Tal vez la mejor fórmula para confirmar nuestro ser, nuestra existencia, no sea la de cogito, ergo sum, ya que pensar no es un acto volitivo, sino automático, como el ruido que hace una máquina al funcionar. Quizás fuese más conveniente cambiar el factor “cogito” por el factor “dubito”, pues la duda es el mejor síntoma de estar vivos; la duda implica reflexión y la reflexión pone en movimiento el FUAD, el dispositivo que relaciona la consciencia con el resto de las capacidades cognitivas. Dudar significa, ante todo, detenerse; no seguir, no ir a la fiesta, no dejarse llevar por la gran corriente que nos arroja al océano del olvido, de la indiferencia.
Ibrahim no fue a la fiesta con sus conciudadanos, pues tenía un trabajo que realizar. Dudaba de que aquellas estatuas de piedra fuesen los dioses que habían creado los Cielos y la Tierra. Habló con ellos y no le respondieron; les dios de comer, mas no comían; los hizo pedazos con un hacha y no se quejaron, yacían inmóviles en el suelo.
Dudar es siempre actuar. Es el motor de la búsqueda, lo que nos saca del gregarismo, lo que nos convierte en salmones que vuelven al origen para ver si la última historia que nos han contado es la correcta. Dudar implica un enorme esfuerzo, como el del salmón remontando la corriente. Mas dudar es elegir –seguir cómodamente corriente abajo en compañía del resto de los peces o dar media vuelta y ascender, recorrer el camino que emprendimos a la ida, mas ahora con plena consciencia de lo que estamos haciendo. Dudar es investigar, rebuscar entre los papeles, entre los viejos libros que hace ya tiempo que nadie lee. Dubito, ergo sum.
Existir no basta, necesitamos estar vivos, activos –la Tierra es redonda, achatada por los polos, ligeramente inclinada, rotando sobre sí misma y trasladándose alrededor del Sol… o quizás no. He ahí el punto crítico, el punto en el que comienza la reflexión, en el que abandonamos las engañosas apariencias, en el que, como Ibrahim, hacemos añicos los dioses de piedra que el propio hombre se ha fabricado –el Big Bang dio origen al Universo, precedido por la gran inflación… o quizás no.
¿Por qué, entonces, cuando se les dice que ha sido Allah el Altísimo quien ha creado los Cielos y la Tierra y todo cuanto entre ellos hay, simplemente dicen “no”? ¿Por qué no dudan? Porque su fórmula, en vez de dubito, ergo sum es ego, vado cum fluxus.
Dejarse llevar es morir, caer al fondo de la inconsciencia –la Tierra es redonda, el Big Bang, otra cerveza, un gramo de coca… mañana será otro día.