¡Hay que verlo para creerlo! Ahí están los filósofos de moda, los astrofísicos, que no se cansan de anotar nuevos planetas y galaxias, los maestros de escuela, los escolares, los cocineros, los deportistas-estrella… hablando de Dios, decidiendo si existe o no. Ahí están los grillos hablando de álgebra.
Son conversaciones de salón, casuales, en un bar, tomándose una cerveza o algo más fuerte para pasar el trago diario de su absurda vida. “Si hubiera Dios no existiría el mal, no habría guerras ni hambre ni injusticia.” Así hablan los grillos, que son los que hoy llevan la voz cantante, aunque aparezcan en público con otros nombres –woke, progresism, tratando de convencer al mundo de que ellos son mejores que Dios, tienen mejores ideas, mejores propuestas sociales. ¿Quién entonces ha organizado las guerras, las masacres, el hambre, la injusticia…? Si no hay Dios, tendremos que ser nosotros los malos, los injustos, los criminales.
Habrá que resolver esta ecuación de diferente manera. El mal demuestra la no existencia de Dios y nos culpa a los hombres de él. Sin embargo, también existe el bien. De no existir este fenómeno, la búsqueda de la paz, la generosidad, la misericordia… tampoco existiríamos nosotros ni Dios ni el mundo, pues si sólo hubiera mal no podría haber vida tal y como la conocemos. Más aún, sin bien, la existencia no tendría sentido, ya que no habría orden, sistema, lógica, racionalidad… características estas intrínsecas a la configuración del ser humano. Por lo tanto, hay mal, guerras, injusticia… pero hay equilibrio, pues hay bien. Y este equilibrio, constatado en cada instante de nuestra cotidianidad, es el resultado dialéctico de los opuestos. La luz necesita a la oscuridad, como el sueño a la vigilia. Lo masculino hace girar a lo femenino como en un vals irreconciliable –querer aproximarse implica hacer girar al otro.
¿Cómo, pues, ha podido organizarse este equilibrio, esta dialéctica de contrarios si nosotros mismos ni siquiera sabemos que existe y decimos que no hay Dios porque hay mal? Si los grillos no entienden el álgebra, habrán tenido que ser otros, ontológicamente distintos a ellos, quienes la hayan producido. Mas hay grillos que insisten que este sistema matemático apareció grabado en la arena de una playa indonesia antes de que algún “homo” poblase la isla. Son cosas de grillos, y por eso llamamos “grillado” a alguien que desvaría, a los desequilibrados, a los que no ven el bien y niegan la existencia de Dios
No se han parado a pensar ni cinco minutos en la extraordinaria armonía que prevalece en el universo, en nuestra Tierra, en nosotros mismos. Se toman una copa de ginebra y dicen: “La religión es el opio del pueblo.” Y ¿quién dice que sigas una religión? Las religiones son segregaciones subjetivas, chamánicas. Debes seguir la objetividad divina que está afinada con tu esencia, con tu naturaleza. Te has desconectado del cable que te unía a la nave y ahora te deslizas, impotente, por la oscuridad del espacio –sordo, mudo y ciego concluyes que todo ha sido una pesadilla.
Mas pudo haber sido de otra forma si tan solo te hubieras mantenido conectado a la órbita divina –habrías entendido el sentido de la vida, el objetivo de esta creación portentosa, habrías danzado con los opuestos en una perfecta consonancia.
¿Qué te espera en casa? Una larga lista de cosas estropeadas, más gastos, más créditos… Otra copa de ginebra, un cáncer… Así viven los grillados.