Desde tiempos inmemoriales los charlatanes se dedicaban a vender el elixir de la inmortalidad. Prometían la vida eterna o, al menos, una larga vida llena de felicidad. Solo tenían que comprar el brebaje y bebérselo. Aquella sustancia mágica cambiaría el curso del destino.
Y la gente lo compraba porque no quería morir, porque sin haber entendido el sentido de la vida, la muerte les parecía un viaje aterrador a un lugar espeluznante en el que encontrar todos los horrores que las supersticiones de moda les hicieran imaginar.
Eran charlatanes, embaucadores profesionales que se ganaban la vida vendiendo sustancias que lo más que podían producir era dolor de estómago. Hoy, sin embrago, ese trabajo lo han asumido los científicos. La NASA y el Pentágono hablan de los extraterrestres como algo cierto de lo que tienen abundantes evidencias. Y no cesan de aparecer artículos de biólogos y expertos en ingeniería genética que aseguran haber encontrado el “gen” de la inmortalidad.
Parece que la comunidad de científicos se ha convertido en una comunidad de charlatanes. Mas, ¿alguna vez ha sido algo diferente a eso? Geoffrey West, físico teórico del Instituto Santa Fe de Nuevo Méjico nos asombra con su teoría sobre cómo alargar la vida de los seres humanos.
Para alargar la vida humana más allá del actual límite de aproximadamente 100 años, salvo contratiempos, abusos y mala suerte genética, por supuesto, West afirma que comer menos podría reducir el desgaste metabólico, lo que nos llevaría a vivir más años, pero los estudios experimentales no han demostrado que la reducción de la ingesta calórica tenga realmente un efecto metabólico importante.
Otra opción tiene que ver con una de las características más distintivas de los seres humanos –la estabilización de su constante calorífica, lo que significa que la temperatura de nuestro cuerpo permanece esencialmente la misma, mínimamente influenciada por la temperatura exterior. Esta disociación con la temperatura exterior ha sido lo que nos ha permitido sobrevivir y habitar en climas diversos, pero conlleva un alto costo metabólico.
Hacer la diferencia térmica afecta a nuestras redes internas, dice West, porque las reacciones químicas dentro de nuestros cuerpos reaccionan exponencialmente a la temperatura. «Un pequeño aumento de temperatura aumenta la tasa metabólica de manera exponencial».
Mantener nuestros cuerpos calientes en climas fríos y frescos en climas cálidos requiere un aumento dramático en la tasa metabólica. Con esto en mente, West entrevé píldoras que puedan bajar nuestra temperatura corporal, reduciendo así nuestra tasa metabólica, lo que a su vez disminuiría el desgaste de nuestras redes y nos permitiría vivir más tiempo.
Si es cierto que estamos rozando el primer cuarto del siglo XXI, ya deberíamos ser capaces, “científicamente hablando”, de ofrecer algo más que disparatadas teorías, cuya implementación siempre se pospone a un futuro evanescente que nunca llega.
La primera opción parece inoperativa, pues comer menos, sin duda un buen consejo, puede alargarnos la vida unos 5 años en condiciones óptimas. E incluso esos 5 años son discutibles, pues los estudios experimentales no han demostrado que la reducción de la ingesta calórica tenga realmente un efecto metabólico importante.
La segunda opción es particularmente estrambótica. Nuestro cuerpo está diseñado para mantener una temperatura constante independientemente de la que haga en el exterior. Si reducimos esa temperatura, no cambiará nada, pues siempre habrá una diferencia térmica con el exterior y, mantenerla, siempre producirá un desgaste metabólico.
Los científicos proponen lo mismo que proponían los charlatanes –vivir más, a toda costa. Y esa ya es una visión mediocre e inexacta de la existencia, pues la vida tiene sentido, tiene objetivos, tiene continuación post-mortem sin necesidad de ningún elixir.
El hombre debe volver a preguntarse por el sentido de la vida, no por cuánto debe durar. ¿De qué le sirve al hombre vivir mil años en la más absoluta ignorancia? Eso es lo que nos proponen los científicos, los charlatanes de hoy.