De qué educación estamos hablando

Ayuso tiene razón cuando advierte que la educación no puede ser gratuita, pero se equivoca gravemente, como era de esperar, en las razones que esgrime. Ella no puede saber qué es realmente la educación, sus objetivos, los medios idóneos que deberá utilizar para desarrollar sociedades fuertes, con plena consciencia de su verdadera identidad. Ayuso es parte del mecanismo destructor educativo, como los asnos que le han respondido.

A mí me gustaría, claro, que la educación fuera gratuita para todo el mundo, como es la Sanidad, que por cierto se come el 50% del presupuesto y ha de ser así. Pero si el 50% va a la Sanidad y el 50% va a la educación, díganme cómo va la gente al trabajo, cómo se desplaza, cómo se recogen las basuras, qué hacemos con las residencias… Luego no puede ser todo gratuito.

Vemos que la razón principal y, en realidad, única que justifica su posición contra la gratuidad de la enseñanza es meramente presupuestaria. Si Ayuso contase en su presupuesto con 50.000 millones de euros más, no pondría ninguna objeción a una educación gratuita para todos. Mas el resultado sería tan catastrófico como el que contemplamos cada vez que sale una nueva hornada de graduados.

Ayuso es una cría mal educada cuya principal pasión es la de posar y cambiarse de vestido y de peinado cada vez que sale a la calle o en televisión… una Barbie presumida que debido a los sistemas educativos que se han ido implantando en occidente, ha llegado a la presidencia de la comunidad de Madrid. Un altercado contra la razón, como el de que Casado presida el PP, Sánchez la presidencia del Gobierno español, Macron la de Francia, Biden la de Estados Unidos… Despropósitos originados por los sistemas educativos que llevan decenios imperando en todas las naciones del mundo, basados en la acumulación de datos, en su mayoría erróneos, y no en la toma de consciencia de nuestra identidad.

Son sistemas educativos incrustados en la mediocre concepción materialista de la existencia, lo que nos lleva a una total desconexión con la Fuente, con la trama, con el objetivo de nuestras vidas, arrojándonos a las tinieblas de la casualidad, de la intranscendencia. Somos una actualización de algún tipo de mono o de chimpancé, pero no sabemos cómo de la materia inerte se formó la célula, la primera entidad viva independiente. No sabemos de dónde proviene la materia que ha conformado el universo. No sabemos nada de nada, pero nuestros hijos aprender la teoría de la evolución y el big bang como axiomas científicos.

Ayuso no se hace estas preguntas, pues está más preocupada por su vestuario que por la indagación existencial. Ante todo, es una mujer de peso y medidas (90-60-90) que intenta poner un poco de orden en el caos político que reina por doquier. Los asnos responden desde su mediocridad educativa:

La educación no es un privilegio, la educación es un derecho

Alguien debería explicar a esta mujer que la educación obligatoria no es gratuita, es de financiación pública: la pagamos todos con los impuestos, como su sueldo; que la sanidad no “se come” el presupuesto y que los ciudadanos no recibimos “regalos” de graciosos gobernantes

Solo se habla de presupuestos, tanto para defender la gratuidad educativa, como para rechazarla. Todos piensan que es una cuestión de dinero, no de un programa coherente, de un método que tenga en cuenta quién es el hombre, cuál es su origen, su finalidad. Se trata de adherirles a la Gran Mentira y de que la acepten como su propia realidad. Y es en las escuelas, en los institutos, en las universidades… donde aprenden a amar al big brother. Ahí está la pandemia como parte de la gran mentira –mascarillas, vacunas, educación online… Todo se acepta. Somos, como el cerdo, omnívoros, pero en nuestro caso, el omnivorismo es mental –todo lo aceptamos como la inevitabilidad de nuestros destinos.

-El niño va bien en matemáticas; la niña en geografía. Seguramente acabarán la universidad con buenas notas; se casarán, se comprarán un apartamento de 65 metros cuadrados y quizás logren pagar la hipoteca antes de morir, por aquello de descansar en paz; habrán visto diez mil programas de televisión; se habrán metido en veinticinco mil webs…

Ahora yacen en un nicho.

En verdad que la educación es un gasto inútil.

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