No carguéis con la cruz del absurdo

Cuando revisamos la historia de los dos últimos milenios y constatamos la insistencia con la que se ha mantenido la trinidad a pesar del altercado teológico, ontológico y racional que ello supone, nos preguntamos si no será que el Vaticano y las iglesias evangélicas de todo el mundo pagan un salario mensual a los que propagan y defienden este perturbador concepto.

Mas probablemente sean otras las causas que sostienen la pirámide de la sagrada familia. Quizás se deba a ese sentimiento gregario, esa cualidad inherente a la naturaleza humana y que le hace buscar al hombre la sociedad, el asociarse, el pertenecer… a veces a cualquier precio. Nos dirigimos al degüello, pero estamos juntos. Sentimos el aliento del otro. Nos moja su sudor. Nos abriga el calor de los que nos rodean. ¡Cómo renunciar a ese refugio!

Ya en los primeros años del colegio le enseñaron que pertenecía a la gran civilización greco-romana, aunque tuvieran que ser los árabes musulmanes quienes tradujesen y explicasen a los europeos la filosofía griega, Averroes entre otros. Después se matizó el tema y se introdujeron conceptos como “occidente”, “herencia judeo-cristiana” y ambigüedades por el estilo. ¿Cómo, pues, renunciar a tan glorioso destino? ¿Qué valor puede tener la verdad frente al poder? Puede que el cristianismo se haya descarrilado, se haya salido del sistema profético, cayendo en una idolatría tintada de paganismo. Mas todos, musulmanes incluidos, alaban su poder, su cultura greco-romana, su cristianismo adherido al ancestro judío. Ahí están sus aviones, sus trenes de alta velocidad, sus portaviones, sus ordenadores… la red.

Los chamanes más radicales arrojan sus sonajeros a cambio de acariciar lustrosos móviles. Dalai Lama recoge el Premio Nobel de la Paz, indicando de esta manera que también brahmán, el dios supremo, el que separó la luz de las tinieblas, se humilla ante la Academia sueca, ante la Academia judía, ante la Academia greco-romana. Nadie ha notado que Biden, por ejemplo, crea en que Dios tenga un hijo. A nadie le parece altamente peligroso que alguien con semejante forma de ver las cosas pueda lanzar un ataque nuclear –al poder no se le exige coherencia, pues la fuerza suele ser un argumento irrebatible. Se trata de ganar elecciones o de ascender en el escalafón de la curia.

Mas ¿por qué ese hombre de a pie, esa gente contada como masa, como número, esos individuos anónimos que nunca formarán parte de la historia, mantienen esta impostura que se volverá contra ellos en ese Día que sin duda ha de venir? ¿Por qué no se preocupan de sí mismos, de su destino, de las consecuencias que acarrean los credos, las ideologías, las cosmologías? ¿Por qué deberían esos hombres, esas siluetas, pagar por los errores que han cometido las elites? ¿Por qué adherirse a la falsedad que esas mismas elites promueven, enseñan… imponen? ¿No será hora de cambiar el orden de los factores en esta peligrosa ecuación existencial y de esta forma despojar de valor al poder frente a la verdad?

(171) ¡Gente del Kitab (cristianos)! No estéis tan erróneamente apegados a vuestro din (creencia) y no digáis de Allah, sino la verdad. El Mesías, hijo de Mariam, no fue, sino uno de los Mensajeros de Allah, una orden Suya de creación depositada en Mariam y un Ruh (espíritu) proveniente de Él. Creed, pues, en Allah y en Sus Mensajeros y no digáis tres. Es mejor que abandonéis ese discurso. Allah es el Único Ilah (dios). En Su estado de perfección más allá de toda contingencia no cabe que tenga un hijo. Suyo es cuánto hay en los Cielos y en la Tierra. Allah basta como protector.

 (Corán 4-Sura de las mujeres, an Nisa)

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