El grito de los muertos emparedados.

Hemos dado pasos que parecían insignificantes, pero que han resultado decisivos a la hora de preparar a la humanidad para un mundo sin valores, sin objetivos, sin esperanzas… sin transcendencia.

Primero, alejamos los cementerios de las ciudades para que no fueran un continuo recordatorio de la muerte, de un fenómeno perturbador para los ignorantes, que nadie pone en duda, que nadie discute su inevitable ejecución. Después se abandonaron las tumbas, se dejó de enterrar a los muertos, se les desplazó de su lugar natural y se les introdujo en nichos, pues la tierra, en su mayor parte vacía, estaba llena –una cuestión de ahorro, de eficacia, de pragmatismo. Mas no era ese el mensaje que se estaba transmitiendo. El contenido subliminar que se adosaba a los nichos era: “Para qué malgastar nuestra preciosa tierra llenándola de muertos que ya han acabado su viaje y a quienes devoran los gusanos.” Mas el viaje no se había acabado, y lo que devoraban los gusanos no era, sino carne ajada, inservible… Un vehículo que ya no servía para continuar el viaje eterno. La misiva estaba clara: “Se acabó la muerte.”

El materialismo fue construyendo un nuevo sendero con estos pasos –el camino de la negligencia, de la despreocupación, de la inconsciencia. No había muerte, y con su muerte, se liquidaba el futuro –todo terminaba en un nicho, en un cuerpo emparedado.

Otro de estos pasos fue el globalismo, con su humanístico atractivo de unificar la disparidad, acabar con las diferencias, uniformar la cultura… convertir la gigantesca torta terráquea en una aldea, sin sorpresas, sin revoluciones. Sin embargo, esta unificación no tuvo en cuenta al sexo. Muy al contrario, se diversificaban las opciones hasta llegar al transgenerismo –un final inevitable de la libertad que iba imperando en el pueblo universal. Sin la muerte pisándonos los talones, con los cementerios en plan biblioteca mortuoria y cada uno viviendo a su manera, las perspectivas de marchar hacia un futuro luminoso parecían más que razonables.

Sin embargo, esa propuesta materialista iba en contra de la irreductible naturaleza humana. El propio Corán nos enseña que ese globalismo fue una opción a tener en cuenta, pero el Creador la descartó en favor de la más absoluta diversidad e individualización.

(48) …Si esa hubiera sido la voluntad de Allah, habríais sido una única ummah (comunidad humana), pero no ha sido así para que viéramos cómo obrabais con lo que se os daba. (Corán 5 – al Maidah)

Y esta es la razón por la que el globalismo no ha funcionado ni funcionará –hemos sido creados en la diversidad e individualización.

Mas en la ecuación existencial-materialista que ellos manejan, nunca hay lugar para el factor “Creador de los Cielos y de la Tierra.” Y al final, la ecuación siempre da error. No obstante, esta vez se han unido todos los jugadores de ajedrez en un solo bando, y su único contrincante es el destino, que ya está escrito de antemano. Mas nadie puede leer ese lenguaje, por lo que la emoción continúa. El destino tiene los movimientos marcados, y los jugadores buscan el control absoluto de las masas –incluidos los técnicos, los expertos, los políticos… terminales todos ellos del deep state.

Rusia ha tenido numerosos cambios de bandera, de pasos, que denuncian su inestabilidad, su querer estar en ambos lados de la moneda. Su inmaculada bandera roja con la oz y el martillo representaba perfectamente el último sistema de valores que ha penetrado incluso en el corazón de su enemigo capitalista. El rojo podía simbolizar la sangre derramada en la tarea de construir un mundo mejor; el martillo y la oz son los instrumentos que mejor encarnan el trabajo, el sacrificio, el esfuerzo… la hermandad. Sin embargo, los rusos estaban deseosos de acabar, de olvidar, su reciente historia. No sólo querían pasar de hoja, sino arrancarla, hacerla desaparecer, y eso siempre es un mal comienzo –quien insulta a su propia familia, no tiene honor, y sin honor, todo lo que se construya será de arena. Y la cambiaron por una insípida tricolor –blanco, azul y rojo, si bien los zares tuvieron sus dudas sobre el orden en el que deberían colocarse estos colores, e incluso hubo quien combinó el blanco con el negro y el amarillo. Incertidumbre, pues, ambigüedad, indecisión… Nunca ha habido algo así como una Rusia, unificada, fuerte, con un claro destino, con voluntad de poder –colores, banderas cambiantes y ahora una reunión con  Biden para asegurarle que Rusia es parte inseparable de occidente, el estado 51 o 52 de la federación, si se quiere poner de esta forma. Ya antes había propuesto Putin a la administración norteamericana el que Rusia formase parte de la OTAN en el colmo de la globalización. Es decir, que la agenda deep state tendrá que tomar notas y lecciones de los comunistas, de Rusia y de China, que llevan decenios implementando esa misma conspiración.

Quizás todas estas conspiraciones, órdenes mundiales, reinicios, planes… se deban al aburrimiento, pues ¿qué hacen 17 agencias de inteligencia, solo en Estados Unidos, desde las 9 de la mañana hasta las 9 de la noche, dejando a parte un par de horas para la hamburguesa con queso y patatas fritas o un hot dog con mostaza?

El punto de quiebra, la grieta, quizás la última, es la religión en cuanto que guía hacia la transcendencia –el zen, el budismo y las formas chamánicas que toma el esoterismo, no cuentan, pues sirven al mismo fin de sacralizar al hombre, incluso a un hombre que duda de su género.

Aunque con un credo manipulado y con la trinidad a cuestas, solo les queda por neutralizar a los fundamentalistas judíos, a los musulmanes y a los cristianos ortodoxos.

No es que supongan un verdadero freno al globalismo y a la exaltación del lumpen sexual, pero siempre es más seguro matar al perro que vacunarlo contra la rabia.

El más problemático, sin duda, es el Islam, pues los musulmanes tienen el último libro revelado, el Corán, que les enseña y les guía –más no a todos. La gran mayoría de las comunidades musulmanas en occidente trabajan al unísono con las agencias de inteligencia norteamericanas –el que le ha dado una bofetada a Macron no era musulmán.

Aquí el asunto puede seguir dos escenarios diferentes. Si realmente estamos al final de los tiempos, muy cercanos a la Hora, entonces es posible que se acelere el proceso destructivo del hombre, de un hombre que ya casi no tiene nada de humano. Si, por el contrario, estamos aún lo suficientemente lejos del final, habrá reacción e, incluso, recuperación.

No obstante, sea cual fuere nuestra situación real, deberemos actuar como si nos encontrásemos en el segundo escenario, con absoluta responsabilidad y determinación.

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