Cada vez está más claro que la mente no es el cerebro

¿Hasta qué punto el materialismo está dificultando el camino de la ciencia?

Denyse O’Leary para Evolution News

Desde que el filósofo David Chalmers ganó la famosa apuesta con el neurocientífico Christof Koch el mes pasado, el tema de la conciencia no deja de ser noticia. Después de 25 años de investigación, nadie ha encontrado en el cerebro un circuito de conciencia específico, un lugar, una onda o lo que sea. Seguimos, pues, con el “difícil problema de la conciencia”.

En Vox, Oshan Jarow, un escritor que conoce el campo, nos dice que la apuesta se ha renovado por otros 25 años y ofrece una interpretación de por qué los científicos no han «descifrado» la conciencia hasta ahora: «Todavía nos falta una explicación definitiva y falsificable. Incluso carecemos de consenso sobre si alguna vez existirá”.

Con el tiempo, y desde este punto de vista, el campo podría fusionarse en torno a una teoría unificada y comenzaría el primer paradigma verdadero de la ciencia de la conciencia. Esta es la opinión que sigue teniendo Koch. Chalmers también informa de muchos progresos y le dice a Nature que el problema de la conciencia «se ha ido transmutando gradualmente, si no en un misterio ‘científico’, al menos en uno que podemos comprender científicamente de manera parcial».

Pero no hay garantía de que alguna cantidad de correlaciones entre los estados cerebrales y los sentimientos pueda decirnos cómo o por qué se da lo que llamamos la conciencia. Chalmers sospecha que, al concluir su apuesta renovada en 2048, a pesar de todo el progreso circundante de conocimiento que seguramente se desarrollará, el misterio puede seguir siendo tan desconcertante como siempre.

OSHAN JAROW, “POR QUÉ LOS CIENTÍFICOS NO HAN DEFINIDO LA CONCIENCIA”, VOX, 30 DE JUNIO DE 2023.

El problema fundamental no es solo que la ciencia de la conciencia no tiene una teoría, como dice Jarow, sino que no está claro cómo debería ser esta teoría o qué es lo que debería explicar.

¿Una solución sencilla?

Jarow hace el hincapié en el hecho de que su teoría es completamente compatible con el fisicalismo: “Tú y yo somos completamente físicos; lo que llamamos conciencia está fuera de la cabeza, sí, pero es parte del mundo físico”. Y ese reconocimiento elimina todo lo que el experto en inteligencia artificial Riccardo Manzotti ofrece como una solución «ingeniosa y simple» al problema: No hay problema, al menos, no de acuerdo con su Teoría de Identidad Mente-Objeto (MOI):

La hipótesis es simple: hay un mundo de objetos físicos que tienen lugar en relación con tu cuerpo: la computadora portátil, la taza y todo lo demás. No hay adentro ni afuera. No hay aquí ni allá. Sólo existe tu existencia, tú, como cabría esperar en un mundo físico. Tu «experiencia consciente» de la computadora portátil y de la taza no es otra cosa que la computadora portátil y la taza en relación con tu cuerpo. Entonces, ¿cuál es tu experiencia? Es el subconjunto de objetos físicos que tienen lugar en relación con tu cuerpo. La mente es idéntica al objeto (relativo). De ahí el nombre de Identidad Mente-Objeto.

RICCARDO MANZOTTI, “NO HAY PROBLEMA DE CONCIENCIA”, IAI.TV, 2 DE FEBRERO DE 2023

Resolviendo el difícil problema

Desde la perspectiva de Manzotti, para resolver el venerable “Problema Difícil” de Chalmers, debemos acostumbrarnos a la idea de que nuestra experiencia consciente de la computadora portátil y la taza es “nada más que la computadora portátil y la taza en relación con su cuerpo” y todos los problemas se desvanecen. No es de extrañar que la teoría de la información integrada (IIT) de Christof Koch estuviera en juego en la famosa apuesta y la MOI no.

Pero MOI no es la única teoría que nos pide que simplemente ignoremos lo que sabemos sobre nuestra propia conciencia para resolver el problema de la filosofía de la ciencia. Los neurocientíficos Peter L. Halligan y David A. Oakley preguntan: «¿Es hora de renunciar a la conciencia como ‘el fantasma en la máquina’?» –como si renunciar al problema equivaliera a resolverlo.

De manera similar, el filósofo David Papineau nos dice que la conciencia es solo «procesos cerebrales que se sienten como algo» y «la única razón por la que muchas personas sienten que hay un problema es que no pueden dejar de pensar en términos dualistas».

Observando nuestros cerebros y cuerpos

Pero, por supuesto, hay una razón por la que la gente no puede dejar de pensar en el problema en términos dualistas. Si nuestro cerebro procesa «sentirse como» algo, entonces esos procesos se observan y se sienten. ¿Pero por quién? Por una parte de nosotros que no son los procesos en sí. El dualismo que denuncia Papineau es lo que podemos experimentar en cualquier momento dado de vigilia: nuestras mentes observando nuestros cerebros y cuerpos. Así que el dualismo no va a desaparecer porque no puede.

El neurocirujano Michael Egnor sugiere una salida: la visión de Robert Epstein del cerebro como un transductor en lugar de una computadora:

Una comprensión exitosa de la relación mente-cerebro necesariamente implicará comprender el cerebro como un dispositivo de transducción de una forma u otra. Tal comprensión podría resultar enormemente fructífera y puede ayudarnos a ir más allá del marco materialista actual en el que se practica la neurociencia, que nos ha retrasado tanto en nuestra comprensión de la mente y del cerebro. El cerebro es obviamente material pero es igualmente obvio que la mente tiene habilidades inmateriales.

Aceptamos que el oído es un transductor de sonido a la audición y el ojo es un transductor de luz a la visión. Es razonable inferir que el cerebro es un transductor del pensamiento al cuerpo. La teoría de la transducción es un enfoque plausible para comprender la conexión entre la mente y el cerebro. Debería ser tomado en serio por los neurocientíficos y los filósofos de la mente.

MICHAEL EGNOR, «UNA TEORÍA DE LA NEUROCIENCIA QUE REALMENTE AYUDA A EXPLICAR EL CEREBRO», CUESTIONES DE LA MENTE, 30 DE AGOSTO DE 2021

Pero, como señala Egnor, esa es una teoría dualista. Desde ese punto de vista, la mente no es simplemente el zumbido del cerebro. Es lo que supervisa el cerebro.

Menos excéntrico

Eso plantea una pregunta: si un enfoque dualista parece más natural y menos excéntrico que las teorías materialistas que se ofertan, ¿hasta qué punto el materialismo está dificultando el camino de la ciencia?

SONDAS: Lo que verdaderamente resalta con claridad es que los científicos están buscando una coartada para cuando el comisario les pregunte: “¿Dónde estaba usted el día del asesinato?” Sin embargo, no hay coartada. El edificio de la ciencia se desmorona y se desintegra en las sub-partículas atómicas con las que pensaban andamiar el universo. Las vacas siguen pastando en los prados, y ellos se preguntan ahora: “¿Quiénes son estos, nosotros, que observan las vacas pastando? ¿Por qué no puedo yo simplemente pastar como ellas?” Están muy cerca de la locura.

Mas ¿qué es la locura, el desquicie? Es el estado que sobreviene cuando intentamos cuadrar un círculo o cualquier otro imposible; cuando intentamos penetrar y entender el sistema operativo de la existencia –una dislocación ontológica como la de intentar comunicarse con los personajes de las Meninas de Velázquez. No podemos integrarnos en este cuadro como un personaje más, ni tampoco podemos sacar a estas figuras del canvas. Hay una barrera ontológica infranqueable.

Los astrofísicos nos dicen ahora que el universo tiene el doble de edad de la que pensábamos. Obviamente, no pensábamos en la edad del universo. Más bien, lo que nos inquietaba, lo que nos sigue intrigando, es quién ha diseñado esta portentosa creación; quién le ha dado inicio; de dónde ha surgido… Incluso si aceptamos que antes de su aparición no había nada, deberemos al menos aceptar la existencia del diseñador, no en tanto que un individuo, sino como la totalidad –a veces manifestándose como una expiración y a veces retrayéndose a la potencialidad como una inspiración.

Esto respira, esto se contrae y se expande. Hay tiempo y espacio en la expansión. Hay características. Hay cualidades… todo ello observable. Y ese bullicio retorna al silencio. El color se apaga; las formas se desvanecen y eso deja de ser observable –la consciencia sin manifestación. En todo lo que hay vida hay oscilación –un movimiento en el que una de las posiciones exige, necesariamente, su contraria: sístole/diástole; sueño/vigilia; inspiración/expiración… multiplicidad/unicidad… manifestación/reabsorción.

¿Quién puede caer en la cuenta de esta estructura existencial? ¿Quién puede observar y observarse en todos los estados (vigilia, sueños, sueño profundo)? –un proceso reflexivo. Solo el hombre tiene esta capacidad, el insan. Por ello vemos una infinidad de fases en el proceso creador, hasta llegar a esta singular entidad, a esta criatura en la que ya se puede reflejar, a nivel funcional, el sistema operativo; una criatura que ya participa de la propia configuración divina; una criatura en la que se proyectan los elementos de esta configuración.

Vemos de forma simbólica este proceso en los mitos de la creación de todos los pueblos que han sido capaces de preservarlos de forma oral o escrita. Vemos en todos ellos «intentos fallidos» –hombres incapaces de generar un lenguaje conceptual; hombres carentes de consciencia, incapaces de unificar el cielo con la tierra, lo humano con lo divino. Y vemos en estos mitos cómo los dioses se quejan de esta criatura insuficiente, y ello les obliga a perfeccionarla insuflándole parte de su espíritu, de su aliento, de su Ruh; modificando la configuración previa. Vemos esta actualización en el Corán –cómo el bashar (el primer ser humano) es actualizado en el insan (el hombre, el ser humano completo).

En el Antiguo Testamento todavía quedan retazos de este proceso creador que los escribas no lograron eliminar, ya fuese por despiste o por ignorancia. Fijémonos en este inquietante versículo del Génesis:

Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano y tome también del árbol de la vida, y coma y viva para siempre. (Génesis 3:22)

Esta misma idea se repite en numerosos pasajes bíblicos: «Hemos creado al hombre a nuestra imagen y semejanza.» Y ¿cuál es esta «semejanza» que se manifiesta incluso en su imagen?

Se hace referencia aquí a la propia configuración divina de la que el hombre es su reflejo funcional humano, como un fogonazo divino –consciencia, nafs, soporte (cuerpo). Y estos tres elementos, en el caso del hombre, están interrelacionados por el fuad.

¿Cuándo tuvo lugar esta transformación? ¿Cuándo el hombre pudo integrarse en la Órbita divina? Precisamente en el momento en el que Adam come un fruto del árbol del que se le había prohibido comer. Cuando la ingestión de este fruto activa todo el sistema hormonal del hombre, comienza a latir el fuad –el corazón de la derecha, el locus donde se manifiesta el «yo», la nafs. Y este fuad, este nuevo corazón, conmociona la configuración previa del hombre. El «yo» empieza a latir. Se ve desnudo, siente vergüenza, remordimiento. Se despierta la consciencia y ésta muestra al hombre la dualidad, el bien y el mal.

Los malaikah temen ahora que esta criatura, que ya es como uno de ellos, alargue la mano y coma del árbol de la vida, adquiriendo de esta forma la inmortalidad. Mas los malaikah desconocen toda la geografía existencial, así como la propia configuración del hombre. No puede permanecer por mucho tiempo en la vida de este mundo, pero puede continuar existiendo en las siguientes fases, manifestándose en otros soportes, en otros cuerpos.

La consciencia separa al hombre del resto de los seres vivos, pues esta consciencia, a través del fuad, produce en el hombre reflexión, análisis, comprensión. Un recién nacido no puede interactuar con un experto en matemáticas, pero un adolescente ya puede hacerlo, ya que ha adquirido un lenguaje conceptual que le permite comprender a este experto y expresarse él mismo. De la misma forma, el insan ya puede interactuar con el sistema divino a través de este mismo lenguaje.

Volvamos ahora a la configuración del hombre como reflejo funcional humano de la configuración divina –la nafs se refleja en la consciencia y de esta forma existe, adquiere identidad que se expresa en la pulsión «yo». Vemos que el concepto «nafs» es un concepto escurridizo, quizás porque ante todo se trata de una experiencia –sé que soy yo porque me experimento, aunque no sepa qué pueda ser ese yo.

Sin embargo, podemos acercarnos aún más a esta entidad y descubrir, por la ley de plantillas, que, si la materia inerte está constituida por átomos y el soporte o cuerpo de la nafs está constituido por células, por las primeras entidades vivas independientes, esta misma estructura deberá reflejarse en ese «yo» y por lo tanto podremos decir que las nafs son los átomos, las células de la cognición divina, y como éstas, estarán constituidas por organelos, que en el caso de las nafs se traducirán en cualidades espirituales y sus contrarios, generando infinidad de matices que individualizarán a cada una de estas nafs según una sutil variación porcentual. Y esta individualización de un conjunto porcentual de valores se manifestará en el carácter, en la personalidad, en la idiosincrasia de la entidad hombre, insan. Mas este carácter, esta proyección exterior de la nafs, necesitará –a su vez– del cuerpo o soporte en el que poder manifestarse. No puede haber carácter sin lenguaje, sin movimiento, sin actuaciones, sin gestos, sin rostro.

En las siguientes fases existenciales la nafs se manifestará en otros cuerpos, en otros soportes, con características muy diferentes a las del vehículo que la transporta en la vida de este mundo, reflejándose en la consciencia escenarios muy diferentes a los que ahora conforman nuestra «totalidad existencial».