¿Por qué tememos a la muerte? ¿Acaso no nos causan una tremenda emoción los viajes? ¿Y acaso puede haber un viaje más emocionante que el que nos brinda la muerte? Tenemos miedo porque no nos hemos preparado para tan inusitado acontecimiento. Si nos hubiéramos ejercitado en la observación, habríamos atisbado que tras el preciso afinamiento que dirige la melodía existencial, había un Agente, un Diseñador, un Creador. Este hallazgo nos habría llevado al reconocimiento de que ese diseñador es en verdad excelso, insuperable… y ello nos habría llevado, a su vez, al agradecimiento y al deseo de conocerle más y mejor.
Sin embargo, la pesadez de este mundo nos impide alcanzar tan elevadas cumbres. Hace falta salir de esta prisión en la que nos confina las melodías del mundo, liberarnos del pesado barro que nos sujeta a la tierra. ¿Mas cómo lograrlo? Tan sólo con la muerte –la puerta, la esperanza, la posibilidad de seguir el viaje infinito hacia el conocimiento y hacia la luz.
En este poema de Uzman vemos ambas cosas, las ansias de luz y de conocimiento, de amor y de alegría.
UN CANTO A LA MUERTE
Con la profusión de tus luces, oh Layla,
Espero me sostengas mientras voy de ti a ti
Y mi no nacida realidad se impone
A esta identidad muerta.
*
El recinto sagrado de tu vedado se abrió de par en par
Y perdiéndose todo rastro de lo mío en ti
Hallé esta estrella que ahora con tus dones refulge
Y en todo el esplendor de una renovada gloria se muestra.
*
¡Oh tú que soy yo!, cuánto tiempo vagué por tus campos
Estériles en mi visión de la alteridad,
Y cuán fecundos ahora, tras el hallazgo, se muestran
Pues no hay nada que no te alumbre
Ni atisbo que no te alcance, oh Layla.
*
Para el amante sincero no hay mayor anhelo que la feliz espera
Tras sumir en el olvido las particularidades su mundo
En la incomparable visión de los dones de Tu belleza.
Por siempre a ti asido permaneceré tras el velo
En la seguridad de tu presencia
Mientras contemplo como se alza
Para hacer de mi propia muerte
Motivo de celebración y fiesta.