Las diversas manifestaciones en la Creación son fuentes extraordinarias e inagotables de conocimiento. Por eso, todos aquellos que han prestado atención a sus mensajes –los que emanan de la “madre tierra”– han actuado con sabiduría. Los profetas siempre han estado ligados a su entorno natural, extrayendo de él buena parte de su conocimiento. En los libros revelados se halla encapsulada la inspiración divina que encontramos esparcida por toda la Creación. Por lo tanto, resulta transcendental mantenernos atentos a los mensajes que incesantemente recibimos de la Creación, ya que son parte del exponencial aparente y oculto de todos los números.
Por ejemplo, hay diamantes y hay carbón en la Tierra. ¿En cuál de estos dos elementos te gustaría convertirte? Ésta podría ser la pregunta que los educadores hicieran a los alumnos en su primer día de clase. Resolver este dilema nos llevaría a convertirnos en entidades tan valiosas como el diamante o a perder toda relevancia al haber elegido el carbón. En realidad, no hay elección. El hombre está obligado a pasar por situaciones impuestas por la fuerza, no por la elección. Si albergamos el deseo de convertirnos en auténticos modelos a seguir para nuestra generación, deberemos comprender que las dificultades son elementos tan preciosos como los diamantes.
Cuando la luz penetra en un diamante, se refracta y se esparce por doquier. Mas cuando intenta atravesar el carbón, choca con la pared de sus átomos, que representan ideas paganas –la barrera más infranqueable para la luz.
Diamantes y carbón…. el hombre y los humanos. Así es cómo la creación nos lanza mensajes en forma de alegorías en las que las propiedades de lo material nos explican lo transcendente e inmaterial. Fijémonos en este paradójico mensaje: los diamantes y el carbón son dos minerales derivados de la misma sustancia, el carbono, pero al final del proceso de transformación, uno se convierte en el elemento más duro y caro de cuantos existen y el otro se convierte en un elemento con una cierta utilidad, pero mucho menos importante y admirado que el primero.
¿Qué marca, en última instancia, la diferencia entre el diamante y el carbón? ¿Por qué los diamantes se han convertido en la piedra más valiosa del mundo?
Recordemos que, antes de transformarse en esa preciada piedra que todos anhelan poseer, el diamante ha sido sometido a una enorme presión. Se forma por la acción de un intenso calor y queda enterrado en las oscuras profundidades de la tierra antes de ser empujado hacia la superficie. ¿Acaso no se puede comparar este proceso con el que conduce al éxito? Toda gloria va precedida de dificultades. Antes de llegar a la cima, es probable que primero tengamos que sufrir desprecio, situaciones a menudo extremadamente dolorosas, y sacrificar y perder todo aquello que creíamos necesitar.
Tened por seguro que os pondremos a prueba con lo que os cause temor, con el hambre y con la disminución en la riqueza, en vidas y en hijos, pero sabed que hay buenas nuevas para los que resisten. (Corán, sura 2, aleya 155)
El sufrimiento es una bendición decretada para todos. Mas por su acción, los hay que se transforman en carbón, convirtiéndose en combustible para el fuego.

Y los hay que llegan hasta el núcleo y la médula y se convierten en diamantes. De la misma manera que las aguas poco profundas se convierten en agua dulce y fresca a través del sufrimiento. Mas ¿cómo se puede infringir sufrimiento al agua? Agua sufriente, torturada ماء عذب –así se denomina en árabe al agua pura, potable, buena para beber. Este proceso de hacer sufrir al agua sólo puede llevarse a cabo de dos maneras. La primera es la de hervirla y luego destilarla; y la segunda es la de filtrarla, es decir –hacerla pasar por diversas capas para liberarla de las impurezas que pudiera tener, como ocurre con las aguas subterráneas profundas que forman las capas acuosas de la Tierra. Estas son las dos formas de hacer sufrir al agua, hasta que llega un día en el que surge como un manantial de agua fresca y dulce, sin impurezas ya, saciando la sed de los caminantes.
De cada secta sacaremos rápidamente a los que hayan sido más insolentes con el Rahman. Ten por seguro que somos Nosotros los que mejor sabemos quién es más digno de arder en él. No hay ninguno de vosotros que no vaya a llegar a él. Esto es para tu Señor una decisión irrevocable. Luego salvaremos a los que hayan tomado en serio Nuestros signos y abandonaremos en él a los infames como piedras amontonadas. (Corán, sura 19, aleyas 69-72)
