El acelerador de partículas LHC; el mayor despilfarro de la historia.

Richard Hawkins metió la cabeza en un acelerador de partículas casero y se le deformó la mandíbula derecha y parte del cerebro, lo cual le llenó de confusión y decidió meterse entero en el mini-túnel que había construido en el garaje de su casa. El resultado fue todavía peor, pues se quedó encogido y paralítico, deduciendo, una vez recobrado el sentido, que es mejor no acelerar nada y mucho menos las partículas sub-atómicas.

Demasiado tarde, podríamos deducir, pues el proceso inverso, la desaceleración, empeoró aún más su condición física y mental. Como se puede apreciar en numerosas fotos que circulan por doquier quedó hecho un pingajo y aunque los familiares trataron de disimular aquella deformación, aquel retorcimiento, poniéndole un laptop como si estuviera trabajando en algún proyecto para la NASA, la realidad resultó ser demasiado implacable. Y al cabo murió, como todos los directores de la NASA, como todos los presidentes de Estados Unidos, como todos los jefes de la CIA, como todos los papas, como todos los diseñadores de moda… murió. Murió mientras las sub-partículas rozaban la velocidad de la luz, colisionaban brutalmente unas con otra para el deleite de los investigadores.

Ahora, 20 años después de su construcción, los físicos han llegado a la deprimente conclusión de que tendrán que re-pensar la estructura de las leyes de la naturaleza.

Durante décadas los investigadores han estado buscando en vano nuevas partículas elementales que pudieran explicar por qué la naturaleza tiene el aspecto que tiene. A medida que los físicos reconocen su fracaso, se ven obligados a re-examinar una antigua y extendida hipótesis entre los científicos –que las cosas grandes consisten en cosas más pequeñas.

Mas éste no es el verdadero fracaso de los físicos, sino el de no entender cuál es la verdadera cuestión que plantea la existencia misma. El hombre nunca podrá descubrir el funcionamiento de la creación, pues no estuvo allí cuando se originaron los Cielos y la Tierra. E incluso si le dieran escritos en un pergamino todos los detalles sobre cómo este Universo vino a la existencia, no lo entendería, pues su aspecto material simplemente nos vela la realidad ontológica que subyace detrás y que al mismo tiempo le permite existir y manifestarse.

Hay una realidad funcional y una realidad operativa. La funcional es generada por la operativa. Mas la funcional nunca podrá llegar ni comprender a la operativa; de la misma forma que a través de utilizar el teclado de un ordenador y la pantalla nunca podríamos construir un procesador. Son dos realidades relacionadas, pero técnicamente situadas en niveles de complejidad muy diferentes.

El aspecto funcional de la existencia nos lleva a la verdadera pregunta, nos urge a indagar sobre el sentido de un universo con vida, con inteligencia y con consciencia. ¿Cuál es el objetivo de todo este portentoso mecanismo? Pero también ¿por qué existe la muerte? ¿Por qué todo tiene que morir y antes de este inevitable final, deteriorarse? Las respuestas a estas preguntas fundamentales no las vamos a encontrar en un multi-billonario acelerador de partículas. Si todo cuánto existe estaba ya implícito en el Big Bang, en la gran expansión, entonces forzosamente tendría que estarlo también el LHC. O quizás no. Quizás lo que estaba implícito en la supuesta Singularidad fuese la estupidez humana, o al menos la de ciertos individuos.

Hemos recibido unos cuántos días de vacaciones en el trabajo y nos llevamos a la familia a la playa. El sol broncea nuestros cuerpos y les hace desarrollar una buena cantidad de vitamina D; el frescor del agua nos llena de satisfacción, de placer… ¿qué tienen que ver estas sensaciones, estos complejísimos procesos metabólicos con el acelerador de partículas? ¿Cómo la materia inerte puede explicar la vida; puede explicar las relaciones humanas; la interacción del hombre con los otros seres vivos?

¿Por qué se han gastado entonces tan ingente cantidad de dinero en este artilugio inservible?  Obviamente, no se han gastado nada. Simplemente, han impreso más dinero de papel. Si hubiesen tenido que pagar con oro y plata, con algo real, valioso, no habrían construido este acelerador de partículas.

Es el fracaso de un materialismo que intentaba con sus mentiras, con sus falsificaciones, con su propaganda, sustituir a la creación del Altísimo. Así de aberrante es la arrogancia humana, la arrogancia de los rebeldes. ¿Por qué todavía no han originado una célula? ¿Por qué todavía no han logrado producir agua, el elemento químico más simple de cuántos nos rodean? Dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno –dos elementos que abundan por doquier.

(73) ¡Hombres –nas! Se os pone un ejemplo, prestad atención –los que invocáis fuera de Allah no serían capaces de crear ni una sola mosca, aunque se juntaran todos para ello. Y si una mosca les quitara algo, no podrían recuperarlo. (Corán 22-Sura de la peregrinación, al-Hayy)

Es hora de volver al mundo funcional, el que realmente nos incumbe y reflexionar sobre el hecho incuestionable de que todo lo que nace debe morir irremisiblemente. Mas la muerte no puede ser el final de la entidad humana, provista de inteligencia y de consciencia. Antes bien, debe ser la puerta de salida de la fase terrenal hacia la fase post-mortem; la puerta que nos permita continuar el viaje existencial. Es la reflexión propia de un ser consciente que observa y analiza, y le hace exclamar con infinita humildad:

(27) No hemos creado el Cielo y la Tierra ni lo que entre ambos hay en vano. Eso es lo que piensan los encubridores. ¡Ay de los encubridores por el fuego que se han ganado! (Corán 38-Sura Sad)

Y es esto lo que realmente nos concierne, no las partículas sub-atómicas.

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