Mañana habrá votación para decidir si se alarga el estado de alarma o se vuelve a una cierta normalidad. Mañana será un día sin importancia, como todos los días en los que el gobierno o el congreso requiere nuestra atención y nos llama a compartir su alegría contenida por la buena marcha del país. F. Franco raras veces nos importunaba con este tipo de noticias. Hacía gala de una cortesía política de la que estos mamarrachos carecen.
Van a votar sobre el destino de nuestra sociedad. Mas quién son estos di-puta-dos para decidir nuestro futuro. ¿Quién está guiando a Sánchez para tomar estas decisiones? ¿Su conocimiento viral, celular…? ¿O quizás su interés por adquirir este conocimiento y poder hablar con cierta autoridad al respecto? Lo más probable, no obstante, es que se deje guiar por Salvador Illa y Fernando Simón, que son incapaces de comprar mascarillas, les engañan, pagan sumas astronómicas por mercancías inservibles y están al límite de sus fuerzas. Es una forma de proceder que genera dudas, sospechas… pues llevan 40 años jugándonosla.
Ahora van a votar. Mas ¿cuál es el objetivo real de esta votación? ¿Dentro de qué plan general se inscribe la decisión de seguir con el confinamiento o de abrir la sociedad? ¿Acaso los españoles no tenemos nada que decir? ¿Sabemos dónde está la pelota? ¿Sabemos a quién le toca mover? Probablemente, sólo haya un jugador. Pero la pregunta crucial aquí es: Dentro de esta enmarañada red de medios y objetivos ¿dónde podemos colocar a Sánchez y su gobierno, a estos diputados, a estos mamarrachos sonrientes? No existen, no existimos. Simplemente, esperamos a que suene el teléfono –otra llamada, otra orden.
Los 200.000 millones de euros que Sánchez pensaba “mover” –no se sabe de qué bolsillo a qué bolsillo– están paralizados en alguna caja. ¿Cómo sabía el gobierno que podía disponer de semejante suma? ¿Acaso no se trata de un análisis financiero demasiado rápido, demasiado irresponsable? ¿O simplemente se trataba de adquirir más deuda, de paliar la situación con la misma profesionalidad que Illa y Simón? Probablemente fuera una frase retórica, una forma de hablar.
Ahora, todos ponen caras circunspectas para el momento de la votación, para este momento sublime que sólo nos afecta a nosotros, pero que son ellos los que deciden, con el ejército y la policía detrás, defendiendo su democracia, su libertad, su profesionalidad.
Es el final. Mas qué podemos decir, sino que te amamos a ti, Oh Big Brother.
Al otro lado de la infamia están los chacales, jadeantes, esperando su turno, esperando el poder, la demagogia como el más exultante discurso político, en perfecto afinamiento con el del deep state. Ahora, Casado nos alerta de que la sociedad del bienestar es una quimera, un imposible, un fraude –es insostenible, con 21 millones de españoles dependientes de una ayuda estatal. Eso ya os lo dijo la Unión Soviética –si repartimos la riqueza no habrá pobres, pero tampoco ricos. Y eso, es lo que resulta insostenible. Y por ello cayó el muro de Berlín y Gorbachov tuvo que vender a Rusia a un mal precio y desmembrarla de sus “aliados”. No se puede negar el paraíso en esta vida y en la Otra (ni dunia ni Ajirah). Se puede sublimar este deseo incontenible de absoluto que anida en lo más profundo del ser humano durante una generación o dos, cambiándolo por el dios-historia, por la imagen de un mundo de héroes, guiados por los proletarios de todo el mundo, marchando al compás de la oz y del martillo, del trabajo y de tres comidas al día, sin explotación, sin diversiones burguesas… pero la siguiente generación volverá a las andadas, entrará en las iglesias y en las mezquitas o construirá flamantes night clubs.
Sin embargo, el dilema iglesia-disco no existe en realidad. El paraíso en esta Tierra exige esclavos, robots, androides… que trabajen para sus habitantes, para esos que llevan más de 7.000 años luchando para conseguirlo. Ha sido un trabajo ímprobo que ahora empieza a dar los resultados tanto tiempo esperados.
Trabajo robotizado y vida online es lo que le espera a esta humanidad negligente con su propio destino. Mas no así a los creyentes, esos que nunca han dejado de configurar su propio orden mundial, que no se han dejado arrastrar por la corriente del tiempo, de la cultura, de las modas.
Google está trabajando para conseguirlo, para dirigir a las masas que se creen libres e independientes; precisamente, porque no saben lo que ignoran; e ignoran lo que google no quiere que sepan. Cada día borra, elimina, miles de cuentas, de canales… lo mismo que hace Facebook. Ambas son terminales de un mismo programa de reeducación. Borran cuentas que hablan de conspiración. Nos recuerda este hecho a esas fachadas en las que se estampaba en negro: “Prohibido fijar carteles”.
La gente espera ansiosa a la votación. Obedecerá, se lamentará, quizás se alegre, pero no decidirá nada. Todo le será dado por anticipado. Es la vuelta a la normalidad, a la irresponsabilidad, a la dulce inmersión en el olvido.