Tiempo libre, otra estrategia para denigrar al hombre

Existe todo un campo de investigación que estudia y analiza los conceptos que suelen acompañar al del tiempo libre –pasatiempo, recreación y ocio, sin que se haya llegado a ningún resultado claro y aceptado de forma mayoritaria –al igual que ocurre con el resto de los campos de investigación, dicho sea de paso. La última de estas palabras, ocio, merece que hagamos un pequeño rastreo etimológico. Proviene de la palabra latina otium, y la utilizó por primera vez, hace ahora más de 2000 años, Quintus Ennius en su obra titulada Iphigenia, donde contrastaba otium con negotium –el asunto, como vemos, tiene su antigüedad. En la obra de Ennius, otium representa el aburrimiento e intranquilidad de las tropas romanas durante los lapsus sin guerra, sobre todo durante las largas temporadas de invierno.

En la Grecia clásica el ocio era considerado como el tiempo dedicado a reflexionar sobre la vida y otros tópicos importantes, como las ciencias y la política. Aristóteles mantenía que el ocio era un tiempo de vital importancia para alcanzar lo que él llamaba virtudes. Había en él ausencia de trabajo útil y productivo, pero, a cambio, permitía que se desarrollarán las meditaciones filosóficas, lo que podríamos llamar “actividad académica.”

A la mayoría de nosotros el concepto aristotélico de ocio seguramente nos resulte extraño e incluso incómodo. Más que meditaciones filosóficas, nos vendría a la mente el conocido refrán “el ocio es la madre de todos los vicios”, algo que los espacios recreativos y los espectáculos han tratado de minimizar y de hacernos olvidar tan profunda sabiduría. Sin embargo, no parece que las cosas estén muy claras cuando constantemente vemos titulares como:

Tiempo libre: ¿Cómo ocuparlo productivamente?

¿Qué puedes hacer en tu tiempo libre?

Curso monitor tiempo libre online

Tips para aprovechar el tiempo libre

Propuestas para ocupar el tiempo libre

Consejos para desconectarse de la rutina

En el último tramo histórico, el asunto comenzó con la llamada Revolución Industrial a finales del siglo XVII-principios del XVIII, que dio origen a la súper producción y la urgente necesidad de encontrarle salida –en otras palabras, de venderla. Cuando las sociedades agrarias se convertían en urbanas; cuando se desarrollaba la red ferroviaria; cuando se instalaba la electricidad; cuando se introducía el trabajo por turnos; cuando la desmontadora de algodón… cambiaron para siempre la sociedad norteamericana y otros inventos parecidos lo harían con la europea. Surgía de la nada el atractivo concepto del tiempo libre, nada difícil de vender, y el inicio de la “trascendente” actividad llamada turismo.

En realidad, todo se reduce a trabajar 40 horas a la semana en trabajos que no nos incumben, para dedicarnos el fin de semana y las vacaciones a lo que nos daña y termina, así, de cerrar el círculo del desastre existencial. Este desequilibrio se traduce en la práctica en el abuso de opioides, drogas y en trastornos mentales que requieren la ingestión de potentes fármacos.

Cualquier aspecto que analicemos –pasatiempo, tiempo libre, recreación, ocio– nos lleva al consumo exagerado y a un gasto innecesario. Lo que ganamos con el sudor de la frente vuelve en cuestión de horas al bolsillo de los que controlan los medios de producción, el espectáculo y la comunicación. Con una mano cogemos el salario mensual y con la otra lo gastamos en las diversiones que han preparado para nosotros esos mismos consorcios –en gran medida para que no nos volvamos locos. Es el Saturday Night Fever –una vida mediocre sublimada en el extravagante fin de semana o en un viaje exótico al fin del mundo. La fiebre suele acabar en resaca depresiva y el exótico viaje navideño acaba con nuestros ahorros y nuestras fuerzas.

Se nos ha inculcado que los viajes abren la mente, nos conectan con otras culturas y sociedades, son una fuente creativa… y todo lo demás. Pero el turismo nada tiene que ver con el viaje. Se reduce a esperas interminables en los aeropuertos, estancia en hoteles, la tortura de la playa y la borrachera por la noche. El viaje turístico crea en sus víctimas la sensación de estar recorriendo el mundo, pero lo único que recorren son discotecas y aburridos museos, naturaleza muerta, salas y salas que nos hablan de un glorioso pasado que las ideologías modernas han tachado de incivilizado por causa de la pena de muerte, entonces vigente, y por las leyes contra la homosexualidad y el lesbianismo –todavía no existían transgéneros. Pero más víctimas aún son los lugares de destino de estas hordas depredadoras, a las que llevan la corrupción, la decadencia y la explotación. Y si por alguna razón los turistas desaparecen o buscan otros lugares en los que saciar su apetito cultural, aparece el desastre económico, ya que el dinero fácil que aportaba tan lucrativa “industria” les ha hecho obviar otras opciones de desarrollo.


Nuestras casas están equipadas con todo tipo de electrodomésticos, con el fin de no cansarnos y poder disfrutar del tiempo libre que nos permita ir al gimnasio para cansarnos haciendo ejercicios simiescos.


En el término “recreación”, quizás el más atractivo e inocente de todos, también merece que nos detengamos por un instante. Se supone que son las actividades que realizamos para diversión o por placer. Hoy, sin embargo, cada vez más se asocian con lo que podríamos llamar “estar en forma”. Existe todo un complicadísimo procedimiento para alcanzar este objetivo: visitas al gimnasio, correr por las mañanas, llevar una dieta adecuada, hacer yoga… y otras muchas actividades que más que al hombre consciente divertirían a los simios. Para realizar la mayoría de estas actividades necesitamos un vehículo. Nos montamos en el coche o en otro medio de transporte para ir al polideportivo, sin caer en la cuenta de que caminar es el mejor y el más natural de los ejercicios. Cogemos el ascensor, porque ni siquiera se nos ha pasado por la mente utilizar la escalera, y ello nos lleva a nuevas visitas al gimnasio para perder los kilos que hemos adquirido al montarnos en ese cubículo eléctrico. Nuestras casas están equipadas con todo tipo de electrodomésticos, con el fin de no cansarnos y poder disfrutar del tiempo libre que nos permita ir al gimnasio para cansarnos haciendo ejercicios simiescos.

Estas incongruencias son el resultado de no poder elegir la forma de vida que es propia del hombre. Todo nos ha sido impuesto –la electricidad, el teléfono, la locomotora, la electrónica, el adulterio, la homosexualidad, el transgenerismo… Pronto moriremos y se acabará la pesadilla.

Cada vez se da más importancia al buen uso del tiempo libre, a estar en forma, a llevar una vida sana, a la dietética –y cada vez hay más enfermedades, desequilibrios mentales, muertes por sobredosis y suicidios.

El tiempo libre es una oportunidad sin igual para maravillarnos al observar la perfecta sintonía del hombre con el universo que le circunda, para contemplar extasiados el simple y a la vez portentoso fenómeno de la noche cubriendo al día.

Un comentario sobre “Tiempo libre, otra estrategia para denigrar al hombre

  1. Nos gustaría preguntar a los expertos del mundo moderno, psicólogos, sociólogos, educadores y terapeutas, todos ellos unos ateos y febriles hedonistas, ¿cómo evitar la proliferación del alarmante fenómeno de los NINIS, jóvenes que no estudian ni trabajan, jóvenes cuyo único propósito vital es recolectar likes y seguidores en Istagram? ¿Por qué los NINIS sólo existen en el mundo incivilizado (occidente)? Nosotros proponemos proporcionar a los NINIS una educación islámica. ¿Qué proponéis vosotros, expertos? ¿Más de lo mismo, más democracia, más libertad, más homosexualidad…? Opinad.

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