Estamos de luto

Desde la perspectiva de un Yaulani reunido en Riad con el presidente norteamericano Donald Trump y su “homólogo” Muhammad bin Salman, podríamos entrever que ni Bashar ni Irán ni Hizbullah entendieron que el “juego” es global, universal y cada uno puede jugar según su destreza, pero todos tienen que respetar las reglas de ese juego. Es como en el ajedrez -cada partida es diferente dependiendo de los jugadores, pero ningún jugador puede cambiar el movimiento de las fichas.

Y la clave para entender ese movimiento, esas leyes -inamovibles- la encontramos en el Corán, cuando éste nos advierte que los judíos no nos aceptarán hasta que no entremos en su Millah; no en su Din, sino en su Millah -buenas relaciones con Israel, sistema económico bancario basado en la usura, control del flujo monetario y una progresiva eliminación de los límites que establece la religión o la moral.

Lo primero que ha hecho Yaulani ha sido dejar caer que estaría dispuesto a normalizar las relaciones con Israel y con los países del Golfo, aunque en una entrevista en 2015 con al-Yazeera aseguraba que no quiere relaciones con estos países, pues son títeres de Occidente. El Eje de la Resistencia ha caído y ni Rusia ni China han podido evitarlo porque ambos saben que las reglas del juego no se pueden tocar -no se puede armar a Hamás o Hizbullah contra Israel. Este es el juego que ha establecido Iblis desde el principio, a través de antiquísimas castas sacerdotales, de la idolatría y -posteriormente- a través de los judíos, sus mejores aliados. Y estos, a su vez, se sirven de los occidentales para imponer al mundo el juego de Iblis. Rusia y China intentan ganar la partida, sin darse cuenta de que gane quien gane, se trata del mismo juego, pues el otro juego es el Islam y no se puede jugar a este juego estableciendo las mismas reglas que rigen el otro. Y eso es lo que han hecho todos los países musulmanes -mantienen el Din, pero se rigen por la Millah judía: una esquizofrenia de nefastas consecuencias.

La mayoría de los sirios sunnís odiaba a Bashar porque era alauita, pero sobre todo porque su confrontación con Israel y Estados Unidos les impedía entrar de lleno en la órbita de Occidente. Esta mayoría quería mantener su Din, pero pasarse a la otra Millah, y eso es lo que está haciendo Yaulani: negociar -nunca mejor dicho- con el mismísimo Iblis, con el mismísimo Diablo. Y nadie ha levantado el grito al cielo. Nadie se ha echado las manos a la cabeza o se ha rasgado las vestiduras: “¿Qué hace nuestro presidente sentado junto a Trump y a Bin Salman, hablando de normalizar las relaciones con Israel? ¿Acaso no era este Yaulani el que luchaba contra los Estados Unidos en Iraq?”

Éste es el juego. Habrá prosperidad, florecimiento… y todo ello en detrimento de Islam, como ya nos advirtiera Al-Buti: “Si cae este gobierno, caerá Islam.” Ahora podemos entender a qué se refería. Dunia y Ajirah circulan por pistas diferentes, no paralelas, divergentes; de forma que cada vez se separan más una de otra. Y esto es a lo que se refería Al Buti. Si cae este gobierno, la sociedad siria saltará a la pista de Dunia. Y eso es lo que estamos viendo.

La pregunta ahora sería: ¿Permitirá Allah que esto ocurra? Es probable que sí, pues nos ha dado muchas oportunidades para cambiar nuestra forma de pensar, para volver una y otra vez al Corán y entender la realidad a través de él, de sus enseñanzas. Y una y otra vez hemos preferido la maquinación.

Sin embargo, nadie conoce el Ghaib y como creyentes, aceptamos el Plan de Allah en su totalidad, pues Él sabe y nosotros no sabemos. También ahora, la mejor virtud que puede desarrollar el creyente es la paciencia. Es decir, resistir a las corrientes de nuestro tiempo y mantenernos firmes en la Millah de Ibrahim, que era Hanifa y no de los idólatras.

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