¿Por qué una vez que se ha leído o escuchado una propuesta dentro del espectro socio-económico-político y se ha analizado y se ha llegado a la conclusión de que es la correcta o, al menos, la más coherente, el hombre es incapaz de adherirse a ella en la praxis y remodelar su edificio existencial todo lo que haga falta? ¿Será un problema cromosómico? Será, probablemente, pero este problema deriva del abandono, por parte del hombre, de su responsabilidad a la hora de mantener sus cualidades específicas a través de una fitrah sana y bien educada (ver Artículo X).
Al mismo tiempo que el Corán nos advierte de que el hombre está en pérdida, desciende, se degrada… nos aclara que eso no le ocurre a quien cree y actúa con rectitud.
(1) ¡Por la corriente del tiempo (2) que arrastra al hombre –insan– a la perdición. (3) Mas no así a los que creen y actúan con rectitud. (103 – al Asr)
La condición humana es extremadamente inestable, tanto a nivel celular como a nivel social. Si el hombre no mantiene un bien afinado equilibrio entre las características que les son propias, su medio, su entorno natural y su transcendencia, poco a poco irá cayendo a un abismo de confusión y de angustia que le arrojará en manos de las drogas y de sucedáneos de felicidad.
Es un hecho incuestionable que, cuanto más nos alejamos del sistema de vida con el que hemos sido armonizados, más nos envilecemos y degeneramos.
La debilidad del cromosoma Y obedece a numerosas causas –unas las podemos conocer y otras no, pero es innegable que la frivolidad en la que ha caído el hombre de hoy es una de ellas.
De la misma forma que si utilizamos una máquina para realizar una función que no le es propia acabará por estropearse y deformarse, de igual manera, si el hombre deja de activar la consciencia y de desarrollar sus facultades cognitivas, relacionándolas con la objetividad divina transmitida en los libros revelados, acabará descendiendo a lo más bajo.
La pobre y casi inexistente actividad intelectual del hombre de hoy se está reflejando en su estructura celular, en la debilidad y empobrecimiento de su cromosoma Y.
En proporción directa a esta extenuación, se produce un afeminamiento en el carácter del hombre y en su cuerpo, en sus capacidades físicas. Se van desintegrando sus facultades viriles y van siendo reemplazadas por las que son propias de la mujer. Esta es la causa de que veamos al hombre de hoy carente de resistencia ante las dificultades, carente de determinación, carente de arrojo, de iniciativa.
El impulso que le iba acercando, más y más, a la órbita divina ha cesado y ahora se precipita, inevitablemente, hacia el abismo de la degradación humana. No hay tercera vía –ascendemos o descendemos, caemos. Si no somos capaces de mantener el impulso de la creencia, del conocimiento… Si no podemos caminar por el sendero de la rectitud, seremos devueltos a lo más bajo de la condición humana. ¿Acaso no es eso lo que vemos hoy, allí donde quiera que miremos? Monos, bufones, saltimbanquis, androides… muertos vivientes.
Es tiempo de despertar y de recobrar el impulso transcendental. Quizás así se recupere nuestro cromosoma Y.