Bye Bye coronavirus

Si preguntásemos a los ciudadanos franceses, norteamericanos o británicos por qué hacen cola para vacunarse, nos dirían que para poder viajar, para poder entrar en un supermercado, para asistir a un concierto o para mantener su puesto de trabajo. La amenaza del Covid ha desaparecido y nadie piensa en que una vez se declaró la pandemia. Se hablaba del peligro de las variantes e incluso recientemente el Foro Económico Mundial nos advierte de que la pandemia va a pasar al estado de endemia y que el virus se quedará con nosotros para siempre.

No importa ya todo lo que se diga sobre el virus, pues el Covid ha hecho su trabajo y ahora se trata de vacunarse no por temor a enfermar o morir, sino para poder volver a una cierta normalidad, y esta normalidad pasa por vacunarse, por llevar mascarillas, por mantener un cierto distanciamiento social. Y todo ello para estar dentro de la ley, para que un policía no te arreste, te viole y luego te asesine, como a Sarah Everard.

El virus ha desaparecido dentro de este nuevo escenario. Hay miedo a cometer estos nuevos delitos, a no poder viajar, a perder el trabajo. Por lo tanto la ecuación ha cambiado completamente los factores. Ahora, la vacuna no nos salva de la infección, de graves síntomas o de la muerte, pues ya nadie se acuerda del Covid. Las vacunas nos salvan de la absoluta inmovilidad, del colapso laboral, de ser internado en un campo de cuarentena…

Sin embargo, el problema continúa. En esta nueva fase empieza a haber escasez de productos básicos. Nos dicen que las cadenas de suministro están pasando por unos momentos muy difíciles. Nos cuentan las mismas incongruencias con las que han implantado el tema de la pandemia. Nos dicen ahora que en el Reino Unido no hay gasolina porque no hay conductores que la transporten y la distribuyan. Mas no explican cómo se ha pasado de “hay conductores que transportan y distribuyen las mercancías que requiere la sociedad británica” a “no hay conductores, faltan miles de ellos”. ¿Dónde están? ¿A dónde se han ido? ¿De dónde consiguen ahora el dinero para poder vivir?

Estas preguntas y otras muchas nunca serán contestadas, pues llevamos casi 2 años viviendo en un escenario de hechos consumados –hay pandemia; no hay gripe; hay Covid-19; todos los casos de anemia, pulmonía, neumonía, trombosis, afecciones cardiacas, alergias son causados por este virus; hay variantes que surgen en una pequeña población de un país y a la semana siguiente hay millones de afectados en todo el mundo.

Nadie está de acuerdo con esta narrativa y la mayoría de los expertos han estado desde el principio en contra de las mascarillas y de otras medidas preventivas. Mas nunca ha habido respuesta a sus argumentos. La última medida que ha tomado Washington, el Pentágono, la CIA… ha sido pedirle a YouTube que cancele todos los canales y cuentas anti-vacunas. No importa los argumentos que ofrezcan, pues alea iacta est.

¿Qué pasará entonces si las cadenas de distribución en todo el mundo empiezan a fallar? La mayoría de la gente tendrá el pase verde o el certificado de vacunación, pero no podrá moverse, no podrá viajar porque no habrá gasolina, no habrá lubricantes, no habrá baterías y la gente permanecerá inmóvil en su casa o en su caravana con tres pinchazos. Ello hará, al mismo tiempo, que se pierdan millones de puestos de trabajo en todo el mundo.

Mas esta situación resultaría intolerable, por lo cual deberá ir acompañada de una radical despoblación, ya que un mundo verde, sostenible, solo puede llevarse a cabo en una Tierra de no más de 500 millones de habitantes, o quizás menos.

Cada vez, pues, nos alejamos más de la causa primera, originaria –del Covid-19. Ahora se trata de sobrevivir no a una pandemia, no a un colapso de las redes de distribución, no a un cambio climático, sino a no formar parte de esa gran mayoría que va a desaparecer, que va a ser exterminada.

Ya nadie recuerda cómo era a vida en 2019, 1990 o antes de la Revolución Industrial. Llevamos 400 años de un continuo reinicio en nuestra forma de vida, en nuestras creencias, en nuestros valores… Y ahora hemos llegado a la última fase, la fase del exterminio o de la robotización. La gran mayoría de los que sobrevivan habrán sido transformados en androides sin memoria, sin consciencia, felices, entretenidos en un mundo virtual fabricado especialmente para ellos.

Mas si le dijéramos al hombre que existe la posibilidad de volver a la normalidad que había antes de la Revolución Industrial, la gran mayoría aceptaría encantada volver a ese tiempo y, una vez allí, volvería a caer en los mismos errores, se dejaría llevar por la misma inconsciencia.

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