Reduccionismo versus surgimiento

Lo más probable es que los filósofos hayan sido los primeros en ponerse la mascarilla, y ello por el miedo que tienen a la muerte, pues saben que sus teorías y sofismos de nada les servirán en el Más Allá –un ámbito en el que no tienen cabida las especulaciones. A pesar de ello, no paran de segregar elucubraciones para generar en la gente la sensación de que un día de estos la filosofía dará con la teoría unificada de la existencia, y todo estará claro. Ellos tenía razón –el universo ha resultado ser una feliz sucesión de casualidades.

Mas como nunca se logra que todos los peces muerdan el mismo anzuelo, los más dubitativos han contratacado, denunciando el reduccionismo en el que ha ido a parar la visión última de la existencia por parte de unos y de otros.

¿No eres «nada más que» tus átomos?

Así comienza un artículo de Adam Frank publicado en Big Think. Y continúa:

El reduccionismo afirma que todo lo referente a la existencia puede explicarse por la actividad de los átomos y sus interacciones.

Por su parte, el surgimiento afirma que el reduccionismo está equivocado y que el mundo puede desarrollar nuevas cosas y nuevas leyes que no son predecibles a partir de «nada más que» átomos.

Los sociólogos ceden a los psicólogos. Los psicólogos ceden a los neurólogos. Los neurólogos ceden a los biólogos. Los biólogos ceden a los químicos. Los químicos ceden a los físicos. Los físicos ceden a los matemáticos. Los matemáticos ceden a Dios. Aunque contada como una broma entre físicos (y matemáticos, supongo), lo que esta pequeña lista realmente describe es una jerarquía donde la verdad de algunos campos se reduce a la verdad de otros. Esta visión «reduccionista» prevalece en nuestra cultura que, en realidad, es una filosofía de la ciencia implícita o predeterminada, flotando en la cabeza de las personas, incluso si nunca piensan explícitamente en ello.

El reduccionismo puede manifestarse de formas que pueden ser peligrosas para nuestro futuro. Por ejemplo, ¿cómo usamos el mundo viviente si lo vemos como «nada más que» recursos? ¿Qué esperamos de la inteligencia artificial si nos vemos como «nada más que» neuronas?

Afortunadamente, hay otra forma de ver la ciencia, la verdad y el mundo que podría ser más correcta y menos peligrosa. Se llama surgimiento.

La incapacidad, largamente demostrada, de la filosofía para explicar el fenómeno de la existencia, de la inteligencia, de la consciencia, reside en el subjetivismo de los filósofos. El hombre no puede abarcar la complejidad del universo y de los elementos que lo componen. Después de miles de años de una detenida observación de nosotros mismos y de cuanto nos rodea; después del desarrollo de las matemáticas, de la física, de la química… nos encontramos en el punto en el que lo único que sabemos es que no sabemos nada. Y a ese punto volvemos una y otra vez, después de aburridas andadas por las más pueriles especulaciones.

No importa el nombre que les demos, al final nos encontraremos sin poder explicar por qué el hombre es la única criatura viva que sabe con certeza que habrá de morir.

Aquí hay una buena descripción de la perspectiva del reduccionismo del filósofo Paul Humphreys:

«El mundo no es más que arreglos espacio-temporales de objetos y propiedades físicas fundamentales. Tú y yo, rocas y galaxias, sapos y huevos revueltos son solo procesos, cuyos estados sucesivos son arreglos espaciales de objetos físicos elementales. Estos objetos físicos elementales, ordenados en diferentes configuraciones, dan cuenta de toda la asombrosa variedad que encontramos en nuestra vida cotidiana.»

Esos «objetos fundamentales» en la descripción de Humphreys son las partículas elementales de la física: electrones, quarks, etc. Entonces, la idea es que una vez que haya hecho una lista de todas esas partículas elementales y una vez que sepa cómo pueden interactuar entre sí (es decir, a qué fuerzas responden), en principio, todo habrá terminado. Todo lo que puede suceder, todo lo que sucederá, está codificado en esa lista de partículas y sus interacciones. Por eso, de nuevo, en principio, todas las verdades que descubre el sociólogo deben en última instancia ser explicadas por las verdades que ha descubierto el físico.

La simple imagen que ofrece el reduccionismo de un mundo hecho únicamente de átomos ya no puede verse como la única visión «sobria» de la ciencia.

Los partidarios de este tipo de visión reduccionista tienen una comprensión filosófica de cómo la cadena de causas va ascendiendo cualitativamente, lo que le permite pasar de los quarks a los moluscos y a los gobiernos. De esta forma, el reduccionismo describe un mundo sin novedad fundamental o innovación esencial.

Hace tiempo que la filosofía, así como la biología y la astrofísica, ha dejado de ocuparse de los orígenes. Ante su incapacidad para entenderlos y explicar su fuente productora, ha preferido dedicarse a describir una realidad existencial que todos conocemos –la filosofía, de esta forma, se ha convertido en una perogrullada. Los astrofísicos no cesan de anotar nuevas galaxias, nuevos planetas, nuevas explosiones atómicas, nuevos agujeros nuevos… y luego, ya en casa, encienden la televisión para ver su programa favorito.

Antes de poder entender cómo funciona la existencia, sea reduccionista, surgente o de cualquier otra forma, deberemos entender su sentido, su finalidad, el objetivo de que exista, de que sus elementos se hayan manifestado.

Si nos encontramos con un objeto, con un aparato, extremadamente complejo, lo primero que excitará nuestra curiosidad será el averiguar para qué sirve, cuál es su función. Y una vez que tengamos está información, nos resultará relativamente fácil comprender su configuración. Sin embargo, el concepto materialista de la existencia nos lleva a describir las enfermedades que sufre el hombre, sus características sicológicas, su historia, su arquitectura… pero carece de importancia, según parece, saber para qué existe, cuál es el sentido de que exista, cuál es la finalidad de su vida.

«Surgimiento» es la alternativa a este punto de vista. Como lo expresaron los filósofos Brigitte Falkenburg y Margaret Morrison, «un fenómeno es emergente si no puede reducirse, explicarse o predecirse a partir de sus partes constituyentes … Los fenómenos emergentes surgen de entidades de nivel inferior, pero no pueden reducirse, explicarse ni predecirse» desde su base de micro-nivel «. Desde una visión emergente, a lo largo de la historia del universo, han aparecido nuevas entidades e incluso nuevas leyes que las gobiernan.

No han aparecido nuevas entidades ni nuevas leyes. El hombre, simplemente, las ha descubierto, ha tomado consciencia de que hay multiniveles. Mas cuando ha intentado añadir esas “nuevas” entidades y leyes a su esquema “científico”, a su visión existencial, lo único que ha conseguido es crear más confusión y tener que reescribir el funcionamiento de la física tradicional, ahora desbancada por la física cuántica.

Es cierto que resulta aburrido y exasperante pasarse la vida dando vueltas alrededor de una pecera. Mas ese aburrimiento existencial viene producido por el devastador hecho de no saber para qué damos vueltas, por qué estamos dentro de una pecera y qué sucederá cuando esa pecera se rompa. Más aún, cómo se ha generado esa pecera y nosotros mismos.

Según al menos un tipo de surgimiento, el universo definitivamente tiene la capacidad de innovar y crear novedad. El proceso que utiliza es la evolución, y la evolución es algo más que solo física. Entonces, desde este punto de vista, aunque obviamente estamos hechos de átomos, también somos algo más que átomos. Usted, su perro y los detalles de su afecto persona-perro no podrían predecirse, ni siquiera en principio, ni siquiera a partir del conocimiento perfecto de todas sus partículas elementales.

¿Por qué no podrían predecirse esos fenómenos? Porque estamos en una pecera, en un mundo cerrado en el que todos sus elementos están dados y son inamovibles. El hombre no puede crear un nuevo elemento, un nuevo concepto, una nueva percepción –solo puede mezclar los materiales que existen en la pecera, en ese universo cerrado.

El amor no es un concepto que el hombre haya creado. Forma parte de la estructura cognitiva que ha sido diseñada, específicamente, para él. El hombre no puede elegir entre amar o no amar, entre tener miedo o no tenerlo, entre desear o no desear. Todo ello son conceptos y sentimientos inherentes a su naturaleza, ya que el hombre no se ha diseñado a sí mismo

Como filosofía, la emergencia fue introducida por primera vez por un grupo de filósofos británicos a principios del siglo XX. Argumentaron que fenómenos como la vida y la conciencia eran tan diferentes de los sistemas estudiados por la física, que debían representar nuevas entidades. Pero a medida que se descubrió la base bioquímica de la vida (por ejemplo, el ADN) en las décadas de 1950 y 1960, el interés por la emergencia se desvaneció. Como señala Paul Humphreys, ni siquiera había una entrada para el término “surgimiento” en la Enciclopedia de Filosofía de 1967. Desde entonces, sin embargo, los desarrollos críticos en una serie de campos han hecho que los científicos y los filósofos vuelvan a surgir.

Curiosamente, los biólogos y químicos creyeron ver en el ADN la prueba irrefutable de la evolución sin caer en la cuenta de que este gigantesco cúmulo de información, perfectamente ordenada, lo que demostraba era justo lo contrario –cada especie, cada conjunto de organismos o poblaciones naturales capaces de entrecruzarse y producir descendencia fértil, tiene su propio ADN, su propia configuración con un margen determinado de maniobra (lo que erróneamente se llama adaptación). Nada cambia, nada evoluciona. Cada especie es un bloque independiente y si se intenta modificarlo, evolucionarlo, se deformará o se destruirá.

En resumen, cuando se trata de reduccionismo y surgimiento, hay muchas cuestiones espinosas que requieren un escrutinio. Lo que está claro, sin embargo, es que la simple imagen que ofrece el reduccionismo de un mundo hecho únicamente de átomos ya no puede verse como la única visión «sobria» de la ciencia y su perspectiva de la vida, del universo y de todo cuanto éste contiene.

La ineficacia del reduccionismo a la hora de explicar la existencia no proviene de su afirmación de que vivimos en un mundo hecho de átomos –lo que, estrictamente hablando, es cierto, sino más bien de su incapacidad para explicar cómo de un conjunto de átomos, de materia muerta, ha podido surgir la vida; cómo de una materia inerte, caótica, ha podido surgir un universo perfectamente organizado.

Esta mesa, esa silla, aquella alfombra… son objetos constituidos por átomos, igual que nosotros, que esas plantas, que esos animales. Son los mismos átomos regidos por un mismo comportamiento. Y sin embargo, hay entre esos objetos y nosotros una diferencia transcendental –nosotros estamos vivos y ellos están muertos.

Allah el Altísimo nos advierte de esta “peculiaridad” de Su creación:

(27) … Sacas lo vivo de lo muerto y lo muerto de lo vivo… (Corán 3 – ali ‘Imran)

Mas ¿cómo puede ser que la vida salga de la muerte? ¿Cómo es posible que de algo muerto surja algo vivo? Y sin embargo, es lo que vemos por doquier en este universo. Es una realidad palpable, cotidiana, que los biólogos no pueden explicar. “Omitamos esa fase. Ya tenemos la vida, analicémosla. Ya tenemos el universo, estudiémoslo”. ¿No importa saber cómo de la nada surgió algo? ¿Cómo de la muerte surgió la vida?

Todo cuanto constituye el universo está conformado de átomos, pero hay configuraciones, como la nuestra, que resultan en seres vivos. Si ese paso fuese mecánico o evolutivo, lo podríamos reproducir en un laboratorio, podríamos crear una célula a partir de aminoácidos, lípidos, ARN… todo ello encerrado en una membrana. Mas el resultado es igual que el de la mesa del ejemplo –objetos muertos, inertes.

No puede haber vida sin la intervención divina, sin la intervención del Viviente, del Vivificador.

Todos nuestros átomos están tan muertos como los átomos de la mesa, pero en nuestro caso, a ese conjunto de partículas muertas se yuxtapone la nafs, una entidad viva independiente que, poco a poco, irá interactuando con esos átomos, con el cuerpo, con el vehículo existencial en el que recorrerá la primera fase del viaje, la fase que tiene lugar en la vida de este mundo.

Los reduccionistas miran a través del microscopio o de algún acelerador de partículas; los partidarios del surgimiento esperan ansiosos a que ocurra algo nuevo, algo que les saque de la monotonía atómica, del aburrimiento existencial.

Mas sin el factor “soplo divino” la ecuación permanecerá irresoluble, y los filósofos, con mascarilla y un cierto distanciamiento social, seguirán elucubrando sobre si, además de ser átomos, somos algo más.

Un comentario sobre “Reduccionismo versus surgimiento

  1. A los transhumanistas les vale con hacer que el pelo de un ratón de laboratorio sea verde luminiscente mezclando su adn con el de una alga para que se les caiga la baba con la cantidad de aplicaciones chorra que podrian sacar para humanos, vaya mofa, menuda se nos viene encima y la mayoría a verlas venir, venga a vacunarse que me quiero ir de vacaciones… Lo que sea que vaya a pasar va a ser desolador

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