¿Dónde está Dios? Recapacita antes de caer en el ateísmo o en la dejadez espiritual.

Michael Shermer acaba de publicar un libro, Giving the Devil his Due: Reflections of a Scientific Humanist (Dando al diablo lo que le es debido: Reflexiones de un humanista científico), en el que trata de justificar el ateísmo, pero ni siquiera como un concepto absoluto, sino más bien como una posición en la que la existencia o no existencia de Dios resultaría indiferente.

Dios, como la Verdad, es un principio actor perturbador y persistente al que los ateos como Shermer prefieren obviar y proponer una forma de vida a la que no se le pida más sentido que el de recibir el cariño de alguna tía abuela o el amor de la madre, siempre investido de ternura y sacrificio. Aquí Shermer confunde los medios con los fines. Todo eso de lo que habla en este artículo son medios para poder vivir dentro de una normalidad psicológica –el ser humano necesita recibir en su niñez cariño y amor de sus padres, familiares, vecinos… Mas esa no es la razón por la que se ha originado este universo. El objetivo de esta portentosa creación no es el de que determinados individuos sean amados por sus tías abuelas. El amor es el tejido sobre el que va montada la existencia; es la fuerza que mantiene unidos y cohesionados todos los elementos de la creación, incluidos los venenosos. Es la atmósfera del escenario existencial, pero de ninguna forma es el objetivo de nuestra vida –es un medio, una herramienta útil, para poder llevarlo a cabo. Shermer, pues, cambia la metafísica por una sociología de ir por casa, una sociología para amas de casa, para tías abuelas. Y con esta perspectiva en mente, seguro que gana un montón de dinero con su libro.

¿Tiene el universo un propósito? Esta es la pregunta más importante de todas. Si bien, en parte, no es la pregunta correcta porque la gente la hace como si hubiera algo por ahí que sabe que estamos aquí y se preocupa por nosotros. Como no creyente que soy, no pienso que ese sea el caso. Creo que depende de nosotros preocuparnos de nosotros. Pero ¿acaso una aproximación científica al universo mostraría que hay algo que sentiría preocupación? ¿El continuo espacio-tiempo, las estrellas, las galaxias … ¿Quién hay para preocuparse por nosotros aparte de nosotros mismos? Y la respuesta es, nada. Ahora, por supuesto, los teístas dicen que no, que Dios está ahí afuera y que sabe de nosotros y se preocupa por nosotros. Pero, ¿cómo ese hecho daría sentido a tu vida? Depende de ti el darle un sentido a tu vida, y no de alguna fuente externa. Lo que la gente está buscando es alguien que le diga cuál es el propósito de su vida y esa es la forma incorrecta de buscar. La búsqueda es entrar y salir, ¿cuál es el propósito de mi vida? Ahora, la respuesta científica que doy en el libro es que comienza con la segunda ley de termodinámica, que yo llamo la primera ley de la vida –la ley de la entropía, el desmoronamiento del universo es lo que sucede si no haces nada. Entonces, si tienes tu taza de café caliente y no haces nada, simplemente se enfría. Si no limpias tu habitación, simplemente permanece desordenada. Si no lavas tu automóvil, queda sucio, y así sucesivamente. Entonces, la primera ley de la vida es luchar contra la entropía –lava tu coche, calienta tu café, limpia tu habitación, cepilla los dientes… y así sucesivamente.

La posición pueril de los teístas, su ignorancia, fruto de las lecturas estériles, amañadas, alteradas a lo largo de la historia que llaman “sagradas”, no invalida el hecho en sí. Dios, Eso, un Agente… no está ahí fuera. Esta creación ocurre en Su absolutez, de la misma forma que una ensoñación ocurre en la imaginación de quien la concibe. Esta visión antropomórfica y simplista de Dios que tienen la mayoría de los cristianos o de los que han crecido en esta religión, es la causa de que intenten hacerse una idea del Creador a su imagen y semejanza, reduciéndole al tamaño de su intelecto.

En cuanto a la entropía, Michael debería darse de cuenta de que es un argumento que contradice su teoría. Podemos lavar el coche tres veces al día, pero eso no evitará que acabe por deteriorarse y deje de funcionar. Si no nos bebemos el café enseguida, se enfriará inevitablemente. Podemos cepillarnos los dientes 10 veces al día, pero eso no impedirá que acabemos perdiéndolos. La entropía es una realidad ineludible que nos va devorando, a nosotros y a todo lo que existe, pues por encima de su función en la Tierra y en todo cuanto la puebla, existe una entropía cósmica que un día igualará la existencia con la no-existencia, y esta creación se enrollará como un pergamino en la “Mano derecha” de Allah el Altísimo. Podemos cuidar de nuestros seres queridos con todos los medios a nuestro alcance, pero ello no podrá eludir el hecho de que vayan muriendo, uno a uno –de accidentes, de enfermedades, de suicidios, de sobredosis…

Si no fuera porque sabemos que Shermer escribe para los norteamericanos (350 millones), pensaríamos que es un cretino sin la menor madurez intelectual. Mas a esta sociedad de psicópatas le encanta la suavidad de los muñecos de peluche.

Entonces construyes tu vida desde esta perspectiva. De acuerdo, sabemos por investigaciones científicas realizadas por psicólogos sociales, psicólogos que estudian el comportamiento humano, e incluso hay una rama de la psicología que ahora estudia el propósito y el significado de la vida. Pues hay cosas que pueden hacer que tu vida tenga sentido. Trabajo, que vaya con tus inclinaciones naturales. Una razón para levantarse cada mañana y hacer algo productivo. Familia, tener algún tipo de grupo de personas que se preocupan por ti, que te aman, que te importan y que los amas. Matrimonio o sociedad o solo una persona que amas y que te ama y que te reconoce como una persona que vale la pena. Y luego hay algo llamado espiritualidad. Ahora quiero tener cuidado aquí porque esa palabra casi siempre está asociada con las religiones convencionales, pero aquí lo digo en un sentido mucho más amplio. Una sensación de asombro ante cosas que son más grandes que nosotros. El universo, el cosmos o cualquier tipo de estado meditativo, la oración. Simplemente caminando por la naturaleza y mirando a los enormes árboles o al océano. Hay algo que nos emociona cuando nos paramos en una colina o en un acantilado y contemplamos el océano, un prado o un bosque que evoca asombro en la gente. Y ese es el tipo de espiritualidad que hace que las personas se sientan afortunadas de estar vivas. Y si piensas en todos los billones de personas que podrían haber nacido y que nunca nacieron, los 7.500 millones de seres vivos ahora, los cien mil millones que vinieron antes. Somos muy afortunados. Quiero decir, la mayoría de las personas que podrían haber nacido nunca nacieron para tener esta oportunidad. E incluso si eres un teísta y crees que hay una vida futura, hagámonos esta pregunta: ¿Dónde estabas antes de nacer? ¿A dónde vas a ir después de morir? Al mismo lugar. No existes, luego existes, después no existes. Incluso si me equivoco y resulta que hay una vida futura, y hablo de esto en mi libro, no importa porque no vivimos en la otra vida. Vivimos en esta vida, en el aquí y ahora.

Ya hemos visto en la introducción a su artículo que Shermer confunde los medios con los fines y, además, sus propuestas parecen ir dirigidas a un grupo muy especial y minoritario de personas –realizan un trabajo con sentido, son amados, son felices en su matrimonio… Según estás indicaciones podríamos concluir que el ateísmo es exclusivo de las elites. Nosotros haríamos otro tipo de preguntas: ¿Qué haría Michael en una isla desierta sin el amor de su tía abuela, sin esposa, sin nadie que le publique, sin nadie que le lea? ¿Le resultaría entonces irrelevante saber si hay o no Dios, vida post-mortem? La vida de Michael, como la de la mayoría de los occidentales, es en sí misma una droga, una buena dosis de obnubilación, que nos hace ir tirando. Ahora, a millones de personas en todo el mundo se les ha pasado el “efecto” y han caído en la más deprimente desesperación y aburrimiento –no pueden ir de compras, sentarse en una cafetería, alternar en los pubs, ir con los amigos a cenar a un restaurante de moda, viajar…

El sentido de la vida no puede estar en las actividades que realizamos…

El sentido de la vida no puede estar en las actividades que realizamos, sean del tipo que sean, pues todas ellas son medios para vivir, y no fines. ¿Qué sentido tendría para un musulmán ayunar por ayunar? El ayuno es un medio, como la oración, como el Hayy… y quien los tome por fines habrá caído en un claro extravío.

¿Dónde estabas antes de nacer? La respuesta le sorprendería a Michael, pero dejemos que la siga buscando; quizás ese esfuerzo le purifique. Después de hacerse preguntas retóricas nos lleva a un ámbito sumamente peligroso –por una parte, admite que a lo mejor se equivoca y sí existe una vida post-mortem, para luego concluir que ese detalle carece de importancia, pues vivimos en esta vida de aquí y ahora, que es la que importa. En efecto, esta vida importa y mucho, pues es aquí donde estamos construyendo nuestra morada en Ajirah (en la otra vida), una morada paradisiaca o una morada de fuego. No parece que sea un detalle sin importancia.

Y llamo a esta era Alvy, de la película de Woody Allen «Annie Hall», en la que hay una escena de flashback que nos lleva a cuando el protagonista era un niño y se niega a hacer su tarea. Entonces, su madre lo lleva al psiquiatra, quien le dice: «¿Qué pasa, Alvy?», Y él dice: «Descubrí que el universo se está expandiendo y que el universo es todo y que un día todo se desmoronará, así que nada de lo que hagamos importa». Y su madre le grita: «¿Qué tiene que ver el universo con los deberes? Vivimos en Brooklyn, y Brooklyn no se está expandiendo”. Yo lo llamo la era de Alvy. Nuevamente, preguntando cuál es el propósito de la vida. El propósito de la vida es aquí y ahora. No importa lo que pase dentro de miles de millones de años a partir de ahora o si hay un Dios o no, si hay una vida futura o no. Es irrelevante. Esta es la vida que importa.

Bien, tenemos dos posiciones existenciales, la de Alvy y la de su madre, una histérica ama de casa. Alvy ha leído en algún sitio que el universo se expande y que un día u otro todo él se desmoronará –para qué entonces hacer los deberes. Nada, realmente, tiene sentido pues al final lo único que nos aguarda es un derrumbe total. Del otro lado, está la posición de su madre. Ella no ve ninguna relación entre un universo que se expande y que terminará por colapsar, y el hecho de que su hijo se niegue a hacer las tareas. No obstante, lo más perturbador de todo este asunto es que Michael opte por la posición de la madre, se alinee con la posición de un ama de casa, siendo él un “humanista científico”.

Alvy está en la posición correcta. El hecho de que el universo, todo, vaya a extinguirse, vuelve estéril y vano cualquier tipo de acción. En el mejor de los casos, abre un amenazador interrogante difícil de cerrar: ¿Para qué entonces hemos venido a la existencia, a una existencia en la que impera una sobrecogedora armonía entre todos sus elementos, un orden, una interacción, que claramente delata un proyecto? Mas si la destrucción del universo puede ocurrir dentro de miles de años, la nuestra, nuestra muerte, nos sobrevendrá, sin que quepa ninguna duda, dentro de unos años. Y este hecho sí que hace inútiles nuestras acciones si las tomamos como fines.

La posición de Michael, su propuesta, resulta patética –esta es la vida que importa. Importa si la vivimos como un medio para alcanzar un buen fin. Mas si la tomamos como el objetivo único y final, entonces no encontraremos, sino frustración, ya que la muerte hace irrelevante cualquier tipo de acción que emprendamos.

El último desliz de Michael es llamar a estos tiempos la era de Alvy, pues nadie toma su posición. Debería llamarla la era de la madre de Alvy, la era de las amas de casa –Brooklyn no se expande y lo que importa es la vida de aquí y ahora. Mas Brooklyn se deteriora, se va acercando, como el universo, a la no-existencia, a la destrucción, a la aniquilación, como nuestra propia vida, como nuestro café, como nuestro coche, como nuestros dientes.

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