El nuevo orden mundial, que ya ha abierto sus negras alas sobre la torta terráquea, se superpondrá al orden mundial anterior establecido por los mismos grupos de poder, por las mismas elites, por la misma plebe espiritual que ha establecido todos los órdenes mundiales.
Cuando los cabildeos judíos fueron preparando la revolución rusa, siguiendo las pautas de los judíos que habían ideado el marxismo como el método para eliminar el concepto de transcendencia de las mentes de los hombres, de las nuevas sociedades, y para dominar a las masas, ofreciéndoles el proletariado como el sustituto divino, estaban, de hecho, estableciendo un nuevo orden mundial que, tras arrasar Rusia y las repúblicas colindantes, se fue infiltrando en Europa y en el resto del mundo, como la solución a la injusticia, a la desigualdad y a la tiranía.
Pronto los cabildeos judíos de occidente entendieron el peligro que suponía para sus florecientes negocios la eliminación de la propiedad privada, el cierre de las iglesias y de la diversión nocturna, ámbitos, por contradictorios que pudieran parecer, en los que tenían entretenidas a las masas, precisamente, de proletarios, burgueses y aristócratas –cada uno en su nivel.
Prefirieron el método de corrompe y vencerás, o quizás el de utilizar los ya poderosos medios de comunicación para hacer creer a esas masas que vivían en la más absoluta libertad y el más hedonista bienestar.
Aunque para la mayoría de los occidentales la vida seguía siendo un valle de créditos e impuestos, ellos estaban convencidos, pues lo leían cada día en la prensa y lo veían cada día en los programas de televisión vergonzosamente propagandísticos, de que vivían en el mejor de los mundos, en el primero, en el de los privilegiados.
Sin embargo, pronto esas masas comenzarían a cobrar una cierta consciencia de la realidad real frente a la realidad fabricada. La tecnología, con la que pensaban dominarlas, se volvió contra ellos y comenzaron a generar redes que, en muchos casos, sustituían a las redes oficiales a través de las cuales se transmitían los valores de esos cabildeos.
Esta independencia, a todas luces inadmisible, que estaban desarrollando las masas, este descontrol, alarmó a los cabildeos judíos occidentales que ahora veían en la revolución rusa, en el marxismo, en el socialismo… un método más eficaz de control.
Para poder establecerlo de forma eficaz y global necesitaban dos factores que hasta ahora nunca habían formado parte de la ecuación de poder –un gobierno único sin oposición, sin dialéctica; y un enemigo exterior que justificase un periodo de terror sin ley.
Estados Unidos y Europa tenían mucho que aprender de China y Rusia en cuanto a eficacia social. A todos convenía este orden mundial. Ahora hacía falta ese enemigo exterior que generase el miedo suficiente en las masas como para aceptar cualquier tipo de situación por tiránica que fuese.
En un primer momento pensaron en un ataque extraterrestre. Cada día Hollywood nos regalaba con alguna invasión de marcianos. Volvía a reavivarse el tema ya casi olvidado de los aliens dominando la Tierra. Había que unirse para luchar contra el invasor. El asunto, sin embargo, parecia demasiado audaz –también la audacia tiene sus límites.
Para salir de esta incertidumbre, alguien resucitó otro tema que también ocupaba buena parte de la imaginería occidental –los virus, las epidemias, un mundo despoblado, dantesco.
Había miles de laboratorios que llevaban decenios trabajando en la fabricación de armas biológicas. No obstante, la biología resultaba demasiado peligrosa y demasiado difícil de controlar y dirigir selectivamente.
¿Para qué entonces tenemos a la prensa y controlamos los consorcios tecnológicos? Podemos diseñar el virus que más nos convenga; las variantes que necesitemos; las vacunas que contengan sustancias patógenas que vayan despoblando la Tierra.
La prensa irá fabricando la pandemia –noticias inverificables y un consenso mundial sobre las medidas a adoptar. Un gobierno único, esta vez sin fisuras, sin oposición. Durante un tiempo se mantendrá el juego de poderes contrapuestos, enemigos incluso. Mas al final, esos poderes se irán unificando y reduciendo a la más mínima expresión.
¿Acaso no fuimos capaces de decapitar a Luis XVI y llevar al poder a la burguesía urbana? Las cruzadas establecieron un orden mundial que hasta hoy tiene vigencia. Las masas son como mariposas nocturnas que acuden frenéticas al fuego. Gritan enloquecidas “¡Barrabás! ¡Muerte al traidor! ¡Muerte al rey!…” Sabemos cómo dirigirlas.
Esta vez, los pastores han hecho coalición con los lobos. Cada noche desaparecerá una oveja. Es cuestión de tiempo el que sintamos sus colmillos.