Vemos una y otra vez cómo estos expertos describen sin dilación los fenómenos que se presentan ante ellos directamente o en los telescopios o en los microscopios, en vez de darse un respiro y llevar a cabo un análisis concienzudo que les permita aproximarse a ellos con un cierto rigor, y no a tontas y a locas. Los menos fiables a la hora de ofrecer claridad al estudio de estos complicados asuntos son los físicos teóricos, que, sin ninguna evidencia empírica y solo a través de sus especulaciones –aunque sean matemáticas– construyen cosmologías, orígenes del Universo, sistemas cósmicos… que luego tienen que ir desmontando, pues llegan de otros físicos teóricos elucubraciones que contradicen las especulaciones de los primeros. Mas tampoco aquí hay análisis, comprobaciones empíricas, sino únicamente una histérica necesidad de explicarlo todo a toda costa, encaje o no encaje en la más elemental lógica.
Fijémonos, por ejemplo, en la manoseada y críptica materia oscura. ¿De dónde sale este concepto que nos habla de un fenómeno, de una substancia, de una materia, de la que hasta ahora, y ya han pasado 100 años, no tenemos ninguna evidencia empírica de que exista, de que haya existido o de que vaya a existir en un previsible futuro? Nada. No tenemos nada.
Y, sin embargo, esta nada, esta materia inexistente –lo explica todo. Es decir, explica la teoría de la gravitación universal –una teoría; una especulación; una elucubración. Y esta teoría, sin que sepamos por qué, sin que podamos imaginar qué parte del Universo sostiene, tiene que mantenerse pase lo que pase. Y aquí tenemos otra prueba de que nunca debemos confiar en los silogismos, pues sus premisas son, en la mayoría de los casos, subjetivas.
Veámoslo en este mismo ejemplo: Por qué siguen los astrofísicos afirmando que las galaxias y todo lo que contienen se mantiene cohesionado gracias a la gravedad que impera en todo el Universo, incluso cuando todas sus comprobaciones niegan este hecho, pues según la cantidad de materia existente, observable, la gravedad no podría impedir la dispersión cósmica. ¿Por qué, entonces, el punto de partida para la siguiente investigación no es el de que la gravead no existe y el Universo se mantiene cohesionado por otras causas? ¿Qué causas? Como dicen los jurídicos –el desconocimiento de la ley no exime de culpa. Que los astrofísicos desconozcan el funcionamiento de la existencia en todas sus formas no implica que haya fuerzas, causas, propiedades… que escapen a su cognición. Baste con observar el mundo, la vida que nos rodea. Quien ha diseñado nuestros ojos; el silencio y la quietud de nuestros órganos realizando millones de funciones cada segundo; quien ha preparado a las plantas para procesar la luz y generar azúcar –la energía vital para el resto de los seres vivos; quien ha introducido los bloques informativos, el lenguaje celular, dentro del núcleo de la célula… sin duda que todo eso, y millones de fenómenos más, lo ha creado a través de un sistema operativo que nada tiene que ver con la cognición humana; que escapa a su más agudo intelecto. Es obvio que así sea, pues en todos estos fenómenos con los que se explaya la vida llegamos a un punto en el que el hombre ya no puede seguir, ya no puede comprender el siguiente paso.
Llevamos décadas tratando de construir riñones artificiales, pero hasta el día de hoy ninguno de ellos mantiene la eficacia de los riñones naturales. Dos diminutos órganos que realizan funciones tan complejas para los biólogos que incluso cuando intentan reproducirlas en sofisticados laboratorios con potentes ordenadores, con técnicos sanitarios controlando los procesos, al cabo de unos pocos años, en el mejor de los casos, muere el paciente –la diálisis artificial no funciona. ¿No resulta, pues, lógico que quien ha diseñado estos preciosos e insustituibles órganos posea un conocimiento, un poder “intelectual” inimaginable para el hombre? ¿Por qué iba este Creador limitarse a la gravedad? Si el funcionamiento de nuestro hígado sigue siendo un misterio, un enigma, algo portentoso, ¿qué diremos del funcionamiento del Universo?
La creación de los Cielos y de la Tierra es mayor que la creación de los hombres –nas. Sin embargo, la mayoría de ellos no es consciente de esta realidad. (Corán, sura 40, aleya 57)
Cómo, pues, pretenden estos científicos desentrañar los mecanismos que hacen posible la vida en la Tierra, que hacen posible que la Tierra exista y en ella se manifiesten los fenómenos más extraordinarios e inimaginables –montañas, nacederos, nieve, continentes helados, desiertos, exuberantes selvas… todo ello inimaginable si nos situamos en el punto temporal antes de la creación. ¿Habríamos podido pensar entonces en unir dos átomos de hidrógeno con uno de oxígeno y fabricar así agua, y con ella formar océanos, mares, ríos? ¿Habríamos podido imaginar la textura de la nieve, de la arena?
Sin duda que no habríamos podido imaginar nada de eso. Y menos que nadie, los científicos –que ni siquiera pueden imaginarse un universo sin gravedad; ni siquiera pueden imaginarse una geografía post-mortem.