La cara del fascismo no es la de Hitler ni la de Mussolini, sino la de los padres fundadores de Norteamérica. Ni siquiera se dignaron en darle un nombre a ese incipiente país –sería América, toda ella, pues en sus planes de dominación planetaria no cabía dividir el imperio.
Después de la segunda guerra mundial, Hitler abolió una buena parte de la historia política de Europa y de los Estados Unidos, haciéndose pasar por el fundador del fascismo cuando, en realidad, era el último.
La democracia ha resultado ser la mejor cuartada con la que encubrir y “enmascarar” el verdadero rostro del fascismo, que quizás ahora deberíamos denominar “aislacionismo preventivo”.
Los medios empleados por el fascismo, su lenguaje, para obtener sus objetivos finales los estamos viendo ahora en todo el mundo. Los manifestantes de Madrid hablan de “plandemia”, de un virus que no responde a ningún patrón conocido, de una exageración injustificada… ¿Acaso no es lo que está ocurriendo? ¿Acaso esas consignas no describen la realidad que estamos viviendo, que estamos presenciando? Sin embargo, los actores políticos arremeten virulentamente contra esta iniciativa en vez de escuchar a todos los elementos activos de la sociedad, médicos homeópatas incluidos, y buscar soluciones, ya que una pandemia no se puede gestionar desde el gobierno, un gobierno, todos, bajo sospecha, precisamente, de ineptitud e ignorancia:
El titular de Justicia, Juan Carlos Campo, ha recordado, en declaraciones a la ‘Cadena Ser’, que el derecho de manifestación es un derecho fundamental, pero ha considerado que las imágenes muestran «un acto de irresponsabilidad flagrante».
Inverosímiles las palabras del titular de justicia –si uno de los objetivos de la manifestación es derogar la norma que obliga a llevar mascarillas, cómo se imagina Campo que deberían ir los manifestantes, ¿con mascarillas?
El vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Francisco Igea, ha manifestado en Al Rojo Vivo que, en su opinión, la marcha debería haberse prohibido y ha apostado por «una modificación legal urgente» para poder perseguir a quienes promueven las pseudociencias -«que ponen en riesgo la salud y la vida de todos los ciudadanos»- «con la dureza suficiente«.
Es el lenguaje del autócrata que muestra los colmillos y dice que los utilizará para el bien público, y para conseguirlo habrá que actuar con la “dureza suficiente”. ¿Por qué en vez de actuar con dureza y prohibir y perseguir no dan argumentos “científicos” que desbaraten las consignas de los manifestantes? No los tienen ni los necesitan, pues su estrategia es crear malestar social, crisis, violencia… para poder usar la fuerza y radicalizar las medidas “anti-virus”. Está ocurriendo en todo Occidente.
Por su parte, el diputado socialista José Zaragoza se ha referido a los participantes en la protesta como «enemigos del pueblo» que «atentan contra nuestra salud», así como contra la «economía», los «sanitarios» y «mayores» del país. «Atentan contra España», ha asegurado.
De nuevo vemos la exageración en el lenguaje utilizado para comentar una manifestación, un acto que pertenece a uno de los derechos fundamentales de los ciudadanos –plandemia y planagitación política.
¿Deberemos recordar aquí a los políticos y a los medios de comunicación, todos, que han secundado, fielmente, las declaraciones “anti-ciencia” de diputados, ministros, dirigentes de partidos… que han sido ellos los que han sumido a la población española en el caos de un fuego cruzado de continuas contradicciones? ¿Por qué no repasan estos medios de comunicación y estos políticos de salón las declaraciones del ministro de sanidad y de Simon, de Pedrito y de sus leguleyos desde enero de 2020 hasta hoy? Fue el ministro de sanidad el que declaraba hace menos de dos semanas que no habría rebrote y que en septiembre volveríamos a la normalidad. Se nos ha dicho que la mascarilla, en realidad, no sirve para nada y luego nos la han hecho obligatoria. Fue Trump quien se negó a utilizarla, y Fauci… y hace unos días apareció el presidente con mascarilla para luego quitársela de nuevo. Fue Pedrito y sus compinches del gobierno los que dijeron junto al resto de dirigentes europeos y a la Casa Blanca que se trataba de una gripecilla y, por ello, se permitió la deleznable manifestación del 8 de marzo. Se ha dicho de todo sobre el covid19 y, sobre todo, que no se sabe nada a ciencia cierta sobre este “extraño” virus. Y lo llaman teoría de conspiración. ¡Maldita sea y malditos sean! ¿Acaso forman parte de las teorías de conspiración las masacres cometidas en todo Oriente Medio, en Iraq, en Libia, en Yemen, en Siria… los intentos de golpe de estado contra Venezuela y Bolivia, la ruptura del acuerdo nuclear con Irán? ¿Son todo ello alucinaciones conspiracionistas? ¿Un accidente la explosión de Beirut, un acto justificado la presencia del FBI en la investigación? ¿Podemos creer algo de lo que nos diga, de lo que nos jure y perjure cualquier gobierno occidental, Francia, UK o USA? ¿Podemos negar la existencia del deep state, un poder que lleva actuando miles de años, remodelando la historia, reescribiendo los mapas?
En el New York Post del 20 de agosto de 2020 leíamos que:
El experto sueco en enfermedades infecciosas, Anders Tegnell, declaraba que el solo uso de mascarillas puede ser «muy peligroso», ya que la evidencia sobre la efectividad del uso de mascarillas faciales era «sorprendentemente débil». Señaló que los países con un cumplimiento generalizado de las mascarillas, como Bélgica y España, estaban experimentando de nuevo un aumento de infectados por el virus.
Y en el Health Line del 15 de agosto de 2020 se nos informaba:
Cómo se ajusta una mascarilla puede ser tan importante como de qué está hecha.
Por lo tanto, el uso, sin más, de las mascarillas carece de verdadera utilidad y de verdadera ciencia –debería ir acompañado de una descripción detallada de cómo debe ser la mascarilla, qué materiales, forma, ajuste… ¿Por qué entonces tanta virulencia a la hora de atacar a quienes se niegan a llevar la mascarilla, sin más, fuera de un verdadero programa?
Las manifestaciones son una primera fase de aglutinamiento, de desconfinamiento, pero sin una segunda fase y una tercera… no habrá resultado que justifique la primera –arrestos, detenciones, multas, fichajes… Es una guerra cuyos tambores no han dejado de sonar desde hace milenios, pero no los escuchábamos porque estábamos entretenidos bailando y follando por las esquinas, comiendo y emborrachándonos; y mientras tanto, ellos, movían fichas, las suyas y las nuestras; y ahora la partida está a punto de acabar y nuestra posición es la más débil.
Debemos analizar todas sus declaraciones, sus argumentos, sus propuestas, su lenguaje… hasta comprender que el nuevo orden mundial es una vuelta al fascismo global, a una prisión planetaria… por nuestro bien.