¿Estáis seguros de que será así?

Tanto judíos como cristianos tomaron al Islam como a un hermanito intempestivo, indeseado, que se sumaba a la familia sin que nadie lo quisiera. Se pudo deber a un descuido a la hora de utilizar medidas anticonceptivas o quizás a un arrebato pasional, de esos que nublan la mente y nos hacen cometer las mayores locuras. Y, sin embargo, qué sería de la humanidad si este bebé proscrito no hubiese nacido. Qué referencia tendríamos a la hora de analizar sus textos –tan contradictorios, tan esotéricos, tan absurdos; producto de falsificaciones, de añadidos y de omisiones.

Ya desde los primeros años de la crítica bíblica rabinos y filósofos, como por ejemplo Spinoza, se preguntaban cómo podría ser el Pentateuco el conjunto de los cinco libros revelados a Musa. Había en el Deuteronomio frases y expresiones que claramente contradecían este supuesto. Spinoza publicó un análisis crítico unificado, demostrando que los pasajes más problemáticos no formaban parte de casos aislados que pudieran ser explicados uno a uno. Antes bien, estas contradicciones estaban esparcidas por los cinco libros de Musa. Alguien narraba en tercera persona los acontecimientos y las aseveraciones que es difícil creer que las pronunciase Musa, como por ejemplo “el hombre más humilde de la Tierra”, o la información sobre su muerte, o la expresión “hasta el día de hoy”; referencias geográficas a lugares cuyos nombres fueron dados después de Musa; asuntos que ocurrieron después de Musa, como la lista de los reyes edomitas. En Deuteronomio 34 leemos: “Nunca se levantó otro profeta en Israel como Musa…” Para Spinoza, claramente, esta frase solo pudo ser pronunciada por alguien que vivió mucho tiempo después de Musa y tuvo la oportunidad de conocer a otros profetas y poder, así, compararlos.

Todo ello le llevó a Spinoza a declarar: “Es tan claro como el sol al mediodía que el Pentateuco no fue escrito por Musa, sino por alguien que vivió mucho tiempo después.” Y estas declaraciones, no exentas de lógica y análisis, hicieron, “hermanos monoteístas”, que lo excomulgaseis del judaísmo y más tarde fuera condenado por católicos y protestantes, pasando su libro a engrosar el Índex católico. Seis años más tarde emitisteis 37 edictos contra él e incluso atentasteis contra su vida.

Mas brutalidades aparte, lo que aquí queremos resaltar es un concepto que ha ido tomando relevancia en la cosmogonía católica, en su ontología, y que ha desvirtuado la estructura básica del ser humano, así como su destino post-mortem. Nos referimos al término “alma”. Obviamente, nadie sabe lo que es, a qué exactamente hace referencia, pero se utiliza como un comodín y se dice que al morir el alma va al cielo, o al infierno.

Veámoslo desde la perspectiva islámica para salir de este embrollo. El ser humano está compuesto de la nafs –una entidad viva independiente. Mas esta nafs en el caso del hombre ha sido investida de consciencia y, por lo tanto, de reflexión. La nafs, cualquier nafs, necesita un soporte para manifestarse –el cuerpo; de la misma forma que el color necesita un material en el que expresarse. Por lo tanto, la nafs necesitará siempre un cuerpo en el que transportarse y viajar de fase existencial en fase. Cuando la nafs ha llegado al final de su término vital en la vida de este mundo y tiene que pasar a la siguiente fase en la vida post-mortem, este cuerpo de dunia, terrenal, ya no le sirve. Necesita otro vehículo, manteniendo siempre su consciencia de existir en cuanto que esa nafs en particular, única. Por lo tanto, lo que “va al cielo o al infierno” no son las almas, sino las nafs, transportadas en diferentes vehículos, en diferentes cuerpos. Entonces ¿a qué ser refieren los cristianos cuando utilizan el término “alma”? En principio –a una confusión. Confunden alma con nafs, que es nuestra identidad, lo que somos.

Mas podríamos utilizar la palabra “alma” si la hacemos coincidir con el término árabe ruh, es decir, la energía que mantiene el dispositivo “hombre” –nafs/consciencia/cuerpo. Mas este ruh, esta alma, no forma parte de ese dispositivo, de la misma forma que la electricidad, que da la vida a un ordenador, no forma parte de éste. Es una energía que viene de fuera y se introduce en el ordenador y lo activa, pues éste posee la capacidad de conectarse a esta fuente de energía. De la misma forma, el dispositivo “hombre” tiene la capacidad de recibir este ruh, esta alma, y cobrar vida.

Cuando el hombre “muere”, el ruh se desconecta del cuerpo. Éste deja de moverse, de vivir y la nafs experimenta la “muerte” por efecto de una errónea identificación con su vehículo. Mas el ruh sigue conectado a la nafs y ésta pronto adquirirá un nuevo cuerpo, volviendo así a la vida, a la vida post-mortem. Por lo tanto, podemos concluir que cada entidad humana está configurada a través de una nafs, investida de consciencia y transportada por un vehículo; y todo ello vivificado por el ruh, por la electricidad divina, por la energía del Creador, por el alma.

Si, por el contrario, identificamos el alma con la nafs, habremos omitido el factor ruh, el factor vivificador, dando a la nafs, al alma, un poder de independencia con respecto a su Creador. La energía nunca puede ser un elemento intrínseco a cualquier dispositivo. Por lo tanto, recomendamos a los cristianos que adopten el concepto nafs, quedando el concepto “alma” como sinónimo de ruh.

Sin embargo, todavía hay otro problema cuando llegamos a la fase final del periplo existencial: quién entra en el paraíso –seamos optimistas; cómo entra; qué le espera allí.

Para los judíos no hay vida post-mortem. Nunca se habla de ella en los libros supuestamente revelados a Musa. Incluso en el Deuteronomio, cuando se habla de la muerte de Musa, se le dice: “e irás a descansar con tus padres”, una idea totalmente pagana.

En el Nuevo Testamento se habla de forma más clara de una vida más allá de la muerte. Hay resurrección, hay un juicio y hay paraíso e infierno. Sin embargo, hay una geografía incompleta y, de alguna forma, inquietante, pues no hay en ese paraíso prometido nada que pueda estar afinado con los anhelos de la nafs. Incluso parece deducirse que la vida en ese lugar celestial consistirá en contemplar la gloria de Dios, un andar entre nubes, con túnicas blancas, y entonando aleluyas.

Sin embargo, como ya hemos apuntado, la nafs necesita de un cuerpo para manifestarse, para existir. Por lo tanto, el paraíso tiene que ser un lugar idóneo también para un cuerpo. Tiene que ser una Tierra. Tiene que haber alimentos. Tiene que haber día y noche. Tiene que haber criaturas propias del Jardín, creadas para esa nueva Tierra.

El Corán es prolijo a la hora de relatar cómo será la vida en esos jardines de las delicias.

Habrá frutas y carnes de todo tipo; ríos de leche y miel que no se echarán a perder. Habrá estancias elevadas. Llevarán sus habitantes ropas de seda, brazaletes de plata y oro.

Y algo más –un constante ascenso en el conocimiento.

En cuanto a los virtuosos, beberán de una copa cuya mezcla será kafura. (6) Surgirá de un manantial del que beberán los siervos de Allah y al que harán brotar en abundancia. (7) Allí estarán los que hayan cumplido sus compromisos y hayan temido el Día cuyo mal se esparza por doquier. (8) Daban de comer, por amor a Él, al pobre, al huérfano y al cautivo: (9) “Os alimentamos para complacer a Allah. No os pedimos nada a cambio ni deseamos que os sintáis en deuda con nosotros. (10) Tememos de nuestro Señor un Día severo, funesto.” (11) Allah les habrá librado del mal de ese Día, les iluminará y se llenarán de gozo. (12) Su galardón por haber resistido será un Jardín y seda. (13) En él estarán recostados sobre lechos elevados y no sentirán el agobio del calor ni sentirán frío. (14) Tendrán sombras cercanas y frutos al alcance de la mano. (15) Se les ofrecerán vasijas de plata y copas de cristal, (16) de cristal de plata, según lo deseen o les dicte su razón. (17) En ellas se les dará una bebida mezclada con jengibre. (18) Habrá también una fuente llamada salsabil. (19) En torno a ellos circularán muchachos de eterna juventud. Al verlos pensarías que son perlas esparcidas. (20) Si miras allí, no verás, sino deleite y un gran dominio. (21) Llevarán vestidos de raso verde y de brocado. Irán adornados con brazaletes de plata, y su Señor les dará a beber una bebida purificada. (22) Este es vuestro galardón. Vuestro esfuerzo ha sido recompensado. (Corán 76-Sura del hombre, al Insan)

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