A pesar de que en los libros revelados, en el Génesis por ejemplo y en el Corán, se limita la existencia de esta creación a un principio y un final, los científicos han abierto el Universo de par en par y le han otorgado una duración cuasi infinita –algo de lo que no preocuparnos. Dejando aparte lo irracional de esa excesiva tolerancia que va en contra de las propias leyes de la física, de la entropía, sin ir más lejos, pero también de nuestra experiencia cotidiana, ha dejado abierta la ventana de la interpretación –que cada uno le ponga a la película el final que más le guste.
Todo lo que tiene un principio, tiene un final. Y aún podríamos decir que todo lo que tiene un principio, tiene un objetivo, una razón de ser. Todo lo que fabricamos lo hacemos para algo, tiene una finalidad. Nadie pasaría el resto de su vida tratando de mover una pared. Para cada esfuerzo, para cada acción, exigimos un resultado, un movimiento… otra acción que ponga en movimiento la acción siguiente. Es una dinámica lineal, en la que poco a poco irán interactuando todos sus elementos, hasta formar una estructura poliédrica, como es el caso de la proteína –un árbol, un organismo.
Mas el colapso del Universo no es algo previsible para los científicos. Su final no es la consecuencia de nada, sino el resultado de la voluntad de Allah el Altísimo. El Universo colapsará porque el hombre habrá colapsado. Con la descarga del último texto coránico revelado al profeta Muhammad se completó el edificio profético, la guía para los hombres, el conocimiento. Y a partir de ese mismo instante, el hombre comenzó a deslizarse por la ladera oeste de su propia existencia, comenzó a degradarse, a perder las cualidades intrínsecas a su naturaleza humana.
(1) ¡Por la corriente del tiempo (2) que arrastra al hombre –insan– a la perdición. (3) Mas no así a los que creen y actúan con rectitud –se exhortan a la verdad y a resistir. (Corán 103 – al Asr)
Es un descenso inevitable, mas no para todos. Los que creen y actúan con rectitud se salen de la historia, se salen del tiempo, se salen de la entropía espiritual. La tumultuosa corriente de los acontecimientos no logra arrastrarles como arrastra a los ghafilun, a los negligentes, a los que bailaban y cantaban al son de los clarines en la fiesta de Samiri en honor al becerro de oro.
Generación tras generación han sido enterrados en el mar como su ídolo. También esta generación de celebrantes correrá la misma suerte que su ídolo –el gran becerro tecnológico. ¿Hasta dónde descenderá el hombre? Hasta lo más bajo que le permita su configuración.
(4) Hemos creado al hombre en el mejor de los moldes. (5) Luego lo hemos devuelto a lo más bajo, (6) salvo a los que creen y actúan con rectitud. (Corán 95 – at Tin)
Podríamos decir que es una consecuencia lógica dentro de la física cuántica si la proyectamos al mundo de los acontecimientos. Si trazamos un triángulo, la posición del hombre de hoy en la ladera derecha es similar a la de los humanos que se dirigían hacia la cumbre por la ladera izquierda. Solo que ahora, en el caso del hombre de hoy, del hombre que desciende, del hombre derrotado… se trata de una aniquilación, mientras que en los humanos de la ladera izquierda había una ascensión, un futuro luminoso. Se trataba de llegar a ser hombres dotados de lenguaje conceptual y de consciencia. El hombre de hoy, en cambio, lo está perdiendo todo. Su consciencia se mantiene inactiva. Su razón, cada vez más perturbada, no logra cohesionar una imagen nítida de la existencia debido a las constantes interferencias que le llegan en forma de órdenes culturales que trastocan todos sus parámetros. El hombre de hoy se aleja de sí mismo y se proyecta en mundos ficticios que su propia tecnología crea para él cada día. No le interesa quién es, sino quién será. Vive en un mundo de propuestas a las que no pide ningún tipo de verificación. Cree que su miseria actual, su pobreza, su ignorancia, su confusión… serán pronto sustituidas por nuevas realidades tan ficticias como las anteriores.