Cóctel de Religiones

No hay poder más efectivo para vencer, que dividir. Lo sabían los romanos, y lo saben los judíos. ¿Qué habría pasado si Pablo de Tarso no hubiera entrado nunca en Damasco ni se hubiera caído del caballo ni hubiera escuchado -sin testigo alguno para desmentirle- aquellas reveladoras palabras de Isa (Jesús) desde algún lugar del cielo paterno? Desde la perspectiva que nos ofrece el tiempo transcurrido, podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que la historia de la humanidad habría sido muy distinta… inimaginable desde el cúmulo de acontecimientos que nos separa de esa hipótesis.

Cuando los sabios fariseos leían en sus libros la venida del Mesías, y a continuación escudriñaban las palabras y la forma de vida de ese joven e impertinente demoledor de religiones al que llamaban Isa, un acceso de fiebre se apoderaba de sus temerosas frentes. Había que hacer algo al respecto. Todos los intentos de asesinarle habían fracasado, y miles de seguidores suyos trabajaban incansablemente ahora, después de su desaparición, para extender el mensaje divino que su maestro y profeta había traído, por todo el mundo.

Si un príncipe o un pueblo se había sustraído a la obediencia de su soberano, le concedían en seguida el título de aliado del pueblo romano; y con esto lo hacían sagrado e inviolable; de modo que no había rey, por grande que fuese, que pudiera estar ni un momento seguro de sus súbditos, ni aun de su familia.

Grandeza y decadencia de los romanos, Montesquieu

La suerte estaba echada y no parecía razonable pensar que se podría acabar con esos seguidores del Mesías, asesinándoles. Eran demasiados y estaban bien establecidos. El Sanedrín, por lo tanto, maquinó otra estratagema –precisamente la de dividir al enemigo. Y aquí es donde juega un papel trascendental este judío fariseo llamado Pablo que entró en Damasco, no con una orden de arrestar a los cristianos que encontrase en esa ciudad, sino con la encomienda de infiltrarse en la comunidad cristiana, llegar hasta el grupo de elite de discípulos, y crear otra religión de forma que los judíos pudieran conservar la suya, y sus sacerdotes siguieran manteniendo sus ilimitados privilegios.

Para ello, había que cambiar –radicalmente– el mensaje de Isa. Había que crear una religión que, en su esencia, y con el transcurso de los siglos, resultase algo incongruente y aislado de toda revelación. Pablo debía colocar, en la doctrina cristiana, una bomba de relojería que estallase en el momento oportuno y desmantelase por completo el edificio religioso que durante siglos fuera construyendo la futura iglesia de Roma.

Rechazado en un comienzo por los principales y más respetados discípulos de Isa, pronto supo ganarse el apoyo de un grupo más o menos numeroso, creando la discordia en el seno de la recién nacida comunidad cristiana.

La primera reforma radical que emprende Pablo es la de hacer tabla rasa con lo anterior. Todo empieza con Isa y todo acaba con él. No ha habido nada antes, ni habrá nada después por la sencilla razón de que Isa pasa a ser, ahora, Dios, hijo de Dios, el redentor de la humanidad, y el sello de la revelación divina. La época profética del Antiguo Testamento ha quedado atrás y, lo más importante, ha quedado abrogada para siempre; y lo mismo sucederá con el futuro: aquellos que esperan la venida del Profeta, como se anuncia en el Nuevo Testamento en el evangelio de Juan 1, esperan en vano, pues todo lo que había de llegar, ya ha llegado:

19 Éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: Tú, ¿quién eres?

20 Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo.

21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.

22 Le dijeron: Pues, ¿quién eres, para que demos respuesta a los que nos enviaron? ¿Qué dices de ti mismo?

23 Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.

24 Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.

25 Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?

Sin embargo, la segunda tarea no va a ser menos ardua, pues ahora tiene que convencer a los discípulos de Isa de su nueva doctrina, él que nunca le conoció, que nunca escuchó sus palabras, que nunca estrechó sus manos, ni aprendió sus preceptos. No debió ser fácil. En el Nuevo Testamento ha quedado grabado, como en un video, las disputas que suscitó Pablo, así como su estrategia de hombre versado en las «Escrituras». Arremete contra Pedro en numerosas ocasiones para aislarle y desprestigiarle frente al resto de los discípulos. Fijémonos ahora en estos reveladores pasajes que encontramos en Mateo 16:

15 Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente.

En cambio, en Marcos 8, leemos lo siguiente:

29 Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo.

Es decir, el Mesías. La omisión de Marcos no parece estar justificada de ninguna de las formas, pues no se trata de una información aleatoria, sino decisiva. No hay parangón entre ser el Mesías, un hombre, un Profeta, y ser –nada más y nada menos–que Dios, hijo de Dios. Vemos que en el caso del evangelio de Mateo esta frase ha sido añadida posteriormente. Sigamos viendo cómo se fue montando el engaño. En el versículo 31 de este mismo capítulo 8 de Marcos, leemos:

31 Y comenzó a enseñarles que le era necesario al hijo del hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.

Estas palabras no son de Isa. Aquí hay un sutil cambio de papeles. Es Pablo el que está creando una nueva doctrina. El texto empieza con las palabras “y comenzó a enseñarles” sin que haya un sujeto manifiesto, ya que se refiere a Pablo, quien adoctrinaba a los discípulos de Isa en la nueva religión que estaba creando. Fijémonos, si no, en el versículo 32:

32 Esto les decía claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle. (en la Biblia inglesa St. James, la palabra es “recriminarle”)

¿Cómo Pedro podría recriminar o reconvenir nada menos que al hijo de Dios? La realidad es que Pedro está recriminado a Pablo por las enseñanzas que intenta introducir en la comunidad de los discípulos de Isa. Si seguimos leyendo, veremos esta idea mucho más claramente:

33 Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro diciendo: ¡Quítate de delante de mi, Satanás! Porque no pones la mira en las cosas de Dios sino en las de los hombres.

¡Qué extraño pasaje! Isa llama a Pedro “Satanás”. Sin embargo, un poco antes le ha nombrado su sucesor en la tierra como leemos en Mateo 16:

18 Y yo también te digo, que tú eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.

19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatares en la tierra, será desatado en los cielos.

¿Cómo es posible que a aquel a quien se le han dado tales honores y se le ha dignificado de tal forma, se le llame “Satanás”? Pero ya hemos dicho que ese diálogo no tuvo lugar entre Isa y Pedro, sino entre éste y Pablo. Al verse recriminado públicamente por enseñar una doctrina errónea, Pablo reacciona arremetiendo contra Pedro y llamándole Satanás. En Gálatas 2 queda de manifiesto la fuerte discrepancia entre Pablo y los discípulos de Isa –Pedro y Bernabé:

11 Pero cuando Pedro vino a Antioquia, le resistí cara a cara, porque era de condenar.

12 Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión.

13 Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos.

Pablo condena y llama hipócritas a Pedro y a Bernabé, los dos discípulos más cercanos a Isa y más respetados por la comunidad cristiana.

No deja de ser altamente significativo que algo parecido ocurriese en el Islam. En efecto, durante el califato de Uzman, un judío originario del Yemen, llamado Abdullāh Ibn Saba (también llamado Ibn al-Sawda), instigó a la insurrección contra el califa alegando sus preferencias familiares a la hora de designar gobernadores, así como el hecho de que tanto él, como sus predecesores, Abu Bakr y ‘Umar, hubieran usurpado a ‘Ali su legítimo derecho al califato. Con un grupo de seiscientos hombres partió de Egipto en dirección a Medina con la excusa de realizar la peregrinación menor; si bien, su verdadera intención era la de reclutar más hombres y organizar una revuelta que crease el caos en la comunidad musulmana. Aunque desistió tras su encuentro con el propio ‘Ali, quien les recriminó por su actitud belicosa, la semilla de la discordia había sido plantada y no tardaría mucho tiempo en dar sus venenosos frutos.

Con el éxito indudable de esta maquinación, los judíos habían logrado su principal objetivo: crear dos religiones hasta entonces inexistentes: el judaísmo y el cristianismo. Notemos que nunca antes había existido ni el concepto de religión, ni se pronunciaban entre los judíos otros nombres que «los Bani Israil, los seguidores de Musa y de la Torah, la Gente del Libro», pero jamás se pronunció la palabra judaísmo, carente de todo significado a poco que se analice, hasta la llegada de Pablo y la separación tajante que hizo entre la tradición mosaica y la revelación que pretendió haber recibido, personalmente y en secreto, de la boca de Isa. El hecho de hacer de Isa un Dios, creó de facto tres divisiones: por una parte, los judíos acuñaron el término «judaísmo» para claramente diferenciarse de esos otros judíos que habían caído en el absurdo de llamarse seguidores del «Hijo de Dios». Por otra, un grupo de los seguidores de Isa rechazaba sin ambages la idea de que Isa fuese Dios, oponiéndose abiertamente a esa idea y defendiendo que el Mesías era un hombre y un Profeta. El tercer grupo lo formaban los cristianos que podríamos llamar paulistas o católicos –término que se acuñó en tiempos de Constantino– quienes tras perpetrar un exterminio casi absoluto de los «unitarios», adquirieron un total protagonismo en la arena política.

La jugada maestra de Pablo tuvo enormes repercusiones en el devenir histórico de la humanidad. En primer lugar, se acuñó el término «religión», asfixiando la naturalidad con la que los hombres, desde los tiempos de Adam, habían aceptado, agradecidos, las revelaciones proféticas con las que el Creador de todos los dominios enseñaba y amonestaba a los seres humanos. No había religiones, sino un sistema profético, un relato profético. Cada nuevo Profeta que llegaba, confirmaba la creencia del Profeta anterior, y transmitía a su comunidad los nuevos aspectos de la Ley Divina como una forma de «adaptación», necesaria para adecuarla a las nuevas circunstancias y al propio devenir de las comunidades humanas. No había, pues, religiones, sino una constante «puesta al día» de la Verdad Eterna.

Ahora, por el contrario, el concepto de religión venía a romper esa cadena profética para instaurar el caos de las religiones monoteístas; como si la propia idea contenida en la palabra «monoteísta» no se anulase a sí misma al pronunciarse en plural. Había libros revelados por un, aparentemente, mismo Creador, que daban lugar y argumentos para tres religiones diferentes y antagónicas. Había Profetas que hablaban de cosas incomprensibles en la mayoría de los casos, Profetas borrachines, incestuosos, cobardes, desobedientes y avaros… Aparecía en escena la venida del «hijo de dios» que anulaba los principios doctrinales anteriores e invalidaba la última profecía… hasta lograr que la confusión ya no pudiera ser mayor.

Como podemos hoy apreciar, la bomba de relojería que Pablo colocó en los andamios del edificio cristiano, no pudo ser más efectiva, ni su mecanismo más exacto. Tal y como el Sanedrín había previsto, los seguidores de Isa fueron poco a poco fabricando una religión independiente del judaísmo, al mismo tiempo que el Islam sufría el rechazo absoluto por parte de los cristianos al pretender aquel sellar la Profecía, cuando la profecía había sido sellada, según ellos, nada más y nada menos que por el hijo de Dios.

Tres en uno. Un cóctel de profetas, libros, mensajes, comentarios y falsificaciones –una supervivencia forzada e insostenible y un conflicto permanente.

Es hora de separar los ingredientes y contemplar, maravillados, el panorama tranquilizador de un solo Creador; una sola revelación sostenida ininterrumpidamente por los Profetas; un mismo Libro procedente de la Tabla Protegida, manifestado en diferentes formatos; una misma Verdad, una misma recompensa y un mismo castigo.

(47) ¡Vosotros que habéis recibido el Kitab! ¡Creed en lo que descargamos, confirmando lo que ya teníais! …   

Qur-an 4 –an Nisa

(65) ¡Gente del Kitab! ¿Por qué discutís sobre Ibrahim si la Taurah y el Inyil no descendieron, sino después de él? ¿Es que no vais a razonar?

Qur-an 3 – ali ‘Imran

No hay otra realidad –Adam, tras ser engañado por el shaytan, desobedeció las órdenes de su Señor. Arrepentido por haber trasgredido los límites señalados por el Altísimo, recibió la Profecía, la guía y la sabiduría como medios de poder desenvolverse en el nuevo mundo al que había sido arrojado y como esperanza de salvación para él y para quienes como él se sometiesen al Creador de todos los dominios.

(23) Dijeron: “¡Señor nuestro! Nos hemos condenado a nosotros mismos por nuestra rebeldía y si no nos perdonas y tienes rahmah de nosotros, seremos de los perdidos.”

Qur-an 7 – al ‘Araf

(121) Y comieron de él. Entonces fueron conscientes de sus vergüenzas y comenzaron a coser hojas del Jardín para cubrírselas. Adam desobedeció a su Señor y transgredió los límites que se le habían marcado. (122) Luego su Señor le eligió, se volvió a él con Su perdón y le guió.

Qur-an 20 – Ta Ha

(37) Luego Adam recibió palabras de su Señor, Quien le aceptó de nuevo –el Indulgente, el Compasivo.

Qur-an 2 – al Baqarah

A continuación, el Altísimo envío, sucesivamente, Profetas a todas las comunidades con el fin de recordarles la Verdad Eterna –shaytan es vuestro enemigo declarado, no le escuchéis; y Yo soy un Único Dios, que os ha creado y ha creado todo cuanto existe, temedme sólo a Mí y obedecedme. Junto a esta verdad, los Profetas iban enseñando a los hombres las ciencias para que pudieran servirse de ellas y, de esta forma, les resultase más fácil y agradable la vida en este mundo.

(213) Los hombres –nas– eran una única ummah, y Allah envió a Profetas como anunciadores de buenas nuevas y advertidores, e hizo que descendiera con ellos el Kitab, portador de la verdad, para que dirimiesen con él las disputas de la gente –nas. Y fueron esos, a los que se les había dado el Kitab, los que más discutían entre ellos por envidia, a pesar de haber recibido la clarificación, pero Allah guió a los creyentes con la verdad y, por Su voluntad, entendieron aquello sobre lo que discrepaban. Allah guía a quien quiere al camino de rectitud.

Qur-an 2 – al Baqarah

Esta es la realidad de nuestra existencia, de nuestra historia –cadena profética, Libros, guía y hikma (sabiduría). Volvamos pues a esta realidad; abandonemos las religiones, los antagonismos impuestos por las castas sacerdotales.

(64) Di a la Gente del Kitab que se avengan a una misma creencia –la de adorar únicamente a Allah, sin dar poder a nadie más, y sin tomarse unos a otros por señores en vez de a Allah. Mas si lo rechazan, decidles que sean testigos de que vosotros sí que os habéis sometido.

Qur-an 3 – ali ‘Imran

sondas.blog, 24 julio – 2020

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