Matrix: El relato profético en la ciencia ficción

Hemos adquirido el ordenador más potente que ha fabricado el hombre y lo hemos dejado, encendido, encima de la mesa de trabajo. Aparecen en su pantalla órdenes que vamos realizando, pero hasta ahora, todo lo que obtenemos son simples operaciones de comprobación. Aquella compra nos parece un fraude. No logramos entender dónde reside el poder de su procesador.

Obviamente, el problema no está en el procesador, ni en la tarjeta madre, ni en ninguno de sus componentes. El verdadero problema reside en que ese ordenador, como todos los demás, necesita un input, programas que le hagan cobrar vida, diseñar, almacenar información, organizarla, calcular, leer videos y miles de otras funciones.

Si en el símil del ordenador los programas son el input que necesita para desarrollar todas sus potencialidades, en el caso del ser humano ese input será la Profecía; es la Profecía la que provee al hombre con el enmallado de secuencias que irán activando su imaginación y el resto de sus capacidades cognoscitivas.

Adam y su grupo comen del árbol prohibido, desobedecen; se cubren sus vergüenzas, se arrepienten. Un hermano mata a otro por radicalismo religioso y entra la culpa en su corazón. Nuh construye una gran embarcación donde él y los que han creído con él se salvan del Diluvio. A Lut le toca vivir en medio de una sociedad degenerada, en la que la homosexualidad y todo otro tipo de perversiones conforman su vida cotidiana; su mujer le traiciona y él huye con un puñado de creyentes de la gran devastación que se avecina como castigo de Allah. La envidia de los hermanos de Yusuf les hace traicionarlo y es vendido como esclavo; es seducido por la esposa de su amo y llega a ser dirigente de todo ese territorio; perdona a sus hermanos el daño que le han infligido y reunifica la familia. Ayyub sufre terribles enfermedades, desgracias, catástrofes… como ningún otro hombre ha sufrido antes, y todo lo sobrelleva con una inquebrantable paciencia y confianza en su Señor. Musa es recogido de las aguas por la familia de Firaún; crece en su casa y, ya de adulto, se enfrenta a su protector; antes ha matado a un hombre por defender a uno de su tribu; más tarde, recibe la Torá. Ibrahim va a sacrificar a su hijo, pero Allah le envía un animal –quizás un cordero– como substituto. Yunus desobedece a su Señor, elude su misión y es arrojado al mar donde es engullido por un gran pez. Daud y Suleyman controlan la magia, a los genios, el viento, poseen una sabiduría sin igual, trabajan el hierro, y sus dominios cubren la tierra entera. Isa entrega la carta de repudio a los judíos, sana a los leprosos, devuelve la vista a los ciegos, el oído a los sordos y el habla a los mudos; resucita a los muertos; intentan matarlo, pero el asunto se vuelve confuso y no consiguen llevar a cabo su plan. Yahia vive en la austeridad del desierto y es decapitado para satisfacer los deseos de una hermosa mujer. Muhammad, huérfano e iletrado, recibe el Libro, unifica toda Arabia, rompe los ídolos, “viaja” al último confín del universo, se le abren los infiernos; conquista Meca sin violencia y perdona a los que antes le habían oprimido injustamente, a él y a sus Compañeros; instaura de nuevo el hayy y la Casa.

Todas estas sugerentes historias, y muchas otras que hemos omitido, así como la tremenda sabiduría de los Libros revelados, nos llegan de la Profecía y se incrustan en nuestro raciocinio hasta constituir la base de nuestros valores, las referencias morales y éticas, la estructura alegórica y narrativa. Y estas mismas historias son las que van a conformar los mitos y leyendas de todos los pueblos de la tierra a lo largo de la historia. Una tarea imprescindible en todo programa educativo debería ser la construcción de un cuadro general de concordancias entre la Profecía y los mitos y leyendas, para comprobar que toda la imaginería humana surge, de facto, de los relatos proféticos.

De la misma forma, la Profecía suministra la base argumental de la ciencia ficción que propone una cierta cosmogonía. En el caso de Matrix, los guionistas –judíos norteamericanos de origen polaco– no han tratado de disimular el préstamo, antes bien, lo han explotado al máximo para esparcir su ideología sionista, y obtener de paso pingües beneficios de ello. Por lo que a nosotros respecta, poco nos importan sus sueños mesiánicos. Lo que llamó nuestra atención desde el primer momento fue la clara exposición, en un escenario moderno y cotidiano, del gran acontecimiento profético; del gran acontecimiento de la fe.

Obviamente, en la película hay infinidad de elementos meramente escénicos necesarios para conseguir el efecto deseado. Su acción trepidante esconde, en muchos casos, la verdadera trama y la inconsistencia argumental de algunas escenas. No obstante, el interés de Matrix no es cinematográfico, sino simbólico; una forma más de comprobar que el ser humano no dispone de otro input que la Profecía.

Escena I

En esta primera secuencia se mezclan los tres elementos que van a componer la trama de la película. El primero de ellos –un grupo de policías que representan a los negligentes, a los que siguen las instrucciones de la cultura sin ningún tipo de reflexión, a los que ni siquiera se imaginan que haya un mundo real. El segundo –unos agentes, programas del Matrix, soldados de shaytan, capaces incluso de vencer a los que han salido de Matrix, han reunificado su intelecto con su cuerpo y pueden pasar de la realidad a Matrix y viceversa. En tercer lugar –los creyentes, representados aquí por una mujer, Trinity, que vive en el mundo real y que a través de una sofisticada tecnología puede transportar su intelecto al mundo de Matrix y adquirir allí un cuerpo virtual.

En principio, esta primera escena es ante todo cinematográfica, llena de efectos especiales, de luchas. Pero también vemos una indicación de que el creyente que no está muy vigilante, siempre en marcha, anhelante de su Señor, tarde o temprano se encontrará con un enemigo superior a él que le vencerá, con un soldado de shaytan que logrará sacarle de la creencia y llevarle a la incredulidad y al encubrimiento, que logrará sacarle de la luz y llevarle a las tinieblas, desactivando su consciencia.

La cámara enfoca la fachada de un edificio, de un hotel, y unos segundos más tarde la llegada de un coche del que bajan tres agentes. Uno de ellos se dirige al policía que está a cargo de la operación –detener una joven desarmada. El agente ve con desagrado que no se han hecho las cosas como él había ordenado: “¡Sargento! Le di órdenes precisas.” El sargento sonríe sarcásticamente –tan sólo se trata de una chica desarmada, ¿dónde está el problema?: “No se preocupe, agente, he enviado dos unidades. De un momento a otro bajarán con ella esposada.” Pero esta vez, el enemigo al que se enfrentan esos policías no tiene nada que ver con los delincuentes habituales. Su entrenamiento les permite luchar contra ellos, pero ahora les espera un contrincante que pelea de otra forma, que tiene otras armas. El agente mira al sargento con cierta mueca de desprecio: “Sus hombres… ya están muertos.” Y en efecto, así es. Trinity ha acabado con todos los policías y se da a la fuga. Otro grupo de policías al mando de uno de los agentes la persiguen. Pero el resultado es el mismo –Trinity corre a gran velocidad y sólo el agente –un soldado de shaytan– logra seguirla de cerca. La acción se desarrolla en las azoteas de viejos edificios y ahora Trinity salta a una de ellas que se encuentra a no menos de veinte metros de distancia. El agente también salta, pero los policías se detienen impotentes y exclaman: “¡Imposible!”

La vida del creyente está llena de situaciones como ésta; situaciones que le obligan a luchar contra poderosos enemigos que intentan sacarle de la mil-lah de Ibrahim, de la Órbita Celeste; situaciones que le exigen dar un gran salto sobre el abismo –salto que sin un previo entrenamiento le resultará imposible, como a ese grupo de policías, como a los negligentes.

De todas esas situaciones ya nos había advertido y puesto en guardia el Mensajero de Allah (s.a.s):

من خاف أَدْلَجَ ومن أدْلَجَ بلغ المنزل , ألا إنَّ سِلْعة الله غالية , ألا إنَّ سِلْعة الله الجنَّة

Quien siente miedo, camina en la noche; y quien camina en la noche, llega a casa. ¿Acaso no es la mercancía de Allah algo de gran valor? ¿Acaso no es la mercancía de Allah el Jardín?

La imagen que nos transmite el profeta Muhammad (s.a.s) en este hadiz es la de alguien que marcha en el desierto con su camello, el cual transporta una valiosa mercancía. De repente, se da cuenta de que la noche está al caer. Tiene dos opciones –detenerse y pasar la noche en algún lugar del inmenso desierto, o seguir camino lo más rápido posible. La primera opción es la de los que creen que los actos de adoración prescritos bastan para salvarse; pero en el desierto hay muchos peligros, especialmente por la noche –hay animales venenosos, ladrones, tormentas y muchas otras trampas. Lo más probable es que muera o le roben su mercancía. Por otro lado, si se encamina lo más rápido posible hacia su casa –si valora adecuadamente la mercancía que lleva, si desea protegerla– lo más probable es que llegué sano y salvo.

El Profeta Muhammad (s.a.s) nos alerta de que debemos apresurarnos en hacer el bien, en estudiar, en emigrar, en luchar, en estar vigilantes para no caer presas de poderosos enemigos; y es ese caminar el que nos va a proteger de morir envenenados por alguna alimaña, o a manos de salteadores. La mercancía que lleva nuestro camello es demasiado valiosa como para correr riesgos, es el Jardín eterno por donde fluyen ríos.

Los policías de la primera escena son simples policías, no tienen la preparación de los agentes –siempre listos para luchar contra cualquier adversario, o para saltar sobre cualquier abismo. Pero al mismo tiempo adolecen de esa arrogancia que les impide ver la realidad, y que por ello mismo les impide tomar las precauciones necesarias. El sargento se ríe de la preocupación de los agentes. Se trata, dice, de una simple colegiala; pero los agentes saben que esa colegiala viene del mundo de la realidad y conoce el funcionamiento de Matrix mejor que él. Saben que esa colegiala es un arma letal y que sólo una preparación elitista podría darles la victoria sobre tamaño enemigo.

Aquí tenemos ya los tres elementos existenciales –Los ghafilun, los negligentes, la gran mayoría, siempre desinteresados de la realidad, ajenos a la verdad y a su búsqueda. Viven complacidos en su ignorancia, en su animalidad, y cuando tiene que enfrentarse a un enemigo real, no pueden luchar con él ni seguirle, tienen que abandonar la persecución como los policías de esta primera escena.

El segundo elemento lo forman los soldados de shaytan. Estos conocen la realidad, pero su trabajo es encubrirla; no son ghafilun, sino militantes del mal, bien entrenados y, por lo tanto, capaces de seguir y luchar contra los más aguerridos oponentes. El tercer elemento lo constituyen los creyentes. Aparentemente más débiles que los soldados de shaytan, pero la guía de su Señor les permite salir victoriosos. Estos son los tres elementos de la película y los tres elementos existenciales –los ghafilun, los soldados del shaytan y los creyentes.

Escena II

Vemos un primer plano del protagonista. La cámara va ampliando la escena hasta mostrar la pequeña buhardilla en la que vive y su mesa de trabajo llena de ordenadores y de aparatos electrónicos, en la que se ha quedado dormido mientras preparaba los floppies pirateados. Como programador de una de las más importantes compañías de software del país, su nombre es Thomas Anderson. Pero como hacker (el que logra entrar en programas originales y copiarlos) su nombre es Neo. Todos los creyentes en la película son hackers; Trinity era una famosa hacker, “The Trinity”. Se trata, pues, de romper las contraseñas, de penetrar en sus redes de información, de comprender el funcionamiento del mal, de shaytan, de sus aliados.

A través de esta escena se muestra el principio motor de toda búsqueda espiritual: la extrañeza. Neo vive en un mundo que le resulta totalmente ajeno, incomprensible, absurdo. No logra entusiasmarse con los grandes valores que este mundo le ofrece: dinero, prestigio social, triunfo profesional. Todo eso le tiene sin cuidado. Él siente un continuo malestar, una irregularidad crónica. Detesta ese sistema que controla su sociedad y, aun de forma inconsciente, desea destruirlo. Trabaja para una importante compañía de software, pero él piratea sus programas y los vende en el mercado negro. Es un fuera de la ley; de la ley de un sistema que intenta robotizar a sus miembros.

El Profeta Muhammad (s.a.s) también odiaba muchas de las prácticas religiosas y sociales de los Quraish, detestaba sus ídolos y su adoración, detestaba que se enterrasen vivas a las niñas recién nacidas, que no hubiera una clara distinción entre el matrimonio y la prostitución. Y también él, de alguna forma, quería destruir todo eso. Sin embargo, como en el caso del protagonista, no sabía cómo hacerlo, cómo acabar con la corrupción, con la ignorancia. Solía retirarse a una cueva para meditar, pero también para esperar que ocurriese algo que le sacase de esa situación, que le enseñase el camino, que diese luz a su mundo de oscuridad.

También Neo vive en una cueva –una cueva urbana (una buhardilla en el último piso de un edificio desvencijado). Vive solo; no puede hacer planes ni estrategias de futuro pues está buscando el sentido de su vida –entender ese malestar suyo, esa extrañeza que no le permite formar parte de su sociedad.

Y esa misma extrañeza es la que siente el creyente antes de encontrar la luz de la verdad. Quien no siente esa enajenación nunca se pondrá a buscar el sentido de la vida, el sentido de la existencia.

En medio de aquellas tinieblas, de aquella confusión, en su ordenador aparece una palabra inquietante, pero al mismo tiempo, quizás, la clave que le permita salir de las tinieblas en las que vive y llegar a un mundo luminoso –Matrix. Alguien ha contactado con él, alguien que quizás conoce el camino, que conoce la verdad. Su nombre es Morfeo (dios de los sueños, de la irrealidad, que por un instante nos parece tan real), un fuera de la ley como el propio Neo. Le busca la policía de medio mundo, y sobre todo los agentes virtuales. Neo no sabe cómo llegar hasta él, ni siquiera sabe quién es, pero siente en su interior una gran admiración por ese hombre, y está convencido de que sin él nunca encontrará el camino.

Esto mismo sucede a los profetas y a los creyentes. Sus vidas están llenas de signos, de palabras claves que aparecen en la pantalla de su consciencia, pero que sólo al final de la búsqueda cobran verdadero sentido.
En el momento que una persona comienza a buscar la verdad con auténtico ahínco y sinceridad, en ese momento se activan las fuerzas del mal, los taghut, los soldados de shaytan, quienes, como los agentes virtuales, intentarán por todos los medios engañar, confundir y desviar a ese creyente de la verdad que, paso a paso se le va presentando, va contactando con él.

Escena III

Morfeo por fin contacta con Neo a través de un teléfono móvil que le hace llegar por correo certificado a su lugar de trabajo. Antes de esta secuencia el jefe de personal de la empresa le ha llamado a su despacho. No es la primera vez que llega tarde. De hecho, todos los días llega tarde. El jefe de personal intenta explicarle lo orgulloso que debería sentirse de trabajar en esa empresa. Pero Neo mira por la ventana –ve a dos empleados limpiando los cristales, y ese a modo de susurro del jefe de personal no logra penetrar en su corazón ni hacer mella en su ánimo.

Ahora suena el teléfono móvil y por primera vez escucha la voz de Morfeo. A través de una técnica que Neo desconoce Morfeo le está viendo y le ayuda a escapar de los agentes que acaban de llegar a su lugar de trabajo con una orden de arresto. Morfeo le guía hasta una oficina en cuyo exterior hay un andamio y le propone que llegue hasta él y escape de los agentes. Pero para llegar hasta ese andamio tiene que recorrer, por la parte exterior del edificio, una repisa muy estrecha desde la que contempla el vacío –esa oficina podría estar en el cincuentavo piso del rascacielos en el que trabaja. Neo siente vértigo, su ánimo se desvanece frente a la tarea que ahora se le exige.

Es el mismo vértigo y el mismo terror que sienten los profetas y los creyentes cuando se enfrentan a la decisión de abandonar su mundo virtual y lanzarse a lo desconocido. Es cierto que es un mundo que detestan, pero es el único que conocen; es allí donde han crecido y donde se han ido conformando sus apegos.

Neo sucumbe ante ese vértigo, los agentes le detienen y le conducen a sus dependencias para interrogarle. Neo se encuentra ahora en una habitación de paredes blancas, en la que hay una mesa y dos sillas. En una se sienta Neo y en la otra –el agente Smith. Neo sigue en Matrix –en el mundo controlado por el sistema que él odia; y ahora intenta protegerse con él. Por ello le dice al agente: «No me asusta. Conozco mis derechos.» Aquí vemos una interfase –el momento en el que el creyente todavía vive en los dos mundos al mismo tiempo. Ante aquella detención, Neo hace valer sus derechos de ciudadano de Matrix, aunque eso, ser ciudadano de Matrix, es lo que él detesta y de lo que quiere escapar.

De la misma forma, el creyente odia su sociedad, la critica, quiere destruirla, pero al mismo tiempo se sirve de ella cuando la necesita, busca refugio en ella cuando se siente acorralado o solo. En esta interfase, necesaria en la mayoría de los casos, todavía hay shirk (se da poder a otro que Allah y se toma por verdad lo que en realidad es falso). Pronto, sin embargo, comprobará Neo que, para ese sistema, que con razón odia, no hay más ley ni más derechos que su propia tiranía, que sus propios intereses. Neo exige, en la ingenuidad de la interfase en la que todavía se mueve, que se le permita hacer una llamada, pero el agente, con una cínica parsimonia le pregunta: «¿Para qué quiere hacer una llamada si no puede hablar?» Y en ese mismo instante se produce una metamorfosis en el rostro de Neo, de forma que desaparece la boca sin que quede ninguna abertura entre la nariz y el mentón. Al mismo tiempo, le introducen por el ombligo un artilugio que va tomando el aspecto de un arácnido. En ese momento Neo se despierta en su buhardilla, de forma que va desapareciendo de su consciencia la clara distinción entre sueño y vigilia (empieza a dudar de lo que hasta ahora llamaba realidad).

Todos estos fenómenos ocurren en esa interfase por la que pasan la mayoría de los creyentes –hay como una pérdida de la noción de realidad, y con ella una acentuación de la extrañeza, de la enajenación.

Escena IV

Neo se despierta en su habitación y piensa que todo ha sido un sueño. Al mismo tiempo, cada vez está más cerca del encuentro con Morfeo. Ha sonado su teléfono fijo y desde el otro lado de la línea Morfeo le propone verse personalmente en algún lugar de Matrix. Neo está asustado, pero no puede rechazar esa invitación que durante tanto tiempo ha estado esperando. Debajo de un puente le recoge un coche en el que se encuentra Trinity, una mujer que será clave en su vida. Dentro del coche, con un artilugio extravagante, y como un efecto cinematográfico, le extraen ese arácnido que le habían introducido a través del ombligo. Neo empieza a comprender que a pesar de todo no es él quien controla su vida, ni siquiera puede tener una clara consciencia de lo que es sueño y de lo que es vigilia. Una vez dentro del coche, Neo se rebela contra una situación en la que sólo hay órdenes que él no comprende y en la que a nadie le importa su opinión. Todavía cree que tiene opiniones, razones, estrategias, objetivos, conocimiento… sin darse cuenta de que todo eso está dentro de Matrix, dentro de la irrealidad. Es como si un actor, fuera ya de la película, le rompiese la cara a otro actor por haberse fugado en la película con su mujer. Desea salir del coche y abandonar la búsqueda. Pero Trinity le detiene y le dice: «Debes confiar en mí.» A lo que Neo responde: «¿Por qué?» Trinity sacude su consciencia de forma contundente: «Porque ya has estado en ese camino y sabes a dónde lleva.»

Seguimos en la interfase, en el periodo de duda, de rebelión. Las fuerzas del mal, los taghut, todavía tienen mucho poder sobre el creyente, pero las palabras de Trinity son palabras angelicales. Son la ayuda que desciende del cielo. Es como si dijeran: «Sientes vértigo. Tienes miedo, pero ya no puedes volver atrás, pues ese camino que se ofrece ante ti es el viejo camino que ya conoces; el que te llevará a ese mundo que detestas, a ese sistema tiránico del que quieres huir.» Neo comprende. El creyente comprende. Sabe que es la verdad. Sabe que tiene que seguir adelante y confiar en la guía que Allah le ha puesto.

En este sentido, la actitud de Trinity hacia Neo, y de Neo hacia ella, nos recuerda la actitud que Jadiya siempre manifestó hacia su esposo Muhammad (s.a.s) desde el primer momento de la Revelación. Cuando éste llegó a casa sudoroso y aterrorizado por el encuentro que había tenido con Yibril, su esposa Jadiya le tranquilizó, le confortó y tuvo para él palabras de ánimo; y esa fue la actitud que mantuvo durante toda su vida. A diferencia de Trinity, Jadiya nunca dudó de que Muhammad (s.a.s) hubiese sido elegido por Allah para transmitir Su último mensaje a la humanidad.

Por fin llega el encuentro con Morfeo. En una barroca habitación de un edificio decimonónico espera impaciente la llegado del «elegido». Se saludan afectuosamente y Neo muestra un gran respeto hacia su anfitrión. Pero el respeto que muestra Morfeo por Neo es aún mayor. Morfeo es un medio, pero Neo es el objetivo.

Como el creyente, cuando empieza a rozar la verdad, piensa que eso es todo; que en realidad la verdad es una continua adquisición; que a partir de este encuentro se despejarán todas sus dudas; se responderá a todos sus interrogantes y un horizonte luminoso se abrirá ante sus ojos. Sin embargo, la realidad es muy distinta. La verdad exige un continuo despojo, un constante desapego. Sentimos que nos desuellan vivos; cada roce nos hiere y nos llena de dolor.

Cada vez está más perplejo, más confuso. Las palabras de Morfeo le llenan de inquietud. Son palabras sin rodeos, claras, rotundas. No le dejan ninguna escapatoria: «¿Sabes por qué estás aquí? Porque has descubierto algo. No puedes explicar lo que es, pero lo sientes. Es como una astilla en tu mente que te está volviendo loco.» De nuevo –la extrañeza, constantemente este concepto que puebla la razón y la consciencia de los profetas y los creyentes. Algo está mal, algo no funciona. Hay un profundo desajuste entre mi realidad y la realidad del mundo que me circunda. Es la misma expresión que leemos en el Nuevo Testamento. Isa recuerda a sus discípulos que están en el mundo, pero no son del mundo. Eso es lo que siente Neo, lo que sienten los creyentes. Estar sin pertenecer. Hay en todo este proceso una auto-exclusión. Hay veces que nos gustaría formar parte del teatro que se representa ante nuestros ojos. Incluso a veces lo hemos intentado, pero resulta imposible. El creyente no forma parte del escenario. Más aún, su presencia denuncia la impostura de esa representación teatral.

Neo sabe que es cierto todo lo que le está diciendo Morfeo; que tiene una astilla en el cerebro, en el corazón, en la consciencia, que no le deja vivir. En la película, esa inquietud y esa extrañeza tiene el nombre de Matrix, un mundo irreal fabricado: «Es un mundo con el que te han tapado los ojos para que no puedas ver la verdad.»

Es el mundo de las apariencias, el mundo de los taghut; un mundo irreal que se proyecta a cada instante, creándonos la sensación de que ese mundo es la realidad. Pero, ¿quién crea ese mundo ficticio? ¿Quién crea ese Matrix donde vivimos entretenidos hasta que nos llega la muerte? Sabemos que son los taghut –los soldados de shaytan; pero todo en el plano ontológico en el que vivimos tiene causas. La tierra da tomates, pero antes ha tenido que llover y se han tenido que plantar las semillas; y la mata ha tenido que recibir la luz del sol. Todo tiene causas. Nada ocurre en nuestro mundo de forma directa de la Mano de Allah. Entonces, ¿quién son las causas de que exista Matrix, de que exista ese mundo de apariencias, falso, que nos absorbe la vida?

Antes de responder a esta pregunta debemos entender una trágica realidad que Morfeo desvela a Neo. «Desgraciadamente, no se le puede decir a nadie lo que es Matrix. Lo tiene que ver por él mismo.» Ya hemos visto el proceso –la extrañeza nos lleva a la búsqueda, y esa búsqueda nos hace contactar con el elemento escénico que nos muestre la verdad, y después cada uno debe elegir escrupulosamente: «Esta es tu última oportunidad. Después de esto no hay retorno posible. Si tomas la pastilla azul, la historia acaba. Te despertarás en tu cama y creerás en lo que quieras creer. Si tomas la pastilla roja, te quedas en el país de las maravillas, y te mostraré lo profundo que puede llegar a ser el agujero del conejo (referido al cuento de Alicia en el país de las maravillas).» Cuando Neo se decide por la pastilla roja, Morfeo le advierte: «Recuerda, lo único que te ofrezco es la verdad, nada más.»

Este es un punto muy importante en el camino del creyente, ya que seguimos en la interfase, y el adepto todavía cree que la verdad es un éxtasis; una especia de subida de mezcalina, donde todo es volar por etéreos espacios de felicidad. Sin embargo, como ya hemos visto, la verdad es todo lo contrario. Es un continuo despojo, un constante desapego que nos llena de felicidad, es cierto, pero sólo cuando hemos abandonado totalmente la interfase; cuando vivimos plenamente en el Entramado Divino.

La pregunta inicial era: ¿Quién ha creado este Matrix, este mundo ficticio en el que el hombre se encuentra prisionero? O en palabras de Morfeo: «Eres un esclavo. Nacido para ser esclavo. Nacido en una prisión que no puedes ver, ni oler, ni tocar. Una prisión en la que está encerrada tu mente.» En la película, como un elemento de ficción, pero también para esconder una terrible realidad que hasta ahora nadie se ha atrevido a desvelar claramente, Matrix sería el resultado de una guerra entre hombres y máquinas; en la que éstas habrían salido vencedoras, y para obtener la energía necesaria para su subsistencia habrían creado un sofisticado sistema que les permitiría generar seres humanos de los que extraerían esa codiciada energía; de forma que éstos realizarían para aquéllas la función que realizan las pilas.

Esta idea, esta estúpida idea, de un mundo controlado por máquinas capaces de pensar y de desear, de crear estrategias, de regirse por una voluntad y una consciencia, es tan vieja como el sueño del hombre de poder construir máquinas de este calibre. La hemos visto en «Odisea 2001» y en muchas otras películas. ¿Por qué entonces se vuelve a utilizar este viejo argumento para explicar el colapso de la civilización humana? Obviamente no es porque a los guionistas (judíos norteamericanos de origen polaco) se les haya escapado el tema de las manos, o no supieran que ya estaba bastante manoseado, sino porque en el resultado final ésa es la realidad –los hombres se han convertido en pilas, en acumuladores de energía. Pero, ¿quién se aprovecha de esa energía? ¿Máquinas robots, potentes ordenadores? Obviamente, no. Se aprovechan de ella, viven de ella, las elites judías, los succionadores de vida, a través de sus leguleyos occidentales. Las elites judías se asientan en un territorio y lo explotan y lo exprimen sirviéndose de las gentes que viven allí, hasta que todos, tierras y hombres, quedan exhaustos, y entonces estas elites se trasladan a otros campos, a otros territorios, a otras naciones, y vuelven a repetir ese mismo proceso. Para ellos los no-judíos o los judíos que no forman parte de la elite son como los seres humanos de Matrix –meras baterías de las que consiguen la energía para vivir y desarrollarse.

En la historia moderna fue Europa y después América las víctimas de estas máquinas succionadoras. Toda la riqueza de estos dos continentes está en sus manos: los bancos, los mass media, Hollywood, las casas distribuidoras, las empresas más importantes de alimentación, las fábricas de armas, las editoriales, la academia (con sus universidades e instituciones educativas). ¿Qué hacen los ciudadanos nativos de estos dos continentes? Trabajan día y noche para que las empresas judías puedan producir y controlar todos los mercados. Trabajan día y noche por un salario que luego devuelven a esas mismas empresas a cambio de consumo.

Un círculo diabólico del que Allah el Altísimo nos ha dado debida cuenta y nos ha advertido en el Qur-an. Cada vez que analizamos los acontecimientos que conformaron la Segunda Guerra Mundial nos vienen las mismas preguntas y las mismas observaciones. La elite judía alemana pagó la costosa guerra de Hitler, ¿tan sólo querían recobrar el capital prestado con sus intereses? Desde luego que no. Lo que motivó que los judíos promoviesen y después costeasen esa guerra fue la consecución de un plan que hasta hoy no hemos visto claramente. La clave la encontramos en la palabra «holocausto», palabra griega que significa, en su uso, «sacrificio por el fuego». ¿Por qué llamarían los judíos a la supuesta matanza de su pueblo en los campos de concentración alemanes –holocausto? El sacrificio es una ofrenda, en ese caso, ¿a quién sacrificaban los alemanes a esos judíos? La realidad es que el sacrificio venía de parte de la elite judía. En un momento determinado vieron la rentabilidad de sacrificar a una parte de su gente, obviamente los más pobres y desheredados, huérfanos (recordemos el caso Korczak), a cambio de tener, una vez terminada la guerra con saldo negativo para los alemanes, una buena carta que jugar en la arena internacional –la carta del victimismo con la que exigir ingentes cantidades de dinero en compensación por ese holocausto y el derecho a un territorio y a un estado judío. En la película «Korczak» del polaco Andrzej Wajda aparece claramente la connivencia de la elite judía con la oficialía del ejército alemán. Esta elite judía siempre estuvo preparada para escapar en caso de necesidad –pasaportes suizos, dinero y rutas seguras para salir del país. Sin embargo, la prueba más contundente de lo que acabamos de decir la encontramos en el propio Qur-an:

(84) Primero os comprometisteis ante Nosotros a no derramar vuestra sangre ni a expulsaros de vuestros hogares. Lo ratificasteis y sois testigos de ello. (85) Sin embargo, habéis sido vosotros los que os habéis dado muerte y habéis expulsado de sus hogares a un grupo de los vuestros, aliándoos injustamente contra ellos. Y si luego os venían cautivos, pagabais su rescate cuando era una iniquidad que los hubierais expulsado.
Qur-an 2 – al Baqarah

Como vemos por esta aleya, sacrificar a su propia gente para luego sacar algún tipo de provecho por ello, ha venido siendo una práctica habitual de las elites judías a lo largo de la historia

Por lo tanto, los elementos succionadores no son las máquinas de Matrix sino las elites judías a través de sus poderosos tentáculos económicos, informáticos y tecnológicos desarrollados en Occidente.

Pero Neo está muerto. Su cuerpo realiza las funciones básicas para las que ha sido creado, pero su espíritu está encapsulado en la ciudad de las máquinas, prisionero. Neo no conoce la verdadera vida. Es como un feto en la matriz de la madre. No puede conectarse con el mundo exterior. Tiene que desear salir, aunque esa operación sea terriblemente dolorosa, un viaje a lo desconocido a través de un pasadizo. En Matrix los guionistas han querido utilizar este símil casi de forma literal para hablar de ese proceso en el que el creyente muere al mundo de la ignorancia, al mundo de la inconsciencia, para renacer en el mundo de la realidad, en el mundo del espíritu. En la película hay una reunificación de todos los elementos que componen el ser humano. El espíritu y la razón se acoplan en el cuerpo, originando, de esta forma, un ser humano completo –un creyente. Una máquina desconecta el cordón umbilical que le unía a su madre metálica, ésta rompe aguas y él se desliza por un pasadizo hasta llegar a la realidad. Lo recoge otra máquina que lo lleva adonde está Morfeo y el resto de la tripulación. Como un recién nacido, Neo no tiene todavía fuerza en los músculos. No tiene habla, no tiene lenguaje; está como adormecido. Ha renacido a la verdadera Vida, pero lo que le espera por delante es un largo camino; un camino de pruebas, de aflicciones, a través de las cuales irá llegando la certitud, la verdadera fe, y con ellas la madurez del creyente.

Morfeo lo recibe con estas palabras: «Bienvenido al mundo real.» Como un recién nacido, Neo debe pasar un tiempo de adaptación; su cuerpo tiene que fortalecerse y tiene que haber un ajuste de todos los elementos; que sólo podrá llevarse a cabo a través de la consciencia, del recuerdo.

Neo despierta en un estado de adolescencia. Su cuerpo se ha fortalecido pero todavía no termina de comprender el mundo que le rodea. Morfeo le muestra la nave –el pequeño habitáculo de la realidad en el que de momento tendrá que vivir, pues todo lo demás es falso, ficticio.

Neo se queja de un fuerte dolor en los ojos cuando intenta abrirlos. Morfeo le responde, dándole otra clave que le haga ir comprendiendo cada vez de forma más completa la diferencia entre la ficción y la realidad: «Nunca los has utilizado.» En efecto, el no-creyente nunca ha visto, en realidad, las cosas como son. Sus ojos son meras cámaras fotográficas que registran imágenes. Ahora Neo, por primera vez, ve, comprende, y su consciencia procesa las imágenes, dándoles un sentido.

Neo se resiste a aceptar la existencia de esos dos mundos porque sigue en la interfase, y no acepta la realidad de uno sin la existencia del otro, por eso Morfeo le dice: «No he dicho que fuera fácil. He dicho que es la verdad.» Ahora Neo quiere escapar y volver a su mundo de antes –un mundo que detesta, pero en el que se siente seguro. De alguna forma comprende todos sus elementos, sabe cómo moverse por él, lo que le espera a la vuelta de cada esquina, lo que verá mañana cuando abra la ventana de su buhardilla, cuando se siente en su pequeño habitáculo de trabajo.

Es el desgarro interior que sienten los profetas y los creyentes, y que queda perfectamente expresado en las siguientes escenas.

Escena V

Neo hace la gran pregunta de la que sabe la respuesta: «No puedo volver, ¿verdad?»

El verdadero creyente, y por supuesto los profetas, no pueden volver porque la honestidad de su corazón les impide cometer semejante acto de hipocresía –renunciar a la verdad para volver a un mundo que saben ficticio e ilusorio. Esta es la primera gran prueba a la que es sometido el creyente –el deseo de volver, de sumergirse de nuevo en el agradable olvido, en la dulce inconsciencia.

A continuación, Morfeo plantea la tarea de los profetas y de los creyentes. Estos tienen una misión. La verdad no es un mundo de individualismo. Los profetas, ayudados por los creyentes, deben liberar a sus semejantes de la prisión de la ignorancia en la que viven: «Mientras exista Matrix no habrá verdadera libertad para el hombre.» Esta es la gran misión de profetas y creyentes, la tarea que muchos de los que no han logrado salir de la interfase van a traicionar, saliéndose de esta forma del Proyecto Divino, de la Órbita Celeste.

Enlace I: Yunus tragado por el pez

La duda y la desesperación invaden al profeta Yunus, quien decide abandonar la misión que Allah le ha encomendado. Dentro del gran pez que lo ha engullido ve claramente Matrix y suplica a su Señor: «No hay dios sino Tú. ¡Gloria a Ti! He sido de los injustos.»

(88) Le respondimos y le libramos de la aflicción que sufría en aquella oscuridad. Así es cómo salvamos a los creyentes.
Qur-an 21 – al Anbiya

En la siguiente secuencia se presenta el mesianismo judío. Alguien que habría logrado controlar Matrix y comenzado el proceso de rescatar a todos aquellos que deseaban escapar de él, volverá para destruirlo y liberar al hombre.

Aquí se introduce la segunda tarea de los creyentes –mantenerse firmes en el Mensaje Divino, salir de la interfase para de esta forma reconocer a los otros creyentes y poder, juntos, transmitir el Din de Allah en toda su pureza, en toda su autenticidad.

En la película, sin embargo, aparece la figura del «elegido». Pero para los judíos, el «elegido» no es ni tan siquiera un profeta, sino un rey, un poder político y militar que recupere para su pueblo la tierra prometida –es decir, el universo entero. Ellos dicen: “Esta es nuestra tierra y no queremos más.” Pero enseguida se cansan y empiezan a buscar por si encuentran otra que les resulte más apetecible. De esta forma, han expoliado los cinco continentes bajo la cobertura de querer civilizarlos. En la película no hay Allah ni resurrección (hay una velada alusión a la reencarnación). Es una propuesta atea, materialista. Es la vieja propuesta del “Superman”; algo más sofisticado, más filosófico, pero la misma construcción intelectual –alguien engendrado en alguna cueva interestelar con poderes fabulosos y con la misión de proteger al hombre de la injusticia. En Matrix se añade el matiz mesiánico de salvador que en la tradición judía no termina de llegar. Es como si los guionistas dijeran: “Acaso nos hayamos equivocado e Isa sí era el Mesías.”

Tanto judíos como cristianos han perdido el monoteísmo y sin él nunca podrán dirigir a la humanidad. Por lo tanto, deben volver a recuperarlo. Esa tarea no es fácil, pues se han alejado tanto del Tawhid, de la unicidad de Allah el Altísimo, han falsificado de tal manera sus libros, han creado figuras tan comprometedoras como la Trinidad (Trinity, y Trinity debe morir para que viva el Tawhid), han negado al Mesías, han negado al último Profeta… Se trata, pues, de hacer borrón y cuenta nueva; decir que todo ha sido una metáfora, una forma de hablar; que en sus libros sigue estando lo esencial de la verdad.

Pero el problema más difícil de resolver es cómo convencer a los musulmanes para que se enganchen a este macro-proyecto de hacer una nueva religión que englobe al judaísmo, al cristianismo y al Islam. Para ello han creado los diálogos inter-religiosos, al mismo tiempo que ofrecían a los “sabios” musulmanes formar parte de la academia judía –editar sus libros y distribuirlos por todo Occidente, invitarles a dar conferencias en sus institutos y universidades, llevar a cabo un intercambio de alumnos, formar parte de sus institutos de religiones comparadas… y a todo han dicho que sí; que están dispuestos a vender los Signos de Allah a bajo precio. Poco a poco se va configurando esta nueva religión sin nombre, cuya base es el monoteísmo verbal sobre el que se asientan una creencia y una ley huecas, falsas, artificiales. ¡Qué hermoso mundo el que os proponemos! Qué hermoso Matrix –los cristianos en sus iglesias y los musulmanes en sus mezquitas adorando a un mismo dios, mientras las máquinas judías, ahora ya sin ningún impedimento, se dedican a absorber la energía de los hombres y los recursos naturales de la tierra.

Pero en Islam no hay más salvador que Allah y es a Él a quien pertenece todo el poder. El creyente no necesita ningún salvador, le basta con reconocer al Todopoderoso como a su Señor para entrar en la Órbita Celeste.

(78) Luchad por Allah como se debe luchar por Él. Os ha elegido y no ha puesto ninguna dificultad en el Din –la mil-lah de vuestro padre Ibrahim. Ya en las revelaciones anteriores os había llamado muslimun y también en esta, para que sea el Mensajero testigo para vosotros y seáis vosotros testigos para los hombres –nas. Así pues, estableced la salah, entregad la zakah y refugiaros en Allah. Él es vuestro protector. ¡Y qué buen protector, y qué buen apoyo tenéis en Él!
Qur-an 22 – al Hayy

Ahora comienza el entrenamiento de Neo –físico, pero también intelectual, a través de una continua confrontación con esos dos mundos que no logra separar totalmente. Fase a fase irá comprobando que la duda se presenta estratificada en niveles y serán esos niveles los que tendrá que ir superando hasta llegar a la certitud, hasta ver con el ojo de la evidencia.

En la vida del profeta Muhammad (s.a.s) vemos claramente el duro entrenamiento al que fue sometido por su Señor –orfandad, pobreza, exclusión. Es cierto que todos los Quraish le respetaban y le llamaban el Amin, el digno de confianza, pero nunca formó parte de ellos, nunca se sentó en sus consejos ni participó de su elite económica y social; de alguna forma intuían que no pertenecía a su círculo, a su gente; que no tenía su misma creencia, sus mismas aspiraciones. Tendrá que luchar con la espada, negociar, abandonar su tierra, despojarse de todos los lazos que le unían al mundo de Matrix.

Después de varios combates, utilizando artes marciales, él y Morfeo se introducen en el jumping programme. Están en la azotea de un rascacielos y deben, de un salto, llegar a la azotea de otro rascacielos que se encuentra a unos 30 metros de distancia. «Tienes que deshacerte de todo, Neo… miedo, duda, incredulidad.» Neo comprende intelectualmente lo que le está diciendo Morfeo, pero la creencia, esa que disipa el miedo y la duda, no tiene nada que ver con la razón y, por ello, Neo fracasa en el salto y cae a tierra. Fracasa porque, aunque su razón acepta la realidad, su corazón sigue dudando, sigue apegado a ese mundo ficticio de Matrix.

Escena VI

El siguiente paso que Morfeo invita a dar a Neo es fundamental para comprender la situación del creyente cuando se encuentra en la interfase. En primer lugar, los dos mundos son irreconciliables. La situación en la que vive Neo es inestable, confusa y asfixiante porque sigue viviendo en la interfase. Morfeo, a través de un paseo por otro programa, le indica esta verdad: «Si no estás con nosotros, estás con ellos.» La fidelidad, la lealtad a la verdad exige, ante todo, abandonar la falsedad, rechazar el mundo de los taghut:

(22) No encontraréis a nadie que creyendo en Allah y en el Último Día sienta afecto por quien se opone a Allah y a Su Mensajero, aunque se trate de sus padres, sus hijos, sus hermanos o los de su tribu.
Qur-an 58 – al Muyadilah

Pero aún hay otra verdad, otro paso para entender su posición. No existe un tercer mundo, una tercera opción. Existe Matrix –el mundo de los taghut, el mundo ficticio de las ilusiones, del engaño, del entretenimiento; y existe el mundo real –el mundo de la verdad. Mientras estemos en la interfase, seguiremos buscando la famosa “tercera vía”. Pero esa búsqueda, ese deseo de encontrar una escapatoria, no es sino el residuo venenoso que todavía queda en nuestro corazón –el miedo, la duda, la incredulidad. Son dos mundos irreconciliables, opuestos y, por lo tanto, enemigos.

Por una parte, hay un trabajo de recuperación, de sacar a la gente que vive en Matrix y llevarla al mundo real; sacarla de las tinieblas a la luz: «Pero mientras lo hacemos, toda esa gente forma parte de Matrix y en ese sentido son nuestros enemigos. Tienes que entender que la mayoría de esa gente no está preparada para desconectarse, y muchos de ellos son tan inertes (ghafilun) y están tan apegados al sistema que, si intentases desconectarlos, lucharían para proteger Matrix.» Lo que Morfeo plantea es algo más radical que todo lo anterior: «Todo aquél que no se ha desconectado de Matrix es un agente en potencia»; es decir, forma parte del ejército de los taghut que trabaja para shaytan.

(36) Hemos enviado un Mensajero a cada ummah para que les exhortara a adorar a Allah y a apartarse de los taghut.
Qur-an 16 – an Nahl

Es decir, no podemos adorar a Allah y marchar, al mismo tiempo, con los taghut; o una cosa u otra; o un mundo u otro.

Ahora, Morfeo anuncia a Neo una tercera misión, una tarea más del creyente. Momentáneamente, podemos escapar de los agentes, de las fuerzas del mal, pero tarde o temprano habrá que enfrentarse a ellas, habrá que luchar, habrá que matar y habrá que morir: «Voy a serte sincero, Neo. Todos los hombres y mujeres que se han enfrentado a los agentes han muerto. Pero allí donde ellos han fracasado, nosotros triunfaremos.» Este es un punto muy importante ya que la lucha contra el mal no tendrá éxito mientras los que luchen sean gente de Matrix.

Hemos visto cientos de revoluciones, cientos de humanistas luchando por la libertad y por la justicia, pero todo eso no ha hecho sino engordar la barriga de shaytan porque es “lo falso” luchando contra “lo falso” y, como en matemáticas, el resultado final es “lo falso”. El verdadero éxito vendrá cuando la lucha contra el mal provenga de los creyentes que han salido de la interfase y se encuentran anclados firmemente en la verdad, en el mundo real, en la adoración de Allah. El mal, las fuerzas de shaytan, nunca podrán equipararse al poder de Allah, pues están sujetas a unas normas a las que Allah no está sujeto, y eso las hace vulnerables. Cuando el creyente se introduce en el Proyecto Divino, sale de la interfase para entrar en la Órbita Celeste; en ese momento, participa del poder de Allah, y eso le da una fuerza que los taghut no tienen.

Allah estará satisfecho de ellos y ellos lo estarán de Él, ésos son los del partido de Allah. ¿Acaso no son los del partido de Allah los triunfadores?
Qur-an 58 – al Muyadilah

Eso es lo que Morfeo trata de explicarle a Neo: «He visto a un agente atravesar con la mano una pared de cemento. Ha habido quienes han vaciado el cargador entero contra ellos, pero sólo le han dado al aire. Aún con todo, su fuerza y su rapidez están basadas en un mundo sujeto a leyes. Por ello, nunca lograrán ser tan fuertes ni tan rápidos como tú.» Neo, todavía en la interfase, no termina de comprender el sentido de las palabras de Morfeo: «¿Tratas de decirme que podré esquivar las balas?» Morfeo sonríe: «No, Neo. Lo que trato de decirte es que, cuando estés preparado, no te hará falta esquivar ninguna bala.» El mal, los dardos de los taghut sólo pueden herirnos en el mundo de Matrix o en la interfase, pero carecen de todo poder en el mundo del creyente, en el mundo de la verdad:

(64) Susúrrale la rebeldía a quien puedas, cae sobre ellos con tu caballería e infantería, hazte socio en su riqueza e hijos, y hazles promesas,” pero las promesas del shaytan no son, sino engaños. (65) “Sabe que ningún poder tienes sobre Mis siervos.” Tu Señor basta como protector.
Qur-an 17 – al Isra-i

¿Qué daño pueden hacernos en nuestro cuerpo real las balas de una película?

Escena VII

Neo se enfrenta ahora a un elemento imprescindible o, al menos, inevitable en el proceso profético y, por lo tanto, del creyente. En la película su nombre es Cypher –una palabra que tiene decenas de significados, entre los que podríamos destacar uno, especialmente adecuado a su papel –sonido que da una falsa nota. En efecto, esa es la realidad de este personaje –un elemento de la sinfonía que produce un desafine; está fuera de tono, está fuera de lugar. De alguna forma no encaja con el resto de la tripulación. Es el traidor.

Nunca logró salir de la interfase, nunca llegó a creerse la realidad del mundo de la verdad y, al final, decide volver a Matrix, aun a sabiendas de que es un mundo de ficción, un mundo falso. Si el creyente no logra salir de la interfase y albergar en su corazón una verdadera fe en la otra vida, donde nos espera una recompensa que ojos nunca han visto ni oídos han escuchado ni razón humana ha podido nunca imaginar, no podremos justificar el sacrificio, la lucha y las penalidades que nos exige Morfeo. Si no hay otra vida, si no hay una recompensa, si no hay un mundo luminoso y eterno, entonces es mejor volver a Matrix y cambiar el maná por deliciosas codornices virtuales.

Hasta tal punto el hipócrita logra vivir simultáneamente en esos dos mundos que aún teniendo una clara certeza de la falsedad de uno y de la veracidad del otro decide aprovecharse de ambos y vivir en una destructora esquizofrenia. Esta actitud se refleja de forma contundente en las palabras de Cypher al agente que le va a sacar del mundo real y le va a devolver a Matrix: «Sé que este filete de carne no existe. Sé que cuando lo mastico, Matrix le dice a mi cerebro que es jugoso y delicioso. Después de nueve años, ¿sabe de lo que me he dado cuenta? … La ignorancia es una bendición.»

Pero volver a Matrix exige medios tecnológicos que sólo los agentes le pueden proporcionar. Para obtenerlos, tendrá que colaborar con ellos; tendrá que entregar a Morfeo; tendrá que vender su alma. Pues ante todo, Morfeo simboliza la consciencia (es la divinidad que saca a los reyes del sueño, que los despierta), ese espejo nítido donde se reflejan nuestras intenciones, y a la que de ninguna forma podemos engañar. Cypher desea acallar esa consciencia, y con ella el Proyecto Divino, saliéndose de la Órbita Celeste para caer en la órbita de los taghut. Para ello, la condición que le pone al agente es: «No quiero recordar nada. Nada.» Obviamente, eso es lo que les gustaría a todos los hipócritas poder hacer –olvidar completamente la verdad, olvidar lo que ha sentido su corazón cuando estaban en el mundo real. Pero esto sólo se puede llevar a cabo en una película. En la ficción basta con apretar un botón para que ocurra algo; algo fantástico, algo fabuloso; pero en la realidad el hipócrita, el traidor, no puede olvidar nada y su consciencia no deja de reflejar en su alma la verdad como una luz que constantemente le ciega.

Hasta ahora Neo ha tenido que luchar contra el susurro interior, el que, desde dentro de su pecho, le hace dudar. Ahora tendrá que enfrentarse al susurro exterior, al susurro de Cypher. Como primera estrategia Cypher le invita a beber un trago –como en los viejos tiempos; como cuando Neo estaba en Matrix y solía ir a pubs, beber una cerveza o un vaso de whisky, ligar con alguna chica. Es otra liana que le lanza el mal para que se agarre a ella, y Neo acepta. Es un alcohol repugnante, pero al mismo tiempo es un elemento familiar. Vuelve a sentirse seguro. Cypher se da cuenta de ello y decide arremeter con más fuerza: «Sé lo que estás pensando, pues yo estoy pensando lo mismo. En realidad, no he hecho otra cosa que pensar en ello desde que llegué aquí -¿por qué demonios no cogí la pastilla azul?» Neo titubea, sonríe. Es como si tuviera un pie colgando del abismo, pero es un verdadero creyente y los dardos del shaytan no logran clavarse en su corazón. Poco a poco va mudando de expresión y se va alejando de una especia de complicidad que Cypher había creado entre ellos dos con sus susurrantes palabras, tratando de hacerle creer a Neo lo absurdo de su misión.

En el argumento general de la película hay como dos elementos paralelos. Uno –el mensaje judío que se intenta transmitir subliminalmente a través de palabras, algunas imágenes, alusiones. El otro –el proceso profético que inevitablemente tienen que desarrollar los guionistas como la estructura básica del primero.

Según explica Morfeo a Neo, hacia finales del siglo XX habría habido una devastadora guerra entre los seres humanos y las sofisticadas máquinas que éstos habrían creado y que, en última instancia, se habrían vuelto contra ellos. De ese mundo real sólo quedan ruinas bajo un cielo abrasado que no deja penetrar la luz del sol. Al mismo tiempo, estas máquinas, tras su victoria, habrían creado un programa que proyectaría un mundo ficticio regido por unas leyes muy parecidas a las del mundo real. Ese programa es Matrix, y es el que controla la vida en el nuevo planeta tierra. De forma paralela, un grupo de personas habría logrado decodificar parte de Matrix y llegar al mundo real. Viven ahora en naves que ellos mismos habrían fabricado o encontrado abandonadas tras esa guerra final con las máquinas. Circulan con ellas por las enormes cloacas de las gigantescas ciudades que se habrían construido a finales del segundo milenio. Muy cerca del centro de la tierra estaría Sion, que en la película se refiere a la última ciudad donde viven seres humanos, y que todavía no ha sido engullida por Matrix. El objetivo final es destruir Matrix y liberar Sion de la continua amenaza que se cierne sobre ella.

Hasta ahora, Hollywood, controlada totalmente por el lobby cinematográfico judío, había hecho gala de una cierta sutileza a la hora de introducir sus consignas; pero en Matrix los guionistas no se andan con remilgos y claramente afirman que el único lugar de la tierra en el que hay seres vivos reales, completos, es Sion. La vieja palabra «Sion», la Nueva Jerusalén, la ciudad desde la que los judíos dominarán el mundo; dominarán al resto de los seres humanos a los que, previamente, habrán convertido en pilas. Es el viejo proyecto sionista, pero también el fracaso histórico constante de un pueblo paranoico e idólatra, que crea mundos de esclavitud para después denunciarlos y organizar revoluciones que los destruyan; y de las que surjan sociedades todavía más esclavizadoras. Poco a poco cristianos y, desde hace ya un tiempo, musulmanes, van ofreciendo su fuerza de trabajo, sus valores y sus creencias a las máquinas succionadoras judías.

Enlace II: Sion – Zion – Sihiun

¡Sion! … Una de las falsificaciones más grandes de la historia, quizás la mayor. En los escritos esenios descubiertos en el Mar Muerto, en el capítulo “Los escritos de Damasco”, leemos el siguiente párrafo:

… Y los hijos de Sadoq, que han asegurado la custodia de mi santuario, mientras que los hijos de Israil se han alejado muy lejos de mí.

Les écrits esséniens découverts près de la mer Morte. André Dupont-Sommer. Editions Payot, 2010; pag 151.

(Para un estudio más detallado ver Referencia F5)

Escena VIII

A través de esta secuencia se desata el nudo de los acontecimientos internos y externos. Morfeo, con prácticamente toda la tripulación, lleva a Neo a ver al Oráculo. Cypher aprovecha esta situación para entregar a Morfeo a los agentes. Neo tendrá que, finalmente, salir de la interfase y poner ambos pies en un mundo o en otro. Trinity tendrá que disipar las dudas que aún carcomen su corazón y aceptar plenamente las palabras con las que Allah el Altísimo asegura a los creyentes:

(139) No flaqueéis ni os apesadumbréis, pues si sois creyentes,
estaréis por encima de todos.
Qur-an 3 – ali ‘Imran

Han llegado a Matrix y circulan por una de sus calles. Neo ve su mundo desde la perspectiva de quien viene de la realidad. Por una parte, todo le parece ahora absurdo, ridículo, falso; por otra, allí están los recuerdos de ese mundo gravados a fuego en su consciencia, en su memoria: «¡Cielos! Solía comer allí. La verdad, unos tallarines estupendos… todos esos recuerdos de mi vida anterior… Nada de esto me ha sucedido en realidad.»

En la siguiente secuencia Neo se entrevista con el Oráculo, una mujer de mediana edad. En la película el Oráculo tiene cierto carácter pagano, ya que los actuales lobbies judíos, los que realmente tienen el poder, son ateos, y sólo buscan el dominio planetario, el dominio político y económico; no obstante, deben seguir manteniendo los elementos proféticos, pues cuando necesitan justificar sus desmanes, todavía tienen que echar mano de ellos, recordando a la humanidad que son el pueblo elegido. Sin embargo, lo que nos interesa de esta escena son dos elementos de primer orden para entender el proceso profético y del creyente.

Cuando Neo entra en la casa del Oráculo, le recibe una asistenta que le ruega que espere en una habitación hasta que le pueda recibir la mujer Oráculo. En esa habitación hay unas niñas que se pasan unas a otras unos cubos de madera que hacen flotar en el aire a través de lo que podríamos llamar «poderes paranormales». Junto a ellas hay un niño de unos diez años, con la cabeza totalmente afeitada y una túnica blanca, estilo lama tibetano, que dobla una cuchara metálica con la mirada. Otro niño lee un libro en japonés. Aquí, pues, está representado el chamanismo que, como dice la asistenta: «Son otros candidatos potenciales.»

Pero la profecía, el camino profético, el camino de los creyentes es, precisamente, lo opuesto al chamanismo. En el mundo de hoy, las diferentes formas de chamanismo –hinduismo, budismo, tantrismo, cábala, sistemas filosóficos, y esoterismo en sus diversas manifestaciones– tienen millones de seguidores fascinados por el misterio y la magia más que por la desnuda verdad. Neo no lleva ninguna túnica ni se presenta con poderes especiales. Y así son los profetas y así son los creyentes –hombres de carne y hueso sometidos a la voluntad de Allah; y si un profeta realiza un milagro, advierte de inmediato a quienes lo presencian que es el Todopoderoso quien lo ha hecho, y no él. Los chamanes, sin embargo, atribuyen sus prodigios a su depurada capacidad mental o a sus relaciones con espíritus, de los que toman conocimiento y fuerza.

El otro elemento es la forma, aparentemente ambigua, en la que habla la mujer Oráculo. En nuestro análisis de símiles podríamos sustituirla por los libros revelados, en los que encontramos en muchas de sus aleyas alusiones y referencias veladas a lo que realmente se quiere transmitir (Tabdid al Ilm). ¿Por qué Allah el Altísimo utiliza esta forma de expresión? ¿Por qué utiliza alegorías, metáforas? Porque la literalidad, en muchos casos, es más confusa que las sugerencias y alusiones. En el Qur-an el Misericordioso nos insinúa grandes verdades para que, con nuestras capacidades cognoscitivas, con nuestra observación, podamos desarrollarlas y llegar a una comprensión mucho más amplia que la que resultaría de una literal exposición de las mismas.

Neo no cree en su interior que sea un «elegido», un creyente; y que por lo tanto pueda vencer a los agentes y pueda sacar a otros creyentes potenciales de Matrix –llevarlos de las tinieblas a la luz. Por ello, la mujer Oráculo confirma su creencia y le dice que él no es ningún «elegido», que no forma parte de la gente de la creencia. Sin embargo, le insinúa, le sugiere palabras que más tarde cobrarán sentido: «Ser uno de los elegidos es como estar enamorado. Nadie puede decirte que lo estás. Eres tú quien tiene que sentirlo, tener la evidencia de ello. Fíjate en esa inscripción; es latín, significa: Conócete a ti mismo.»

Enlace III: El lenguaje

El lenguaje es otro de los Matrix que los judíos utilizan para falsear la realidad, debilitar al ser humano y, de esta forma, poder convertirlo más fácilmente en su pila. Día a día hemos visto cómo el lenguaje de americanos y europeos se va empobreciendo, va disminuyendo, se va corrompiendo, de forma que apenas podemos ya expresar sentimientos e ideas. Los jóvenes occidentales de hoy no entienden los proverbios ni aforismos; no entienden las alegorías, las metáforas. Tan sólo son capaces de entender un lenguaje taquigráfico, un lenguaje telegráfico. Sin embargo, las elites judías estudian latín, estudian árabe, refinan su vocabulario, su fonética; ya que lo que realmente distingue al hombre de los animales es el lenguaje –un lenguaje portador de conceptos.

La mujer Oráculo tiene inscripciones en latín, pero esta lengua, igual que el griego, ha sido retirada de los programas de enseñanza secundaria, donde durante años su estudio era obligatorio. ¿A quién podremos decir ahora «sabe latín»? Pero en realidad, ¿para qué quiere una pila saber latín?

En la película Matrix desde el principio nos sorprende el depurado lenguaje que utilizan los actores. Han sido desechadas casi por completo «gonna, wanna, gotta», y Morfeo se dirige en una ocasión a Neo con «I think I owe you an apology». Se ha abandonado todo argot, todo lenguaje callejero –es decir, de pilas, ya que la verdad, los conceptos realmente elevados sólo pueden expresarse debidamente con un lenguaje bien estructurado y, fonéticamente, bien articulado.

Escena IX

Cypher ha dejado caer el teléfono a la salida del edificio desde el que, tras la entrevista con la mujer Oráculo, volverán a la nave. Los agentes lo han localizado y han modificado algunos códigos de Matrix, de forma que todas las ventanas del edificio han sido sustituidas por muros de ladrillo. Cypher, al mismo tiempo, ha logrado engañar al operador de la nave, Tank, y ha vuelto a ella. Morfeo, por su parte, para salvar a Neo de los policías que trabajan para los agentes se ha lanzado contra ellos, mientras el resto de la tripulación logra escapar. Cypher ha disparado contra Tank, y después contra su hermano Dozer. Éste ha muerto, pero Tank tan sólo ha resultado herido, si bien Cypher cree que los dos están muertos. Toma los auriculares de Tank y contacta con Trinity. Ésta se da cuenta de que Cypher se ha hecho con el poder de la nave y que muy probablemente ha asesinado a Tank y a Dozer. Cypher le explica las razones por las que ha decidido traicionarles y volver a Matrix: «Estoy harto, Trinity. Estoy harto de esta guerra; cansado de luchar, cansado de esta nave, de tener frío, de comer la misma pegajosa bazofia cada día; pero sobre todo estoy harto de este cabrón y de la mierda en la que nos ha metido.»

Es lo mismo que le dijeron a Musa los Hijos de Israil después de que éste les sacase de Misr y les librase de la tiranía de Firaun: «Estamos hartos de caminar por este desierto, hartos de comer la misma comida cada día, de vagar sin rumbo, de pasar frío y calor. Nos has sacado de Misr, donde cada día comíamos algo diferente; teníamos a nuestra disposición deliciosas verduras, legumbres, frutas. ¡Mira a la gente de ese pueblo! Tienen unos ídolos a los que adoran. ¿Por qué no nos construyes también a nosotros algo parecido?»

Sí, no es fácil. Si no se lleva la creencia gravada en el corazón, la verdad resulta insoportable –frío, calor, pobreza, exilio, vagar de un sitio para otro. Pero es precisamente ese devastador escenario el que separa a unos y a otros, el que distingue a los creyentes de los taghut, de los hipócritas, de los traidores.

Ahora Cypher intenta justificarse ante la tripulación. Trinity le recuerda: «Morfeo nos ha liberado.» Pero para Cypher la liberación significa éxtasis, bienestar, lujo, palacios, fama, riqueza; y Morfeo no les ha dado nada de eso. La consciencia de la verdad no ha hecho sino despojarles, empobrecerles. Por eso Cypher replica: «¿Liberado? ¿A esto lo llamas liberación? Lo único que he hecho hasta ahora ha sido obedecer sus órdenes. Si tengo que elegir entre esto y Matrix, elijo Matrix.» Trinity intenta convencerle de nuevo de su error: «Matrix no es real.» Pero Cypher cada vez se siente más seguro de haber tomado la decisión correcta. Todos los taghut, todos los soldados de shaytan le animan y le embellecen su traición: «No estoy de acuerdo contigo, Trinity. Creo que Matrix puede ser más real que este mundo.»

En la película Cypher fracasa –Tank recobra el aliento y consigue matarle. Pero antes de morir ha logrado desconectar a dos miembros de la tripulación que ahora, como Dozer y Cypher, yacen muertos en la nave. El círculo se va cerrando; pero al mismo tiempo aumenta la fe, se va asentando en sus corazones la certitud. Cada vez la distancia que separa esos dos mundos es mayor, casi infranqueable.

Morfeo está siendo interrogado por los agentes quienes le han inyectado una sustancia capaz de desconectar su mente y obligarle a decir todo lo que ellos quieran. El agente Smith le dice unas reveladoras palabras: «Sabes que el primer Matrix fue diseñado para crear un mundo perfecto, donde los seres humanos no sufrieran y donde todos fueran felices. Pero resultó ser un desastre. Nadie aceptó el programa… cosechas enteras se echaron a perder.» Si nos desligamos del guión cinematográfico, entenderemos que el agente Smith está haciendo referencia al Entramado Divino, en el que todo lo que hay en los cielos y en la tierra fue creado por Allah para servir al hombre y hacer de este mundo un lugar agradable, cómodo; en el que todas sus necesidades estuvieses cubiertas de la mejor manera. Sin embargo, como apunta el agente Smith, el hombre, eufemismo de pueblo judío, Hijos de Israil, se rebeló contra ese sistema, contra ese Entramado Divino y empezó a crear el suyo propio, con la intención de vivir en este mundo el Paraíso que se le había prometido en la otra vida. El resultado ha sido una paulatina desconexión del Entramado Divino y con ello una constante inmersión en la idolatría y en esa búsqueda desesperada de poderes mágicos –la tecnología ha resultado ser el más potente de todos– que le permitiera construir su mundo ficticio.

El agente Smith continua: «Algunos creen que fallamos a la hora de crear un lenguaje que describiera perfectamente vuestro mundo. Pero yo creo que, como especie, el ser humano define su realidad a través de la miseria y del sufrimiento, por lo que el mundo perfecto era un sueño del que vuestro primitivo cerebro se trataba de despertar. Esa fue la razón por la que se re-diseñó Matrix, hasta llegar a la cima de vuestra civilización.»

Aquellos primeros Hijos de Israil soñaban con fabulosas ciudades, artilugios para volar y recorrer los fondos marinos. Soñaban con el sexo libre, con un sistema que les permitiera satisfacer todos sus deseos. Hoy, muchos de ellos contemplan con satisfacción su sueño convertido en realidad –Nueva York, San Francisco, Los Ángeles, Tokio, Sydney, y blancas palomas de acero volando por los aires. ¿Cómo se ha logrado crear este entramado judío?

«He dicho –vuestra civilización, porque tan pronto como empezamos a pensar por vosotros, se convirtió en nuestra civilización.» Los judíos a través de sus libros falsificados y del conocimiento que les había dado Allah y de todo aquello que han conseguido de los yin y de los shayatines fueron poseyendo a la humanidad entera y, cómo dice el agente Smith, pensando por ella, dirigiéndola, llevándola a desear, amar y odiar todo lo que ellos desean, aman y odian, transformando así el Entramado Divino que Allah construyó para el hombre en el entramado judío a través del cual dominan el mundo, convirtiéndose en su propia civilización basada en las pilas humanas.

La palabra mágica con la que lograron que el resto de los hombres aceptasen convertirse en pilas fue el «progreso», la «evolución»; y ese progreso es el gran dios que hoy domina las mentes humanas. Es como si dijeran: «No importan las penalidades que tengamos que sufrir, las guerras que tengamos que provocar, el envenenamiento de nuestras aguas, de nuestro aíre –todo ello son etapas en nuestro camino hacia un futuro luminoso, en el que lograremos acabar con la muerte, con las prohibiciones, con la ley, y establecer, por fin, el Paraíso en esta tierra.»

Sin embargo, ese paraíso ha resultado ser un infierno, lleno de enfermedades, de epidemias, de muerte; y ahora los judíos, como el agente Smith, están hartos de él: «Odio este lugar, este zoo, esta prisión, esta realidad… o como lo quieras llamar.» Por ello, están re-diseñando Matrix para crear otro que les resulte más sugerente, más atractivo. Para conseguirlo tendrán que morir millones de seres humanos; millones de pilas quedarán exhaustas, sin energía… Es el dios progreso, proyectado por los judíos, el que lo exige.

Morfeo tiene los códigos que permitirían a los agentes destruir las naves de los creyentes y entrar en Sion. De nuevo, aparece el tema judío del sacrificio humano: Morfeo debe ser desconectado para evitar que esa información llegue a manos de los agentes. Para evitar escenas demasiado dramáticas los guionistas introducen la noción de rescate, y Neo convence a Tank y a Trinity para que lo manden de nuevo a Matrix y poder salvar a Morfeo. En este viaje le acompañará Trinity –la esposa fiel, la esposa compañero, cargadora de rifles.

Escena X

La inyección de los agentes no logra surtir efecto en el cerebro de Morfeo, pero lo importante de esta escena es el monólogo del agente Smith que le está interrogando: «Me gustaría compartir contigo una revelación que tuve cuando intentaba clasificar a tu especie. Comprendí que no sois en realidad mamíferos. Todos los mamíferos en este planeta instintivamente desarrollan un equilibrio con el medio en el que viven. Pero vosotros, los humanos, no hacéis eso. Vais a una zona y os multiplicáis, y os multiplicáis, hasta que acabáis con todos los recursos naturales; y la única forma que tenéis de sobrevivir es desplazándoos a otra zona. Hay otro organismo en este planeta que sigue el mismo patrón. ¿Sabes cuál es? Los virus. Los seres humanos son una enfermedad, un cáncer en este planeta, una plaga. Y nosotros somos la cura.»

Ésta ha sido siempre la técnica que han seguido los judíos para justificar sus desmanes. Cuando ellos, a través de los europeos, o más modernamente de los norteamericanos, han masacrado un pueblo o cien, lo han justificado diciendo: «Así de cruel es el ser humano.» Pero el ser humano no es así de cruel. Sólo ellos, los judíos, son así de crueles.

La situación que describe el agente en su monólogo no es la de los seres humanos sino la de los judíos. Se asientan en una zona y para satisfacer las necesidades de sus fábricas, de su economía, acaban con los recursos naturales, empobrecen a la población nativa y después trasladan sus negocios a otro lugar del planeta, donde reproducen el mismo patrón. No es el ser humano sino los judíos los que actúan como los virus, los que son una plaga, el cáncer de la humanidad. Aquí los guionistas intentan, como siempre hacen los judíos, universalizar sus características psicológicas y diluir a su pueblo en el concepto «humanidad», o «seres humanos». Por ello, Allah el Altísimo dedica cientos de aleyas del Qur-an a prevenirnos de este cáncer judío. Nos muestra cómo actúan, cómo sienten, en lo que realmente creen. Sin embargo, y a pesar de ello, los musulmanes han seguido al pie de la letra la profética visión que nos transmitió Muhammad (s.a.s): «Llegará un día en el que los musulmanes, si ven que judíos y cristianos se meten por el agujero de un topo, se meterán por él para seguirles.» Esta trágica visión es la que hoy vemos hecha realidad; nuestros ojos contemplan cada día cómo tropeles de musulmanes se meten por cualquier agujero, por cualquier alcantarilla, para seguir la mil-lah judía.

Enlace IV: La corte judía de los reyes católicos

Los judíos nunca han dejado de estar en lugares de poder en la creciente Europa del siglo XV. Cuando los reyes católicos expulsan a los musulmanes y judíos de España se encuentran con que toda su corte, sus asesores, sus prohombres son judíos conversos. Son ellos los que van a delinear la política de la corte castellana, y son ellos los que van a fraguar uno de los acontecimientos más importantes de la historia europea –el «descubrimiento» de América.

No es como la historia nos lo ha contado; no fue Isabel la gran artífice de esta aventura transoceánica que iba a cambiar la historia de la humanidad. Fue el lobby judío «converso» de los reyes católicos los que convencieron a Fernando para que costease esta empresa. Hacía mucho tiempo que los musulmanes árabes recorrían los océanos y conocían las rutas que llevaban a los cinco continentes, América incluida. Fue de ellos de los que Colón –judío él mismo– consiguió las cartas de navegación que necesitaba para llegar a América. Con esa baza en las manos el lobby judío convenció a las pilas reales de Castilla para que dieran su energía al proyecto judío. ¿Acaso esa corte, o las siguientes, o el pueblo español de aquella época o de otras, se ha beneficiado de aquella aventura? En realidad, sólo los grandes consorcios judíos de Europa acumularon las gigantescas riquezas que con las pilas españolas se extraían de aquellos lugares, y con las que echaron las bases de una Europa rica y poderosa, lista para conquistar el mundo entero. Un Matrix judío que como todos los demás costó millones de vidas y la expoliación de gran parte de los recursos naturales de la tierra.
Hay una realidad histórica que confirma nuestras palabras. Para afianzar su posición en la sociedad castellana, y posteriormente para asegurar su permanencia en Castilla, los judíos recurren, junto a la conversión, a la obtención de la carta de hidalguía. Para la obtención de esta hidalguía, y con ella del reconocimiento de la tan deseada pureza de sangre, los propios judeoconversos contribuyeron más que nadie a la deformación de la historia; y nada mejor para ello que alterar en la medida de sus posibilidades los documentos que podían poner en tela de juicio su pasado. Durante cerca de 300 años los miembros de la minoría judeoconversa falsificaron y destruyeron documentos; y lo hicieron con tal eficacia que reconstruir el devenir de las familias conversas resulta imposible en la mayoría de los casos.

La concesión de la condición de hidalguía se ve favorecida desde la Corona, siempre necesitada de nuevos recursos económicos, que ve en la venta de Cartas de Hidalguías una nueva fuente de ingresos para la Hacienda Real.

Escena XI

Tras varias secuencias de trepidante lucha y combates contra los agentes y policías, Neo y Trinity logran rescatar a Morfeo. Se dirigen a una cabina de teléfono, desde la cual Tank deberá devolverles a la nave. Sin embargo, sólo Morfeo y Trinity logran escapar. Neo tiene delante de él al agente Smith, pero esta vez no huye. Comienza una lucha entre fantástica y duelo a lo cowboy. Pero Neo sigue intentando vencer al agente con sus propias fuerzas. No se da cuenta de que es una mera ficción, un ser virtual que en realidad no puede hacerle ningún daño. Sigue luchando hasta que, casi sin fuerzas, huye de él y pide auxilio al operador de la nave. Éste lo va guiando por un sinfín de vericuetos urbanos. Logra entrar en un edificio y tras la puerta de uno de los apartamentos le está esperando el agente Smith que le encañona con una pistola. Sin mediar palabra le dispara una y otra vez a quemarropa hasta que Neo cae muerto. Llegan los otros agentes y uno de ellos comprueba, poniendo sus dedos en la yugular, que, efectivamente, yace sin vida.

Es en este momento cuando le llega la certitud completa, la evidencia de su realidad, de la realidad de Matrix. Es la muerte a lo falso, a los apegos que los taghut habían ido anudando a su corazón, a la visión borrosa. No se puede entrar en la verdadera vida sin morir a toda esa ficción. Su corazón vuelve a latir y se incorpora. Entonces ve con sus propios ojos la falsedad de ese mundo que parecía tan real. Ve que todo lo que existe en ese mundo no es, sino códigos de Matrix. Los agentes, al verlo vivo de nuevo, comienzan a disparar frenéticamente, pero esas balas ya no pueden herirle, pues también ellas son ficticias. El agente Smith, desesperado, se lanza contra él y comienza a luchar, pero tampoco sus golpes pueden ya hacerle nada a Neo. Lo aparta de sí de una patada y corre hacia él, metiéndose dentro de su cuerpo, y desintegrándolo. Los otros dos agentes al ver aquello se echan a correr.

Neo vuelve a la nave. Ha abandonado la interfase; ha asumido plenamente su realidad de creyente y su misión de rescatar a cuantos pueda de la ficción para llevarles a la realidad, a la luz de la verdad.

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