La Hora que sin duda ha de llegar

Y si toda nuestra vida fuese una continua hipocresía, y por ello temiésemos a la muerte, odiásemos este inquietante acontecimiento… inevitable.

La hora de la verdad ha de llegar. La única hora en la que todo se confrontará con la verdad. Esa hora nos despojará de todo lo que creíamos ser. No quedará nada. Ni despojos. Todo era hipocresía, falsedad sobre falsedades. Es así como hemos construido la historia, los nuevos valores, las nuevas religiones.

Tantas mentiras se han ido filtrando en la trama existencial, que hemos perdido el hilo de la narración original. Ya no sabemos dónde estamos.

Nos han dicho que somos la consecuencia, hasta cierto punto imprevisible, de la evolución. Nos han mentido. Lo sabemos, lo sabíamos. Mas hemos reaccionado como si la teoría tuviese suficiente base científica como para abrirse camino en la intrincada búsqueda de los orígenes. Era una aceptación hipócrita frente a una propuesta hipócrita. Una mentira consensuada. Un escenario de hipocresía cada vez más falso, cada vez más exaltado. Nos convenía participar de esa mentira, de todas las mentiras. Nos resultaba cómodo ser masa, que fueran otros los que asumieran nuestras responsabilidades, nuestro deber de averiguar el sentido de la vida.

Y de esta forma, nos hemos salido del camino, y hemos llegado al centro mismo del bosque, donde han desaparecido todas las indicaciones, todas las referencias. Sabemos que cualquier dirección que tomemos nos alejará aún más de la senda. Esperemos, pues, a ver que viene.

Espera fatal, pues lo que venga será más hipocresía, más falsedades. Así llegó la tecnología, para facilitarnos la vida. Mas aquel rostro amable se tornó en máscara de control, después en mascarilla, en seguimiento, en detención.

¿Qué se podía esperar de esos artilugios que nos separaban de nuestros familiares y amigos, haciéndolos indeseables –gentes que no nos dejaban oír la película, el programa o el concurso.

Ahora se habla de viajes interestelares, de bases planetarias, de encuentros fabulosos con extraterrestres. Las mismas mentiras, la misma hipocresía, la misma complicidad. Nos agrada imaginar mundos irreales, incluso estúpidos, degradados.

El programa Artemis de la NASA no podrá realizarse en el 2024 como estaba previsto, pues los trajes espaciales con los que los astronautas se iban a pasear por el suelo lunar, no van a estar listos para esas fechas. Son trajes de última generación fabricados con una tecnología que nosotros, todos, no nos podemos ni tan siquiera imaginar. Es cosa de otros mundos, de otros ámbitos. Algo portentoso que se está diseñando en sótanos polvorientos para no levantar sospechas.

Todo entonces parece ir sobre ruedas dentadas –qué es un pequeño retraso comparado con la inmensidad del universo. Bien, tenemos tiempo todavía. No alunizaremos hasta, por lo menos, el 2026. O quizás también esta fecha se posponga a un tiempo indefinido –todas las concretizaciones son odiosas, arrogantes.

Sabemos que es mentira, pero seguimos esperando, entre olvidos, que ocurran estos acontecimientos. “¡La inteligencia humana no tiene límites!” Nos consuela la hipocresía. Y mandamos a nuestros hijos al colegio para que aprendan, hipócritamente, las falsedades de la historia, de la ciencia, del pensamiento… y no les moleste tener que mentir cada día.

Todos los políticos mienten, pero no se nota demasiado, pues todos mentimos y todos sabemos que mentimos y declaramos, dentro del hipócrita panorama social, que la falsedad forma parte de la inevitabilidad existencial. O algo así.

Es probable que mañana ya no tengamos que mentir; es probable que se acabe la hipocresía, y nuestra única tarea sea la de rastrear y eliminar a los enemigos del sistema.

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