No hay ningún pájaro que si se le abre la portezuela de su jaula no salga volando hacia el mundo que le es natural, que le es propio. Volverá a trinar y a posarse en esta o aquella rama. Volverá a recorrer los cielos que le han sido designados. Volverá a comer de lo que él mismo encuentre. Nunca más volverá a meterse en la jaula, en ese diminuto habitáculo en el que la opresión humana lo había encarcelado. Él no sabe lo que es una jaula ni tampoco lo que es un humano, pero su naturaleza le empuja a salir, a huir y a surcar los cielos.
Solamente el hombre se siente bien en las jaulas, en la mentira, en la falsedad. No hace falta que le cierren la jaula con llave. Nunca saldrá. ¿Por qué complicarse la vida? ¿Para qué recorrer la Tierra buscando el alimento cuando una mano generosa puede traérnoslo hasta la jaula? El hombre todavía es más animal que los pájaros, más inconsciente que ellos, más ignorante también, pues no conoce su propia naturaleza, no comprende lo que le es propio. Envidia a los pájaros y a las cucarachas, a las ranas y a los mosquitos, a las vacas y a los lagartos… pues no tienen que pensar, no tienen que tomar decisiones, no pueden transgredir sus límites.
Mas tampoco en la jaula se siente a salvo. Siempre puede venir un depredador, meter su zarpa entre los barrotes y despedazarle. Pasa la mayor parte del día encogido en un rincón de la jaula, temeroso, pensando qué vendrá.
Ayer, sin ir más lejos, lo que vino fue su hija de 13 años y le comunicó que quería ser chico, como su amiga Rosa que ya ha hecho el cambio. Pero este hombre lleva demasiado tiempo agarrotado, prisionero de sus miedos, de su ignorancia. No sabe qué decir. Un pájaro nunca se vería en esas circunstancias. “¿Y qué dice tu madre?” “Dice que ella me apoya, pues cuando tenía mi edad, también ella quiso ser chico, pero sus padres, tan retrógrados como su época, no se lo permitieron.” Se siente confundido. “Quizás yo también quise cambiar mi género. Sí, creo que deseaba ser chica.” La confusión se disipa por momentos y el hombre recupera una extraña y aberrante tranquilidad.
“Muy bien, hijita. También yo estoy de acuerdo en ese cambio que propones. Yo no soy retrógrado. Voy con los tiempos, con la libertad de los tiempos. A ver cómo te va de chico y quizás me haga yo chica y tu madre se haga chico. Quizás sea éste el cambio que necesitamos.” Ahora es la niña la que se ha llenado de confusión, pues la muy estúpida pretende ser lógica. “Pero papá, tú no puedes ser chica ni mamá chico, pues entonces yo no habría nacido.”
El hombre, que ya ha estirado las piernas, recapacita por un momento. “Escucha, hija. Tú ya has nacido. Eso es evidente, incontestable. ¿Cómo? La evidencia física anula cualquier argumento en contra y a partir de ahora, yo seré tu madre y tu madre será tu padre, aunque manteniendo los órganos genitales originales, órganos que a nadie le importa ver o analizar. Yo siempre seré yo y tú siempre serás tú, y tu madre no sabemos si seguirá siendo ella, pero hemos sido una familia feliz y unida aunque reprimida en lo que respecta a nuestras sensaciones genéricas.” La niña se aleja de la jaula pensando “¡Vaya familia de locos!”
Cuando le cuenta a su hermano pequeño lo sucedido, éste reacciona de forma inesperada. “Esto que me dices mi querida hermana refuerza mi idea de que es mejor mantenerse en la duda. ¿Seré chico? ¿Seré chica? Decidir una de estas dos opciones significa menospreciar a la otra. Yo me mantendré indeciso.” A su hermana le parece bien la decisión de su hermano. Incluso piensa que quizás esa sea la mejor opción.
El juez está de acuerdo con que lo más adecuado es dudar. “Ya se sabe que la duda es lo que nos incita a buscar el conocimiento. Resulta abrumador el que tengas que elegir el género y además justificarlo. Si quieres, pequeña, te puedo ofrecer la identidad de los hermafroditas y de esa forma evitarás en un futuro cualquier tipo de conflicto.”
El hombre es un pájaro siniestro que no puede volar y que se siente bien en la jaula aunque tenga que cambiar de género, aunque tenga que dudar, aunque vea a sus hijos despedazados por la cultura.