Seguimos a cuestas con el mono

El biólogo Máximo Sandín reprochaba a sus colegas darwinistas en un artículo titulado “Sobre el origen del hombre” el que la interpretación de sus observaciones estuviera radicalmente influida por una teoría previa y subjetiva:

Es decir, siempre hay una premisa inalterable que debe mantenerse como cierta y a la que deberían supeditarse todas nuestras observaciones, modificándolas interpretativamente hasta hacerlas coincidir con aquella. Y este altercado es lo que se ha dado en llamar el “método científico” -el método que nos permita modificar la realidad objetiva de modo que ésta no contradiga las fantasías subjetivas del “científico”. Es lo que hacen los astrofísicos con la materia “oscura”, una materia que no es visible ni verificable. ¿En base de qué entonces se habla de ella, se presenta como algo incuestionable cuando no hay ningún indicio de su existencia? Se insiste en su realidad para que la premisa “la fuerza gravitatoria es la que mantiene cohesionado al universo” se mantenga a pesar de los argumentos que pudiera haber en su contra.

¿Acaso no sería mucho más científico, lógico, coherente preguntarse si no deberíamos buscar otra causa que explicase la cohesión cósmica? No, responden los científicos; no deberíamos hacer tal cosa, ya que es “la premisa” lo que debe permanecer impertérrita, pase lo que pase, haya la evidencia que haya en su contra. Y si a pesar de ello se desmoronase “la premisa”, siempre podríamos añadir a la ecuación “la constante cósmica” -el gran comodín de Einstein.

Los mismo sucede con los biólogos. Hay una premisa inamovible: todos los seres vivos se han producido por evolución. Poco importa si el registro fósil, nuestras observaciones, nuestros análisis no coinciden con tal “premisa”. Y por lo tanto no solo habrá que alterar la realidad objetiva, sino que además tendremos que mentir, ocultar datos, esconder las pruebas… de forma que esta premisa biológica se mantenga en pie y resista los vientos más huracanados de la objetividad.

Y lo mismo sucede con Máximo Sandín. En realidad, no solo se ha dado cuenta de que el darwinismo está aquejado de irresolubles contradicciones. También ha vislumbrado, para desmayo de unos y otros, que no hay evolución. Mas Sandín y sus acólitos se basan en otra premisa, tan inmutable como las anteriores: en ninguna teoría científica podrá introducirse el Factor Dios. ¿Por qué? ¿Porque es inverificable su existencia? ¿Porque es una entidad invisible, de naturaleza incomprensible para el hombre? Y, sin embargo, esas mismas características son las que se aplican a la “materia oscura” y no resulta anticientífico el aceptarla, al menos como hipótesis.

Pero ya hemos visto que la “ciencia” es una parte fundamental de la Agenda Materialista y sus “premisas” deben mantenerse, aunque su irracionalidad haga que los cielos se resquebrajen por tal inconsistencia.

Frente a un aparente discurso científico se introduce como una perturbadora cuña, inexplicable, “la premisa”: “Aunque es evidente que de algún antiguo primate hemos de descender, junto con nuestros parientes, los póngidos, sólo tenemos unas primeras pruebas que nos hablan claramente de la historia de nuestros antecesores, aunque, desgraciadamente, son indirectas.”

Una premisa inconsistente, contradictoria y carente de evidencia. Sandín afirma que es “evidente” que debemos descender de “algún primate”. Y ¿cuál es la evidencia? Según él, solo tenemos unas “primeras pruebas que nos hablan ¡CLARAMENTE! de la historia de nuestros antecesores, aunque desgraciadamente son INDIRECTAS”. El hecho de que “desgraciadamente sean indirectas” elimina su evidencia y el que nos hablen “claramente” de nuestros antepasados. Mas la premisa debe mantenerse a toda costa y contra toda evidencia.

¿Por qué entonces se habla de “homínidos” cuando morfológica y funcionalmente son huellas de pies humanos? Obviamente, porque hace 3,6 millones de años no podía haber seres humanos. Es imposible. Y, por lo tanto, y frente a toda evidencia -una evidencia que viene de ellos mismos- se habla de “homínidos”.

La dislocación cronológica no puede ser mayor y por lo tanto no podría haber peor desgracia que encontrarle a ese pie su verdadero propietario, pues se derrumbarían todas las premisas que utilizan los arqueólogos, los biólogos, los paleontólogos… Y, sin embargo, tuvo que tener un propietario. Y lo tuvo; un propietario humano, totalmente humano -los Bashar, la nueva y última especie de seres vivos que surgió de la tierra, de la Madre Tierra. Sin embargo, estos Bashar no eran la versión definitiva. Pensaban y se agrupaban en familias y tribus, pero no lograron situarse en el papel de observadores. Carecían de capacidad teleológica y no pudieron desarrollar un lenguaje conceptual. Por ello, hacía falta su actualización, el Insan, que llegó hace ahora aproximadamente 50,000 años. Este proceso queda magistralmente descrito en una simple aleya coránica:

¿Acaso no hubo un tiempo en el que el hombre –Insan– no era nada digno de mención?(Corán, sura 76, aleya 1)

El Bashar no tiene historia, pues no tiene escritura con la que reflejar su propio devenir. Carecían de agricultura y ganadería. Los llamados animales de rebaño surgirán junto con el Insan. Por lo tanto, la primera versión del Insan, los Bashar, no fue algo “digno de mención”. Estaban fuera del flujo histórico. Y, sin embargo, fueron ellos los que dieron inicio a la especie humana.

Y allí comienza y acaba el registro fósil del hombre. Todo lo demás, todos esos “fragmentos” son de monos, de primates. Nunca ha habido “homínidos”.

Es indiscutible que Sandín se acerca a la versión correcta, aunque siempre con la premisa atea como su guía y su censor. Mas empieza a descartar buena parte de los restos, de los “fragmentos”, como de homínidos. Antes bien, serían “antecesores” de gorilas, de orangutanes, de chimpancés… Y aquí acaba el linaje de los primates. Después surgen los humanos, los Bashar. Surgen de la tierra y no por evolución. Y cuando lleguen a esta inevitable realidad, ¿qué harán? ¿Mantenerse fieles a sus premisas, aunque ya esté claro que son falsas? Quizás ellos, sí. Pero en las siguientes generaciones surgirán biólogos y astrofísicos que darán al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios.

Les mostraremos Nuestros signos en el horizonte (en el espacio, en el universo… astrofísica) y en ellos mismos (biología) hasta que vean con claridad que es la verdad. (Corán, sura 41, aleya 53)

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