Era Hollywood el encargado de mostrarnos los escenarios que pronto conformarían nuestra realidad. La primera imagen que se grababa en la retina y luego en la memoria era la fragilidad de nuestras sociedades. Bastaba un virus, un escape radioactivo o la explosión de un súper volcán para que se cayera el sistema y todo dejase de funcionar –las ciudades quedaban a oscuras, sin agua potable, sin teléfono, sin gasolina, sin alimentos… y eran las bandas las que poco a poco iban controlando los escasos recursos naturales e industriales que aún se mantenían en pie. Nadie recordaba cómo se había llegado a esta situación, pero tampoco importaba demasiado. Se trataba de películas que calificábamos de “ciencia-ficción”.
Las cosas ocurren. No se sabe cómo, pero ahí están los ejércitos patrullando las calles, controlando los movimientos de la gente, multándoles… Es solo el principio. Han cerrado todas las mezquitas del mundo, por primera vez en 1400 años, por primera vez desde que el Profeta Muhammad emigrase a Medina desde Meca. ¿Cuántos desastres han ocurrido en estos catorce siglos? ¿Cuántas guerras, epidemias, pestes, gripes, terremotos… han asolado el mundo? Difícil de recolectar, difícil de imaginar. Sin embargo, nunca se tomaron las medidas que se están tomando ahora por un virus que se podría calificar de inofensivo comparado con los que diezmaron la población de Europa en el siglo XIV.
Nuestras sociedades se han paralizado…
Nuestras sociedades se han paralizado sin que la mortandad que ha ocasionado el virus y los contagios lo justifique. Un cambio drástico de rutina que todos hemos aceptado desde el principio, como algo esperado, algo inevitable que ya habíamos visto en el cine con todas sus variaciones posibles. Pero también las ideologías dominantes son responsables de esta apatía gregaria. Nos han acostumbrado a que son ellos los que piensan, los que inventan, los que producen nuevos artefactos, nuevas teorías. Nosotros simplemente esperamos a que nos lleguen las instrucciones, las órdenes, las tecnologías que a partir de ahora tendremos que utilizar. No las necesitábamos, ni siquiera las queríamos, pero a cada nuevo artilugio que caía en nuestras manos, desaparecía lo anterior. Nunca ha habido elección –se nos han impuesto formas de vida cada vez más alejadas de nuestra configuración, de nuestra naturaleza.
No podemos volver atrás, pero sí podemos echar un vistazo al pasado y comprender el proceso que nos ha empujado hasta el punto en el que nos encontramos hoy –les hemos dado pleno poder para que manejen todos nuestros asuntos. No tenemos ningún control sobre nuestras vidas. Esperamos a que nos lleguen las siguientes instrucciones.
Hasta ahora los órdenes mundiales hacían reformas en el edificio del sistema. La estrategia de hoy pasa por el derribo del edificio entero y la construcción de otra estructura. No les saldrá, pero habrá destrucción. Habían levantado castillos inexpugnables, fortalezas colosales, que habían resultado ser de arena y se están derrumbando.
La gente habla de la era post-virus –cuestión de semanas. Pero se equivoca, pues no analiza lo que ve, lo que es fácil prever, sino que sigue sus deseos. Quiere que todo esto acabe pronto para poder volver a la forma de vida de antes, para poder cometer los mismos errores de antes, para poder sentir las mismas frustraciones, el mismo absurdo, de antes. No os metáis en esa ola, pues no os ha de dejar en ninguna playa. No sigáis navegando sin rumbo por la red. Abrid solo lo que os lleve a la transcendencia. Escapad del barullo informativo inverificable que nos amedranta y nos posterga a la inacción, a la inconsciencia.
Es tiempo de elegir. Tiempo de tomar decisiones, de retomar las riendas de nuestras vidas.