¿Es Allah un Dios bueno?

El inevitable infantilismo del que adolecen los filósofos les ha arrojado a un limbo intelectual en el que ni viven ni mueren. El hecho de que todavía sigan publicando se debe al devastador impasse en el que se encuentra la ciencia, y ello lleva a la gente a probar una vez más en la filosofía para ver si, como antaño, sigue representando a la sabiduría y es capaz de explicar lo que astrofísicos y biólogos se muestras impotentes.

En su reciente libro, Is a Good God logically Possible? (¿Es un Dios bueno lógicamente posible?), James Sterba se hace preguntas de adolescente y obvia, en cambio, el verdadero quid de la cuestión “filosófica”. Derek Bres nos las presenta con sus propios comentarios:

Sterba sostiene que, si Dios es todopoderoso, entonces podría evitar que hubiera mal en el mundo.

La incapacidad (o falta de voluntad) de Dios para detener el mal debería hacernos cuestionar su papel, e incluso su existencia.

¿Por qué Dios permite que suceda el mal? Esta pregunta ha estado en el corazón de la filosofía religiosa occidental desde los albores del monoteísmo. El mismo término y concepto de Dios ha dividido a los humanos por mucho tiempo. ¿Es Él el primer motor? Más allá de la definición, como muchos han argumentado, si Dios es todopoderoso y el hombre es incapaz incluso de describirle, ¿por qué hay tanta gente que reconoce Su posición moral? Teniendo en cuenta las innumerables sectas religiosas que existen, ¿cómo puede tanta gente estar tan equivocada?

«Si hay todo este mal en el mundo, tal vez Dios no pueda evitarlo. Él sigue siendo omnipotente, lógicamente no puede evitarlo. De ello resulta que Dios sería menos poderoso que el hombre porque nosotros podemos evitar mucho mal. Ahora, si Dios está atrapado en una posibilidad lógica mientras nosotros solo estamos atrapados en una causal, entonces él es mucho menos poderoso que nosotros. El Dios tradicional no puede ser menos poderoso que nosotros «.

Si Dios es verdaderamente poderoso, «nunca estará en la situación de tener que permitir que suceda el mal. El ser a veces incapaces de hacer algo bueno, hace que estemos permitiendo que suceda el mal. Sin embargo, Dios siempre podría, al nivel de acción externa, detener el mal y todas las malas acciones que este genera».

Dios, continúa, no debería ser causal o lógicamente incapaz de detener el mal, si así lo desea.

«No lo ha hecho porque es un dios malvado, lo cual no resuelve mucho, o no lo ha hecho porque no es muy poderoso, quizás incluso menos poderoso que nosotros».

El primer problema al que se enfrenta Sterba es a los principios erróneos sobre los que ha fundamentado su planteamiento “filosófico”. No sabe, por ejemplo, las características de ese Dios del que habla, no conoce ni siquiera su nombre propio (Dios hace referencia a un tipo de entidad, dioses, no al nombre de uno de ellos) y se basa en uno solo de Sus atributos, omnipotente, al que confiere un cierto antropomorfismo –Allah es, ante todo, creador, es el Creador de los cielos y de la Tierra, y de cuanto existe entre ambos. Su poder no tiene relación con el esfuerzo:

(33) ¿Acaso no ven que Allah, Quien ha creado los Cielos y la Tierra y no está fatigado de su creación, tiene poder para vivificar a los muertos? Él tiene el poder sobre todas las cosas.
Qur-an 46 – al Ahqaf

*

(255) …Su soberanía contiene los Cielos y la Tierra, y no Le pesa custodiarlos. Él es el Elevado, el Inmenso.
Qur-an 2 – al Baqarah

 

Por lo tanto, Allah crea de la misma forma en la que nosotros imaginamos un escenario en el que tienen lugar diversos sucesos –hay bosques, edificios, gentes… pero no nos cuesta trabajo mantenerlo en nuestra imaginación. En el caso de Allah el Altísimo, estos escenarios imaginarios se “materializan”, se manifiestan en otro ámbito que nosotros llamamos “existencia”. Hay, pues, dos realidades ontológicas diferentes, pero conectadas, ya que nuestra realidad es una producción y una proyección originadas desde la realidad divina. Cómo ocurre todo esto, cómo se organiza y se transmite, forma parte del sistema operativo al que el hombre no tiene acceso. Por lo tanto, el concepto de Todopoderoso nada tiene que ver con esfuerzo o con incapacidad para detener acontecimientos, pues todos ellos se producen en el ámbito divino y se manifiestan en el humano.

¿Cuál es el objetivo de esta existencia o de este universo?

Sin embargo, lo más escandaloso y perturbador para Sterba es el “mal”, la existencia del mal en un mundo diseñado y creado por un Dios bueno y omnipotente. El hecho en sí es pueril y, podríamos decir, demasiado humano. Sterba debería hacerse la siguiente pregunta –¿cuál es el objetivo de esta existencia o de este universo? Parece, a juzgar por las preguntas que plantea, que no le otorga a esta creación ninguna finalidad –simplemente, el mundo existe y en él hay mal. Mas el bien y el mal que existen en este mundo se desarrollan en un contexto, forman parte de la trama existencial, del “juego” existencial. Allah el Altísimo “tiene un plan” determinado, específico, y para que ese plan pueda llevarse a cabo hacen falta innumerables elementos y, sobre todo, un hilo conductor que mantenga en todo momento la “sensación” de realidad lógica y coherente que necesita el hombre para aceptarlo y desearlo.

El problema de Sterba es que no cree en la transcendencia o, al menos, la obvia. Más allá de este mundo visible y tangible no existe nada. Todo comenzó con él y todo acabará con él. No se da cuenta de que cualquier elemento complejo, realmente complejo, tiene una función, una finalidad. Es el mismo absurdo que contemplar un avión de pasajeros y concluir que no es más que un montón de chatarra sin ningún objetivo definido. La realidad, en cambio, es justo lo contrario. Este mundo en el que vivimos y que el hombre puede observar, analizar y comprender a nivel funcional, no es, sino una fase más dentro de una creación infinitamente mayor a la que accedemos, por ejemplo, a través de la muerte. La vida post-mortem se desarrolla en un escenario complejísimo que acaba con el Día del Resurgimiento; y éste, con la substitución de esta Tierra y sus cielos por otros nuevos y distintos. No acaba aquí el viaje existencial –hay otras fases. En este contexto debemos situar lo que se ha dado en llamar “bien” y “mal”.

Lo primero que necesitamos entender es que el productor de mal no tiene por qué ser necesariamente malo. Veámoslo en el ejemplo del cine. No puede haber una película en la que no existan elementos venenosos en forma de catástrofes, mafias, psicópatas asesinos y violadores, policías y jueces corruptos, traidores, invasiones, masacres… Sin estos elementos malignos surgidos del MAL, no habría película, nadie se quedaría en la sala viendo una filmación en la que todo va bien, en la que todos los personajes son felices. Pero ¿por qué no? Precisamente, porque la fase particular de creación en la que se desarrolla nuestra vida se mueve siguiendo la dialéctica de los contrarios. Si no hay tacañería, no se puede apreciar la generosidad; si no hay traición, la fidelidad no sería una virtud. Sin esa dialéctica de contrarios, que surgen todos ellos del BIEN y del MAL, no habría trama, no habría historia, no habría creación, no habría valores que elegir y valores que rechazar. ¿Qué sucedería si en un partido de fútbol sólo hubiera un equipo? ¿Permanecerían vigentes ante esta situación los conceptos de ganador y perdedor? Pero también aquí debemos introducir el término “recompensa” –nadie participaría en una carrera o jugaría un partido de baloncesto si al final no hubiera algún tipo de galardón. En el planteamiento de Sterba desaparece el concepto de competición –hay mundo, sociedades, interrelaciones… y hay mal, hay acciones malas. Sin embargo, en esta creación, la vida de este mundo debemos entenderla en términos de carrera –hay un camino que recorrer, hacia el bien, y una meta que alcanzar: el éxito, la recompensa, el galardón, que recibiremos en otra fase.

(48) …Competid en las buenas obras.
Qur-an 5 – al Maidah

 

No podremos entender el significado del mal, la causa que motiva su existencia, si no caemos en la cuenta de que esta creación tiene una clara finalidad a la que se llega a través de fases sucesivas y complementarias –cada una de ellas es consecuencia de la anterior.

A los pocos minutos de haber empezado una película, ya nos hemos posicionado –a unos personajes les llamamos malos y a otros buenos; a unos cobardes y a otros valerosos; a unos mezquinos y a otros honorables. Estamos contemplando al ser humano y sus características en un mini escenario, que imita al gran escenario de la realidad. ¿Qué busca el director con esa puesta en escena? Mostrar el bien y mostrar el mal, mostrar su rivalidad, sus características, sus admiradores y seguidores… sus intrincadas interconexiones. Sin embargo, hay un elemento fundamental que desaparece en la película –el motivo que lleva a unos a participar en la carrera del bien, y a otros en la del mal. Veamos este punto desde otra perspectiva. ¿En que se ha convertido, hoy, la vida de este mundo? En sociedades irreflexivas que han desactivado su consciencia. Sociedades, pues, de robots, de animalitos maliciosos, de dispositivos controlados desde dentro por entidades invisibles al ojo, pero no al oído –oímos el susurro. Sociedades en las que sus individuos están desconectados de la órbita divina. Han renunciado a su condición humana, cuya característica esencial y primera es la de conectarse con su Creador y aprender de Él el objetivo de la existencia, sus fases y el método a seguir para alcanzar el éxito, el Jardín, la dicha y el conocimiento.

Hay quienes argumentan que, si hubiera un Más Allá y allí nos esperase el fuego y el paraíso, ellos serán recibidos en los jardines de las delicias, pues en la vida de este mundo no han hecho nada malo y han procurado siempre hacer el bien. Este planteamiento es en sí tan pueril y tan alejado de la trama existencial como las preguntas de Sterba sobre el mal. Al mismo tiempo, nos da la clave para entender el hilo conductor de esta creación. Imaginemos que uno de los actores ha cambiado el guión y se ha puesto a repartir dinero entre la gente, pensando que de esta forma estaba haciendo el bien. El director, en cambio, verá en su inquietante actuación un signo intolerable de rebeldía, ya que hay una trama, un guión cerrado que no se debe trastocar: “Si hubiera querido que tú repartieses dinero entre la gente sin ningún motivo determinado, lo habría puesto como parte del guión. No necesito tus iniciativas.” De la misma forma, el “bien” realizado sin creencia, sin consciencia, sin conexión con la órbita divina, no tiene ningún valor ante Allah. Tampoco Él necesita “nuestro bien”.

(147) Vanas serán las obras de los que niegan Nuestras aleyas y el encuentro de Ajirah (en la Otra Vida).
Qur-an 7 – al ‘Araf

 

Sterba se ha basado para escribir su libro en un dios erróneo, en el dios bíblico que ha quedado adherido a innumerables alteraciones del texto –a partes que se han retirado y a otras que se han ido añadiendo. En el Antiguo Testamento, aparte de los primeros capítulos del Génesis (probablemente parte del libro de Ibrahim y no de la Torá) en los que Jehová se presenta como un Dios Creador, no hay transcendencia ni mención de una posible vida en el Más Allá. En el Nuevo Testamento la transcendencia está empañada por la familia divina, y resulta altamente confuso imaginar el juicio final con tres jueces sentados junto a la balanza. Sterba no hace mención del Qur-an porque no lo conoce ni puede leer su texto original en árabe. No le importa. No le interesa. No está dispuesto a realizar ese esfuerzo pues la filosofía no se basa en el conocimiento, sino en la especulación, en las elucubraciones. Es un juego entre el sofismo y el cinismo que sigue emitiendo sus segregaciones gástricas. Deseamos a los filósofos una buena digestión.

(36) La mayoría de ellos no siguen, sino elucubraciones, pero las elucubraciones no tienen ningún valor frente a la verdad.
Qur-an 10 – Yunus

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