¡Mírate al espejo! ¿Qué ves? Un asesino, un nefario, un egoísta usurero. ¿Te has parado alguna vez a buscar en el diccionario el significado de la palabra “sabandija”? Hazlo y te darás cuenta en seguida de que eso es lo que eres tú –una sabandija, una bestia arrolladora. ¿Sabes que muchos de los que hoy están muriendo infectados por un virus letal, chino y comunista, sucumben porque tú y tipos como tú se niegan estúpidamente a vacunarse? ¿En qué has basado tu decisión?
En muchos factores, supongo, pero sobre todo en la reflexión, que es una característica de mi personalidad que me ha sido dada en abundancia. Y así, tras leer numerosos artículos de expertos, biólogos y virólogos, médicos… he llegado a la conclusión de que ni siquiera existe tal virus y ello, lógicamente, me ha hecho sospechar de que lo que llaman vacunas podría ser algo my diferente y dañino.
Ya veo. ¿Y no se te ha ocurrido pensar, dada tu tremenda capacidad reflexiva, en que era más lógico seguir las instrucciones de los expertos reconocidos mundialmente que llevan décadas luchando en primera línea del frente, como un muro infranqueable, contra las enfermedades infecciosas, contra los virus, contra todo patógeno malintencionado?
Sí, la verdad es que pensé en ello, pero siguiendo la máxima judicial de que el juez no puede ser parte en el conflicto, preferí seguir las informaciones de los independientes.
¡Pero qué independientes ni que independientes, muchacho! ¿Tú te crees que esos auto determinados expertos no están respaldados por poderosos lobbies que los protegen y abren las puertas a sus publicaciones? ¿Realmente lo crees? ¿Realmente crees que esos médicos que pierden su trabajo por decir “la verdad” no tienen un generoso y elegante colchón de plumas para recibir su caída? No seas ingenuo.
El otro día te vi salir de tu trabajo en un flamante coche a gasolina. Allí estabas tú, arrancando, acelerando, echando CO2 por tu maldito tubo de escape, como flatulencias en forma de partículas venenosas transportadas a la estratosfera, a la ionosfera, a la biosfera, a todas las esferas, esféricas o no. Y allí se quedaron, transformando los rayos solares en flechas envenenadas, cubriendo la bóveda y provocando el efecto invernadero, aunque te diré que el efecto invernadero es un concepto más viejo que la tana. Ya vamos por erupciones volcánicas inesperadas, corrimientos tectónicos, lluvias torrenciales, incendios espontáneos; y todo ello gracias a tus gases, a tu inconsciencia, a tu indiferencia ante el hecho de estar destruyendo la vida de esta Tierra nuestra, arruinándola, desecándola, violándola… ¿Me escuchas, sabandija? Después, llegas al garaje de tu casa y desde allí subes en el ascensor hasta tu apartamento. ¡Qué vergüenza! Solo estás tú en ese lujoso habitáculo. Hay sitio para ocho vecinos, pero solo tú lo utilizas, y mientras aprietas el botón del cuarto piso, no te sientes avergonzado por tamaño despilfarro. Ya en tu apartamento de 225 metros cuadrados, con 3 salones, un comedor, un estudio, 4 dormitorios, 3 baños, una cocina 5 estrellas… no se te ocurre pensar que uno de esos saloncitos podría servir para que ejecutivos de empresas pudieran reunirse allí y estudiar sus nuevos proyectos. Tampoco habrás pensado en lo útil que le podría ser tu cocina a Fulanito, que tiene una hora para almorzar y su casa está a cuarenta minutos de viaje, mientras que tu lujoso apartamento se puede divisar desde la ventana de su oficina. Podría utilizar tu cocina para hacerse un buen bocadillo y después echarse una corta siesta en uno de esos inutilizados dormitorios. Pero desde tu nefario y usurero egoísmo gritas enloquecido: “¡Éste es mi mundo! ¡Éstas son mis propiedades! ¡Abajo el colectivismo!” Mas pronto sabrás la suerte que te espera a ti y a los tipos como tú. Te ataremos a una pica y te destriparemos para que los perros se coman tus vísceras. O quizás te quememos vivo con leña verde para que los ciudadanos respetables disfruten de tu suplicio. O también podría ser que atásemos tus miembros a sendos caballos para que te descuartizasen, pero sin prisas, permitiendo que se regocijen aquellos que han visto morir a sus hijos con el virus con el que vosotros les habéis infectado.
¿Puedo decir algo a mi favor?
En ese mismo instante la cuchilla le segó la cabeza.
Nadie puede mantenerse erguido ante la cuchilla liberadora, igualadora, de la obediencia. Hay que ir menguando hasta estar por debajo de ella. Se trata de llegar al enanismo universal.
Hay altavoces por todo el mundo.
¡Atención! ¡Prestad atención! Debéis encogeros. La cuchilla va a descender 2 cm.
¡Atención ciudadanos! La cuchilla…
¡Atención! ¡2 cm!
¡Atención! Debéis encogeros…
Encogeros…
La cuchilla…
Ahora 3 cm…
Yo no puedo encogerme más.
Ha sido un honor cabalgar contigo, hermano.
¡Shim! ¡Otra cabeza segada!
¡Atención!