consigo mismos, de mantener su fe, aunque solo fuera durante un día. Ahora, los judíos creyentes deberán seguir a Isa y abandonar todo lo que la curia judía les había enseñado. Y de esta forma todo lo anterior queda abrogado. Y tras Isa los creyentes sinceros deberán seguir al profeta Muhammad y entrar en el Islam como la última forma profética establecida para los hombres.
Mas los judíos, tras haber fracasado en el plan de asesinar a Isa, otro profeta, otro de los muchos que ya habían asesinado, urden una nueva estrategia –cambiar radicalmente el mensaje de Isa, convirtiéndole en dios, hijo de Dios. Pablo de Tarso se encargará de llevar a cabo esta misión.
La nueva situación que ha quedado es la de un judaísmo que sigue esperando al Mesías, no en tanto que profeta, sino como rey que les dé la victoria sobre los demás pueblos. Los cristianos, por su parte, también se separan del sistema profético al hacer a uno de los profetas –Isa– dios: una blasfemia intolerable para los Cielos.
Mas el sistema profético se salva de quedar estrangulado por todas esas anomalías con la llegada del profeta Muhammad, sobre quien se descarga el último texto del Kitab –el Corán. El texto coránico contendrá el mensaje profético tal y como les fue revelado a los profetas anteriores. Al mismo tiempo rectificará y denunciará todo aquello que no pertenezca a la revelación; todo lo que las manos de los escribas han cambiado, añadido u omitido.
Sin duda que hay un solo Dios. Mas no es el dios que reclaman los judíos ni los cristianos. Y si no, ¿puede decirnos Prager cuál es su nombre, el nombre de ese Dios único? Judíos y cristianos han perdido su nombre. No saben cómo llamarle. Y le llaman “señor” y le llaman “padre”, pero ninguno de estos dos términos es nombre propio. Y, sin embargo, a pesar de todas las manipulaciones que ha sufrido la Biblia, ahí sigue el nombre: Eli, Elohim… Allah.
Él es Allah en los Cielos y en la Tierra. (Corán, sura 6, aleya 3)