SOBREVOLANDO LOS DESPOJOS DE OCCIDENTE

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La sobrecogedora extensión de la yerma planicie se abría a mi visión hasta más allá de la extensión de los cuatro horizontes, nada al norte, vacío al sur; lo mismo que al este y al oeste. Un espacio preñado de ecos distantes lo envolvía todo de un mágico y penetrante silencio evocador de un tiempo pasado ya vivido en la felicidad y la abundancia. ¿Cómo hemos llegado a esto? Desde mi atalaya en la cima de la visión última, yo, lo contemplo todo. Profundicé en la llaga abierta entre mí y mi Creador, hasta que se abrió el espacio por la amplitud de mi comprensión en la contemplación de las luces del Amigo Íntimo; relegando al olvido los despojos de una vida vivida tras vanos afanes.

Ahora esos restos que aún perduran son el alimento que ávidamente devoro, y cual carroñero despliego las alas para abarcar con mi visión a toda la amplitud de la meseta, mientras soy mecido por los vientos de una predestinación que me encumbró a estas insondables alturas. Desde allí selecciono a mi presa y me precipito sobre sus despojos; las huecas reminiscencias de una vida devenida en cadáver a ojos de mi afilada visión, hábilmente templada en los fuegos de la percepción pura. Más allá del velo de lo que aparece hay una realidad, inmutable e imperecedera, vertebradora de toda la existencia, cuyo secreto solo se muestra si a Ella te entregas, como uno más de esos cadáveres que siembran la vastedad de su asombrosa e inconmensurable llanura. Así morí un día, y al día siguiente desperté a mi nueva realidad de insaciable y contumaz depredador de carroña.

En la planicie de la realidad primera y última todo resulta apetecible para el voraz carroñero que soy ahora, pues nada hay que no sucumba a mi mirada y se muestre tal cual es, en la evidencia de los despojos de un cadáver sobre el cual me precipito para degustar y devorar su maloliente podredumbre. Para un ave rapaz de semejantes características nunca falta el alimento, pues los muertos abundan, y allí donde se posa los vislumbra ahí tendidos, sobre el charco de la vomitiva excrecencia de unas vidas vividas en la incredulidad, la cerrazón, la ausencia de Dios y el alejamiento de la fitrah, la naturaleza primordial que hizo de molde para la creación del ser humano.

Hoy en día todo occidente es un enorme estercolero y, en todo el mundo, solo algunos focos del oriente logran resistir al impetuoso avance del influjo del maligno. Las luces del islam seguirán resplandeciendo siempre hasta la mismísima consumación del tiempo, ofreciendo un refugio seguro a los últimos reductos de aquellos que pretendan seguir viviendo conforme a los dictados de la vía revelada, convirtiendo así sus vidas en auténticos oasis para el florecimiento de la bondad, el amor, la armonía y la justicia, en medio de este desolador desierto de devastación absoluta cuyos vientos por doquier nos corroen y nos azotan.

Pero como buen carroñero que soy los despojos de occidente no me atemorizan, nada de lo que hoy abunda en esta sociedad podrida, su malsano ambiente cultural, la decadencia generalizada, la degeneración moral y falta de pudor, la normalización de toda forma de vida desviada y la falta de virtud en general, todo eso, al contrario, me refuerza, pues lo que al ignorante y degenerado hombre moderno le degrada a nosotros nos engrandece, y así podemos decir con nobleza de orgullo que de sus hediondos procederes y actitudes vitales hacemos el estiércol de nuestras bellas y frondosas rosaledas. ¿Que cómo es eso posible?:


(35) Allah es la luz de los cielos y la tierra. Su luz es como una hornacina en la que hay una lámpara; la lámpara está dentro de un vidrio y el vidrio es como un astro radiante. Se enciende gracias a un árbol bendito, un olivo que no es ni oriental ni occidental, cuyo aceite casi alumbra sin que lo toque el fuego. Luz sobre luz. Allah guía hacia Su luz a quien quiere. Allah llama la atención de los hombres con ejemplos y Allah conoce todas las cosas.
Corán. An-Nur (la luz)

La oscuridad no es más que la ausencia de luz, por sí misma la oscuridad no es nada. La presencia de rincones oscuros actúa así como indicadores que revelan una falta de enfoque, lo cual es utilizado por la sabiduría para reenfocar correctamente y que sea la luz la que brille, y no una tenebrosa apariencia. La luz es Allah, la verdad primera y última, el foco es la consciencia del hombre, el cual en su libre albedrío es capaz de desenfocar produciendo mundos inarmónicos, insanos y oscuros si lo que predomina es la ignorancia, o bien es capaz de enfocar correctamente si el predominio corresponde a la sabiduría, aflorando así lo contrario: ambientes sanos, fértiles y felices.

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En occidente gana la ignorancia por una abrumadora mayoría, como el estercolero en que se ha convertido nos demuestra. Sin embargo, eso a nosotros, hábiles carroñeros e inmisericordes despedazadores, toda la inmundicia desprendida de ese malsano y maloliente ambiente no hace más que afianzarnos en las luces, pues tenemos la habilidad del reenfoque automático. Nuestra capacidad para el exterminio es tal que arrasamos con ello en menos de lo que tarda medio parpadeo, haciendo que resplandezcan los más recónditos escondrijos con solo posar sobre ellos la luminaria de nuestra consciencia. Nuestro bien es inversamente proporcional a cualquier daño que este nuevo orden mundial satánico imperante nos pueda infringir, pues de la sima saltamos a la cima; tal es nuestro temple.

Los indicadores hacia el abismo de la decadencia y la autodestrucción de occidente hace tiempo que se encendieron iluminando un camino expedito, repleto de despojos de cadáveres, sobre los cuales erigimos nuestra particular senda hacia la gloria en compañía de todos nuestros queridos amigos, de ayer y de hoy, tras la búsqueda de la verdad, del amor, la justicia y la sabiduría.

Es hora ya de reemprender el vuelo… la comida abunda.

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