La pasión ateísta por Dios

La pasión que los ateos sienten por Dios es, quizás, una de las incongruencias más sorprendentes y, al mismo tiempo, inevitables de la subjetividad humana. Pero hay algo más. Hay algo inquietante y arriesgado en el proceso que generó al ser humano, al hombre, haciéndole venir a la existencia, y que ya originó discusiones en el Consejo Supremo (al Mala-il-‘ala).

Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. (Génesis 3:22)

No hay nada más ilustrativo que las alegorías para comprender, como en este caso, la trama operativa de un proceso. No parece que haya que incluir al Génesis en la Torá, en lo que se le reveló al profeta Musa, sino, antes bien, en el libro de Ibrahim, en el que se le desvelaban mecanismos del dominio de los Cielos y de la Tierra.

(75) Le mostramos a Ibrahim los dominios de los Cielos y de la Tierra para que comprendiera su funcionamiento y tuviera certeza de que son creación de Allah.

Qur-an 6 – al An’am

En la alegoría bíblica que acabamos de citar se nos dice que el hombre fue creado a imagen de Dios, fue elevado a ese rango, distinguido con el fuad (dispositivo interno que interconecta el intelecto con la consciencia, generando reflexión y decodificando la inspiración y la guía divinas). Por lo tanto, cuando hay sumisión a esta realidad, hay fecundidad y el hombre avanza en el conocimiento. Mas cuando hay rebeldía, hay lucha en un intento por torcer el “brazo del Creador” y erigirse en el nuevo dios, o en el nuevo héroe capaz de controlar el universo sin la ayuda del Altísimo. Es un fenómeno ineludible cuando la subjetividad desconecta al hombre de la Órbita Divina –cae en el más absoluto oblivium o comienza un proceso de racionalizar su posición atea. Sin embargo, sus argumentos se vuelven contra su propio ateísmo, dando lugar a una paradójica retórica que intenta unificar sus contradicciones en un absurdo y atractivo imposible metafísico. Unamuno decía:

Hasta un ateo necesita a Dios para negarlo.

Creo en Dios porque creo a Dios.

Y Bertrand Russell nos regalaba con esta chocante sandez muy impropia de alguien que se atribuye la capacidad de razonar y de reflexionar:

Si existiera Dios, creo que es muy poco probable que tuviera tal vanidad como para sentirse ofendido por aquellos que dudan de su existencia.

Hay cientos de estas citas en las que se intenta dislocar la realidad a base de paradójicas y extravagantes máximas:

Si Dios no existiera, no habría ateos. (GK Chesterton)

Nadie habla tanto y tan constantemente de Dios como aquellos que insisten en que no existe. (Heywood Broun)

No sé si Dios existe, pero sería mejor para su reputación si no lo hiciera. (Jules Renard)

Sigo siendo un ateo, gracias a Dios. (Luis Buñuel)

Si Dios no existiera, habría que inventarlo. (Voltaire)

Son frases que demuestran la debilidad de quienes las han pronunciado, pues sabían que no iban a recibir respuesta verbal del Altísimo y, así, podían dejar al toro quieto, clavado, y caminar delante de él con arrogancia. Sin embargo, no hay nadie más preocupado por la existencia de Dios que los ateos, pues en su rebeldía se han sacudido del sopor que mantiene obnubilada a la mayoría de la gente, y han comenzado a sentir un gran poder en su interior, una supremacía y un señorío, olvidándose, empero, de que el haber sido creados según el patrón divino no nos convierte en dioses –simplemente nos permite conocer a nuestro Creador y relacionarnos con Él a nivel de manifestación, no a nivel de esencia, de naturaleza. No somos hijos de Dios, sino criaturas de Dios –Él permanecerá Él por toda la eternidad y nosotros permaneceremos nafs (entidad viva independiente) por el tiempo que Él decida y en las formas en las que quiera transformarnos.

(60) En Nuestro plan está el que la muerte sea para vosotros un destino común, y no podréis evitar (61) que os transformemos, y os originemos en una forma y un estado que no conocéis.

Qur-an 56 – al Waqiah

Por lo tanto, ser ateo no significa únicamente no creer en Dios, sino no creer tampoco en Ajirah (la Vida del Más Allá). Es negar el viaje existencial, los dominios de los triunfadores y los dominios de los perdedores. En este sentido, una buena parte de los creyentes, cristianos, judíos o musulmanes, son ateos, pues creen en un dios sobre el que recae la sospecha de si podrá realmente resucitarnos una vez seamos huesos carcomidos. Albergan dudas sobre la Vida del Más Allá y prefieren dedicarse a construir en la Tierra su pequeño paraíso. Por otra parte, en el budismo y en otras corrientes orientales hay una cierta creencia en Ajirah, pero no en un Dios creador, mantenedor y sostenedor, en constante interacción con sus criaturas, y esa dislocación de la creencia completa –Allah el Altísimo-Ajirah– les convierte, a la mayoría de ellos, en ateos. Sin embargo, estos ateos son improductivos, inertes y despreocupados. No indagan sobre aquello que les han trasmitido desde la niñez. Se sienten bien aceptando todo el paquete de creencias, supersticiones y mitos que han heredado de su comunidad cultural. Y cuando les preguntas por qué siguen ese camino sobre el que no ha descendido ninguna autoridad, responden: “En esto encontramos a nuestros padres.”

(170) Cuando se les dice: “Seguid lo que Allah ha hecho descender,” dicen: “¡No haremos tal cosa! Seguiremos lo que seguían nuestros padres.” ¿Incluso si sus padres no razonaban sobre aquello que adoraban ni estaban guiados?

Qur-an 2 – al Baqarah

Es, pues, una vieja historia ese apego enfermizo y gregario hacia las creencias de la tribu. Y esto es quizás lo que más rechazo les provoca a los ateos –los bloques religiosos más que el propio concepto de Dios. Hay en ellos un repudio a las castas sacerdotales que más tarde derivará en una repulsa religiosa total. Se niega a Dios en cuanto que parte del montaje sacerdotal.

La mala educación que llevamos sufriendo durante siglos a manos de los sistemas judíos de manipulación intelectual y espiritual, nos han sacado a la superficie a través de tecnicismos como ciencia, pruebas científicas, hipótesis de trabajo, racionalismo, evidencias empíricas… pues solo en la superficie puede nadar el materialismo.

Los ateos que, con sinceridad y coraje, desean acabar con la idea de Dios, se sumergen en las turbulentas y oscuras aguas de la indagación, pero solo encuentran allí muertos, huesos descompuestos, ideas que ya han sido sobreseídas, dioses de barro… y se vuelven irónicos, cínicos incluso. Buscaban en el lugar equivocado, buscaban en la subjetividad humana. Seguían a hombres tan desconcertados como ellos mismos. Se encogen de hombres y concluyen, no sin escepticismo: “Algo habrá tras la muerte, ¿quién sabe?”

Mas si hay vida, algún tipo de existencia, después de la muerte, nos encontramos con el mismo problema que con la vida de este mundo –¿quién la ha diseñado? ¿Quién la ha organizado? ¿Puede ser científico decir que el azar? ¿Incluso si la gran mayoría de esos científicos ateos han declarado que la vida no puede deberse a ningún tipo de casualidad? ¿Por qué les seguimos? ¿Por qué estamos dispuestos a malograr nuestro futuro a cambio de formar parte de una comunidad de ateos científicos que no saben cómo funcionan sus ojos ni sus hígados ni sus riñones?

El hombre debe dejar de buscar pruebas de la existencia o de la no existencia de Dios, y observar el universo que le rodea y a él mismo –sin telescopios, sin microscopios, sin aparatos electrónicos, sin cámaras… Observar la perfecta sintonía y afinación que nos une a todo cuento existe.

Sentir, maravillarse, sobrecogerse… y dejar a los jokers de la NASA con su estéril y devastadora verdad que sigue destruyendo al hombre y a su hábitat.

(29) …Ya sabrán quién es el que estaba en un claro extravío.

Qur-an 67 – al Mulk

Un comentario sobre “La pasión ateísta por Dios

  1. Al final por mucho que les sulfure, las propias Ciencias empíricas terminarán por demostrarles de manera fehaciente e irrefutable la necesidad y existencia de El Creador, lo temporal apunta a lo intemporal, lo finito apunta a lo infinito, de momento siguen evitando encarar la realidad, como el principio antrópico fuerte, pero llegará un momento en que no puedan rodear la evidencia con sus ambigüedades y teorías de multiversos. Cuando Dios así lo decrete

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