Si aceptamos el ajedrez como el símil de la existencia, deberemos tomar en consideración que la “Mano” de Allah el Altísimo no mueve ni blancas ni negras. Se oculta y actúa desde detrás de Su creación. Desde el sistema operativo mueve el sistema funcional, a través de una concatenada sucesión de causas y efectos, que nos alejan cada vez más de Su Mano hasta hacernos creer que los movimientos que observamos, los sucesos, provienen de la casualidad o de maquinaciones humanas. Por lo tanto, para entender plenamente el significado de un acontecimiento provocado por el hombre, por un gobierno, por un ejército, por la inteligencia de algún país… deberemos relacionar los posibles objetivos de estas entidades humanas con el plan general del Altísimo. Ambos paquetes de objetivos pueden ser dispares, y las intenciones humanas pueden entrar en contradicción con las divinas. Es un juego complicado que exige análisis y reflexión.
En este arriesgado movimiento que ha realizado uno de los jugadores observamos una causa evidente que le ha permitido hacer avanzar su caballería. Hay un claro debilitamiento del impulso espiritual, cuya origen podemos rastrear hasta llegar a mediados del siglo XVII, en el que la intelectualidad europea va a iniciar el asalto al sistema operativo –ya tiene capacidad para comprender el conocimiento matemático, físico y químico desarrollado en Oriente (Arabia, India y China). Pronto comenzarán a trabajar las máquinas de vapor (1769) y a desarrollar un sistema de súper producción y de nuevas tecnologías que separarán al mundo en dos hemisferios económicos y militares. La mayoría de los sabios musulmanes se derrumban ante aquellos prodigios que marchan echando humo, como dragones metálicos: “Decididamente, Allah está con el hombre blanco, anglosajón y protestante”, parecen querer decir sus abatidos rostros. A partir de entonces, el Islam, el Corán, va a dejar de ser la guía de las sociedades musulmanas, cada vez más atraídas y sojuzgadas por los artilugios tecnológicos –la nueva idolatría. Esta atracción va a generar, en un primer momento, una intolerable esquizofrenia entre los musulmanes de todo el mundo, pues no parece tarea fácil hacer convivir el amor exclusivo por la vida de este mundo con el deseo irrefrenable por la Otra Vida (Ajirah). La imposibilidad práctica de tal convivencia se va a saldar con la conversión del Islam en una identidad cultural. El siguiente paso es inevitable –la religión, cualquier religión, es un lastre que impide a las naciones avanzar (avanzar en el mundo tecnológico sin importar el precio que haya que pagar). Todavía recordamos a ese taxista de Estambul que nos decía con amargura: “Si no fuera por el Islam, Turquía formaría parte de las grandes naciones”. Le hicimos caer en la cuenta de que los siglos más gloriosos de los otomanos fueron aquellos en los que se hizo prevalecer el Islam por encima de cualquier otra religión o ideología. Sin embargo, el canibalismo tecnológico sigue avanzando hasta devorarlo todo. Hoy las mezquitas están cerradas y a nadie parece importarle demasiado; nadie parece estar sorprendido; nadie parece estar asustado… mientras haya pan, algo de comida e internet. También están cerradas las mezquitas para la salah del yum’ah. Alguien ha dado jaque al rey.
Sin embargo, la crisis vírica que ha cerrado los lugares de adoración, también está cerrando los lugares de diversión. Si se ataca a la transcendencia, también se resentirá lo terrenal, pues hasta que no llegue la Hora ambos mundos estarán interconectados irreductiblemente –el hombre lo habrá perdido todo. No así los verdaderos creyentes, esos que fuertemente agarrados a la cuerda de Allah no han sido arrastrados por la corriente del tiempo, de la historia, de las modas, de las ideologías, de las culturas. La consigna, pues, es resistir. Mas ¿cómo resistirá quien no tenía otra razón de ser que la diversión, el placer, la inconsciencia?
El Ejército de EEUU entra en Nueva York para convertir hoteles en hospitales
Y dicen: “Cuando se acabe la pandemia”… “Esto solo durará dos semanas”… Así hablan los que ardientemente desean volver a la fiesta. No ven el momento de mandar a sus hijos a la escuela, de que se abran las cafeterías, de volver a sentir la inmortalidad… El Pentágono habla ahora de hacerse cargo del poder civil… dos semanas. La OTAN poniendo orden en Europa. Cuando vislumbramos la imagen de la realidad desde un horizonte lejano, la vemos borrosa. Cuando se acerca hasta llenar nuestro campo de visión, perdemos su amplitud. No obstante, aunque la viéramos completa y diáfana, no la entenderíamos, pues no hemos generado esta imagen en nuestro intelecto de forma que la podamos contrastar con cualquier imagen que proyecte el sistema y deducir, así, el nuevo orden mundial que están preparando.
No sabemos lo que nos deparará el mañana ni cuáles serán sus planes definitivos, pero ello no debería afectar a nuestra forma de vida. No se trata de salir a la calle a hacer jogging para demostrarle al gobierno que no tenemos miedo a sus ejércitos ni al coronavirus. Se trata de no perder de vista la imagen de la realidad. La cultura, burbuja maligna en la que nos movíamos, no forma parte de la realidad; el mundo académico y sus erróneas interpretaciones, no forma parte de la realidad; la visión materialista de un universo casual lleno de galaxias que han incrustado en el corazón de nuestros hijos, no forma parte de la realidad.
Debemos salir de esas burbujas malignas, de esas burbujas infectadas, y preparar nuestro nuevo orden mundial, nuestra nueva vida, independiente de sus consignas.