¿Por qué hay comediantes también en la ciencia?

La ciencia se ha convertido en un espectáculo, tan rentable como Hollywood –el gran productor de entretenimiento. Mas para que haya espectáculo, es recomendable conjugar la emoción con las relajantes risotadas a las que incitan los payasos. El profundo vértigo que provocan los trapecistas solo podrá mitigarse con las superficiales bufonadas de los cómicos. Esto es lo que ocurre en el circo y en la mayoría de los espectáculos. Mas la ciencia ha conseguido unificar estos dos extremos en una sola entidad –payaso y trapecista en un mismo actor.

Este es el caso de Michio Kaku, como antes lo fue el de Einstein, el de Newton y el del sacrílego Copérnico, cuya subjetividad le llevó a desmentir a Josué cuando éste: “le dijo al Sol: detente en Gabaón; Luna, párate sobre Ayalón,” reprochándole que no hubiera dicho: “Tierra detente cuando estés en una alineación de 900 entre el Sol y Júpiter.” O algo así, lo que a todas luces hubiera complicado el asunto para los amorreos. Mas al final todo quedó en un “e pur si muove”.

Y tras estos siglos de oscurantismo en los que la ciencia encendió sus hogueras, todo ha vuelto a “Y, sin embargo, no se mueve”, haciendo de ello un libro en el que sus autores, Milenko Bernadic Cvitkovic y Juan Carlos Gorostizaga Aguirre, demuestran matemática y geométricamente la inmovilidad terrestre; e incluso ha seguido ruta hasta apoyar la cosmogonía heliocéntrica de Tycho Brahe.

Mas tras este arriesgado triple salto mortal, volvamos a las bufonadas de Michio Kaku. En un reciente video nos aconseja saltar a otros planetas, pues la torta terrestre puede estallar en pedazos en cualquier momento. (carcajadas del público) El espectáculo hace reír porque es un físico (teórico) el que expone la cosmovisión más absurda de cuantas han escuchado los sufridos espectadores.

A veces se revela el salvajismo de nuestra Madre Naturaleza.

El 99,9 % de todas las especies finalmente se extinguen. La extinción es la norma.

¿Es eso lo que observamos a nuestro alrededor –la extinción? Si pudiéramos recoger en nuestra memoria histórica conversaciones con nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros bisabuelos… veríamos que en todos los casos se trataría de un mismo escenario –los mismos animales, los mismos insectos, los mismos árboles, las mismas montañas y los mismos ríos… las mismas estrellas. Son los alienígenas los que anotan en sus cuadernos de bitácora que una sub-especie de los anélidos parece haberse extinguido. ¡Y a quién le importa esa extinción! Esa sub-especie no forma parte de nuestro mundo, ni tampoco su fantasioso universo ni esos hollywoodenses planetas similares a la Tierra. Nuestro mundo siempre ha sido comprensible y no cambia en ninguno de sus aspectos al menos en el tiempo que abarca nuestra memoria histórica.

Sin embargo, Hollywood se ha encargado de proyectar la imagen de una naturaleza sospechosa de querer asesinarnos con sus hijitos más inofensivos, más familiares –pájaros, hormigas gigantes, avispas asesinas… un mundo amenazante que nada tiene que ver con la realidad, un mundo paranoico que nada tiene que ver con la serenidad y la quietud que nos acompaña al romper el alba.

Las leyes de la física también condenan a todo el planeta Tierra.

Antes de que se generasen las leyes de la física, ya se había condenado a la Tierra y al Universo entero a recogerse en la consciencia del Altísimo. No hay Universo. Consciencia sin multiplicidad. Hay Universo. Este vaivén existencial queda simbolizado en el vaivén de la respiración, del movimiento cardiaco, de la noche y del día, del sueño y de la vigilia. La extinción de uno cualquiera de estos elementos exige la aparición del otro –expiración/inspiración; sístole/diástole… un mismo patrón repetido en todo Universo.

La Tierra está en medio del camino por donde circulan asteroides, cometas y meteoros; e inevitablemente será golpeada por ellos.

La Tierra no está en medio de ningún sitio, sino en el centro de todo. Los asteroides, como los dinosaurios, como el “instinto”, como la “naturaleza” y muchos otros términosm se utilizan para explicar los fenómenos que los alienígenas no entienden.

Fijémonos en este detalle: si las primeras formas de vida comenzaron a existir hace 4,000 millones de años y suponemos que la Tierra ya estaba en la ruta de los asteroides, deberíamos concluir que en este larguísimo periodo de tiempo la vida se habría extinguido o al menos no habría prosperado con la regularidad con la que lo ha hecho hasta llegar al hombre, a la inteligencia, a la consciencia. Lo lógico, por lo tanto, lo científico, sería concluir que, leyes de la física e interpretaciones de estas leyes por parte de los alienígenas aparte, la Tierra parece un lugar exquisitamente seguro, con un Sol, una luna y unas estrellas que no han dejado nunca de guiarnos, de día y de noche.

Tenemos que asegurarnos de que los humanos se conviertan en una especie de dos planetas.

Es decir, que una parte de la humanidad seguiría viviendo en la Tierra a pesar de las inminentes amenazas de destrucción que proyecta nuestra madre naturaleza y el espacio exterior, con sus meteoros asesinos como bombas atómicas, como las que lanzó Estados Unidos en Japón, tierra natal de Michio Kaku antes de que las leyes de la física nos advirtiesen del peligro que corríamos.

Por lo tanto, habrá sacrificio –algunos de nuestros hermanos tendrán que quedarse en la Tierra y morir aplastados por los asteroides o por la pata de alguna araña gigante. Mas ¿qué será de la otra parte de la humanidad, la que abandone la Tierra? ¿A dónde irán? ¿Cómo se desplazarán? ¿Qué comerán? ¿Qué aire respirarán? Son preguntas a las que la tecnología no podrá responder antes de que pase un siglo, un largo y angustioso siglo; 100 años esperando cada noche a que la física nos destruya.

Algunas de estas tecnologías no estarán disponibles hasta dentro, al menos, de 100 años.

¿No resulta arriesgado, imprudente incluso, hablar de una inminente destrucción de la Tierra, de una imperiosa necesidad de salir de ella, de alejarnos, y al mismo tiempo reconocer que las tecnologías necesarias para llevar a cabo estos viajes y estos asentamientos tendrán que esperar 100 años hasta estar listas para crear las condiciones y los medios necesarios para tales hazañas? Tenemos que huir de la Tierra, pero no tenemos medios para hacerlo. Lo más probable es que haya una agenda detrás de estas psicóticas propuestas.

Sin embargo, estamos entrando ahora en una nueva era dorada de la exploración espacial. Ahora, tenemos una inyección de fondos de los multimillonarios del Silicon Valley. Tenemos nuevas estrategias para volver al espacio exterior. Las cosas han cambiado. Los costes se han reducido. Con la utilización de los cohetes reciclables, estamos hablando de reabrir el paraíso celestial.

¿Podemos acaso hablar de una edad dorada del espacio cuando los astronautas norteamericanos tienen que utilizar las naves rusas para ir a la Estación Espacial Internacional y el último proyecta de la NASA todavía no realizado, el Orion, se propone lanzar un cohete, no tripulado, a la vertiginosa altura de 7,000 km? ¿La luna? Aseguran que han perdido la tecnología para volver al satélite. ¿Marte? ¿Otra galaxia? No parece que sea un problema de tiempo, sino de una imposibilidad intrínseca a la propia estructura del Universo. El Corán nos advierte que se trata de un sólido edificio con techos.

La edad dorada de algo indica que se han alcanzado los más altos y difíciles objetivos. No obstante, Kaku nos desvela quien le paga; de quién recibe sobresueldos, palmaditas en la espalda, promoción, renombre… Mas ya se sabe que toda gloria es efímera y Kaku irá a dar con los huesos en la tumba, ya sea una tumba terrícola o marciana.

Jeff Bezos quiere convertir la Tierra en un parque de modo que la actividad de la industria pesada y la contaminación que produce se lleve a cabo en otro lugar del espacio, y hacer, así, de la Tierra un paraíso.

Por lo tanto, una buena parte de la humanidad tendrá que establecerse en otro planeta, no sabemos cuál. Todo parece indicar que antes de haber colonizado Marte, se ha descartado la posibilidad de colonizarlo. La idea es ir al espacio y encontrar un lugar idóneo. No hay ningún lugar idóneo. Sigamos. Una buena parte de la humanidad se desplazará hipotéticamente a un planeta hipotético, y allí tendrá que construir una industria pesada que contaminará a esas ciudades. Esta diabólica propuesta parece indicar que esos pasajeros del espacio probablemente sean ex presidiarios, negros liderados por Neil deGrasse Tyson, filipinos, chinos y algún que otro paquistaní –esclavos.

Mas ¿cómo la otra parte de la humanidad, la que se quedará en la Tierra, podrá sentirse vivir en el paraíso cuando meteoros, cometas y asteroides, e incluso nuestra madre naturaleza, les amenazan con destruirlos utilizando plagas, pandemias, maremotos, cataclismos… y todo ello sin contar con las leyes de la física que en cualquier momento podrían convertirse en cómplices de la madre. ¿Dónde ha quedado, pues, el paraíso? En el espacio profundo nos esperan ciudades contaminadas y 12 horas diarias de trabajo en la industria pesada y en la Tierra –la continua amenaza de la destrucción. Curioso futuro el que nos presentan.

Mas la pregunta, la verdadera pregunta, es por qué insisten en que abandonemos la Tierra, un lugar verdaderamente paradisíaco; surcado por ríos, rodeado de océanos, con miles de diferentes frutas –todas ellas deliciosas; miles de hortalizas, de granos, de piedras preciosas, de perlas… ¿Por qué, entonces, deberíamos abandonar este inmenso jardín para desplazarnos a lugares inhóspitos, sin atmósfera respirable, sin agua, sin animales, sin vegetación? ¿Por qué nos están presentando una y otra vez una naturaleza agresiva, cuyos elementos constituyentes solo desean destruirnos o hacernos daño? Obviamente, quieren desviar nuestra atención del mundo que ha ido surgiendo a medida que se nos desconectaba de la órbita divina, de la fuente de vida e inspiración, del discurso profético; en el que se nos informaba de cuál fue el origen y de toda la geografía existencial, incluida la post-mortem. Quieren que nos olvidemos de la orfandad a la que nos han arrojado con su materialismo que ya no logran sostener ni siquiera con la ciencia ficción.

Mas la alternativa a la falsedad solo puede ser la verdad, no otra falsedad. Michio Kaku es un bufón, un payaso, un farsante; mas también un influyente. Y por eso le pagan –un puñado de dólares. Es el precio que ha dado a su alma.

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