“Woke” is not “awakening”, but it works.

Se equivoca Slavoj Žižek cuando piensa que el movimiento “woke” (ha despertado, ha caído en la cuenta) no puede funcionar pues carece de un verdadero “awakening” (despertar de la consciencia a la realidad):

El «despertar» supuestamente liberal y la cultura de cancelación (eliminación) tienen poco que ver con un verdadero despertar a lo que está sucediendo en el mundo y a un tratar de cambiarlo: es hacer ruido por el mero placer de escucharlo, mientras que el statu quo se conserva cuidadosamente.

El hecho de que el movimiento woke y la cultura de eliminación sean una farsa, no invalida su utilidad –imprescindible para llevar a cabo un devastador cambio social. Tampoco el proletariado era una clase social elegida por la divinidad para salvar al mundo de su extravío burgués y dirigirlo hacia un futuro luminoso. Resultó ser un fiasco, pero transformó la vida de los hombres y removió sus valores durante casi 100 años. Por lo tanto, de alguna forma, funcionó.

Cuando el profeta Musa se ausentó para acudir a la cita con su Señor, Samirí y su gente organizó la gran fiesta gitana –danzas, cantos, sensualidad, sexo, homosexualidad, lesbianismo… quizás ya hubiera algún que otro transgénero e, incluso, más de un dubitativo. Todo iba bien, todos se sentían bien, excepto un pequeño grupo de aguafiestas que esperaban pacientes la vuelta de Musa. Y volvió Musa y se acabó la fiesta y se rompió el becerro y se lo arrojó al mar… pero antes de sumergirse y llegar al fondo, ya se había filtrado en el corazón de los idólatras. Y desde entonces, no ha dejado de azuzarles el deseo de establecer la fiesta de Samirí a perpetuidad, como el deseado paraíso terrenal. Mas para que haya fiesta sin remordimientos, sin interrogantes, sin moral… hace falta que haya un becerro de oro presidiendo, el que sea, que actúe como un verdadero dios, pues toda transgresión exige una causa que la justifique, que la haga lícita, y ninguna mejor que la aprobación divina.

El dios que propone el marxismo es el proletariado, tan divino que se le otorga el derecho a gobernar bajo un sistema de dictadura, pues la dictadura de un dios es siempre objetiva y, por lo tanto, justa.

Cuando cae el muro de Berlín, cae el becerro proletario y el mundo se queda cojo, con una pata de palo y otra dada a la barbarie imperialista, a las invasiones, a la inflación, al pillaje y a una Unión de Naciones impresentable ante cualquier familia distinguida. Todos entienden que hace falta otro becerro.

Aprovechando la experiencia soviética y maoísta, el deep state propone que el siguiente ídolo sean los parias, el lumpen, los desheredados… bajo la forma de un radical anti-racismo, anti-xenofobia… y de un decidido apoyo a los LGBTQ. Mayor propuesta de libertad y justicia imposible.

Y empiezan los woke a eliminar todo aquello que pudiera ser argumento contra el nuevo becerro –respaldados siempre por la high-tech, por los Gates, Bezos y Zuckerberg, especialmente, pero no solo –ahí siguen coleando los Clinton, ahí siguen fabricando noticias Bloomberg y Reuters… y otros muchos.

Ahora ya hay un ídolo, un becerro, que va a justificar la fiesta de la gente de Samirí. Hay que proteger al nuevo dios de la intransigencia, del autoritarismo, de la seudo-ciencia, de la violencia, del odio… imponiendo la dictadura del lumpen, del último dios, de la verdad, pues, de la libertad y de la justicia. ¿Podremos entonces tolerar que alguien vaya en contra de esta “subjetividad divina” manifestada en los adoradores del lumpen? Obviamente, sería un disparate, algo intolerable.

Quien se oponía al comunismo, al socialismo, al marxismo, se le acusaba de burgués, de tener mentalidad burguesa, acusación ésta que bien le podía costar a la gente la cabeza, como les costó a los que todavía mantenían una visión aristocrática de la vida en tiempos de la revolución francesa. Ahora, penden de un hilo las cabezas de los heterosexuales, de los que defienden la organización patriarcal de las sociedades humanas, de los que consideran que la educación de sus hijos debe pasar por su aprobación… Siempre es la misma hoguera en la que arden los que reniegan de la idolatría, los que esperan pacientes a que llegue el profeta Musa con las buenas nuevas de su Señor.

La secuencia es, invariablemente, la misma –primero se elige un grupo social, una clase social, un concepto… y se diviniza, se le otorga el privilegio de poseer la verdad absoluta y de tener la capacidad de establecer la justicia en la Tierra; después, se emiten leyes para proteger a ese dios, a ese becerro, que van neutralizando a los que declaran ilícitos a esos ídolos. Finalmente, se va anulando a los adoradores del becerro, pues ya no hacen falta, ya hay un control absoluto de las poblaciones humanas.

Esta vez, se trata de sostenerse sobre una sola pata global –un solo ídolo, un solo becerro, una sola fiesta a la que solo podrá asistir la gente de Samirí.

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