¿Y si hubiera habido algo antes del ‘Big Bang’? El ‘Gran Rebote’, la teoría que propone una nueva explicación de cómo nació el universo

Redacción de 20 Minutos

Por definición, la Ciencia nunca se está quieta y no deja de hacerse preguntas. Sobre el origen del Universo, hasta ahora hemos aceptado lo que nos han dicho los científicos -que lo entendiéramos ya es otra cosa- que todo nació con el Big Bang: el tiempo, el espacio, el vacío, la galaxias, la física, la química, la vida…

Pero los científicos e investigadores no dan nada por sentado y siguen preguntando. Ahora un estudio propone una nueva explicación de cómo nació el universo. La teoría del Big Bang viene a decir que antes de ocurrir ese estallido no había nada y nada existía, pero ¿y si antes del Big Bang si hubo algo?

Cuando hablan de esa mítica explosión, los astrofísicos se refieren realmente a la inflación cósmica. Se trata de ese momento 0 de la infancia del Universo en el que el espacio-tiempo se expandió de forma exponencial. Eso fue el Big Bang.

Esa inflación cósmica es lo que ahora ponen en duda los científicos Sunny Vagnozzi -que fue profesor del Instituto Kavli de Cosmología de Cambridge y ahora lo es de la Universidad de Trento- y Avi Loeb -profesor de la Universidad de Harvard-.

En un estudio que se publica en The Astrophysical Journal Letters, los dos investigadores afirman que existe una señal clara e inequívoca en el cosmos que podría eliminar la inflación como posibilidad. Se refieren al fondo de gravitones primordiales (ahora vemos qué son) y a partir de ellos proponen su teoría del Big Bounce (rebote), que sugiere que existía un cosmos previamente contraído al Big Bang.

Vagnozzi sitúa el contexto de su aportación: «La gran flexibilidad que muestran los posibles modelos de inflación cósmica, que abarcan un paisaje ilimitado de resultados cosmológicos, hace temer que la inflación cósmica no sea falsable, incluso si se pueden descartar modelos inflacionarios individuales. ¿Es posible, en principio, poner a prueba la inflación cósmica de forma independiente del modelo?».

Para entender al astrofísico, hay que aclarar lo de «falsable». La falsabilidad -también llamada refutabilidad- es la capacidad de una teoría o hipótesis de ser sometida a potenciales pruebas que la contradigan. Se trata de un pilar del método científico. El problema del Big Bang es que no puede ser refutado, explica la Universidad de Cambridge en un comunicado.

En 2013, muchos investigadores creyeron haber encontrado la confirmación de la inflación cósmica cuando el satélite Planck publicó sus primeras mediciones del fondo cósmico de microondas (CMB), que es considerada la luz más antigua del universo. Los mapas del Planck representan el momento más temprano del universo que podemos «ver», 100 millones de años antes de que se formaran las primeras estrellas. No podemos ver más allá.

«Sin embargo, algunos de nosotros argumentamos que los resultados podrían estar mostrando justo lo contrario de la inflación cósmica», comenta Avi Loeb, coautor del estudio. Junto a otros, este astrofísico de Harvard argumentó que los resultados del Planck mostraban que la inflación planteaba más rompecabezas de los que resolvía y que era momento de considerar nuevas ideas sobre el inicio del universo.

Loeb se explica: «El borde real del universo observable se encuentra a la distancia que cualquier señal podría haber viajado al límite de la velocidad de la luz durante los 13.800 millones de años transcurridos desde el nacimiento del Universo. Como resultado de la expansión del universo, este límite se encuentra actualmente a 46.500 millones de años luz».

Y prosigue: «Es como una excavación arqueológica centrada en nosotros: cuanto más profundizamos, más temprana es la capa de historia cósmica que descubrimos, hasta llegar al Big Bang que representa nuestro horizonte final. Lo que hay más allá del horizonte es desconocido».

Para saber más sobre los inicios del universo, los astrofísicos estudian las partículas casi sin peso conocidas como neutrinos, que son las más abundantes que tienen masa en el universo. Los neutrinos vienen viajando libremente sin dispersarse desde aproximadamente un segundo después del Big Bang.

Vagnozzi y Loeb afirman que se puede retroceder aún más en el tiempo si rastreamos los gravitones. Se trata de una partícula elemental hipotética -como el famoso bosón- que media la fuerza de la gravedad en la mayoría de los modelos cuánticos.

De la mano de esos gravitones, Vagnozzi y Loeb proponen su idea sobre los inicios del universo. Es su teoría del Big Bounce (rebote), que plantea que todo podría haber comenzado no con una explosión, sino con un rebote de un cosmos previamente contraído.

Su teoría, aseguran, sí es falsable, o sea, sí se puede refutar (ser sometida a pruebas). Los dos astrofísicos proponen un experimento para detectar el fondo de gravitones primordiales y poder así demostrar que el Big Bounce sí fue el comienzo de todo. No obstante, reconocen que hacerlo supondría un enorme desafío técnico y científico.

Se trataría de detectar un fondo de ondas gravitacionales de alta frecuencia con un pico en frecuencias de alrededor de 100 GHz. Hoy en día, explican Vagnozzi y Loeb, sería muy difícil de detectar y requeriría enormes avances tecnológicos en la tecnología de giroscopios e imanes superconductores. En el futuro, aceptan, esa señal que podría refutar su teoría del Big Bounce sí estaría a nuestro alcance.

SONDAS: Cuando la ciencia, los filósofos, los políticos… propusieron al mundo, según un acuerdo cuántico, que era necesario que Dios muriese para que naciese el hombre –el súper hombre, el hombre perfecto, el hombre inmortal– a todos les pareció que en ese caso habría que explicar todo lo que hasta ahora estaba explicado por la propia existencia de Dios: Él habría originado esta creación, habría diseñado todos sus elementos, el hombre incluido, y habría hecho que se manifestasen dentro de un Cosmos.

Al hacer tabla rasa, serían ahora los hombres los que tendrían que dar razones creíbles, sólidas… científicas que justificasen el haber eliminado el factor Agente Creador de la ecuación existencial.

Todos los asesinos se apresuraron a asegurarle al hombre común que a no mucho tardar tendrían respuestas a todas sus preguntas. Cada día aparecían nuevos salvadores con teorías que parecían demostrar que esta portentosa creación, por difícil que resultase creerlo, había surgido de la nada, impulsada por una especie de azar. La casualidad se erigía ahora como el nuevo Dios y el hombre como su escudriñador.

Darwin explicaba el origen de las especies. Freud daba sentido a la psicología humana y Marx repasaba la historia y demostraba, con interpretaciones entre abusivas y delirantes, cómo se habían formado las sociedades. Para colmo de bienes, el Big Bang explicaba el origen del Universo. Asunto cerrado.

En pocas palabras, lo que se nos ofrecía ere un universo aleatorio, fortuito, del que habrían surgido las especies –unas de otras– en una, también aleatoria, evolución que habría dado, tras llegar al mono, con un hombre inteligente y dotado de consciencia, aunque más preocupado por el sexo que por la cognición, y en constante lucha por imponerse a sus semejantes. Hubo un tiempo de silencio, cejas arqueadas, ceños fruncidos… y un grito. Aquello a todas luces era una chapuza. ¿De dónde habría surgido ese universo? ¿Cómo la nada pudo haber producido algo? ¿Cómo de lo inerte salió la vida?

Tampoco la lucha de clases explicaba el devenir histórico de la humanidad. Había muchos más factores interactuando entre sí. Uno a uno la mayoría de los filósofos, psiquiatras y lingüistas abandonaban el psicoanálisis no solo como terapia, sino también como epistemología. Muchos pensaron, mientras apagaban su cigarrillo en un cenicero de mesa: “Habrá que volver a Dios.”

Mas no es fácil abandonar el Olimpo. Se resisten. Intentan desesperadamente convencernos al tiempo que se alejan cada vez más de la racionalidad, de que ya casi lo tienen, mientras miran a sus manos vacías.

En un estudio que se publica en The Astrophysical Journal Letters, los dos investigadores afirman que existe una señal clara e inequívoca en el cosmos que podría eliminar la inflación como posibilidad. Se refieren al fondo de gravitones primordiales (ahora vemos qué son) y a partir de ellos proponen su teoría del Big Bounce (rebote), que sugiere que existía un cosmos previamente contraído al Big Bang.

Éste es el punto en el que la desesperación dirige sus investigaciones. ¿Cómo pueden resolver el problema del origen del universo, de un universo, añadiéndole otro? Si la explicación que da el Big Bang no es aceptable, por muchas razones, de la misma forma resultará inaceptable anteponerle otro universo para explicar el que produjo el Big Bang. ¿De dónde ha salido este primer universo? Se expandió y luego se contrajo hasta reducirse a un punto, ni siquiera a un punto y coma; un punto. Y ¿dónde estaba ese punto? ¿En el espacio? ¿En qué espacio? ¿Incrustado en la nada? Y a partir de ese punto se habría originado el Big Bang.

Mas todavía hay otro escollo por resolver. Si hubo un universo anterior al Big Bang que se contrajo ¿por qué no pudo haber un universo anterior al universo que produjo el Big Bang? Y ¿por qué no uno más, dos, cien?

Pero entonces la teoría del Gran Rebote de Vagnozzi y Loeb no es, sino un plagio de la teoría del mismo nombre que propuso en 2017 el astrofísico brasileño Juliano César Silva Neves –un universo en continua expansión y retracción. Esta cosmología se acerca en su forma a la realidad, manteniendo, no obstante, dos enigmas.

El primero, como ya hemos apuntado, envuelve al origen del primer universo o de la primera expansión del universo. El que haya una serie de universos que se contraen y se expanden no elimina el que tuviera que haber uno que fuese el primero, o su primera manifestación. Y de ahí surgen las mismas preguntas que para el Big Bang –¿Cómo se produjo ese primer universo; de dónde salió? ¿Por qué apareció en un momento determinado? ¿A qué se debió ese perturbador instante?

El siguiente enigma es el de que nada en la creación se repite. Cada universo comienza y acaba en sí mismo y con él se “cierra” la consciencia de Allah el Altísimo. Es el movimiento de sístole, de inspiración, de sueño profundo. Después se “abrirá” la consciencia del Altísimo y se manifestará una nueva creación, un nuevo universo, una nueva forma de existencia. Será el momento diástole –expiración, vigilia.

Es Él Quien origina la creación y luego la devuelve a su inicio. (Corán, sura 10, aleya 4)

Pregúntales si alguna de esas entidades a las que dan poder ha originado la creación y luego es capaz de devolverla a su inicio. Respóndeles que Allah da origen a la creación y luego la devuelve a su inicio. Sin embargo, os dejáis engañar a causa de vuestra falta de raciocinio. (Corán, sura 10, aleya 34)

La ciencia no puede seguir promocionando la incompetencia. Sus estrafalarias teorías –pueriles, frágiles– ya no convencen a nadie. La ciencia nos obliga a modificar la máxima: “Rectificar es de sabios,” pues en el caso de los científicos la rectificación es un efecto, un síntoma de su necedad, de su incompetencia para razonar de forma coherente.

La ciencia ha muerto. Dios está vivo.