Los poderes fácticos –el sistema, sus terminales tipo NASA– tienen tanto miedo a que se retire la falsedad que cubre la estructura completa de la realidad, de sus fenómenos, que prefieren responsabilizar de ciertos misteriosos hallazgos a la acción de seres venidos de otros mundos antes que reconocer la verdadera historia de la vida en la Tierra. El razonamiento en estos casos siempre ocurre a la inversa. El hecho en sí de que existan pirámides por todo el mundo, construcciones megalíticas de una ingeniería imposible, pistas en el suelo oceánico… debería hacer pensar a los “científicos” que su interpretación de la historia es errónea y carente de elementos que permitan encajar en la lógica estos hallazgos, estos “enigmas”.
Sin embargo, en vez de cambiar su fenomenología, insisten en afirmar que el universo es un suceso casual y aleatorio en el que casualmente surgió la vida hasta hacerse inteligente y ser habitada, después, por la consciencia –no hay por qué ir más lejos; y en cuanto a los misterios, seguro que un día u otro encontraremos una explicación razonable a todos ellos, o quizás se trate de sucesivas intervenciones extraterrestres.
Los astrofísicos, por su parte, caen en la misma perversión interpretativa. Han observado –según ellos– que el universo carece de materia y de energía como para mantener la gravitación universal, la cohesión de todos los cuerpos celestes y la cada vez más rápida expansión de las galaxias. Y este hallazgo –inquietante y perturbador donde los haya– en vez de hacerles retroceder y abandonar a Einstein y a Newton a su suerte y tratar de buscar una teoría que al menos sea consistente con sus observaciones; en vez de eso, decimos, se mantienen en sus trece gravitacionales y deciden añadir al universo un angustioso porcentaje de materia y energía «oscuras».
El método “científico” permite hablar de “dioses”, pero no de Dios; de seres de un poder prodigioso, de alienígenas, pero no de yin; de fuerzas telúricas, de energías invisibles, pero no de malaikah. Todo es aceptado por la ciencia, excepto la verdad. Por lo tanto, la ciencia no es un sistema objetivo de conocimiento, sino un sistema de apropiación indebida, de secuestro, de eliminación de pruebas, de evidencias.
A partir del siglo XVII la ciencia comenzó a segregar una institución tan invisible como el “Invisible College”, del que surgirá la Royal Society of London, y de ésta –la Akademia, una entidad virtual de la que emanarán los conceptos que eliminen la validez de cualquier otra epistemología. Se denigrará como anti-científico y como superstición todo aquello que provenga del sistema profético –transcendente– en favor del chamanismo. Sin embargo, estos elementos chamánicos, como la magia, las fuerzas ocultas, los seres venidos de mundos paralelos, los viajes astrales… cada vez son menos eficaces a la hora de dar un cierto sentido a los misterios, a los enigmas que aparecen por doquier en la geografía y en la historia de la Tierra.
La afirmación de que hay vida inteligente en otros planetas, en otros sistemas solares, en otras galaxias, se va desvaneciendo a medida que cada día comprueban la absoluta e irreductible soledad cósmica en la que vive el hombre; una soledad, no obstante, inmensamente poblada. Y, sin embargo, quieren comparar en relevancia la extraordinaria dinámica que produjeron las guerras púnicas con el hallazgo de un supuesto aminoácido en un asteroide. Suponemos que se trata de un ejemplo de ciencia-zen.
Se ridiculiza el relato profético y la cosmología transcendente que transporta, pero les resulta serio y científico la propuesta de una civilización de dinosaurios anterior a la humana o el posible hallazgo de inmensas cantidades de agua helada en un planeta situado a 100 millones de años luz de la Tierra. Y ello a pesar de que les ha costado varios días detectar un globo sondas chino que viajaba libremente por el cielo estadounidense. Ya hemos dicho que lo suyo son los años luz. Esta errónea comprensión de cómo se ha desarrollado la vida inteligente en la Tierra les lleva a entender confusamente sus hallazgos arqueológicos.
La Tierra está habitada por tres tipos de entidades inteligentes muy diferentes entre sí. La primera entidad la constituyen los malaikah.
El nombre malaikah deriva de dos raíces distintas: malaka ملك y alaka ألك. El primer término expresa la idea de posesión, tener autoridad sobre algo, mandar y prohibir respecto a la generalidad de un pueblo, el que tiene el mando de su asunto o caso. En su forma singular malak, de esta misma raíz, significa agua. En cuanto a la segunda etimología, el significado es enviar, enviar como mensajero. Combinando ambas etimologías podemos obtener el significado completo: «Entidades producidas del agua con autoridad sobre el asunto al que han sido enviadas«.
De su primera raíz malaka ملك podemos deducir que los malaikah son los encargados de hacer que funcione la creación –están repartidos por los siete cielos, incluido el Arsh. Son ellos las fuerzas y energías que denominamos, erróneamente, leyes. La «ley» de la gravedad, de la entropía, de la conservación de la energía… no pueden existir, pues la función que realiza una ley es algo extremadamente complejo que no puede surgir de elementos sin inteligencia, sin consciencia y sin voluntad. Los neutrones, protones y electrones de un átomo no pueden “decidir” su configuración ni sus características, ya que el mundo atómico es tan complicado y está sujeto a tal cantidad de parámetros, que incluso miles de físicos y matemáticos estudiándolo desde hace siglos (en realidad milenios) siguen sin entenderlo en su totalidad y cada día descubren comportamientos nuevos en su funcionamiento. Y ello sin olvidar la complejidad que ha añadido al mundo atómico la física cuántica.
Todo lo que tiene una función necesita ser más inteligente que la función en sí y estar provisto de voluntad para ejecutar esa función. En caso contrario, se tratará de un mecanismo creado y manipulado por un agente externo. Una máquina off-set no puede haberse creado a sí misma, ya que la función que cumple, el trabajo que realiza, es infinitamente superior a la propia máquina –un simple montón de piezas de plástico y metal.
De igual manera, lo que llamamos «leyes» no pueden haber surgido de ellas mismas. No puede la gravedad haber decidido en algún momento de la creación del universo hacer que unos cuerpos atraigan a otros según parámetros de distancia y masa. Imaginemos por un instante la cantidad astronómica de cuerpos celestes que según los científicos occidentales pueblan el universo –todos ellos de diferente masa y composición, de diferente tamaño. Ponderemos ahora lo sabia que debe ser la gravedad para mantener todos esos trillones de astros en perfecta armonía y equilibrio, sin que ninguno choque contra otro o deje de girar o de moverse en la dirección correcta. Aún le vamos a pedir a nuestra imaginación que haga un esfuerzo mayor: ¿Qué pasaría si durante un día se reunieran los más excelsos astrofísicos del mundo y fueran ellos los encargados de controlar las fuerzas y tensiones que ahora controla, sin aparente fatiga, la ley de la gravedad? Todos somos conscientes del devastador resultado que se obtendría en el caso de que se pudiera dar tal supuesto. ¿Cómo entonces damos a las «leyes» un poder, una inteligencia y una voluntad que ni siquiera nosotros, los insan (hombres), poseemos?
Ese gigantesco trabajo lo realizan los malaikah –ellos son las verdaderas leyes, la verdadera fuerza y energía. Lo contrario sería pensar que las máquinas de una gigantesca fábrica de fundición son las que deciden qué piezas van a producir, su forma, su tamaño y su peso. Obviamente, son los técnicos e ingenieros los que han diseñado esas piezas y serán los trabajadores manuales con cierta especialización los que manipulen las máquinas para que éstas realicen el trabajo.
De su segunda raíz alaka ألك podemos deducir la segunda tarea a la que están dedicados –la de mensajeros. En este sentido, los malaikah realizan una función parecida a la de los inter-conectores en una placa electrónica –llevan la información de un componente a otro. Sin estos dispositivos no habría fluidez ni dinamismo. Los malaikah son los encargados de interrelacionar el Arsh con los siete cielos a través de los sistemas de acceso:
… decretado por Allah, Quien ha creado los sistemas de acceso. Por ellos ascienden hasta Él los malaikah y el Ruh en un día que equivale a cincuenta mil años. (Corán, sura 70, aleyas 3-4)
Es Allah Quien ha creado siete Cielos y lo mismo de Tierras. El plan desciende a través de ellos para que sepáis que Allah tiene el poder sobre todas las cosas. (Corán, sura 65, aleya 12)
Desde el Cielo administra Su plan que se ejecuta en la Tierra y luego asciende a Él –todo ello en un día que equivale a mil años de los vuestros. (Corán, sura 32, aleyas 5)
Sin embargo, aunque sólo se utiliza un nombre –malaikah– para denominar a todas las entidades celestes, éstas son muy diferentes entre sí, dependiendo de la función que se les haya asignado. Esta función determinará su naturaleza, la que les permita poder llevarla a cabo con autoridad y precisión.
Clasificar a los malaikah en categorías según su función y naturaleza no parece que sea tarea fácil, pues estas entidades forman parte, esencialmente, del sistema operativo. No obstante, podemos llegar a una aproximación funcional que nos ayude a comprender el papel fundamental que juegan en la creación y, especialmente, en nuestro mundo de dunia.
LOS MALAIKAH ASIGNADOS A NUESTRO DOMINIO TERRENAL
Este grupo lo constituyen los malaikah que forman parte integrante de la historia del hombre desde Adam. Por ello mismo, en numerosas ocasiones han sido tomados por dioses o seres sobrenaturales a los que, al igual que a los yin, los hombres (insan) han adorado y han honrado por encima de su propio Creador. Este es un acto reflejo en el insan –sabe que hay un Creador, pero a los que ve y con lo que se relaciona son los yin y los malaikah; y ello le lleva a adorarles:
Sin embargo, han hecho de los yin dioses que asocian con Allah, cuando ha sido Él Quien los ha creado.(Corán, sura 6, aleya 100)
Dentro de este grupo habría varias categorías:
a)-Los encargados de organizar y hacer que funcione la Tierra y su Cielo:
Hemos extendido la Tierra y hemos puesto en ella cordilleras. Hacemos que todo lo que en ella crece lo haga hasta alcanzar el peso que le hemos predeterminado. Hemos puesto en ella medios de subsistencia para vosotros y para aquéllos a quienes no podéis proveer. Todas las cosas están inscritas en nuestros registros, y hacemos que se expresen en el tiempo y modo que les ha sido predeterminado. Enviamos los vientos fecundadores que polinizan y hacemos que caiga agua del cielo con la que os damos de beber. No sois vosotros los que tenéis este poder. Somos Nosotros los que vivificamos y hacemos morir. Somos Nosotros los que continuamos. Conocemos a los primeros de vosotros y a los que vienen detrás. Tu Señor los reunirá –el Sabio, el que Actúa Según Su Conocimiento. (Corán, sura 15, aleyas 19-25)
En estas bellísimas aleyas son los malaikah los que nos informan de las enormes tareas que realizan y que han realizado. La aleya 25 nos confirma que son ellos los que hablan, ya que después de detallarnos su trabajo, nos informan de lo que hará “tu Señor”. Lo que se describe en estas aleyas es únicamente la parte funcional de su cometido –los mecanismos operativos que permiten que se manifiesten los registros del Kitab pertenecen al Ghaib (sistema operativo).
A este mismo apartado pertenece ar-Ra’d:
El Rad declara Su perfección más allá de toda contingencia y por ello Le alaba, y así mismo hacen los malaikah, temerosos de Su poder. Es Él Quien manda los rayos con los que daña según Su voluntad. (Corán, sura 13, aleya 13)
Según algunos comentaristas (Mahmud Zamajshari, tafsir Al-Kash-shaf; Al Kamus Al Muhit (1817) de Muḥammad Ibn-Yaʻqub al- Firuzabadi e Ibn ‘Abas) el término ra’d رَعْد no haría referencia a su significado literal –trueno, sino al nombre del malak encargado de mover las nubes de un sitio para otro, así como de controlar los fenómenos que les acompañan –truenos, relámpagos, rayos y la propia lluvia. Esta nos parece la opinión más acertada y más acorde con el contexto de la aleya.
b)-Los encargados de registrar nuestras acciones:
¡Pero no! Negáis la rendición de cuentas, siendo que tenéis guardianes pendientes de vosotros, nobles escribas que conocen vuestras obras. (Corán, sura 82, aleyas 9-12)
Podemos imaginar la ingente cantidad de malaikah que hay involucrados tan sólo en un asunto –dos malaikah por cada ser humano anotan sus acciones:
Los dos designados a anotar sus acciones están colocados uno a la derecha y otro a la izquierda. No hay nada que diga sin tener al lado un vigilante, listo para registrarlo. (Corán, sura 50, aleyas 17-18)
c)-Los maldecidores:
A los que ocultan la evidencia de lo que hemos descargado y la guía después de haberlo clarificado para la gente –nas– en el Kitab, a esos Allah los maldecirá
y los maldecirán los maldecidores.(Corán, sura 2, aleya 159)
Son los malaikah que maldicen a los que ocultan la verdad, la encubren y falsean lo que ha descendido del Kitab. Maldecir aquí puede significar no sólo de palabra, sino también de obra –podría ser sinónimo de “castigar”.
d)-Los soldados con los que Allah el Altísimo apoya a los creyentes:
Hizo que descendieran soldados que no veíais y castigó a los encubridores. (Corán, sura 9, aleyas 26)
Es Él Quien hace que descienda el sosiego a los corazones de los creyentes para añadir iman a su iman. De Allah son los ejércitos de los Cielos y de la Tierra. (Corán, sura 48, aleya 4)
Los ejércitos del cielo tienen, fundamentalmente, dos funciones: Apoyar a los creyentes y expulsar a los yin cuando estos “ascienden” para escuchar lo que allí se delibera:
Hemos adornado el Cielo de este mundo con estrellas, y lo hemos protegido de todo shaytan rebelde. No pueden escuchar al Consejo Supremo, pues de todas partes se les arroja y expulsa. Sufren un incesante castigo. (Corán, sura 37, aleyas 6-9)
Si bien el Consejo Supremo no está asentado en el cielo de dunia, sus órdenes se escuchan, de alguna manera, en todos los cielos. De esta forma, los malaikah reciben sus órdenes. Según se desprende de esta y otras aleyas, hubo un tiempo en el que los yin también tenían acceso a determinados lugares desde los que podían robar valiosa información que iban pasando a sus aliados –los encubridores de entre los insan (hombres).
Queríamos rebuscar en el cielo, pero encontramos en él una fuerte vigilancia y rocas incandescentes. Solíamos sentarnos en él para escuchar, pero ahora quien intenta escuchar encuentra emboscado material ardiente que se lo impide. (Corán, sura 72, aleyas 8-9)
e)-Los Mensajeros que llevan noticias a los hombres:
Cuando llegaron a Lut Nuestros Mensajeros, temió no poder hacer nada por ellos y se dijo para sus adentros: “Este va a ser un día de aflicción.” (Corán, sura 11, aleya 77)
Allah escoge por su pureza Mensajeros de entre los malaikah y de entre los hombres. (Corán, sura 22, aleya 75)
Entre estos mensajeros está Yibril.
f)-Nuestros acompañantes:
Os hemos acompañado en la vida de este mundo y os acompañaremos en Ajirah.(Corán, sura 41, aleya 31)
Son nuestros guardianes y nuestros protectores más directos.
g)-Los malaikah rudos:
Y que llame a los suyos, que nosotros llamaremos a los malaikah rudos. (Corán, sura 96, aleya 17)
h)-Los malaikah testigos en el Juicio Final:
¿Y quién puede haber más infame que quien forja embustes sobre Allah? A esos se les hará comparecer ante su Señor y dirán los testigos: “Estos son los que fraguaron mentiras contra su Señor.” (Corán, sura 11, aleya 18)
Allí estarán los testigos. Los mismos que apuntaban nuestras acciones y los que actuaban como nuestros guardianes y protectores. Ahora su tarea será la de testificar. ¡Y quién mejor que ellos!
Cuando sean arrojados en él, lo escucharán como bramidos y estará hirviendo de ira, a punto de estallar de cólera. Cada vez que un grupo sea arrojado en él, les preguntarán sus guardianes: “¿Acaso no os llegó un advertidor?” Dirán: “En verdad que sí, nos llegó un advertidor, pero negamos la verdad y dijimos: “Allah no ha hecho descender nada, y vosotros estáis en un enorme extravío.” (Corán, sura 67, aleyas 7-9)
A los que se lleven los malaikah habiendo sido víctimas de su propia infamia les preguntarán: “¿Qué os pasaba que actuasteis de esa manera?” Responderán: “Estábamos oprimidos en nuestra Tierra.” Les dirán: “¿Acaso no era ancha la Tierra de Allah como para que emigraseis y os alejaseis de la opresión que sufríais?”
Su morada será yahannam. ¡Qué mal destino! (Corán, sura 4, aleya 97)
Así, pues, la vida en la Tierra resultaría imposible sin la acción directa de los malaikah.
Las otras dos entidades inteligentes y dotadas de consciencia, y, por lo tanto, de responsabilidad, son los hombres (insan) y los yin. No tenemos mucha información sobre esta última entidad. Sabemos, por ejemplo, que han sido creados a partir de fuego:
Y a los yin los creó de un fuego sin humo. (Corán, sura 55, aleya 15)
Ello les confiere características y habilidades muy diferentes a las de los hombres (nas) –pueden desplazarse por el aire, sumergirse en los mares, levantar enormes pesos, moverse a una velocidad inimaginable para el hombre… De nuevo, es en el texto coránico donde encontramos esta información.
Dijo: “¡Consejo de principales! ¿Quién de vosotros me traerá su trono antes de que vengan a mí sometidos?” Dijo un ifrit de entre los yin: “Yo te lo traeré antes de que te levantes de donde estás. Tengo la fuerza y el poder para hacerlo.” Dijo el que conocía algo del Kitab: “Yo te lo traeré antes de que parpadees de nuevo.” (Corán, sura 27, aleyas 38-40)
Entre los shayatin había unos que buceaban para él (para Sulayman) y realizaban, aparte de eso, otros trabajos. Éramos sus custodios. (Corán, sura 21, aleya 82)
E hicimos que manara para él una fuente de cobre fundido.Y había de los yin que trabajaban para él (Sulayman) por la voluntad de su Señor. A quien de ellos se hubiera apartado de Nuestro mandato, le habríamos hecho gustar el castigo del sair. Hacían todo lo que él les ordenaba que hiciesen –imponentes edificios escalonados, estatuas e imágenes, jofainas como aljibes y marmitas tan pesadas que no se podían mover. (Corán, sura 34, aleyas 12-13)
Aquí tenemos descritas las acciones de la entidad, los yin, que han realizado esos prodigios, esas construcciones, esos «misterios» que llevan a unos a encogerse de hombros ante tales enigmas y a otros a trasladar a los alienígenas la autoría de estas obras imposibles para el hombre, para el insan (hombre) creado de barro. Algunos de estos yin son creyentes y están atentos a las revelaciones que reciben los hombres, los insan.
Recuerda cuando te enviamos a un pequeño grupo de yin para que escucharan el Qur-an. Estando ya presentes, dijeron: “¡Callad!” Y cuando terminaron de escuchar la recitación, se volvieron a su gente para advertirles. Dijeron: “¡Pueblo nuestro! Hemos escuchado un Kitab que se ha descargado después de Musa, y que confirma todo lo anterior, y guía a la verdad y al camino de rectitud. ¡Pueblo nuestro! Responded a la llamada de Allah y creed en Él, pues Él perdonará vuestras faltas y os salvará de un doloroso castigo.” Quien no responda a la llamada de Allah que sepa que no podrá impedir que se cumpla Su inexorable plan en la Tierra. Aparte de Él no tendrá a ningún otro en quien apoyarse. Esos son los que están en un claro extravío. (Corán, sura 46, aleyas 29-32)
Otros, en cambio, trabajan para llevar a los hombres a la perdición. Le susurran el mal y le pasan información que roban de los Cielos.
El Día en que los reúna a todos se dirá al grupo de yin: “¡Yin! Lograsteis seducir a muchos seres humanos.” Dirán sus secuaces de entre los hombres: “¡Señor nuestro! Disfrutamos asociándonos con ellos y nos beneficiamos unos de otros. Hoy el plazo que nos diste ha terminado.” Les dirá: “Vuestra morada es el fuego, en el que permaneceréis para siempre, salvo lo que esté inscrito en el plan de Allah (Corán, sura 6, aleya 128)
Los primeros malaikah –los malaikah superiores– fueron creados del aliento de Allah el Altísimo, de Su Ruh –podemos decir que son aire, lo más sutil. Si ahora tomamos la tierra, el fuego, el agua y el aire como los materiales básicos de la creación, podremos clasificar a todas las entidades que la pueblan, ordenándolas dentro de uno de estos cuatro elementos –tierra (el hombre, insan), fuego (los yin), agua (los malaikah) y aire (las entidades malaikah superiores). De estas últimas entidades el Corán sólo nos da dos nombres –Yibril –جِبريل y Mikal ميكال.
No hay misterios en la creación de Allah. Hay signos que guían al hombre a la verdad y cuando se aparta de ella, cae en la ignorancia –la verdadera productora de misterios.