Última versión del “Cuarteto de Alejandría”

No puede haber peor escenario, políticamente hablando, que el de ser invitado a una rueda de prensa en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Allí estará, en el centro de la imagen, el presidente Trump. A su izquierda, sentados en un raquítico e incómodo sofá, las tres Marías -Vance, Rubio, Hegseth. A su derecha, la víctima que va a ser sacrificada. Mas no de forma inmediata. Al presidente Trump le gustan los protocolos. Antes de acariciar su yugular con un afilado cuchillo, se le obligará a bajar la cerviz en claro signo de humillación. Solo entonces será aceptado su sacrificio. Que le pregunten a Zelensky si no es ese silloncito un mal lugar para sentarse.

La última víctima, no obstante, ha sido Netanyahu. Acaba de ocurrir. El primer ministro israelí acudió a la Casa Blanca cargado de tribulaciones. Quizás por ello hizo un alto en el camino, deteniéndose unas horas en Budapest para recibir “consuelo” de Orbán, el único amigo que probablemente le quede.

En su agenda estaban las tarifas, nada que le quite el sueño a Netanyahu, pues qué puede significar el que busque una reducción cuando Israel recibe anualmente billones de dólares de Estados Unidos, armamento por el que no paga un centavo, tecnología punta… y todo lo que hasta ahora ha necesitado para, desde la pobreza intrínseca de este territorio, mantenerse como la primera potencia de Oriente Medio.

Así pues, el debate sobre las tarifas tenía como objetivo encubrir los temas de la verdadera agenda -Turquía, Siria, Irán. Acostumbrados -como están- los primeros ministros israelíes a recibir todo aquello que piden o exigen a los diferentes gobiernos norteamericanos, le han debido caer a Bibi las palabras de Trump durante la rueda de prensa como un jarro de agua fría. No es para menos:

Hace unos días Netanyahu hablaba de que la guerra con Turquía parecía inevitable. Y ahora Trump, como si acabara de llegar de una visita a la Estación Espacial Internacional, le dice a Bibi que, si tiene algún problema con Turquía, él puede resolverlo. Parece indicarle el presidente estadounidense al compungido primer ministro israelí que le tienen sin cuidado sus problemas y que más le vale ser razonable, pues no está dispuesto a sacrificar su buena relación con Erdogan para contentar a un “shithole country” que no le causa, sino problemas y que lleva comprometiendo la política exterior USA para satisfacer los intereses de Israel -algo que no encaja en el eslogan America First.

Y para desmayo de Bibi, hay un perturbador contraste entre los elogios que Trump vierte sobre el líder turco -duro y brillante- y el silencio a la hora de mencionar alguna cualidad sobresaliente en el líder israelí. Antes bien, le advierte que sea razonable, que no pida lo que no se le puede dar; que no intente neutralizar a Turquía ni enemistarla con los Estados Unidos.

El rostro de Netanyahu -pálido y adusto- mostraba impotencia, desazón y miedo, pues aquellas razonables palabras de Trump podían significar una diplomática declaración de divorcio y una clara imposibilidad de que en el nuevo mapa global que se intenta configurar desde Washington hubiera sitio para desarrollar el proyecto del Gran Israel.

Alguien en la administración Trump o en su enlace con el Deep State se habría dado cuenta de que, para lograr un Oriente Medio pacificado y sumiso a la voluntad hegemónica de los Estados Unidos, haría falta eliminar el Eje de la Resistencia o transformar los países y sus grupos armados que lo integran en territorios gobernados por musulmanes sunnís, ya que son estos musulmanes los que con más fervor desean el lujo y los placeres mundanos. Fijémonos en los países del Golfo -todos ellos sunnís, convertidos en bases militares norteamericanas y británicas; y que albergan a los más imponentes rascacielos del mundo -rascacielos que ellos mismos no han construido- y están todos ellos salpicados de lujosos malls. Y de la misma forma Turquía, otro país sunní, promueve -de hecho- el laicismo, es miembro de la OTAN y lleva 38 años suplicando formar parte de la Unión Europea.

Este descubrimiento, este caer en la cuente de que un Islam interpretado desde la visión sunní podría ser el patrón no solo para Oriente Medio, sino para el resto de los países musulmanes, excluiría -obviamente- a Irán y a Israel, al menos al Irán de los ayatolás y al Israel de Netanyahu y su partido. En este sentido, tanto Estados Unidos como Europa prefieren una Siria controlada por Turquía antes que por Irán o Israel. Ambos países tendrán que someterse a la ideología sunní que promueve un laicismo religioso endulzado con los valores propios de Occidente: democracia, derechos humanos y libertad de expresión -todo ello eufemismo de control de masas sometidas a una globalización atea y tecnológica. No olvidemos que HTS llega a Siria ofreciendo a sus ciudadanos coches de lujo a precio de saldo, teléfonos móviles sin recargo adicional, sin impuestos, caída drástica del dólar y otras medidas que ya presagiaban el botín que esperaban recibir de Occidente -Turquía incluida- a cambio de establecer esa ideología sunní que combina el laicismo social con un Islam cultural.

Anuncia a los hipócritas la buena nueva de un doloroso castigo. Esos que toman como amigos y protectores a los encubridores en vez de a los creyentes. ¿Acaso piensan que así alcanzarán prestigio y poder? Que sepan que todo el poder y todo el prestigio pertenecen a Allah. (Corán, sura 4, aleyas 138-139)

Recordemos el eslogan de Erdogan en su última campaña electoral: “Queremos una Turquía en la que cada ciudadano pueda vivir como quiera.”

El Eje de la Resistencia, que enlazaba Irán-Siria-Líbano y Palestina y que -de alguna forma- estaba protegido política y militarmente por Rusia, se está desmoronando tras la caída del gobierno Assad. Siria actuaba como el conector de este eje, le daba sentido y consistencia. Sin embargo, Rusia no ha podido mantener su contradictoria posición. Por una parte, sus dos bases militares en territorio sirio le hacían aliado de este país, al mismo tiempo que su incondicional apoyo a Israel le obligaba a no ir más allá de discursos condenatorios que desprotegían de facto a Palestina, Hizbulá, Irán y -sobre todo- a Siria. Y ese intentar servir a dos reinos le ha llevado a ser el gran perdedor en este complicado juego. Ha perdido su posición en Oriente Medio, sigue enfrascado en la guerra con Ucrania y ha quedado expuesta su credibilidad cara a terceros países.

Por su parte, Irán está retirando la ayuda militar a los hutíes, ha pedido a las milicias chías de Iraq que se desarmen y se reintegren en la sociedad iraquí y está negociando con Estados Unidos el tema nuclear. Hace unos días un alto funcionario iraní condicionaba la posición de su gobierno con respecto a las negociaciones con Estados Unidos sobre el enriquecimiento de uranio a la actitud que tomase Rusia y confesaba al mismo tiempo que no albergaban demasiadas esperanzas en que Rusia apoyara de forma efectiva la negativa iraní de iniciar dichas conversaciones. Una vez roto el eje que unía a Siria, a Rusia, a Hizbulá, a Hamás, a las milicias iraquíes, Irán no tendrá otra salida que aceptar las exigencias que le imponga Trump. Mas este colapso del Eje de la Resistencia afectará igualmente a su enlace en el Pacífico. Incluso Venezuela se verá dramáticamente aislada, a merced de las sanciones que le imponga Estados Unidos.

La imagen que proyectan todos estos acontecimientos que de forma repentina están sucediendo en Oriente Medio parece indicar que ha vencido un Estados Unidos global y hegemónico. Incluso circulan noticias en algunos medios -por ejemplo, en Medium.com- de que la base Bagram, situada a 40 km de Kabul, vuelve a estar bajo control de Estados Unidos; y aunque los propios Talibán lo han desmentido, es evidente que, si no es hoy, será mañana. Afganistán deberá aceptar bases norteamericanas en su territorio no en tanto que invasores, sino como parte de una estrategia de seguridad para Afganistán y como un medio de que esta nación, su gobierno, sean aceptados en la comunidad internacional. Para Estados Unidos, en cambio, significaría establecer bases militares que le permitan tener a tiro a China.

Los musulmanes suníes quieren paz y prosperidad para disfrutar de los placeres que les ofrece la vida de este mundo, el último, el más bajo de los siete que configuran el universo real. Es el mismo deseo que han albergado siempre los judíos -comamos y bebamos que luego moriremos; y lo que venga después, ya vendrá; y ya veremos cómo nos lo montamos en la Otra Vida, si es que la hay. Ese es el Islam que proyectan sus corazones.

Mas el que proyecta el Corán es muy diferente, pues nos insta a ocuparnos de la vida del Más Allá, ya que la de este bajo mundo es transitoria, efímera y engañosa -los imperios se desmoronan, las grandes y aristocráticas familias acaban en la ruina y al final la muerte despoja de sentido cualquier proyecto mundano que tengamos. ¿Lograrán los musulmanes esparcidos por todo el mundo tomar consciencia de esta realidad y prepararse para el último Yihad? Un Yihad sin gobiernos, sin organizaciones, sin dirigentes, sin otro líder que el Corán y las enseñanzas del profeta Muhammad; unidos como Hunafa.

¿Quién puede haber mejor en el Din que quien somete todo su ser a Allah, hace el bien y sigue la mil-lah de Ibrahim que era hanifa y a quien Allah tomó como jalil? (Corán, sura 4, aleya 125)

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