Al observar la forma y el tamaño de los riñones humanos, esos diminutos órganos que realizan la complicadísima diálisis -una operación que hasta ahora el hombre no ha logrado imitar con éxito, uno no puede por menos de preguntarse cómo es posible que los biólogos, los médicos, los químicos… al estudiar las funciones de estos en apariencia insignificantes mecanismos, no logren creer en que han sido diseñados y manifestados por un Creador. Más aún, no son dispositivos independientes, ajenos al funcionamiento del resto de los órganos que componen el cuerpo humano. Antes bien, están en continúa interacción con todos ellos, formando una sola unidad.
Y esta es la razón de que los riñones artificiales no consigan substituir plenamente a los riñones naturales, ya que no hay interacción ni hay reconocimiento por parte de esa unidad corporal de todos los órganos. Cómo es entonces que estos científicos prefieran aferrase a la disparatada hipótesis, nada científica, de que ha sido una sucesión “milagrosa” de acontecimientos evolutivos lo que ha permitido que a partir de una sanguijuela estemos aquí, convertidos en hombres, con una poderosa cognición y una consciencia reflectora que ha hecho posible que nos observemos y que en esa observación se incluya a los riñones y sus portentosas funciones -un ciclo completo que esos científicos conocen.
No logran creer porque la creencia no está en el hombre. Es una facultad que éste recibe y decodifica siempre que posea el dispositivo capaz de realizar esta función -recibir y decodificar.
“¿Acaso no habéis encubierto la verdad después de haber recibido el iman? (Corán, sura 3, aleya 106)
El iman, pues, se recibe. Nos llega de fuera. Es enviado por el Altísimo a través de Sus malaikah. Sin embargo, en la mayoría de los casos el dispositivo que deberá abrir y desarrollar este programa, el programa de la fe, de la creencia, no lo entiende. No entiende su lenguaje y por lo tanto toda la información que contiene se pierde. Algo no funciona en ese dispositivo, algo le impide realizar su función.
Para averiguar de qué se trata deberemos caer en la cuenta de que todos esos científicos que niegan la existencia de un Creador, de un Diseñador, y prefieren fantasear con la casualidad, adolecen de una misma característica psicológica; de un síntoma que produce la peor de las enfermedades -la arrogancia. Y son arrogantes estos científicos porque están convencidos de que son ellos los verdaderos dioses. Al descubrir los riñones y entender que su función principal es la de realizar la diálisis, se desarrolla en ellos un perturbador sentimiento de haber sido su inteligencia la que ha creado los riñones. Y ello les sitúa en una constante confrontación y competitividad con el verdadero Creador.
Y es esta arrogancia, esta anómala comprensión existencial, la que impide que ese dispositivo abra y lea el “programa fe”, “el programa iman”. De esta forma, su intelecto, cuando llega al punto en el que de forma evidente y lógica se manifiesta la inevitable creencia en un Diseñador, Creador Todopoderoso, el programa sufre un bloqueo y se entrecruzan otras tiras de información que le ofrecen argumentos que encubren la realidad, la evidencia, la certitud de que esos riñones y todo cuanto existe forma parte de un diseño y de un plan, y concluyen que la creencia en un dios creador no puede ser contemplada por el método científico. Y declaran que tendrán que seguir buscando el origen de la vida y del universo.
Hoy, después de 300 años de investigación, en la que han aparecido inquietantes elementos como el ADN y se ha descompuesto el átomo en partículas cada vez más pequeñas, hasta que la materia -propiamente dicha- desaparece, estos científicos saben que ya no es posible seguir con esa misma línea de argumentación: no hay casualidad ni evolución; ninguna molécula posee consciencia, desea, prefiere, tiene objetivos. Se trata de elementos inertes, como las piezas de un rompecabezas, que la mano de un creador ha ido colocando en su lugar preciso, hasta conformar una imagen nítida, esplendorosa.
Y solo la arrogancia impide verla con el ojo de la certitud.
Hoy vuestra retribución será el desprecio por los embustes que forjasteis contra Allah y por haberos ensoberbecido cuando se os recitaban Sus aleyas. Les dijeron movidos por su arrogancia: “Negamos aquello en lo que creéis.” (Corán, sura 7, aleya 76)
Hoy vuestra retribución será el desprecio por los embustes que forjasteis contra Allah y por haberos ensoberbecido cuando se os recitaban Sus aleyas. (Corán, sura 6, aleya 93)
