Cuando observamos atentamente la creación y a nosotros mismos, surge, inevitablemente, la evidencia de que todo es un sueño, una filmación, una ilusión. Sin embargo, la puesta en escena es tan perfecta, que inmediatamente nos olvidamos de esta percepción y continuamos a vivir en un escenario que llamamos, insensatamente, “la realidad”.
Podríamos decir que el hombre pasa, uno tras otro, por diferentes estados, y esto sería una aproximación más exacta, ya que el concepto “realidad” es subjetivo y, además, pretende ser absoluto, lo cual ya es, en sí mismo, una incongruencia.
Entramos en el ámbito onírico, con otro cuerpo, con otra lógica, con otra forma de razonar; salimos de él para penetrar en la vigilia; morimos, adquirimos un nuevo cuerpo y con él esperamos a que llégue la Hora, a que se cambien los cielos y la Tierra. En el Jardín o en el fuego tendremos otra configuración corporal y psíquica.
Son estados que nos permiten conocer diferentes escenarios existenciales, diferentes sueños, diferentes filmaciones… en las que vamos adquiriendo un mayor conocimiento y percepción de la REALIDAD que está más allá de nuestras facultades cognitivas. Una REALIDAD inaprehensible para el hombre. El verdadero infierno, pues, es que se detenga este viaje incesante, que nos hace pasar de un estado a otro, de una aproximación a la realidad a otra. La filmación en el fuego toma el modo diapositiva –se acaba el movimiento, interior y exterior. Es el suicidio absoluto, pues impide que se manifieste cualquier otra opción, cualquier otra posibilidad.
El hombre ha olvidado este viaje, su propia creación, la conexión con la fuente originaria, y eso hace que la existencia le llene de perplejidad, que corra, como un poseído, hacia los espejismos que le ofrece el sueño de esta vida.
Ahora corre hace una vuelta a la normalidad, aunque sospecha de un nuevo reinicio, desconocido, amenazador, que podría echar al traste sus sueños. Los hay que se frotan las manos ante los enormes beneficios que están consiguiendo gracias a la pandemia –la muerte, en todo caso, les hará despertar de ese sueño a un nuevo estado, a una nueva condición, que podría ser, ya, el anuncio del fuego.
El hombre ha olvidado la geografía existencial y se apresura para alcanzar sus quimeras. Le hablan de la inmortalidad, incluso se la prometen en un futuro cercano; le aseguran que pronto habrá bases en Marte y fuera de nuestro sistema solar; le susurran teorías sobre la curvatura del tiempo, sobre el eterno retorno, los extraterrestres… quizás ellos ya hayan resuelto el escándalo de la muerte.
Seguimos, pues, sin necesitar a Dios; nos sigue bastando con la ciencia, con los expertos, con los sabios… a pesar de que cada día vemos como se va encogiendo el mundo, la vida… nos confinan y todo se vuelve ahora más confuso, más absurdo.
¿Qué esperanza les queda a los que llaman a la vida de este mundo “realidad”? El número de suicidios sigue aumentando, la depresión, las sobredosis, la desesperación…
Hemos cogido una mala postura y nos duele todo el cuerpo. Debemos rectificar, posicionarnos acorde a nuestra propia fisiología.
Cuando la consciencia está activa, la observación nos lleva a percibir que la felicidad consiste en estar, al mismo tiempo, dentro y fuera de la película; en estar despierto en los sueños; dormir sin perder la vigilia.
Entonces ya no querremos la inmortalidad en esta vida, sino seguir el viaje existencial, penetrar en nuevos estados, en nuevas condiciones… adquirir más conocimiento de la REALIDAD.